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Adviento de conmemoración del anuncio del reino de Dios por Jesús y de esperanza de su plenitud tras su segunda venida
El primer domingo de Adviento nos trae la queja de Isaías a Dios ¿por qué nos dejas ser tan malos? Lo dice de esta manera, aún más dura:
"¿Por que nos extravías, Señor de tus caminos, y endureces nuestro corazón para que no te tema?" (Is 63,17).
La respuesta nos la dio san Pablo de parte de Dios y es que Él quiere dárnoslo todo ejerciendo con todos nosotros, gentiles y judíos, su misericordia:
"Todos se extraviaron, a una se han pervertido; no hay nadie que haga el bien; no hay ni siquiera uno. Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos" (Rom 3,12; 11,32)
La Iglesia explica de parte de Dios lo que es el Adviento:
"El Adviento es tiempo de espera, de conversión, de esperanza: espera-memoria de la primera y humilde venida del Salvador en nuestra carne mortal; espera-súplica de la última y gloriosa venida de Cristo... esperanza gozosa de que la salvación ya realizada por Cristo (cf. Rom 8, 24-25) y las realidades de la gracia ya presentes en el mundo lleguen a su madurez y plenitud..." (Calendario Litúrgico Pastoral 2023-2024, pág. 25).
Y en las lecturas del martes que sigue a dicho primer domingo de Adviento, nos encontramos con estas maravillosas revitalizaciones de nuestra esperanza gozosa:
Con el soplo de sus labios hará morir al malvado.... Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada (Is 11,4; 9-10)
... Y de nuestra alegría, la misma que expresa Jesús en estas palabras que preceden a la explicación del origen de ese conocimiento profetizado en el precedente texto de Isaías:
En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Lc 10,21-24).