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Somos muchos los preocupados por el incremento continuo de la conflictividad en los centros de enseñanza, en las aulas, y en los entornos de estos.

Haciendo un análisis rápido, podríamos intuir algunas causas:

1.- La extensión de la escolarización obligatoria hasta los 16 años, desde hace una década, es el logro mas vituperado por el “progresismo educativo”.

Pero quiero desde estas líneas denunciar que la uniformidad en la enseñanza obligatoria constituye una gran amenaza para la convivencia escolar: Un elevado porcentaje de de adolescentes se muestran completamente refractarios a las instituciones educativas.

Son expresiones comunes entre este tipo de alumnado que el instituto es como una cárcel, como un campo de concentración en el que diariamente se les obliga a “hacer cosas” que no están dispuestos a realizarlas en otros ambientes (amigos, familia, barrio, asociaciones…)

En parte de los alumnos, esto se traduce en una objeción estudiantil, pero en otros alumnos (parece que van en aumento…), se convierten en enemigos del sistema, dedicándose entre otras actividades a boicotear las actividades lectivas, a hostigar a los profesores, a maltratar a los compañeros, en definitiva a dinamitar la convivencia escolar.

Tras este planteamiento algo derrotista de entrada, quiero pedir desde aquí, que se dejen de lado utópicos planteamiento igualitaristas, y se estudie a una planificación de diversificar la oferta educativa:

    hay que concretar como se llevará a cabo los programas de diversificación curricular, las adaptaciones al currículo, y los programas de iniciación profesional (por supuesto que todos ellos conducentes a la obtención del titulo de graduado en secundaria…) y ver las opciones que se ofrecen a cada alumno para que cada uno encuentre su sitio, sin que se le intente imponer un presunto derecho contra el que se rebela abiertamente y con todos los medios a su alcance.

2.- Tendremos que establecer claramente cuál es la misión de la institución educativa: ¿Centro de enseñanza o “guardería”?

Las personas que se acercan al Centro de enseñanza, deben tener muy claro que allí se va a APRENDER. No sólo unos conocimientos científicos y humanísticos, sino aprender a decidir que es lo que uno quiere SER.

Hemos de ser conscientes que eso sólo puede conseguirse en condiciones de sosiego, tranquilidad y de respeto mutuo.

¿Quién ha de convencerse de esto?

Los padres, que antes de matricular a un hijo, deberían conocer y acatar el proyecto educativo del Centro, y su plan de convivencia (mucho mejor que sus reglamentos de régimen interior), incluido en su plan de acción tutorial.

Los alumnos, que se den cuenta de lo enriquecedor que puede ser para su persona, el convivir dentro de un clima de relaciones interpersonales, y formarse para más adelante poder decidir…

Los profesores, como agentes orientadores en esos procesos de formación más que en su visión calificadora, recogiendo ese espíritu de evaluación continua (tan hablado y tan poco puesto en práctica), y proponiendo reajustes continuos en esos procesos, cuando se requiera por las circunstancias o por los resultados. En definitiva que desarrollen su labor de enseñar a aprender.