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El templo del cielo
Había cuatro vivientes... Día y noche cantan sin pausa:
«Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso; el que era y es y ha de venir» (Ap 4,8).
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Vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él... Y se gritaban el uno al otro:
«Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria».
Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que clamaban, y la Casa se llenó de humo... Voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca... (Is 6, 1-7).
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"Santo, Santo, Santo es el Señor, / Dios del universo. / Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria" (Liturgia de la Misa).
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso (Salmo responsorial de la misa del 16.11.2016).
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Catequesis del papa san Juan Pablo II, 11.12.1985: https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1985/documents/hf_jp-ii_aud_19851211.html
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Si tan sólo llegáramos al cielo, qué cosa más dulce y sencilla que estar allí para siempre diciendo con los ángeles y los santos, Sanctus, sanctus, sanctus (San Felipe Neri).
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Salió otro ángel del santuario... Otro ángel salió del santuario del cielo... (Ap 14,15; 14,17).
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La gloria de Yahveh salió de sobre el umbral de la Casa y se posó sobre los querubines. Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos, al salir... Y se detuvieron a la entrada del pórtico oriental de la Casa de Yahveh; la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos. Era el ser que yo había visto debajo del Dios de Israel... y supe que eran querubines. (Ez 10,18-20)
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Todos los Angeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo:
«Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén» (Ap 7,11-12).
Caí en éxtasis. Vi que un trono estaba
erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono.
El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y a la
cornalina; y un arcoiris alrededor del trono, de aspecto
semejante a la esmeralda.
Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los
tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas
de oro sobre sus cabezas.
Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono
arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de
Dios.
Delante del trono como un mar transparente semejante al cristal.
En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos
de ojos por delante y por detrás.
El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un
novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el
cuarto viviente es como un águila en vuelo.
Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de
ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y
noche:
«Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, "Aquel que era, que es y que va a venir"».
Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo:
«Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y fue creado» (Ap 4,2-11).
Vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro
Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como degollado; tenía
siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios,
enviados a toda la tierra. Y se acercó y tomó el libro de la
mano derecha del que está sentado en el trono.
Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos
se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y
copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los
santos.
Y cantan un cántico nuevo diciendo:
«Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la tierra».
Y en la visión oí la voz de una multitud de
Ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos.
Su número era miríadas de miríadas y millares de
millares,
y decían con fuerte voz:
«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza».
Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían:
«Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos».
Y los cuatro Vivientes decían: «Amén»; y los Ancianos se postraron para adorar (Ap 5,6-14).
Miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con fuerte voz:
«La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero».
Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo:
«Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén».
Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo:
«Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le respondí:
«Señor mío, tú lo sabrás».
Me respondió:
«Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (Ap 7,9-17).
El Ángel que había visto yo de pie sobre el mar y la tierra, levantó al cielo su mano derecha y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo y cuanto hay en él, la tierra y cuanto hay en ella, el mar y cuanto hay en él:
«¡Ya no habrá dilación! sino que en los días en que se oiga la voz del séptimo Angel, cuando se ponga a tocar la trompeta, se habrá consumado el Misterio de Dios, según lo había anunciado como buena nueva a sus siervos los profetas» (Ap 10,5-7).
Tocó el séptimo Angel... Entonces sonaron en el cielo fuertes voces que decían:
«Ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos».
Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios diciendo:
«Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, "Aquel que es y que era" porque has asumido tu inmenso poder para establecer tu reinado. Las naciones se habían encolerizado; pero ha llegado tu cólera y el tiempo de que los muertos sean juzgados, el tiempo de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, pequeños y grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra». (Ap 11,15-18).
Luego vi en el cielo otra señal grande y
maravillosa: siete Angeles, que llevaban siete plagas, las
últimas, porque con ellas se consuma el furor de Dios.
Y vi también como un mar de cristal mezclado de fuego, y a los
que habían triunfado de la Bestia y de su imagen y de la cifra
de su nombre, de pie junto al mar de cristal, llevando las
cítaras de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios,
y el cántico del Cordero, diciendo:
«Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios Todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de las naciones! ¿Quién no temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti, porque han quedado de manifiesto tus justos designios».
Después de esto vi que se abría en el cielo
el Santuario de la Tienda del Testimonio, y salieron del
Santuario los siete Ángeles que llevaban las siete plagas,
vestidos de lino puro, resplandeciente, ceñido el talle con
cinturones de oro.
Luego, uno de los cuatro Vivientes entregó a los siete Ángeles
siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive por los
siglos de los siglos.
Y el Santuario se llenó del humo de la gloria de Dios y
de su poder, y nadie podía entrar en el Santuario hasta
que se consumaran las siete plagas de los siete Angeles. (Ap 15,1-8).
Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía:
«¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos».
Y por segunda vez dijeron:
«¡Aleluya! La humareda de la Ramera se eleva por los siglos de los siglos».
Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo:
«¡Amén! ¡Aleluya!»
Y salió una voz del trono, que decía:
«Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes».
Y oí el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían:
«¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura -el lino son las buenas acciones de los santos-».
Luego me dice:
«Escribe: "Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero"».
Me dijo además:
«Estas son palabras verdaderas de Dios» (Ap 19,1-9).
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