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Las apariciones de Jesús después de resucitar
En
mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y
enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado
al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles
que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se
les presentó él mismo después de su pasión,
dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles
durante cuarenta días y hablándoles del reino
de Dios.
(Hch 1:1-3, Biblia CEE)
Os
recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié... Porque yo os
transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que
Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y
que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce;
después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la
mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después
se apareció a Santiago, más tarde a todos los
apóstoles; por último, como a un aborto, se me
apareció también a mí.
(1Cor 15:1, 3-8, Biblia CEE)
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1 Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana,
fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2
Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del
Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se
sentó encima. 3 Su aspecto era de relámpago y su vestido
blanco como la nieve; 4 los centinelas temblaron de miedo y
quedaron como muertos. 5 El ángel habló a las mujeres:
«Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el
crucificado. 6 No está aquí: ¡ha resucitado!,
como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía 7 e id
aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre
los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí le
veréis. Mirad, os lo he anunciado». 8 Ellas se
marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de
alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. 9
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se
postraron ante él. 10Jesús les dijo: «No temáis: id a
comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». 11
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron
a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. 12
Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron
a los soldados una fuerte suma, 13 encargándoles: «Decid
que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras
vosotros dormíais. 14 Y si esto llega a oídos del
gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». 15
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y
esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy. 16
Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les
había indicado. 17 Al verlo, ellos se postraron, pero
algunos dudaron. 18 Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. 19 Id,
pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; 20
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que
yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de
los tiempos».
(Mt 28:1-20, Biblia CEE)
1 Pasado el sábado, María Magdalena, María la de
Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar
a Jesús. 2 Y muy temprano, el primer día de la semana, al
salir el sol, fueron al sepulcro. 3 Y se decían unas a
otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del
sepulcro?». 4 Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida
y eso que era muy grande. 5 Entraron en el sepulcro y vieron
a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron
aterradas. 6 Él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a
Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado.
No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. 7 Pero id
a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de
vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo». 8
Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues estaban temblando y
fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían. 9
Resucitado al amanecer del primer día de la semana, se
apareció primero a María Magdalena, de la que había
echado siete demonios. 10Ella fue a anunciárselo a sus
compañeros, que estaban de duelo y llorando. 11 Ellos, al
oírla decir que estaba vivo y que le había visto, no la
creyeron. 12 Después se apareció en figura de otro a dos
de ellos que iban caminando al campo. 13 También ellos
fueron a anunciarlo a los demás, pero no les creyeron. 14
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando
estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y
dureza de corazón, porque no habían creído a los que le
habían visto resucitado. 15 Y les dijo: «Id al mundo
entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. 16 El
que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será
condenado. 17 A los que crean, les acompañarán estos
signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18
cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no
les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán
sanos». 19 Después de hablarles, el Señor Jesús fue
llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. 20 Ellos
se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba
confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
(Mc 16:1-20, Biblia CEE)
1 El primer día de la semana, de madrugada, las
mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que
habían preparado. 2 Encontraron corrida la piedra del
sepulcro. 3 Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor
Jesús. 4 Mientras estaban desconcertadas por esto, se les
presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. 5Ellas quedaron
despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos
les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6
No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os
habló estando todavía en Galilea, 7 cuando dijo que el
Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres
pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». 8 Y
recordaron sus palabras. 9Habiendo vuelto del sepulcro,
anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. 10
Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago.
También las demás, que estaban con ellas,
contaban esto mismo a los apóstoles. 11 Ellos lo tomaron
por un delirio y no las creyeron. 12 Pedro, sin
embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro.
Asomándose, ve solo los lienzos. Y se volvió a su casa,
admirándose de lo sucedido. 13 Aquel mismo día, dos
de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús,
distante de Jerusalén unos sesenta estadios; 14 iban
conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. 15
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se
acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero sus
ojos no eran capaces de reconocerle. 17 Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. 18 Y uno de ellos,
que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres
tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha
pasado allí estos días?». 19 Él les dijo: «¿Qué?».
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno,
que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante
todo el pueblo; 20 cómo lo entregaron los sumos sacerdotes
y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo
crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él iba
a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer
día desde que esto sucedió. 22 Es verdad que algunas
mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido
muy de mañana al sepulcro, 23 y no habiendo encontrado su
cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una
aparición de ángeles, que dicen que está vivo.
24 Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo
encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le
vieron». 25 Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois
para creer lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su
gloria?». 27 Y, comenzando por Moisés y
siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería
a Él en todas las Escrituras. 28 Llegaron cerca de
la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; 29
pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros,
porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse
con ellos. 30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el
pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31A
ellos se les abrieron los ojos y le reconocieron.
Pero él desapareció de su vista. 32 Y se dijeron el uno al
otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las Escrituras?». 33Y, levantándose
en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, 34 que estaban
diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha
aparecido a Simón». 35 Y ellos contaron lo que
les había pasado por el camino y cómo le habían
reconocido al partir el pan. 36 Estaban hablando de
estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y
les dice: «Paz a vosotros». 37 Pero ellos,
aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. 38
Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen
dudas en vuestro corazón? 39 Mirad mis manos y mis pies:
soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no
tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». 40 Dicho
esto, les mostró las manos y los pies. 41 Pero como no
acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?». 42 Ellos le ofrecieron un
trozo de pez asado. 43 Él lo tomó y comió delante
de ellos. 44 Y les dijo: «Esto es lo que os dije
mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera
todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y
Salmos acerca de Mí». 45 Entonces les
abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. 46
Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá,
resucitará de entre los muertos al tercer día 47
y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de
los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. 48
Vosotros sois testigos de esto. 49 Mirad, yo voy a enviar
sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra
parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la
fuerza que viene de lo alto». 50 Y les sacó hasta
cerca de Betania y, levantando sus manos, les bendijo. 51 Y
mientras les bendecía, se separó de ellos, y fue
llevado hacia el cielo. 52 Ellos se
postraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con gran
alegría; 53 y estaban siempre en el templo bendiciendo a
Dios.
(Lc 24:1-53, Biblia CEE)
20: 1 El primer día de
la semana, María la Magdalena fue al sepulcro
al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa
quitada del sepulcro. 2 Echó a correr
y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien
Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro
al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». 3
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. 4
Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría
más que Pedro; se adelantó y llegó primero al
sepulcro; 5 e, inclinándose, vio los lienzos
tendidos; pero no entró. 6 Llegó también Simón
Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos
tendidos 7 y el sudario con que le habían
cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en
un sitio aparte. 8 Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio
y creyó. 9 Pues hasta entonces no habían
entendido la Escritura: que él había de resucitar de
entre los muertos. 10 Los dos discípulos se
volvieron a casa. 11 Estaba María fuera, junto al
sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al
sepulcro 12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco,
sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había
estado el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le preguntan: «Mujer,
¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado
a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». 14 Dicho esto,
se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. 15
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú
te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». 16
Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!». 17
Jesús le dice: «No me retengas, que todavía
no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y
diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y
Dios vuestro». 18 María la Magdalena fue y
anunció a los discípulos: «He visto al Señor
y ha dicho esto». 19 Al anochecer de aquel día,
el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con
las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto
entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a
vosotros». 20 Y, diciendo esto, les enseñó las
manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. 21 Jesús repitió: «Paz a
vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo». 22 Y, dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; 23
a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 24
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos
cuando vino Jesús. 25 Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en
sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el
agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo
creo». 26 A los ocho días, estaban otra
vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús,
estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a
vosotros». 27 Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo,
aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y
no seas incrédulo, sino creyente». 28 Contestó
Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». 29
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados
los que crean sin haber visto». 30 Muchos
otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a
la vista de los discípulos. 31 Estos han sido
escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de
Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
21:1 Después de esto Jesús
se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de
Tiberíades. Y se apareció de esta manera: 2
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael,
el de Caná de Galilea; los Zebedeos
y otros dos discípulos suyos. 3 Simón Pedro les dice: «Me
voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros
contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron
nada. 4Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se
presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían
que era Jesús. 5 Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis
pescado?». Ellos contestaron: «No». 6 Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La
echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. 7 Y
aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el
Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba
desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. 8 Los demás
discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de
tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los
peces. 9 Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado
puesto encima y pan. 10 Jesús les dice: «Traed de los
peces que acabáis de coger». 11 Simón Pedro subió a la barca
y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento
cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la
red. 12 Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los
discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían
bien que era el Señor. 13 Jesús se acerca, toma el pan y
se lo da, y lo mismo el pescado. 14 Esta fue la tercera vez
que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar
de entre los muertos. 15 Después de comer, dice Jesús a
Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que
estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que
te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». 16
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le
dice: «Pastorea mis ovejas». 17 Por tercera vez le
pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se
entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me
quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes
que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. 18
En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te
ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo,
extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no
quieras». 19 Esto dijo aludiendo a la muerte con
que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme». 20 Pedro, volviéndose, vio que les
seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que
en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado:
«Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». 21 Al
verle, Pedro dice a Jesús: «Señor, y este, ¿qué?». 22
Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo
venga, ¿a ti qué? Tú sígueme». 23 Entonces se
empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese
discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría,
sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?». 24
Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha
escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. 25
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se
escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría
contener los libros que habría que escribir.
(Jn 20:1-31; Jn 21:1-25, Biblia CEE)
1 En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús
hizo y enseñó desde el comienzo 2 hasta el día en que fue
llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los
apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. 3
Se les presentó él mismo después de su pasión,
dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles
durante cuarenta días y hablándoles del reino
de Dios. 4 Una vez que comían juntos, les ordenó que
no se alejaran de Jerusalén, sino «aguardad que se cumpla la
promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, 5
porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados
con Espíritu Santo dentro de no muchos días». 6 Los
que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?». 7
Les dijo: «No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos
que el Padre ha establecido con su propia autoridad; 8 en
cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir
sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda
Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra». 9 Dicho
esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo,
hasta que una nube se lo quitó de la vista. 10
Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se
les presentaron dos hombres vestidos de blanco, 11 que les
dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al
cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y
llevado al cielo, volverá como lo habéis visto
marcharse al cielo».
(Hch1:1-11, Biblia CEE)
1ª
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2ª
A María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé que fueron al sepulcro con especias aromáticas para ungir su cadáver el primer día de la semana, y había resucitado
(Mt 28:1-10; Mc 16:1-8; Lc 24:1-12; Jn 20:1-10)
1Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana,
fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2Y
de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del
Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se
sentó encima. 3Su aspecto era de relámpago y su vestido
blanco como la nieve; 4los centinelas temblaron de miedo y
quedaron como muertos. 5El ángel habló a las mujeres:
«Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el
crucificado. 6No está aquí: ¡ha
resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio
donde yacía 7e id aprisa a decir a sus discípulos: Ha
resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a
Galilea. Allí le veréis. Mirad, os lo he anunciado». 8Ellas
se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y
de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. 9De
pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se
postraron ante él. 10Jesús les dijo: «No temáis: id a
comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
(Mt 28:1-10, Biblia CEE)
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de
Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar
a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al
salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas
a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del
sepulcro?». Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso
que era muy grande.Entraron en el sepulcro y vieron a un joven
sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas.Él
les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el
crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el
sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a
Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo
veréis, como os dijo». Ellas salieron huyendo del
sepulcro, pues estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron
nada a nadie, del miedo que tenían.
(Mc 16:1-8, Biblia CEE)
1El primer día de la semana, de madrugada, las
mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que
habían preparado. 2Encontraron corrida la piedra del
sepulcro. 3Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor
Jesús. 4Mientras estaban desconcertadas por esto, se les
presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. 5Ellas quedaron
despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos
les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6No
está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os
habló estando todavía en Galilea, 7cuando dijo que el Hijo
del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores,
ser crucificado y al tercer día resucitar». 8Y recordaron
sus palabras. 9Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo
esto a los Once y a todos los demás. 10Eran María
la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las
demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los
apóstoles. 11Ellos lo tomaron por un delirio y no las
creyeron.
(Lc 24:1-11, Biblia CEE)
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3ª
A María Magdalena en el Huerto
Resucitado
al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a
María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella
fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y
llorando. Ellos, al oírla decir que estaba vivo y que lo
había visto, no la creyeron.
(Mc 16:9-11, Biblia CEE)
11Estaba
María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras
lloraba, se asomó al sepulcro 12y vio a dos ángeles
vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies,
donde había estado el cuerpo de Jesús. 13Ellos le
preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han
puesto». 14Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de
pie, pero no sabía que era Jesús. 15Jesús le
dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella,
tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo
has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». 16Jesús
le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!». 17Jesús
le dice: «No me retengas, que todavía no he
subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles:
Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios
vuestro». 18María la Magdalena fue y
anunció a los discípulos: «He visto al Señor
y ha dicho esto».
(Jn 20:11-18, Biblia CEE)
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4ª
A dos discípulos que iban a Emaús (Mc 16:12-13; Lc 24:13-35)
Después
se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando
al campo. También ellos fueron a anunciarlo a los demás,
pero no los creyeron.
(Mc 16:12-13, Biblia CEE)
13Aquel
mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea
llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta
estadios; 14iban conversando entre ellos de todo lo que
había sucedido. 15Mientras conversaban y discutían, Jesús
en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. 16Pero
sus ojos no eran capaces de reconocerle. 17Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. 18Y uno de ellos,
que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres
tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha
pasado allí estos días?». 19Él les dijo: «¿Qué?».
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno,
que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante
todo el pueblo; 20cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y
nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo
crucificaron. 21Nosotros esperábamos que él iba a
liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer
día desde que esto sucedió. 22Es verdad que algunas
mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido
muy de mañana al sepulcro, 23y no habiendo encontrado su
cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una
aparición de ángeles, que dicen que está vivo.
24Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo
encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le
vieron». 25Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois
para creer lo que dijeron los profetas! 26¿No era
necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su
gloria?». 27Y, comenzando por Moisés y
siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería
a Él en todas las Escrituras. 28Llegaron cerca de
la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; 29pero
ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque
atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con
ellos. 30Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31A
ellos se les abrieron los ojos y le reconocieron.
Pero él desapareció de su vista. 32Y se dijeron el uno al
otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las Escrituras?». 33Y, levantándose
en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, 34que estaban
diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha
aparecido a Simón». 35Y ellos contaron lo que les
había pasado por el camino y cómo le habían reconocido
al partir el pan.
(Lc 24:13-35, Biblia CEE)
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5ª
Al apóstol Pedro en Jerusalén (Lc. 24:33-34; 1 Cor. 15:3-5)
Y
Así que [los de Emaús], levantándose en aquel momento, se
volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con
sus compañeros, 34que estaban diciendo: «Era
verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
(Lc. 24:33-34; 1 Cor 15:3-5, Biblia CEE)
"Yo
os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que
Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y
que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras; y que se apareció a Cefas y más
tarde a los Doce.
(1Cor 15: 3-5, Biblia CEE)
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6ª
A diez discípulos reunidos en el Aposento Alto del Cenáculo, sin santo Tomás (Jn 20:19-25; Lc 24:36-49)
Estaban
hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio
de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos,
aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y
él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas
en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en
persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene
carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les
mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer
por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí
algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él
lo tomó y comió delante de ellos. Y les
dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que
era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley
de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de Mí». Entonces
les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y
les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá,
resucitará de entre los muertos al tercer día y
en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los
pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros
sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros
la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en
la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene
de lo alto».
(Lc 24:36-49, Biblia CEE)
Al
anochecer de aquel día, el primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por
miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se
puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo
esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús
repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también
os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
(Jn 20:19-23, Biblia CEE)
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7ª
A once discípulos reunidos en el Cenáculo, incluido santo Tomás (Mc 16:14; Jn 20:24-29; 1Cor 15:5).
14Por
último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa,
y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque
no habían creído a los que le habían visto resucitado.
(Mc 16:14, Biblia CEE).
Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando
vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos
visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus
manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero
de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A
los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos
y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas,
se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a
Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu
mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino
creyente». Contestó Tomás: «¡Señor
mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me
has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin
haber visto».
(Jn 20:24-29, Biblia CEE).
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8ª
A siete discípulos que pescaban en el mar de Tiberíades (Jn 21:1-14)
Después
de esto Jesús se apareció otra vez a los discípulos
junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta
manera: 2Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el
Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los
Zebedeos y otros dos discípulos suyos. 3Simón
Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos
también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella
noche no cogieron nada. 4Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús
se presentó en la orilla; pero los discípulos no
sabían que era Jesús. 5Jesús les dice: «Muchachos,
¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». 6Él les
dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. 7Y
aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el
Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba
desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás
discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de
tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los
peces. 9Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado
puesto encima y pan. 10Jesús les dice: «Traed de los peces
que acabáis de coger». 11Simón Pedro subió a la barca y
arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento
cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la
red. 12Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los
discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían
bien que era el Señor. 13Jesús se acerca, toma el pan y se
lo da, y lo mismo el pescado. 14Esta fue la tercera vez que
Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de
entre los muertos. 15Después de comer, dice Jesús a Simón
Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».
Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». 16Por segunda
vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le
contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice:
«Pastorea mis ovejas». 17Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de
que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le
contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. 18En verdad, en
verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas
adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos,
otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». 19Esto
dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a
Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme». 20Pedro,
volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien
Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado
en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que
te va a entregar?». 21Al verle, Pedro dice a Jesús:
«Señor, y este, ¿qué?». 22Jesús le contesta: «Si
quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti
qué? Tú sígueme». 23Entonces se empezó a correr entre
los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no
le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede
hasta que yo venga, ¿a ti qué?». 24Este es el discípulo
que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros
sabemos que su testimonio es verdadero.
(Jn 21:1-24, Biblia CEE)
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9ª
A más de 500 personas en un lugar no revelado (1Cor 15:6)
Después
se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de
los cuales vive todavía, otros han muerto; después se
apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por
último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
(1Cor 15:6, Biblia CEE)
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10ª
Al gran apóstol Santiago el Menor (1Cor 15:7)
...después
se apareció a Santiago
(1Cor 15:7, Biblia CEE)
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De nuevo a todos los apóstoles (1Cor 15:7)
...más
tarde a todos los apóstoles
(1Cor 15:7, Biblia CEE)
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12ª
A Sus discípulos y a la Santísima Virgen María cuando la Ascensión en el Monte de los Olivos (Jn 6:61-62; Mc 16:15-20; Hch 1:1-11; Lc 24:44-53)
Jn 6: 61-62, Biblia CEE:
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, 62 ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?
Mc 16:15-20, Biblia CEE:
15 Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. 16 El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. 17 A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18 cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». 19 Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. 20 Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que les acompañaban.
Lc 24:44-53, Biblia CEE:
44 Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de Mí». 45 Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. 46 Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día 47 y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de esto. 49 Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto». 50 Y les sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, les bendijo. 51 Y mientras les bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. 52 Ellos se postraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; 53 y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
(Hch 1:1-11, Biblia CEE)
1 En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo 2 hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. 3 Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. 4 Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, 5 porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días».
Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?».
Les dijo:
«No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra».
Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».
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"Dice la Escritura: Subió a lo alto llevando cautivos y
dio dones a los hombres. 9 Decir subió supone que había
bajado a lo profundo de la tierra; 10 y el que bajó es el
mismo que subió por encima de los cielos para llenar el universo.
(Ef 4,8-10, Biblia CEE).
Ef 4,10; Act 2,34; Jn 20,17; Jn 3,13
DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN
13ª
A Saulo camino de Damasco
Por último, como a un aborto, se me apareció
también a mí.
(1Cor 15:8, Biblia CEE)
1 ¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a
Jesucristo, nuestro Señor? ¿No sois vosotros el
resultado de mi trabajo en el Señor?
(1Cor 9:1, Biblia CEE)
1 Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los
discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote 2 y
le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a
traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que
pertenecían al Camino, hombres y mujeres. 3 Mientras
caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz
celestial lo envolvió con su resplandor. 4 Cayó a tierra y
oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me
persigues?». 5 Dijo él: «¿Quién eres, Señor?».
Respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. 6 Pero
levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes
que hacer». 7 Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de
estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. 8
Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos,
no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. 9 Allí
estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. 10 Había en
Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo
llamó en una visión: «Ananías». Respondió él: «Aquí
estoy, Señor». 11 El Señor le dijo: «Levántate y ve a
la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal
Saulo de Tarso. Mira, está orando, 12 y ha visto en visión
a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que
recobre la vista». 13 Ananías contestó: «Señor, he
oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a
tus santos en Jerusalén, 14 y que aquí tiene autorización
de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que
invocan tu nombre». 15 El Señor le dijo: «Anda, ve; que
ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi
nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. 16 Yo le
mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre». 17 Salió
Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando
venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y
seas lleno de Espíritu Santo». 18 Inmediatamente se le
cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista.
Se levantó, y fue bautizado.
(Hch 9:1-18)
«3 Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en
esta ciudad; me formé a los pies de Gamaliel en la exacta
observancia de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con
tanto celo como vosotros mostráis hoy. 4 Yo perseguí a
muerte este Camino, encadenando y metiendo en la cárcel a
hombres y mujeres, 5 como pueden atestiguar en favor mío el
sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron
cartas para los hermanos de Damasco, y me puse en camino con el
propósito de traerme encadenados a Jerusalén a los que
encontrase allí, para que los castigaran. 6 Pero yendo de
camino, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran
luz del cielo me envolvió con su resplandor; 7 caí por
tierra y oí una voz que me decía: Saúl, Saúl, ¿por
qué me persigues?. 8 Yo pregunté: ¿Quién
eres, Señor?. Y me dijo: Yo soy Jesús el Nazareno a
quien tú persigues. 9 Mis compañeros vieron el
resplandor, pero no oyeron la voz que me hablaba. 10 Yo
pregunté: ¿Qué debo hacer, Señor?. El Señor me
respondió: Levántate, continúa el camino hasta Damasco,
y allí te dirán todo lo que está determinado que hagas. 11
Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis
compañeros me llevaron de la mano a Damasco. 12 Un cierto
Ananías, hombre piadoso según la ley, recomendado por el
testimonio de todos los judíos residentes en la ciudad, 13
vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: Saúl, hermano,
recobra la vista. Inmediatamente recobré la vista y lo vi. 14
Él me dijo: El Dios de nuestros padres te ha elegido para
que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus
labios, 15 porque vas a ser su testigo ante todos los
hombres de lo que has visto y oído. 16 Ahora,
¿qué te detiene? Levántate, recibe el bautismo y lava
tus pecados invocando su nombre».
(Hch 22:3-16)
9 Yo creí que era mi deber actuar con todos los medios contra
el nombre de Jesús el Nazareno. 10 Así, autorizado por los
sumos sacerdotes, lo hice en Jerusalén, encerrando en cárceles
a muchos de los santos y dando mi voto cuando eran ajusticiados. 11
Repetidas veces, recorriendo todas las sinagogas y ensañándome
con ellos, les obligaba a blasfemar, y, rebosando furor contra
ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras. 12
En este empeño, iba hacia Damasco con poderes y comisión del
sumo sacerdote, 13 cuando, hacia el mediodía, durante el
camino vi, ¡oh rey!, una luz venida del cielo, más brillante
que el sol, que me envolvía con su fulgor a mí y a los que
caminaban conmigo. 14 Caímos todos nosotros por tierra y yo
oí una voz que me decía en hebreo: Saúl, Saúl, ¿por
qué me persigues? Duro es para ti dar coces contra el aguijón. 15
Yo dije: ¿Quién eres, Señor?. Y el Señor
respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16
Pero levántate y ponte en pie, pues me he aparecido a ti
precisamente para elegirte como servidor y testigo tanto
de las cosas que de mí has visto como de las
que te manifestaré. 17 Te libraré de tu pueblo y
de los gentiles, a quienes te envío 18 para que les abras
los ojos, y se vuelvan de las tinieblas a la luz y del
dominio de Satanás a Dios; para que reciban el perdón
de los pecados y parte en la herencia entre los
que han sido santificados por la fe en mí. 19 Así pues,
rey Agripa, yo no he sido desobediente a la visión del cielo, 20
sino que he predicado primero a los judíos de Damasco, luego a
los de Jerusalén y de toda Judea, y por último a los
gentiles, que se arrepientan y se conviertan a
Dios, haciendo obras dignas de penitencia. 21 Por
este motivo me prendieron los judíos en el templo y trataron de
matarme, 22 pero, con la ayuda de Dios, me he mantenido
firme hasta hoy dando testimonio a pequeños y grandes, sin decir
cosa fuera de lo que los profetas y el mismo Moisés dijeron que
debía suceder: 23 que el Mesías, habiendo padecido
y siendo el primero en resucitar de entre los muertos,
anunciaría la luz a su pueblo y a los gentiles».
(Hch 26:9-23)
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14ª
A Pablo, tres años después, en Jerusalén [Donde dice que fue tres años después de la aparición en el camino de Damasco es en la nota a Hch 22,17 de la Biblia de Jerusalén, ed. española de 1984]
17 Regresé a Jerusalén y, mientras oraba en el templo, caí
en éxtasis 18 y lo vi que me decía: Date prisa y
sal inmediatamente de Jerusalén, pues no recibirán tu
testimonio acerca de mí. 19 Yo respondí: Señor,
ellos saben que yo andaba por la sinagogas encarcelando y
azotando a los que creían en ti; 20 y cuando se derramaba
la sangre de tu testigo Esteban, yo también me encontraba
presente, aprobándolo y guardando los vestidos de los que lo
mataban. 21 Pero Él me dijo: Ponte en
camino, porque yo te voy a enviar lejos, a los gentiles.
(Hch 22:17-21)
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15ª En Corinto (Hch 18:9-10)
8 Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda
su familia; también otros muchos corintios, al escuchar a Pablo,
creían y se bautizaban. 9 Una noche dijo el Señor a Pablo en
una visión: «No temas, sigue hablando y no te calles, 10
pues yo estoy contigo, y nadie te pondrá la mano encima para
hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad».
(Hch 18:9-10).
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16ª
A Pablo en el cuartel romano de la Torre Antonia de Jerusalén, ocho o nueve años después del concilio de Jerusalén (Hch 23:11)
6 Pablo sabía que una parte eran fariseos y otra saduceos y
gritó en el Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de
fariseo, se me está juzgando por la esperanza en la
resurrección de los muertos». 7 Apenas dijo esto, se
produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea
quedó dividida. 8 (Los saduceos sostienen que no hay
resurrección ni ángeles ni espíritus, mientras que los
fariseos admiten ambas cosas). 9 Se armó un gran griterío,
y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie,
porfiando: «No encontramos nada malo en este hombre; ¿y si le
ha hablado un espíritu o un ángel?». 10 El altercado
arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo,
mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo
al cuartel. 11 La noche siguiente, el Señor se le
presentó y le dijo: «¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio
en Jerusalén de lo que a mí se refiere, tienes que darlo en
Roma». 12 Al amanecer, los judíos tramaron una
conspiración, comprometiéndose bajo anatema a no comer ni beber
hasta que no mataran a Pablo. 13 Eran más de cuarenta los que se
habían comprometido en esta conjuración.
(Hch 23:6-13).
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