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La complicidad con el mal menor es una estructura de pecado
Practicar la doctrina del mal menor de forma cómplice, y no como se debe, lleva a ir aceptando todos los males y aberraciones, paso a paso, eso sí.
La praxis correcta del mal menor es que, cuando se debe aceptar el mal menor, hay que reafirmar intensamente la adhesión al bien total y rechazar completamente todo mal. Así lo enseñaba el santo maestro jesuita Ramón Orlandis:
"En ciertas ocasiones, en sobradas ocasiones, por desgracia, es necesario y lícito contentarse y aun acogerse al mal menor ", siendo el ideal católico la realización del Reinado de Cristo sobre la tierra, la aceptación voluntaria por las naciones de la Soberanía Social de Jesucristo, que todas las naciones acepten y acaten el magisterio de la Iglesia y disfruten de los bienes que en esta buena nueva se les ofrecen.
"Cuanto más dista el mundo de la plena realización de este ideal, cuanto mayores son las exigencias malaventuradas de la hipótesis, más necesario es conservar puro y vivo en la mente y en el corazón este ideal, y profesarlo públicamente" (¿Somos pesimistas?).
La praxis incorrecta del mal menor,
que consiste en asumir el mal menor de cada etapa como un bien a
defender, ha llevado a enormes aberraciones, y a asumirlas. Como
paso a otras mayores aún. Y por eso la praxis del mal menor
imperante desde hace como mínimo 200 años es una estructura de
pecado.
Aunque la doctrina del mal menor es doctrina de la Iglesia.
Pero tal como se ha practicado y se practica, incluso por muchos
e importantes eclesiásticos, es una estructura de pecado.
Así se les ha puesto muy fácil a
"ellos".
Lenin, que actuaba con la convicción de que "la
dialéctica es el álgebra de la revolución",
proclamaba la eficacia de la táctica de "dos pasos
adelante y uno atrás".
La eficacia se la ha dado, con su praxis del mal menor como una
estructura de pecado, la pseudoderecha siempre dispuesta a asumir
como un bien el mal menor de cada etapa.
A "ellos" les basta con exigir que se den dos pasos
hacia las aberraciones, y después aceptar que sólo se dé uno.
De momento.
A veces es necesario y obligatorio tolerar e incluso acogerse al mal menor. Pero siempre reafirmando y proclamando la adhesión al bien total. Y que el mal menor es un mal. Rechazable en cuanto tal.
San Agustín lo enseña bien, que para eso es doctor de la Iglesia.
La historia de la rana hervida es una explicación fenomenal de por qué "ellos" aplican la gradualidad, la anestesia, y de cómo practicar la doctrina el mal menor de forma cómplice, y no como se debe, lleva a ir aceptando todos los males y aberraciones, paso a paso, eso sí.
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Otra aporía es que se impone como única norma obligatoria la del mal menor. Todas las demás normas católicas o simplemente de ley natural se nos dice que son irrealizables dadas las circunstancias. La tolerancia del mal hay que cumplirla a rajatabla. En esto tolerancia cero. Esto no es irrealizable dadas las circunstancias. A la aceptación del mal menor no se le debe aplicar la doctrina del mal menor, según esta dinámica.
Pero "ellos", al no cumplir lo esencial de la doctrina de León XIII sobre el mal menor, y llamar bien al mal menor, llegan a omitir la diferencia entre bien y mal. Toman el mal como un derecho. Incluyen el mal en la lista de derechos humanos que van imaginando. Lo cual es un pecado contra el Espíritu Santo. E incluyen en la lista de lo que hay que tolerar cosas que son buenas, como la raza (véanse las leyes en vigor). Lo cual indica que son racistas, además. Porque la tolerancia es de los males. En los objetivos educativos se debería poner el aprecio de todas las razas y el aprecio de todas las personas, opinen lo que opinen y hagan lo que hagan, porque las personas son un bien, el máximo bien; y también las razas son un bien, todas son cualidades buenas accidentales de las personas. Pero los errores no son respetables. Es tolerable que se expresen, hasta cierto punto. Pero ellos demuestran que no saben ya siquiera qué es la tolerancia.
Y siendo la tolerancia una virtud, sólo en un Estado confesional consecuente es posible la tolerancia del mal en la ley por fidelidad a las enseñanzas pontificias.
La dinámica del mal menor manejada con la táctica de dos pasos adelante y uno atrás, funciona según la dialéctica hegeliana, el álgebra de Lenin.
Porque en cada fase se da a elegir como posturas enfrentadas, el mal menor y el mal mayor.
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"La paz a que aspiran los pontífices romanos, la paz que esperan del Corazón de Jesús, la paz de Cristo en el Reino de Cristo, no es aquella paz precaria y circunstancial que puede dar la diplomacia, o los tratados internacionales. No es una paz condicionada a las tristes circunstancias actuales. Esta es la paz del mal menor, a la cual es prudente acogerse, cuando no puede alcanzarse el bien mayor. Será una paz que un pontífice romano admitirá prudentemente, como la habrían admitido tantos pontífices romanos. Pero no es la auténtica Pax Romana: la paz de Cristo en el Reino de Cristo".
(Ramón Orlandis, SI: El arco iris de la «Pax Romana»).
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El itinerario desde la Cristiandad al laicismo es un caso particular de la aplicación del mal menor como una estructura de pecado....22 11 2015 ..