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La masonería amenazó a Alfonso XIII y éste consagró España al Sagrado Corazón en 1919
Iván de Vargas/ALBA Sun, 21 Jun 2009 http://www.camineo.info/news/160/ARTICLE/1300/2009-06-21.html
CAMINEO.INFO / ReL.- Poco después de la
consagración de España al Corazón de Jesús, Alfonso XIII
confió al P. Crowley las «proposiciones» que recibió de una
delegación de la francmasonería internacional para garantizar
que conservara la corona. El propio monarca debía iniciarse en
la masonería e introducir varias leyes anticatólicas en nuestro
país.
La expulsión del rey Alfonso XIII de España se debió, en gran
parte, a la influencia masónica. Es más, su hijo Juan vivió
muy impresionado porque pensaba que precisamente ése había sido
el motivo de que su padre fuera destronado con la proclamación
de la II República. Tras un intento formal de hacerle miembro de
la masonería, además de proponerle la introducción de varias
leyes anticatólicas en nuestro país, la respuesta personal del
monarca fue consagrar España al Corazón de Jesús en el Cerro
de los Ángeles el 30 de mayo de 1919.
En la consagración se reconocía a Jesús como «Redentor del
mundo», «Rey de Reyes», fuente de todo poder y fundamento de
todas las leyes justas, y expresaba pública y solemnemente el
deseo de que reinase «en los corazones de los hombres, en el
seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las
aulas de las ciencias y de las letras, y en nuestras leyes e
instituciones patrias». Al acto asistieron la familia real, el
Gobierno en pleno, y numerosas autoridades religiosas, civiles y
militares.
Amenazas al monarca
El propio Alfonso XIII reconoció en una histórica conversación
con el padre Mateo Crowley, conocido como el
Apóstol de la Entronización del Sagrado Corazón, que la
masonería le había amenazado con la abdicación y su destierro
si no accedía a sus deshonestas proposiciones. Un desafío al
monarca en toda regla. Pero cuando el Rey de España hizo tal
revelación no era consciente aún de su futuro destronamiento.
En aquel momento, se limitó a describir los hechos al conocido
eclesiástico, promotor del gigantesco monumento del Cerro de los
Ángeles, el cual posteriormente divulgaría la confidencia regia.
La conversación con el religioso y sacerdote tuvo lugar a raíz
de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. El
padre Crowley relató así el testimonio del monarca:
«Padre, he tenido un gran gusto en cumplir en el Cerro de los
Ángeles un deber de católico, pues el enemigo de nuestra fe
está dentro de la ciudadela. Y le doy una prueba: en este mismo
salón me vi obligado a recibir una delegación de la
francmasonería internacional. Unos doce señores. He aquí lo
que me dijeron: Tenemos el honor de hacerle ciertas proposiciones
y garantizar con ellas que V. M. conservará la Corona y España
servirá fielmente a la Monarquía, a pesar de las crisis
tremendas que la amenazan, y reinará en un ambiente de paz.
Y al preguntar qué proposiciones eran aquellas, dicho señor me
presentó un rico pergamino diciéndome: Con su firma pedimos a
Su Majestad, dé su adhesión a las siguientes proposiciones: 1ª,
su adhesión a la Masonería; 2ª, decretar que España será un
Estado laico; 3ª, para la reforma de la familia, decretar el
divorcio y 4ª, instrucción pública laica.
Sin titubear un instante, respondí: Esto ¡jamás! No lo puedo
hacer como creyente. Personalmente soy católico, apostólico y
romano. Y como quisieran insistir, los despedí con una venia. Al
salir, me dijo el mismo señor: Lo sentimos, pues V. M. acaba de
firmar su abdicación como rey de España y su destierro.
Prefiero morir desterrado, repliqué con viveza, que conservar el
trono y la corona al precio de la traición y la perfidia que me
propone».
Eso fue exactamente lo que sucedió el 14 de abril de 1931. La
masonería y los revolucionarios con sus presiones y
conspiraciones consiguieron expulsar al entonces rey de España,
amenazándole de muerte y confinándole al exilio. A Alfonso XIII
de Borbón, más preocupado por evitar una guerra civil
fratricida, seguramente ni se le ocurrió recordar la confidencia
hecha al padre Mateo Crowley en 1919.