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Víctor Manuel Arbeloa escribe [DN 4.06.2023] que, en las elecciones autonómicas y municipales del 28.05.2023, la respuesta del pueblo a la aberrante política del socialismo de Sánchez de tocar poder uniéndose con vínculo férreo a sus adversarios políticos de la España blanqueada, independentistas, populistas comunistoides, nacionalistas étnicos y herederos políticos de los terroristas, ha sido una derrota como pocas se han visto; y que ahora Sánchez, en vez de dimitir como secretario general, convoca otro plebiscito, en la peor fecha posible, con los consabidos lemas guerracivilistas para aniquilar al adversario convertido en el enemigo.

Tocar poder uniéndose con vínculo férreo a sus adversarios políticos

Víctor Manuel Arbeloa DN 4.06.2023

El presidente Sánchez, desafiante y embaucador, quiso, de palabra y sobre todo de obra, con su tómbola de feria de los martes, convertir las elecciones autonómicas y municipales en un plebiscito sobre su singular figura y su aberrante política. Y esa ha sido la respuesta del pueblo español: una derrota como pocas se han visto.

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Y para evitar cualquier autocrítica, dentro y fuera de su partido, cuando lo europeo y lo justo hubiera sido dimitir como secretario general, convoca a la desesperada otro plebiscito, esta vez ya directo, tras consultarlo con su propia almohada. En la peor de las fechas posibles, interrumpiendo una presidencia europea, y esperando poder detener la ola azul imparable, que le acaba de derribar. Un desafío agresivo, del que él solo es responsable. Y con los consabidos lemas guerracivilistas: la España blanca y blanqueada contra la España negra; la España del siglo XXI contra la de la caverna de Platón…

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A Pedro Sánchez, discípulo tardío de R. Zapatero, se le debe la acuñación definitiva de la palabra “progresista” para suplantar la palabra “izquierda” y, desde luego, “socialdemócrata”, a fin de significar el mito del progreso permanente, la modernidad, la moda, lo que se lleva, lo “guay”. Pero sobre todo para ensamblar y unificar a todos los que votan contra el enemigo común, el contendiente electoral, el que le disputa los gobiernos, la que llaman “derecha extrema” y “ultraderecha”, que es, claro, el antiprogreso, la anti moda, lo antiguay, etc. Con lo que ha justificado y hasta canonizado lo que nunca la genuina socialdemocracia europea haría: el independentismo, la herencia terrorista, el nacionalismo étnico, el populismo comunistoide sectario, el autodeterminismo confederalista. Todos ellos socios del Gobierno Sánchez y de los Gobiernos autonómicos que lo imitan.

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Otra de las trampas lingüísticas para ocultar la realidad y la verdad es, además de llamar a todos los amiguetes “progresistas”, sin distinción alguna, es negarles el nombre clásico de extrema izquierda o ultraizquierda, que, por lo visto, en España no existen. Sólo existen la extrema derecha y la ultraderecha, que para ellos todo es uno, todo es igual. Y hay periodistas y hasta comentaristas que han asumido estos quebrantos y hasta perversiones del lenguaje para engañar y contaminar a lectores, oyentes y televidentes. Vocablos no dichos, sino arrojados como flechas envenenadas no contra el adversario, sino contra el “enemigo”, a quien derribar, destruir, aniquilar. En esa tarea incivil e inhumana la extrema izquierda antiespañola cuenta con la leal y alocada correspondencia de la extrema derecha española, de la que me siento lejanísimo.

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Nunca los llamaré “ultras”, porque “ultra” significa “más allá” de la democracia. Pero, si a alguien hubiera que llamar así, ¿a quién mejor que a herederos políticos de terroristas, a quienes exaltan y no condenan? Y, en el terreno institucional, ¿a quién sino a los separatistas-independentistas, que quieren poner todo patas arriba, desmontar la mesa de la convivencia española o inundar el terreno de juego, “más allá” de la Constitución?

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Y volviendo a casa, todos han remarcado el gran triunfo de Bildu en Euskadi y Navarra muy por encima del PNV. Bildu, favorecido, solicitado, asociado, consociado, después de comerse a IU, a EA, a Podemos, está arrinconando al PSE-PSOE, que se ha quedado con diez ayuntamientos en Euskadi, y está conquistando territorios históricos de los peneuvistas. En Navarra, basta mirar el mapa de colores. De Pamplona a Urdax el PSN ha desaparecido, y UPN sólo conserva unos hilitos de voz. No diré que no sean parcialmente responsables por su ausencia persistente en esas zonas. Pero ¿cómo no recordar aquella Alsasua, aquel Baztán, aquella Ultzama, aquel Aoiz…? Y si la raya está ya en Arellano-Oteiza-Mendigorría-Tafalla-Ujué -la antigua frontera carlista-liberal-, ¿no se han enterado todavía nuestros sedicentes constitucionalistas? “Va de proyectos”, ha dicho sabiamente Otegi: ¡Y tanto!

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Y ahora un leve aviso para quien, de manera burda y zafia, más propia de jayanes, se burla desde el PSN-PSOE de cualquier cambio en su deriva política actual. Repasando los resultados electorales del PSN-PSOE en las elecciones forales, compruebo que aquel partido, con vocación mayoritaria, socialdemócrata y navarrista de los ochenta, alcanzó en varias legislaturas el techo del 35% de los votos emitidos. Los casos de corrupción lo hundieron hasta el suelo del 20% y aún más bajo, del que no ha sabido salir. Tras más de dos décadas de oposición, una nueva hornada de afiliados, resignados más que militantes, encontró la posibilidad de tocar poder uniéndose con vínculo férreo a sus adversarios políticos. Un nuevo PSN-PSOE, distinto sin duda de aquel que, con amplia base social, y no sólo con suelo electoral, ganaba las elecciones.

Víctor Manuel Arbeloa Escritor