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Dice santo Tomás que la Encarnación es lo más inconcebible para el entendimiento humano.
El Verbo se hizo carne para morir por nosotros, para tener un cuerpo humano que pudiese, suprema locura, padecer y morir. Pero quien padece y muere es la persona; y la persona de Jesús, el Verbo hecho carne, es la divina segunda persona de la Santísima Trinidad. Y esto parece más inconcebible que asumir una naturaleza humana. Parece más inconcebible que Dios sufra atroces padecimientos, físicos, morales y espirituales, como padeció Jesús, siendo Dios verdadero, hasta morir en el abandono y desolación total de la noche oscura del alma; posiblemente con el "eclipse" de la presencia permanente de la divinidad al alma humana de Jesús. Pero es que en la Encarnación no sólo entra en juego la omnipotencia divina, ante la que no parece que es nada dificil para Dios "hacerse hombre", sino que entra en juego la asunción de la naturaleza humana por la segunda persona divina, la cual queda sometida en su naturaleza humana a todas las situaciones y circunstancias propias de la humana especie, su modo y su orden tan inferiores, desde ser un embrión en las entrañas de una mujer hasta la Pasión y la Muerte. Por eso explica santo Tomás que la Encarnación, al ser lo más inconcebible, incluye todo lo inconcebible de la vida de Jesús, el Verbo hecho carne.
El misterio de la Encarnación "es, entre todas las obras divinas, el que más excede la capacidad de nuestra razón, pues no puede imaginarse hecho más admirable que este de que el Hijo de Dios, verdadero Dios, se hiciese hombre verdadero. Y siendo lo más admirable, se seguirá que todos los demás milagros estarán relacionados con la verdad de este hecho admirabilísimo porque: «lo supremo de cualquier género es causa de lo contenido en él» (Aristóteles, Metafísica I)" [Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, IV, c. 27].