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El cardenal Pell celebró misa en el altar mayor de la catedral de Canterbury el 7 de julio de 2015

Una vela arde continuamente para marcar el lugar donde estuvo ubicado el santuario de Santo Tomás Becket en la Catedral de Canterbury desde 1220 hasta que Enrique VIII lo mandó destruir en 1538.

Una vela arde continuamente para marcar el lugar donde estuvo ubicado el sepulcro de Santo Tomás Becket en la Catedral de Canterbury desde 1220 hasta que Enrique VIII lo mandó destruir en 1538.
(foto: Claudio Divizia / Shutterstock)

Edward Pentin, National Catholic Register, 24 de enero de 2023

CANTERBURY, Inglaterra — Uno de los logros menos conocidos del cardenal George Pell —uno cargado de significado histórico que promovió la causa de la unidad cristiana— tuvo lugar en la Catedral de Canterbury hace siete años.  

Al visitar la ciudad inglesa famosa por su historia eclesiástica, el cardenal australiano celebró una misa en el altar mayor de la catedral el 7 de julio de 2015, convirtiéndose en el primer cardenal católico en hacerlo desde el cardenal Reginald Pole, el último arzobispo católico de Canterbury, en el siglo XVI. 

La fecha del 7 de julio conmemora el aniversario de la consagración en 1220 de un santuario-sepulcro dedicado a Santo Tomás Becket, el arzobispo de Canterbury que fue martirizado en la Catedral de Canterbury en 1170 después de un amargo enfrentamiento con el rey Enrique II por los derechos de la Iglesia sobre el Estado. 

Después de su martirio y hasta 1220, el santuario-sepulcro de Santo Tomás permaneció en la cripta de la catedral, atrayendo a decenas de miles de peregrinos al año y trayendo numerosos relatos de milagros atribuidos a su intercesión. 

Pero en 1220, cuando el número de peregrinos siguió creciendo, el santuario-sepulcro fue trasladado a un lugar más destacado: detrás del altar mayor de la catedral. Allí permaneció, atrayendo a multitudes de peregrinos e inspirando los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer, hasta 1538, cuando el rey Enrique VIII lo mandó destruir por completo. Hoy en día, en el lugar del santuario-sepulcro no queda nada más que una vela encendida.  

El ex decano de la Catedral de Canterbury de la Iglesia de Inglaterra, el Reverendo Robert Willis, que se jubiló el pasado mes de mayo, dijo al Register que cuando asumió su puesto de decano en 2001, se dio cuenta de que dos fechas significativas —el martirio de Becket el 29 de diciembre y la consagración del nuevo santuario-sepulcro el 7 de julioeran consideradas sagradas y observadas como fiestas tanto por la ahora catedral anglicana como por la vecina Iglesia Católica de Santo Tomás

“Durante mi estancia en Canterbury, el 29 de diciembre se convirtió en un día de peregrinación para muchos, y el servicio conmemorativo del martirio durante las Vísperas atrajo a un número cada vez mayor de fieles a lo largo de los años a las 3 de la tarde”, recordó el Dr. Willis. “El clero de la catedral y de Santo Tomás compartió este evento, y por la noche, a las 8 en punto, se celebraba una segunda Víspera, dirigida por el clero de Santo Tomás y a la que asistió el clero de la catedral en la cripta del lugar del santuario-sepulcro original”. 

El ex decano agregó que la conmemoración del 7 de julio de la consagración del nuevo santuario-sepulcro detrás del altar mayor se marca anualmente con una procesión habitual después de las Vísperas corales hasta el sitio del santuario-sepulcro, “y luego, por la noche, se celebra una misa católica en el altar mayor”

Obispos y sacerdotes católicos, incluido el arzobispo católico de Southwark, cuya archidiócesis incluye Canterbury, habían celebrado misa allí anteriormente para conmemorar la ocasión. Pero 2015 “fue un año especial”, dijo el Dr. Willis, “porque el propio cardenal Pell estuvo presente en Canterbury y la tarde del 7 de julio celebró la misa en el altar mayor”

Añadió que el cardenal, cuyo padre era anglicano, ya tenía cierta relación con la ciudad, ya que había promovido partidos anuales de críquet entre equipos de la Iglesia de Inglaterra y del Vaticano, que se jugaban alternativamente en Roma y en el campo de críquet de Canterbury. El torneo, ideado por el ex embajador de Australia ante la Santa Sede, John McCarthy, consistía en que clérigos y seminaristas compitieran por una copa de plata con la inscripción “Ut Unum Sint (Que sean uno). 

Otros gestos ecuménicos también tuvieron lugar entre Canterbury y Roma ese año, incluido un préstamo al actual arzobispo de Canterbury, Justin Welby, de la antigua cabeza de marfil de un báculo asociado con el Papa San Gregorio Magno, el Papa que envió a San Agustín de Canterbury a evangelizar a los pueblos anglosajones. 

En otro gesto histórico, el arzobispo Welby recibió de la Biblioteca Corpus Christi de Cambridge el Evangelio que San Gregorio le regaló a Agustín antes de partir hacia Inglaterra. Asegurado por 50 millones de libras y de un valor incalculable para el patrimonio cristiano, el año 2015 fue la primera vez que el báculo y el Evangelio se unieron en más de 1.400 años. 

Cinco años después, para conmemorar el 850 aniversario de la muerte de Becket y el 800 aniversario del nuevo santuario-sepulcro, el Vaticano prestó a la catedral la túnica ensangrentada del mártir. Los gestos desde Roma fueron encabezados por el padre australiano Robert McCulloch, un misionero columbano radicado en Roma que pasó muchos años en Pakistán. 

“Sentí que en el contexto del ecumenismo era de vital importancia mostrar apoyo y estímulo”, dijo el padre McCulloch unos meses después.

“Todas estas ocasiones fueron pasos en el cumplimiento de la oración de Nuestro Señor por la unidad de su Iglesia”, dijo el reverendo Willis al Register, “y la Misa del cardenal en 2015 fue un signo físico de la intención de la Iglesia de buscar esa unidad”.