Sobre la prudencia de los santos .Escritos 2021..Escritos 2022...Artículos....Textos 2021.....Textos 2022... Textos..... Fátima....INDEX.
La prudencia y sus desviaciones y reducciones
Y la excepción Según
enseña santo Tomás de Aquino, la
prudencia es la recta razón en el obrar [como
enseña el Filósofo en la Ethica a Nicómaco VI]. Más allá está el mandato del Señor (Mt 10,19-20; Lc 21,12-15 ) y el ejemplo de su cumplimiento que dio Él (Mt 26,64); y que siguieron los santos, como san Esteban (Act 6,10; 7,54-55), san Eulogio de Córdoba (y de Toledo), etc.
La locura de amor de los santos, siguiendo el ejemplo y el mandato del Señor. La fe, la esperanza y la caridad. Porque, aunque, como dice santo Tomás explicando la prudencia que se rige por la razón, "parece (videtur) que es tentar a Dios que el hombre deje de hacer lo que puede, esperando sólo el auxilio divino" (S. Th. 2-2, q 53, a 4, ad 1), no lo es cuando Dios lo manda, porque, el dato de la revelación, que acogemos con la fe, es infinitamente más seguro que lo que alcanzamos con nuestra razón, como enseña constantemente por doquier santo Tomás con su palabra y con su ejemplo; y en este caso tenemos el mandato y la promesa de Jesús, el Verbo hecho carne, Nuestro Señor, que nos reitera:
|
Según enseña santo Tomás de Aquino, la
prudencia es la recta razón en el obrar [como
enseña el Filósofo en la Ethica a Nicómaco VI].
(Sto. Tomás II-IIae q 47, a. 2, sed contra
y a. 8, in c).
La prudencia radica exclusivamente en el entendimiento
práctico.
(Sto Tomás II-IIae q 47, a2, in c)
En la prudencia hay que
señalar tres actos:
el primero, pedir consejo, que, según hemos
dicho (1-2 q.14 a.1), implica indagar.
El segundo acto es juzgar el resultado de la
indagación. Ahí termina la razón especulativa. La razón
práctica, orientada a la acción, va más allá , y entra en
juego
el tercer acto, imperar [preceptuar]...
consiste en aplicar a la operación el resultado
de la búsqueda y del juicio. Y ... es el
acto principal ... de la prudencia.
El acto principal de la prudencia es el
imperio [precepto].
(Sto .Tomás II-IIae q 47, a8, in c)
Conformarse con la recta razón
es el fin propio de cualquier virtud moral. Y así, la templanza
va encaminada a que el hombre no se desvíe de la razón por la
concupiscencia; igualmente, la fortaleza procura que no se aparte
del juicio recto de la razón por el temor o por audacia. Ese fin
se lo señaló al hombre la razón natural, que dicta a
cada uno obrar conforme a la
razón. Ahora bien, incumbe a la
prudencia determinar de qué manera y con qué medios debe el
hombre alcanzar con sus actos el medio racional. En
efecto, aunque el fin de la virtud moral es alcanzar el justo
medio, éste solamente se logra mediante la
recta disposición de los medios.
(Sto Tomás II-IIae q 47, a7, in c).
Según enseña santo Tomás de Aquino, hay una prudencia
falsa que es la de quien, por un fin malo,
dispone cosas adecuadas a ese fin... Se puede llamar
buen ladrón al que encuentra el camino adecuado para robar. Es
la prudencia de que habla el Apóstol cuando escribe: La prudencia de la carne es la muerte (Rom
8,6), porque pone su fin último en los placeres de la
carne.
Hay una prudencia imperfecta por
limitarse a un fin particular... Por ejemplo, cuando uno
encuentra el camino adecuado para negociar o para navegar.
Hay otra prudencia imperfecta
porque falla en el acto principal de la prudencia.
Es, por ejemplo, el caso de quien posee consejo y juicio rectos
en los negocios referentes a toda la vida, pero no impera
con eficacia. Pero hay un tercer tipo
de prudencia que es verdadera y perfecta; es la
que aconseja, juzga e impera con rectitud en
orden al fin bueno de toda vida. Es la única prudencia
propiamente tal; la prudencia que no puede darse
en los pecadores.
(Sto Tomás II-IIae q 47, a 13, in c).
Y más allá está el mandato del Señor (Mt 10,19-20; Lc 21,12-15 ) y el ejemplo de su cumplimiento que dio Él (Mt 26,64); y que siguieron san Esteban (Act 6,10; 7,54-55), san Eulogio de Córdoba (y de Toledo) ...
«Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros» (Mt 10,19-20, cf. Lc 12,11-12).
«Pondrán sobre vosotros las manos y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y metiéndoos en prisión, conduciéndoos ante los reyes y gobernadores por amor de mi nombre. Será para vosotros ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preocuparos de vuestra defensa, porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios».
(Lc 21,12-15 Nácar-Colunga. Cf. Act 6,10)
Y la locura de amor de los santos, siguiendo el ejemplo y el mandato del Señor.
La fe, la esperanza, la caridad.
--------------------
Prudencia: 1 Templanza, cautela, moderación.2 Sensatez,buen
juicio. 3 Rel. En el cristianismo, una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.
(Diccionario de la RAE)
Virtud cardinal del catolicismo que consiste
en discernir y distinguir lo que está bien de lo que está mal y
actuar en consecuencia.
(Diccionario de español de Google proporcionado por Oxford
Languages)
-----------------------
Santo Tomás de Aquino, S. Th, II-IIae q 47 La prudencia
https://hjg.com.ar/sumat/c/index.html#c47
Como escribe San Isidoro en el libro Etymol. Prudente
significa como ver a lo lejos; es ciertamente perspicaz
y prevé a través de la
incertidumbre de los sucesos. Ahora bien, la visión
pertenece no a la facultad apetitiva, sino a la cognoscitiva. Es,
pues, evidente que la prudencia pertenece directamente a la
facultad cognoscitiva. No pertenece a la facultad sensitiva, ya
que con ésta se conoce solamente lo que está presente y aparece
a los sentidos, mientras que conocer el futuro a través
del presente o del pasado, que es lo propio de la prudencia,
concierne propiamente al entendimiento, puesto que se hace por
deducción. Por consiguiente, la prudencia radica
propiamente en el entendimiento.
(Sto Tomás II-IIae q 47, a1, in c)
Añade San Agustín que la prudencia es amor que distingue claramente entre lo que promociona la tendencia hacia Dios y lo que puede impedirla. Del amor se dice que discierne en cuanto que mueve a la razón a distinguir (ib., ad 1).
El Filósofo en VI Ethica: el prudente sabe aconsejar bien... según el Filósofo en III Ethica, incluso la elección se puede atribuir a la prudencia, en cuanto que dirige la elección por medio del consejo (ib., ad 2).
La prudencia es la
recta razón en el obrar [como enseña el Filósofo
en Ethica VI].
(Sto. Tomás II-IIae q 47, a. 2, sed contra y a. 8, in c)
Como expone el Filósofo, lo propio de la prudencia es
poder aconsejar bien. Ahora bien, el consejo versa sobre
lo que debemos hacer en orden a un fin determinado. Resulta, por
lo mismo, evidente que la prudencia radica exclusivamente
en el entendimiento práctico.
(Sto Tomás II-IIae q 47, a2, in c)
Conformarse con la recta razón
es el fin propio de cualquier virtud moral. Y así, la templanza
va encaminada a que el hombre no se desvíe de la razón por la
concupiscencia; igualmente, la fortaleza procura que no se aparte
del juicio recto de la razón por el temor o por audacia. Ese fin
se lo señaló al hombre la razón natural, que dicta a
cada uno obrar conforme a la
razón. Ahora bien, incumbe a la
prudencia determinar de qué manera y con qué medios debe el
hombre alcanzar con sus actos el medio racional. En
efecto, aunque el fin de la virtud moral es alcanzar el justo
medio, éste solamente se logra mediante la
recta disposición de los medios.
(Sto Tomás II-IIae q 47, a7, in c)
Como ya hemos expuesto (a.2 sed contra), la
prudencia es la recta razón en el obrar. Por
lo tanto, el acto principal de la prudencia debe ser el acto
principal de la razón en la dirección de obrar. En ella hay que
señalar tres actos:
el primero, pedir consejo, que, según hemos
dicho (1-2 q.14 a.1), implica indagar.
El segundo acto es juzgar el resultado de la indagación.
Ahí termina la razón especulativa.
Pero la razón práctica, que está orientada a la acción, va
más allá, y entra en juego el tercer acto, es decir, imperar. Este acto consiste en aplicar
a la operación el resultado de la búsqueda y del juicio. Y dado
que este acto entra más de lleno en la finalidad de la razón
práctica, se sigue de ello que es el acto
principal de la misma, y, por consiguiente, lo es
también de la prudencia.
La prueba de ello está en el hecho de que la perfección del
arte consiste en el juicio y no en el imperio. Por eso se
considera mejor artista el que a sabiendas hace mal la obra de
arte que quien la realiza mal involuntariamente, porque esto
parece que tiene su raíz en la falta de juicio recto. En la
prudencia, en cambio, se da el fenómeno inverso, como se ve por
el testimonio del Filósofo en VI Ethic. En
efecto, es más imprudente quien peca queriendo que quien lo hace
sin querer, pues el primero falla en el
acto principal de la prudencia, que es el imperio [precepto].
(Sto .Tomás II-IIae q 47, a8, in c)
La prudencia puede tener tres sentidos.
Hay, en efecto, una prudencia falsa
por su semejanza con la verdadera. En efecto, ya que es prudente
quien dispone lo que hay que hacer en orden a un fin, tiene
prudencia falsa quien, por un fin malo, dispone cosas adecuadas a
ese fin, pues lo que toma como fin no es realmente bueno,
sino sólo por semejanza con él, como se habla, por ejemplo, de buen
ladrón. De este modo, por semejanza, se puede llamar
buen ladrón al que encuentra el camino adecuado para robar. Es
la prudencia de que habla el Apóstol cuando escribe: La prudencia de la carne es
la muerte (Rom 8,6), porque
pone su fin último en los placeres de la carne.
Hay un segundo tipo de prudencia, la
verdadera, porque encuentra el camino adecuado para
conseguir el fin realmente bueno. Se convierte en imperfecta,
sin embargo, por dos causas. La primera, porque el bien que toma
como fin no es el fin común de toda vida humana,
sino solamente de un nivel especial de cosas. Por ejemplo, cuando
uno encuentra el camino adecuado para negociar o para navegar, se
dice de él que es un negociante o un marinero prudente. La
segunda, porque falla en el acto principal de la
prudencia. Es, por ejemplo, el caso de quien posee
consejo y juicio rectos en los negocios referentes a toda la vida,
pero no impera con eficacia.
Pero hay un tercer tipo de prudencia que es verdadera y perfecta; es la que aconseja,
juzga e impera con rectitud en orden al fin bueno
de toda vida. Es la única prudencia
propiamente tal; la prudencia que no
puede darse en los pecadores. La primera, en realidad,
la poseen solamente los pecadores; la segunda, la imperfecta, es común a buenos y
malos, sobre todo la prudencia imperfecta por algún fin
particular, porque la que lo es por defecto del acto principal es
exclusiva de los pecadores.
(Sto Tomás II-IIae q 47, a13, in c).
Santo Tomás de Aquino, S. Th, II-IIae q 53 La imprudencia
https://hjg.com.ar/sumat/c/c53.html#a3
Dice San Agustín en IV Contra Iulian. que todas
las virtudes tienen no sólo vicios manifiestamente opuestos,
como lo es la temeridad respecto de la prudencia, sino también
otros en cierto modo afines a ellas, semejantes no
en la realidad, sino en la apariencia, como lo es
la astucia respecto de la
prudencia. Por eso se debe tratar, en primer lugar, de
los vicios manifiestamente opuestos a la prudencia, o sea, los
que tienen su origen en la falta de prudencia en las cosas que
ella requiere. Después habrá que tratar de los vicios
que tienen alguna semejanza con la prudencia, es decir,
los que se producen por abuso de las cosas que le atañen (q.55).
Pues bien, puesto que la diligencia pertenece a la prudencia, en
el primer grupo estudiaremos la imprudencia; en
el segundo, la negligencia opuesta a la
diligencia (q.54).
(Sto Tomás II-IIae q 53, Proemio).
Por la penitencia nos es restituida la prudencia
infusa, y de esa manera desaparece la carencia de
imprudencia. Pero no nos es restituida como hábito la
prudencia adquirida, sino que desaparece el acto
contrario, en el cual consiste precisamente el pecado de
imprudencia.
(Sto Tomás II-IIae q 53, a. 1, ad 1).
La imprudencia no es pecado general, como tampoco la prudencia
es virtud general, ya que se refiere a unos actos especiales, es
decir, a los actos de la razón. En este sentido,
la falta de consejo del que se ocupa la eubulia
da lugar a la especie de imprudencia precipitación o temeridad. La
falta de juicio, objeto de la synesis y de la
gnome, origina la inconsideración, y la falta
en el precepto, acto propio de la prudencia, da
como resultado la inconstancia o negligencia...
Pueden considerarse las especies de imprudencia por la
oposición a los distintos elementos requeridos para la prudencia
y que son como partes integrales de la misma. Y dado que todos
ellos se ordenan a dirigir los tres actos de la razón
que hemos indicado [consejo, juicio y precepto o imperio], todos
los defectos opuestos se reducen a las cuatro partes
indicadas: la falta de cautela y de circunspección
va incluida en la falta de consideración; los
defectos en la docilidad, memoria o atención, están
comprendidos en la precipitación, y la
imprevisión y los defectos de inteligencia y de sagacidad
pertenecen a la negligencia y a la inconstancia.
(Sto Tomás II-IIae q 53, a. 2, in c).
En los actos del alma hay que entender la
precipitación en sentido metafórico, por semejanza con
el movimiento corporal. En éste decimos que una cosa se
precipita cuando desciende de lo más alto a lo más bajo
por el impulso del propio cuerpo o de algo que le impele
sin pasar por los grados intermedios. Ahora bien, lo
más elevado del alma es la razón, y lo más bajo, la
operación ejercida por medio del cuerpo. Los grados
intermedios por los cuales hay que descender son la memoria de lo pasado, la inteligencia de lo presente, la sagacidad en la consideración del futuro, la hábil comparación de alternativas, la docilidad para asentir a la opinión de los mayores. A través de estos pasos desciende ordenadamente el juicioso. Pero quien es llevado a obrar por el impulso de la voluntad o de la pasión, saltándose todos esos grados, incurre en precipitación. Y dado que el desorden en el consejo es propio de la imprudencia, resulta evidente que bajo ella esté contenido también el vicio de la precipitación. (Sto Tomás II-IIae q 53, a3, in c). |
Praecipitatio in actibus animae
metaphorice dicitur secundum similitudinem a corporali
motu acceptam. Dicitur autem praecipitari secundum
corporalem motum quod a superiori in ima pervenit
secundum impetum quendam proprii motus vel alicuius
impellentis, non ordinate incedendo per gradus. Summum
autem animae est ipsa ratio. Imum autem est operatio per
corpus exercita. Gradus autem medii, per quos oportet
ordinate descendere, sunt memoria praeteritorum, intelligentia praesentium, solertia in considerandis futuris eventibus, ratiocinatio conferens unum alteri, docilitas, per quam aliquis acquiescit sententiis maiorum, per quos quidem gradus aliquis ordinate descendit recte consiliando. Si quis autem feratur ad agendum per impetum voluntatis vel passionis, pertransitis huiusmodi gradibus, erit praecipitatio. Cum ergo inordinatio consilii ad imprudentiam pertineat, manifestum est quod vitium praecipitationis sub imprudentia continetur. |
En materia de consejo hay pecado no sólo por
apresuramiento, sino también por ser demasiado lento,
de tal modo que deje pasar la oportunidad de obrar, y también
por el desorden en las demás circunstancias, como afirma el
Filósofo en VI Ethic.
(Sto Tomás II-IIae q 53, a3, objeción 3). En la deliberación
del consejo hay que considerar muchos datos particulares. Por eso
dice el Filósofo en VI Ethic.: conviene
ser lento en aconsejar. De ahí que a la
rectitud del consejo se oponga más directamente la
precipitación que la lentitud innecesaria, que tiene
cierta semejanza con el consejo recto.
(Sto Tomás II-IIae q 53, a3, ad 3).
Vicios opuestos a la prudencia que ofrecen cierta semejanza con ella
https://hjg.com.ar/sumat/c/c55.html
La prudencia es la recta razón en el obrar, como la
ciencia lo es en el conocer. Ahora bien, en el orden
especulativo se puede pecar contra la ciencia de dos modos. El
primero, cuando la razón es llevada a una conclusión
falsa que parece verdadera; el segundo, cuando parte
de premisas falsas que parecen verdaderas, sea verdadera
o falsa la conclusión a la que llega.
De la misma manera, contra la prudencia puede haber pecados
que tengan semejanza con ella de dos modos: o porque la
razón se esfuerza por ordenar la acción a un fin que no
es bueno sino en apariencia, y esto es lo propio de la
prudencia de la carne;
o porque para conseguir algún fin, bueno o malo, se
utilizan medios que no son realmente buenos, sino fingidos y
aparentes, y esto es lo propio de la
astucia. Por eso la astucia es un pecado opuesto
a la prudencia y distinto de la prudencia de la carne.
(Sto Tomás II-IIae q 55, a3, in c).
La astucia puede aconsejar tanto para un fin bueno como para
un fin malo. Pero no debe conseguirse un fin bueno usando
de medios simulados o falsos, sino verdaderos. De ahí
que la misma astucia ordenada a un fin bueno es también pecado.
(Sto Tomás II-IIae q 55, a3, ad 2).