PIUS PP. XII, Epist. apost. Sacro vergente anno de universae Russorum gentis Immaculato Mariae Cordi consecratione, [Ad universos Russiae populos], 7 Iulii 1952: AAS 44(1952), pp. 505-511.

Pío XII Carta Apostólica Sacro vergente anno de Consagración de todos los pueblos de Rusia al Inmaculado Corazón de María

7 de julio de 1952

Mientras el Año Santo se acercaba felizmente a su término, después de eso por disposición divina nos fue dado definir solemnemente el dogma de la asunción en cuerpo y alma al cielo de la gran Madre de Dios la virgen María, muchísimos de todas partes. del mundo, expresaron su más profundo júbilo; entre éstos no faltaron los que, al enviarnos cartas de agradecimiento, instantáneamente nos suplicaron que consagráramos a todo el pueblo de Rusia, en las angustias del momento presente, al Inmaculado Corazón de la misma Virgen María.

Esta súplica nos ha vuelto sumamente bienvenida, ya que, si Nuestro afecto paternal abraza a todos los pueblos, se dirige de manera particular a aquellos que, aunque separados en su mayor parte por los acontecimientos históricos de esta sede apostólica, aún conservan su nombre cristiano y se encuentran en tales condiciones que no sólo les es muy difícil escuchar Nuestra voz y conocer las enseñanzas de la doctrina católica, sino que son empujados con artes engañosas y perniciosas a rechazar hasta la fe y el nombre de Dios.

 

1. Recuerdo constante en la oración

Apenas fuimos elevados al supremo pontificado, nuestro pensamiento se dirigió a vosotros, que constituís un pueblo inmenso, distinguido en la historia por las hazañas gloriosas, por el amor a la patria, por la laboriosidad y economía, por la piedad hacia Dios y la Virgen María.

Nunca hemos cesado de elevar Nuestras súplicas a Dios, para que os asista siempre con su luz y con su divina ayuda, y os permita a todos poder alcanzar, junto con una justa prosperidad material, también aquella libertad, por la cual cada uno pueda proteger su dignidad humana, conocer las enseñanzas de la verdadera religión y rendir el debido culto a Dios no sólo en el fondo de su conciencia, sino también abiertamente, en el ejercicio de la vida pública y privada.

Además, bien sabéis que Nuestros predecesores, cada vez que se les presentaba la oportunidad, no tenían nada más en el corazón que mostraros su bondad y ofreceros su ayuda.

Vosotros sabéis que los apóstoles de los eslavos occidentales, los santos Cirilo y Metodio, que junto con la religión cristiana llevaron la civilización a sus antepasados, fueron a esta alma ciudad, para que su actividad apostólica fuera confirmada por la autoridad de los pontífices romanos. Y al entrar en Roma, nuestro predecesor Adriano III, de feliz memoria, "va a su encuentro con gran testimonio de honores, acompañado del clero y del pueblo" 2) y, después de haber aprobado y elogiado su obra, no sólo los eleva al episcopado, sino que él mismo quiere consagrarlos con la solemne majestad de los ritos sagrados.

 

2. Un milenio después de las primeras reuniones

En cuanto a vuestros antepasados, los Romanos Pontífices, siempre que las circunstancias lo permitieron, trataron de forjar o consolidar con ellos lazos de amistad. Así en el año 977 nuestro predecesor Benedicto VII de feliz memoria envió sus legados al príncipe Jaropolk, hermano del célebre Vladimir; y al mismo gran príncipe Vladimir, bajo cuyos auspicios el nombre cristiano y la civilización brillaron por primera vez entre vuestro pueblo, fueron enviadas legaciones por Nuestros predecesores Juan XV en 991 y Silvestre II en 999; esto fue amablemente correspondido por el propio Vladimir, quien a su vez envió embajadores a los mismos pontífices romanos. Y es digno de mención que en el tiempo que este príncipe trajo estos pueblos a la religión de Jesucristo, el cristianismo oriental y occidental se unieron bajo la autoridad del Romano Pontífice, como cabeza suprema de toda la iglesia.

En efecto, no pocos años después, es decir en 1075, vuestro príncipe Isjaslav envió a su propio hijo Iaropolk al sumo pontífice Gregorio VII; y esto Nuestro predecesor de memoria inmortal escribió así a este príncipe y a su augusta consorte: "Tu hijo, mientras visitaba los sagrados umbrales de los apóstoles, vino a Nosotros, y porque quería obtener ese reino de Nuestra mano como un regalo de San Pedro, habiendo hecho profesión de fidelidad al mismo príncipe de los apóstoles, la pidió con devotas súplicas, asegurando sin duda alguna que su petición sería ratificada y confirmada por vosotros, si tuviera el favor y protección de la autoridad apostólica.

Como estos votos y peticiones parecían legítimos, tanto por vuestro consentimiento como por la devoción del peticionario, finalmente los aceptamos, y le hemos entregado el gobierno de tu reino de San Pedro, con esta intención y con este ardiente deseo, que el bendito Pedro con su intercesión ante Dios te guarde a ti, a tu reino y a todas tus cosas, y te haga poseer eso mismo reino en toda paz y también con honor y gloria hasta el fin de vuestra vida. ... ».(3)

También debe notarse y tomarse en consideración que Isidoro, Metropolita de Kiev, en el concilio ecuménico de Florencia, firmó el decreto con el cual se sancionó solemnemente la unión de la Iglesia de Oriente y Occidente bajo la autoridad del Romano Pontífice, y esto por toda su provincia eclesiástica, es decir, para todo el reino de Rusia; ya esta sanción de unidad él, en lo que a él concernía, permaneció fiel hasta el final de su vida terrena.

3. Admirables páginas de generosidad y amor.

Y si entretanto y después, por un cúmulo de circunstancias adversas, de una y otra parte se hicieron más difíciles las comunicaciones, y en consecuencia más difícil la unión de ánimos -aunque hasta 1448 no hay documento público que declare vuestra iglesia separada de la sede apostólica - esto, sin embargo, en general, no se debe atribuir al pueblo eslavo, ni ciertamente a Nuestros predecesores, que siempre rodearon a estas poblaciones con un amor paternal, y cuando fue posible se preocuparon por sostenerlas y ayudarlas en todo. manera.

Dejamos fuera no pocos otros documentos históricos de los que se desprende la benevolencia de Nuestros predecesores hacia vuestra nación, pero no podemos dejar de mencionar brevemente lo que hicieron los Sumos Pontífices Benedicto XV y Pío XI cuando, tras el primer conflicto europeo, especialmente en el sur regiones de vuestra patria, enormes multitudes de hombres, mujeres, niños y niñas inocentes fueron golpeados por una terrible hambruna y extrema pobreza. En efecto, impulsados ??por el afecto paterno a vuestros compatriotas, enviaron a estas poblaciones alimentos, vestidos y mucho dinero recaudado por toda la familia católica, para salir al encuentro de todos los hambrientos e infelices, y poder aliviar de algún modo sus calamidades. Y Nuestros predecesores dispusieron, según sus posibilidades, no sólo a las necesidades materiales, sino también a las espirituales; en efecto, no pagáis para elevar súplicas a Dios, padre de misericordias y fuente de todo consuelo (cf.2 Cor 1, 3), querían también que se proclamaran oraciones públicas por vuestra condición religiosa tan trastornada y turbada por los negadores y enemigos de Dios, empeñados en erradicar de las almas la fe y la noción misma de la Divinidad. Así el Sumo Pontífice Pío XI en 1930 estableció que en el día de la fiesta de San José, patrón de la iglesia universal, “se deben elevar a Dios oraciones comunes. . . en la basílica vaticana, por las lamentables condiciones de la religión en Rusia”; ( 4) y él mismo quiso estar presente allí, rodeado de una multitud muy numerosa y piadosa. Además, en el solemne discurso consistorial exhortó a todos con estas palabras: «Debemos orar a Cristo. . . redentor de la humanidad, para que la paz y la libertad de profesar la fe sean restauradas a los infelices hijos de Rusia. . . y queremos que según esta intención, que es por Rusia, se recen aquellas oraciones que nuestro predecesor León XIII de feliz memoria impuso a los sacerdotes decir junto con el pueblo después de la Santa Misa; los obispos y el clero regular y secular procuren con todo cuidado inculcar lo anterior a sus fieles o a cualquiera que asista a la Santa Misa, y muchas veces lo recuerdan en su memoria”. ( 5 )

 

4. Imparcialidad del Sumo Pontífice

Con gusto confirmamos y renovamos esta exhortación y este mandato, ya que la situación religiosa actual entre vosotros ciertamente no es mejor, y porque hacia estas poblaciones nos sentimos animados por el mismo afecto muy vivo y la misma solicitud.

Cuando estalló el último tremendo y largo conflicto, hicimos todo lo que estuvo en Nuestro poder, con la palabra, con las exhortaciones y con la acción, para que las desavenencias fueran sanadas a través de una paz equitativa y justa, y para que los pueblos todos, sin distinción de linaje, unidos amistosamente y fraternalmente, y colaborando juntos para lograr una mayor prosperidad.

Jamás, ni siquiera entonces, salió de Nuestra boca una palabra que pudiera parecer injusta o dura a una parte de los beligerantes. Ciertamente hemos vuelto a juzgar, como debía ser, toda iniquidad y toda transgresión de derecho; pero lo hicimos de tal manera de evitar con toda diligencia todo lo que pudiera convertirse, aunque injustamente, en causa de mayores aflicciones para los pueblos oprimidos. Y cuando en algún lugar hubo presión para que Nosotros de alguna manera, verbalmente o por escrito, aprobáramos la guerra librada contra Rusia en 1941, nunca accedimos a hacerlo, como nos expresamos abiertamente el 25 de febrero de 1946, en el discurso pronunciado ante el sagrado colegio. ya todas las representaciones diplomáticas ante la Santa Sede. ( 6 )

 

5. Por la libertad de las almas y por la justicia

Cuando se trata de defender la causa de la religión, la verdad, la justicia y la civilización cristiana, ciertamente no podemos estar en silencio; a esto, empero, se dirigen siempre nuestros pensamientos e intenciones, a saber, que no con la violencia de las armas, sino con la majestad de la ley se gobiernan todos los pueblos; y cada uno de ellos, en posesión de la debida libertad civil y religiosa dentro de los confines de su propio país, sea conducido hacia la armonía, la paz y esa vida laboriosa, a fin de que cada ciudadano pueda procurarse las cosas necesarias para el alimento, la vivienda, la el sustento y el gobierno de la familia. Nuestras palabras y Nuestras exhortaciones concernían y conciernen a todas las naciones, y por tanto también a vosotros, que estáis siempre presentes en Nuestro corazón, y cuyas necesidades y calamidades queremos aliviar según Nuestras fuerzas. Los que no aman la mentira sino la verdad saben que a lo largo del durísimo conflicto reciente nos hemos mostrado imparciales con todos los beligerantes, y así lo hemos demostrado muchas veces con palabras y hechos; y hemos comprendido en Nuestra ardorosa caridad a todas las naciones, incluso aquellas cuyos gobernantes profesaban ser enemigos de esta sede apostólica, y también aquellas en las que los negadores de Dios se oponen ferozmente a todo lo que huela a cristiano y a lo divino, y tratan de borrarlo. de la mente de los ciudadanos. En efecto, por mandato de Jesucristo, que confió todo el rebaño del pueblo cristiano a san Pedro, príncipe de los apóstoles (cf. y hemos comprendido en Nuestra ardorosa caridad a todas las naciones, incluso aquellas cuyos gobernantes profesaban ser enemigos de esta sede apostólica, y también aquellas en las que los negadores de Dios se oponen ferozmente a todo lo que huela a cristiano y a lo divino, y tratan de borrarlo. de la mente de los ciudadanos. En efecto, por mandato de Jesucristo, que confió todo el rebaño del pueblo cristiano a san Pedro, príncipe de los apóstoles (cf. y hemos comprendido en Nuestra ardorosa caridad a todas las naciones, incluso aquellas cuyos gobernantes profesaban ser enemigos de esta sede apostólica, y también aquellas en las que los negadores de Dios se oponen ferozmente a todo lo que huela a cristiano y a lo divino, y tratan de borrarlo. de la mente de los ciudadanos. En efecto, por mandato de Jesucristo, que confió todo el rebaño del pueblo cristiano a san Pedro, príncipe de los apóstoles (cf.Jn 21, 15-17) - de quien somos indignos sucesores - Amamos a todos los pueblos con intenso amor y deseamos procurar a cada uno la prosperidad terrenal y la salud eterna. Por lo tanto, todos nosotros, ya sea en guerra unos con otros con las armas, o en disputa por graves desacuerdos, somos considerados por nosotros como tantos hijos queridos; y nada más queremos, nada más pedimos a Dios para ellos con oración, sino su mutua armonía, paz justa y verdadera, y prosperidad cada vez mayor. En efecto, si algunos, engañados por mentiras y calumnias, profesan abierta hostilidad hacia Nosotros, nos anima hacia ellos una mayor conmiseración y un afecto más ardiente.

 

6. Condena del error y caridad para los errantes

Sin duda hemos condenado y rechazado - como exige el deber de Nuestro cargo - los errores que los proponentes del comunismo ateo enseñan y se esfuerzan por propagar para el mayor daño y ruina de los ciudadanos; pero los errantes, lejos de rechazarlos, quieren que regresen a la verdad y sean conducidos de nuevo al camino correcto. Al contrario, hemos sacado a la luz y reprobado estas mentiras, que muchas veces se presentan bajo falsas apariencias de verdad, precisamente porque os cultivamos afecto paternal y buscamos vuestro bien. En efecto, tenemos la firme certeza de que estos errores sólo pueden causaros un daño enorme, ya que no sólo quitan a vuestras almas esa luz sobrenatural y esos supremos consuelos que proceden de la piedad y del culto a Dios,

 

7. La poderosa protección de la Madre de Dios

Sabemos que muchos de vosotros conserváis la fe cristiana en el santuario íntimo de vuestra conciencia, que de ninguna manera os dejáis inducir a favorecer a los enemigos de la religión, sino que deseáis ardientemente profesar las enseñanzas cristianas, único y seguro fundamento de la vida civil. vida, no sólo en privado, sino si fuera posible, como conviene a las personas libres, incluso abiertamente. Y sabemos también, con nuestra mayor esperanza y gran consuelo, que amáis y honráis con ardiente afecto a la virgen María Madre de Dios, y que veneráis sus sagradas imágenes. Sabemos que en el mismo Kremlin se construyó un templo -hoy lamentablemente apartado del culto divino- dedicado a María santísima asunta al cielo; y este es un clarísimo testimonio del amor que vuestros antepasados ??y vosotros traéis a la gran Madre de Dios.

Bien, sabemos que la esperanza de salvación no puede fallar donde las almas se vuelven con sinceridad y piedad ardiente hacia la santísima Madre de Dios, ciudadanos de la santa religión y de la virtud cristiana, aunque el mismo Satanás trate de promover por todos los medios esta lucha sacrílega según el frase del apóstol de las naciones: «. . . no tenemos que luchar contra sangre y carne, sino contra príncipes y potestades, contra los gobernantes de este mundo tenebroso, contra espíritus malignos. . . "( Ef6, 12); sin embargo, si María interpone su válido patrocinio, las puertas del infierno no podrán prevalecer. De hecho, ella es la Madre más benigna y más poderosa de Dios y de todos nosotros, y nunca se ha oído en el mundo que alguien haya apelado a ella, y no haya experimentado su intercesión más válida. Prosigue, pues, como acostumbras, a venerarla con ferviente piedad, a amarla ardientemente e invocarla con estas palabras, que te son familiares: "Solo a ti se te ha concedido, santísima y purísima Madre de Dios, verte siempre oído". ( 7 )

 

8. Ferviente llamamiento a la paz

También nosotros, junto con vosotros, elevamos nuestra súplica, para que la verdad cristiana, el decoro y el apoyo de la convivencia humana, sean fortalecidos y vigorosos entre los pueblos de Rusia, y todos los engaños de los enemigos de la religión, todos sus errores y sus perversas las artes son rechazadas desde lejos; para que las costumbres públicas y privadas vuelvan a ajustarse a las normas evangélicas; para que especialmente aquellos entre vosotros que profesan ser católicos, aunque privados de sus pastores, resistan con fuerza intrépida contra los asaltos de la impiedad hasta la muerte; para que la justa libertad que pertenece a la persona humana, ciudadanos y cristianos, sea restituida a todos, como es su derecho, y en primer lugar sea restituida a la Iglesia, quien tiene el mandato divino de instruir a todos los hombres en las verdades y virtudes religiosas; y finalmente, para que resplandezca la verdadera paz para vuestra amada nación y para toda la humanidad, y que esta paz fundada en la justicia y alimentada por la caridad dirija felizmente a todos los pueblos a esa prosperidad común de ciudadanos y pueblos que deriva de la mutua armonía de los espíritus. .

Que nuestra amantísima Madre se complazca en mirar con ojos benignos también a los que organizan las filas de los ateos militantes y dan todo el impulso a sus iniciativas. Que ilumine sus mentes con la luz que viene de lo alto, y dirija sus corazones a la salvación con la gracia divina.

 

9. Consagración de los pueblos de Rusia al Inmaculado Corazón de María

Nos, pues, a fin de que nuestras y vuestras oraciones sean más fácilmente escuchadas, y para daros testimonio singular de nuestra particular benevolencia, así como hace unos años consagramos el mundo entero al Inmaculado Corazón de la virgen Madre de Dios, así ahora , de modo muy especial, consagramos a todos los pueblos de Rusia al mismo Inmaculado Corazón, en la segura confianza de que con el poderosísimo patrocinio de la Virgen María se cumplirán felizmente lo antes posible, los votos que Nos, que vosotros, que todos los buenos formulamos por una verdadera paz, por una fraterna concordia y por la debida libertad de todos y en primer lugar de la iglesia; de manera que, mediante la oración que Nos elevamos junto con vosotros y con todos los cristianos, el reino salvífico de Cristo, que es "reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia de amor y de paz", (Prefacio de la fiesta de Jesucristo Rey) triunfe en todas partes de la tierra y se consolide firmemente.

Y con suplicante invocación rogamos a la misma Madre clementísima, para que os asista a cada uno de vosotros en las presentes calamidades y obtenga de su divino Hijo para vuestras mentes aquella luz que proviene del Cielo, e impetre para vuestras almas aquella virtud y aquella fortaleza, por las cuales, sostenidos por la gracia divina, podáis superar victoriosamente toda impiedad y error.

Roma, junto a San Pedro, 7 de julio de 1952, fiesta de los Santos Cirilo y Metodio, año XIV de Nuestro Pontificado.

PIO PP. XII


(1) PIUS PP. XII, Epist. apost. Sacro vergente anno de universae Russorum gentis Immaculato Mariae Cordi consecratione, [Ad universos Russiae populos], 7 Iulii 1952: AAS 44(1952), pp. 505-511.

(2) LEO XIII, Epist. enc. Grande munus, 30 sept.1880: Acta Leonis XIII, II, p. 129; EE 3.

(3) GREGORII VII Registrum, 1, 2, n. 74: MGH Epist. select. II, I, p. 236.

(4AAS 22(1930), p. 300.

(5AAS 22(1930), p. 301.

(6) Cf. AAS 38(1946), p. 154.

(7) Acathistus Festi Patrocinii SS. Dei Genitricis: Kondak 3.

(8) Praef. in festo Iesu Christi Regis.


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PIO XII

LETTERA APOSTOLICA

SACRO VERGENTE ANNO

CONSACRAZIONE DELLA RUSSIA
AL CUORE IMMACOLATO DI MARIA

7 luglio 1952(1)

 

Mentre l'anno santo volgeva felicemente verso il suo termine, dopo che per divina disposizione a Noi fu dato di definire solennemente il dogma dell'assunzione in anima e corpo al cielo della gran Madre di Dio Maria vergine, moltissimi da ogni parte del mondo Ci espressero la loro vivissima esultanza; fra questi non mancò chi, nell'inviarCi lettere di ringraziamento, supplicò istantemente affinché Noi consacrassimo l'intero popolo della Russia, nelle angustie del momento presente, al Cuore immacolato della medesima vergine Maria.

Tale supplica tornò a Noi oltremodo gradita, poiché, se il Nostro affetto paterno abbraccia tutti i popoli, in modo particolare si rivolge a coloro che, sebbene nella massima parte separati per vicende storiche da questa sede apostolica, conservano tuttavia ancora il nome cristiano e si trovano in condizioni tali che non solo è loro difficilissimo ascoltare la Nostra voce e conoscere gli insegnamenti della dottrina cattolica, ma sono spinti con arti ingannevoli e perniciose a rigettare perfino la fede e il nome di Dio.

 

1. Costante ricordo nella preghiera

Non appena fummo elevati al supremo pontificato, il Nostro pensiero si rivolse a voi, che costituite un immenso popolo, insigne nella storia per gloriose imprese, per amore patrio, per laboriosità e parsimonia, per pietà verso Dio e la vergine Maria.

Non abbiamo mai cessato di elevare le Nostre suppliche a Dio, affinché sempre vi assista con la sua luce e con il suo divino aiuto, e conceda a voi tutti di poter raggiungere, insieme ad una giusta prosperità materiale, anche quella libertà, per cui ognuno di voi sia in grado di tutelare la propria dignità umana, conoscere gli insegnamenti della vera religione, e prestare il debito culto a Dio non solo nell'intimo della propria coscienza, ma anche apertamente, nell'esercizio della vita pubblica e privata.

Del resto ben sapete che i Nostri predecessori, ogniqualvolta se ne presentò loro la possibilità, niente altro ebbero più a cuore che manifestarvi la loro benevolenza e porgervi il loro aiuto. Sapete che gli apostoli degli slavi occidentali, i santi Cirillo e Metodio, i quali insieme con la religione cristiana portarono agli antenati di quelli anche la civiltà, si diressero verso quest'alma città, perché la loro attività apostolica fosse avvalorata dall'autorità dei romani pontefici. E mentre essi fanno il loro ingresso in Roma, il Nostro predecessore Adriano III di felice memoria «va loro incontro con grande testimonianza di onori, accompagnato dal clero e dal popolo»(2) e, dopo aver approvato e lodato il loro operato, non solo li eleva all'episcopato, ma vuole egli stesso consacrarli con la solenne maestà dei sacri riti.

 

2. A un millennio dai primi incontri

Per quanto riguarda i vostri antenati, i romani pontefici, ogni volta che le circostanze lo permisero, cercarono di stringere o consolidare con essi vincoli di amicizia. Così nell'anno 977 il Nostro predecessore Benedetto VII di felice memoria inviò suoi legati al principe Jaropolk, fratello del celebre Vladimiro; e allo stesso gran principe Vladimiro, sotto i cui auspici rifulsero per la prima volta fra la vostra gente il nome e la civiltà cristiani, furono inviate legazioni da parte dei Nostri predecessori Giovanni XV nel 991 e Silvestro II nel 999; il che fu cortesemente contraccambiato dallo stesso Vladimiro, il quale a sua volta mandò ambasciatori ai medesimi romani pontefici. Ed è degno di nota che nel tempo in cui questo principe portò questi popoli alla religione di Gesù Cristo, la cristianità orientale e quella occidentale erano unite sotto l'autorità del romano pontefice, quale supremo capo di tutta la chiesa.

Anzi, non pochi anni dopo, cioè nel 1075, il vostro principe Isjaslav inviò il proprio figlio Iaropolk al sommo pontefice Gregorio VII; e questo Nostro predecessore di immortale memoria così scrisse a questo principe e alla sua augusta consorte: «Il vostro figlio, mentre visitava le sacre soglie degli apostoli, venne da Noi, e poiché voleva ottenere quel regno per mano Nostra come un dono di san Pietro, avendo fatto professione di fedeltà allo stesso principe degli apostoli, lo richiese con devote suppliche, assicurando senza alcun dubbio che la sua richiesta sarebbe stata da voi ratificata e confermata, qualora avesse avuto il favore e la protezione dell'autorità apostolica. Siccome questi voti e queste richieste sembravano legittime, sia per il vostro consenso e sia per la devozione del richiedente, noi infine le abbiamo accolte, e gli abbiamo consegnato da parte di san Pietro il governo del vostro regno, con questa intenzione e con questo ardente desiderio, che il beato Pietro con la sua intercessione presso Dio custodisca voi, il vostro regno e tutte le vostre cose, e vi faccia possedere quel medesimo regno in tutta pace e anche con onore e gloria fino al termine della vostra vita. ...».(3)

Così pure è da notare e da tenere in somma considerazione che Isidoro, metropolita di Kiev, nel concilio ecumenico si Firenze, sottoscrisse il decreto con cui veniva solennemente sancita l'unione della chiesa orientale e occidentale sotto l'autorità del romano pontefice, e questo per tutta la sua provincia ecclesiastica, cioè per l'intero regno della Russia; e a tale sanzione di unità egli, per quanto lo riguardò, rimase fedele fino al termine della sua vita terrena.

 

3. Pagine mirabili di generosità e di amore

E se nel frattempo e in seguito, a motivo di un cumulo di circostanze avverse, da una parte e dall'altra le comunicazioni divennero più difficili, e per conseguenza più difficile l'unione degli animi - quantunque fino al 1448 non si abbia alcun documento pubblico che dichiari la vostra chiesa separata dalla sede apostolica - ciò tuttavia in linea generale non è da attribuirsi al popolo slavo, né certamente ai Nostri predecessori, i quali sempre circondarono di un amore paterno queste popolazioni, e quando fu loro possibile ebbero cura di sostenerle e di aiutarle in ogni maniera.

Tralasciamo non pochi altri documenti storici dai quali appare la benevolenza dei Nostri predecessori verso la vostra nazione, ma non possiamo non accennare brevemente a ciò che fecero i sommi pontefici Benedetto XV e Pio XI, quando, dopo il primo conflitto europeo, specialmente nelle regioni meridionali della vostra patria, ingenti moltitudini di uomini, di donne, di innocenti fanciulli e fanciulle vennero colpite da una terribile carestia e da un'estrema miseria. Essi infatti, spinti da paterno affetto verso i vostri connazionali, inviarono a queste popolazioni viveri, indumenti e molto denaro raccolto dall'intera famiglia dei cattolici, per venire incontro a tutti quegli affamati e infelici, e poter alleviare in qualche modo le loro calamità. E i Nostri predecessori provvidero, secondo le proprie possibilità, non solamente alle necessità materiali, ma anche a quelle spirituali; infatti, non paghi d'innalzare suppliche a Dio, padre delle misericordie e fonte di ogni consolazione (cf. 2 Cor 1,3), vollero altresì che fossero indette pubbliche preghiere per la vostra condizione religiosa così sconvolta e turbata dai negatori e nemici di Dio, decisi a sradicare dagli animi la fede e la nozione stessa della Divinità. Così il sommo pontefice Pio XI nel 1930 stabilì che nel giorno della festività di san Giuseppe, patrono della chiesa universale, «fossero innalzate comuni preghiere a Dio . . . nella Basilica Vaticana, per le infelici condizioni della religione in Russia»;(4) ed egli stesso volle esservi presente, circondato da una foltissima e pia moltitudine di popolo. Inoltre nella solenne allocuzione concistoriale esortò tutti con queste parole: «Bisogna pregare Cristo . . . redentore del genere umano, affinché venga restituita la pace e la libertà di professare la fede agli infelici figli della Russia . . . e vogliamo che secondo questa intenzione, cioè per la Russia, vengano recitate quelle preghiere che il Nostro predecessore Leone XIII di felice memoria ha imposto ai sacerdoti di dire insieme al popolo dopo la santa messa; i vescovi e il clero regolare e secolare con ogni cura cerchino d'inculcare quanto sopra ai loro fedeli o a chiunque assista alla santa messa, e spesso ciò richiamino alla loro memoria».(5)

 

4. Imparzialità del sommo pontefice

Noi volentieri confermiamo e rinnoviamo questa esortazione e questo comando, dal momento che la situazione religiosa al presente presso di voi non è certamente migliore, e poiché verso queste popolazioni Ci sentiamo animati dal medesimo vivissimo affetto e dalle stesse premure.

Quando scoppiò l'ultimo tremendo e lungo conflitto, abbiamo fatto tutto ciò che era nelle Nostre possibilità, con la parola, con le esortazioni e con l'azione, affinché i dissidi fossero sanati mediante un'equa e giusta pace, e affinché i popoli tutti, senza differenza di stirpe, si unissero amichevolmente e fraternamente, e insieme collaborassero per raggiungere una maggiore prosperità.

Mai, anche in quel tempo, uscì dalla Nostra bocca una parola che potesse sembrare ingiusta o aspra ad una parte dei belligeranti. Certamente abbiamo riprovato, come si doveva, qualsiasi iniquità e qualsiasi violazione di diritto; ma ciò facemmo in maniera da evitare con ogni diligenza tutto ciò che poteva divenire, sebbene ingiustamente, causa di maggiori afflizioni per i popoli oppressi. E quando da qualche parte si faceva pressione perché Noi in qualche modo, a voce o per iscritto, approvassimo la guerra intrapresa contro la Russia nel 1941, mai acconsentimmo di fare ciò, come apertamente ci esprimemmo il 25 febbraio 1946, nel discorso tenuto dinanzi al sacro collegio e a tutte le rappresentanze diplomatiche presso la Santa Sede.(6)

 

5. Per la libertà delle anime e per la giustizia

Quando si tratta di difendere la causa della religione, della verità, della giustizia e della civiltà cristiana, certamente non possiamo tacere; a questo però sono sempre rivolti i Nostri pensieri e le Nostre intenzioni, che cioè non con la violenza delle armi, ma con la maestà del diritto tutti i popoli siano governati; e ciascuno di essi, in possesso della dovuta libertà civile e religiosa entro i confini della propria patria, sia condotto verso la concordia, la pace e quella vita laboriosa, per cui i singoli cittadini possano procurarsi le cose necessarie al vitto, all'abitazione, al sostentamento e al governo della propria famiglia. Le Nostre parole e le Nostre esortazioni riguardarono e riguardano tutte le nazioni, e quindi anche voi, che sempre siete presenti al Nostro cuore, e le cui necessità e calamità desideriamo alleviare secondo le Nostre forze. Coloro che amano non la menzogna ma la verità sanno che durante tutto il corso del recente durissimo conflitto Ci siamo dimostrati imparziali verso tutti i belligeranti, e di ciò abbiamo spesso dato prova con le parole e con le azioni; e abbiamo compreso nella Nostra ardentissima carità tutte le nazioni, anche quelle i cui governanti si professavano nemici di questa sede apostolica, e quelle pure in cui i negatori di Dio osteggiano fieramente tutto ciò che sa di cristiano e di divino, e cercano di cancellarlo dagli animi dei cittadini. Infatti, per mandato di Gesù Cristo, che affidò l'intero gregge del popolo cristiano a san Pietro, principe degli apostoli (cf. Gv 21, 15-17) - di cui siamo indegno successore - Noi amiamo con intenso amore tutti i popoli e desideriamo procurare la prosperità terrena e la salute eterna di ognuno. Tutti perciò, sia in guerra tra loro con le armi, sia in contesa per gravi dissidi, da Noi sono considerati come altrettanti figli carissimi; e niente altro desideriamo, niente altro chiediamo a Dio per loro con la preghiera, se non la loro mutua concordia, la giusta e vera pace, e una prosperità sempre maggiore. Anzi, se alcuni, perché ingannati dalle menzogne e dalle calunnie, professano aperta ostilità nei Nostri riguardi, Noi siamo animati verso costoro da una maggiore commiserazione e da un più ardente affetto.

 

6. Condanna dell'errore e carità per gli erranti

Senza dubbio abbiamo condannato e respinto - come esige il dovere del Nostro ufficio - gli errori che i fautori del comunismo ateo insegnano e si sforzano di propagare con sommo danno e rovina dei cittadini; ma gli erranti, ben lungi dal respingerli, desideriamo che ritornino alla verità e siano ricondotti sul retto sentiero. Abbiamo anzi messe in luce e riprovate queste menzogne, che spesso si presentavano sotto false apparenze di verità, appunto perché nutriamo verso di voi affetto paterno e cerchiamo il vostro bene. Noi infatti abbiamo la ferma certezza che a voi da questi errori non possono derivare che ingentissimi danni, poiché non solo tolgono dalle vostre anime quella luce soprannaturale e quei supremi conforti che provengono dalla pietà e dal culto verso Dio, ma vi spogliano anche della dignità umana e della giusta libertà dovuta ai cittadini.

 

7. Il potente presidio della Madre di Dio

Sappiamo che molti di voi conservano la fede cristiana nell'intimo santuario della propria coscienza, che in nessuna maniera si lasciano indurre a favorire i nemici della religione, ma anzi desiderano ardentemente professare gli insegnamenti cristiani, unici e sicuri fondamenti del vivere civile, non solo privatamente, ma se fosse possibile, come conviene a persone libere, anche apertamente. E sappiamo ancora, con somma Nostra speranza e grandissimo conforto, che voi amate e onorate con ardentissimo affetto la vergine Maria Madre di Dio, e che venerate le sue sacre immagini. Ci è noto che nello stesso Clemlino venne costruito un tempio - oggi purtroppo sottratto al culto divino - dedicato a Maria santissima assunta in cielo; e questa è una testimonianza chiarissima dell'amore che i vostri antenati e voi portate verso la gran Madre di Dio.

Orbene, Noi sappiamo che non può venir meno la speranza di salvezza là dove gli animi si volgono con sincerità e ardente pietà verso la santissima Madre di Dio. Infatti, quantunque gli uomini si sforzino, per quanto empi e potenti, di svellere dai cuori dei cittadini la santa religione e la virtù cristiana, quantunque Satana stesso cerchi di promuovere con ogni mezzo questa sacrilega lotta secondo la sentenza dell'apostolo delle genti: «. . . non abbiamo da lottare contro la carne e il sangue, ma contro i prìncipi e le potestà, contro i dominanti di questo mondo tenebroso, contro gli spiriti maligni . . . » (Ef 6, 12); tuttavia, se Maria interpone il suo valido patrocinio, le porte dell'inferno non potranno prevalere. Essa infatti è la Madre benignissima e potentissima di Dio e di tutti noi, e mai si è udito al mondo, che alcuno abbia fatto ricorso supplichevole a lei, e non abbia sperimentato la sua validissima intercessione. Continuate, dunque, come siete soliti, a venerarla con fervente pietà, ad amarla ardentemente e ad invocarla con queste parole, che a voi sono familiari: «A te soltanto è stato concesso, santissima e purissima Madre di Dio, di vederti sempre esaudita».(7)

 

8. Fervido appello alla pace

Noi pure insieme con voi solleviamo ad essa la Nostra supplica, affinché la verità cristiana, decoro e sostegno della convivenza umana, si rafforzi e vigoreggi fra i popoli della Russia, e tutti gli inganni dei nemici della religione, tutti i loro errori e le loro perfide arti siano respinte da voi lontano; affinché i costumi pubblici e privati ritornino ad essere conformi alle norme evangeliche; affinché coloro specialmente che presso di voi si professano cattolici, benché privati dei loro pastori, resistano con fortezza impavida contro gli assalti dell'empietà fino alla morte; affinché quella giusta libertà che spetta alla persona umana, ai cittadini e ai cristiani, sia a tutti restituita, come è loro diritto, e in primo luogo sia restituita alla chiesa, che ha il divino mandato di ammaestrare tutti gli uomini nelle verità religiose e nelle virtù; e infine affinché la vera pace rifulga alla vostra dilettissima nazione e a tutta l'umanità, e questa pace fondata sulla giustizia e alimentata dalla carità diriga felicemente tutte le genti a quella comune prosperità dei cittadini e dei popoli che deriva dalla mutua concordia degli animi.

Si compiaccia l'amorevolissima Madre nostra di guardare con occhi benigni anche a coloro che organizzano le schiere degli atei militanti e danno ogni impulso alle loro iniziative. Voglia essa illuminare con la luce che viene dall'alto le loro menti, e dirigere con la grazia divina i loro cuori alla salvezza.

 

9. Consacrazione dei popoli della Russia al Cuore immacolato di Maria

Noi, pertanto, affinché più facilmente le Nostre e le vostre preghiere siano esaudite, e per darvi un singolare attestato della Nostra particolare benevolenza, come pochi anni fa abbiamo consacrato tutto il mondo al Cuore immacolato della vergine Madre di Dio, così ora, in modo specialissimo, consacriamo tutti i popoli della Russia al medesimo Cuore immacolato, nella sicura fiducia che col potentissimo patrocinio di Maria vergine quanto prima si avverino felicemente i voti, che Noi, che voi, che tutti i buoni formano per una vera pace, per una fraterna concordia e per la dovuta libertà a tutti e in primo luogo alla chiesa; in maniera che, mediante la preghiera che Noi innalziamo insieme con voi e con tutti i cristiani, il regno salvifico di Cristo, che è «regno di verità e di vita, regno di santità e di grazia, regno di giustizia, di amore e di pace»,(8) in ogni parte della terra trionfi e si consolidi stabilmente.

E con supplice invocazione preghiamo la medesima Madre clementissima, perché assista ciascuno di voi nelle presenti calamità e ottenga al suo divin Figlio per le vostre menti quella luce che proviene dal Cielo, e impetri per le anime vostre quella virtù e quella fortezza, per cui, sorretti dalla divina grazia, possiate vittoriosamente superare ogni empietà ed errore.

Roma, presso San Pietro, 7 luglio 1952, festa dei santi Cirillo e Metodio, anno XIV del Nostro pontificato.

PIO PP. XII


(1) PIUS PP. XII, Epist. apost. Sacro vergente anno de universae Russorum gentis Immaculato Mariae Cordi consecratione, [Ad universos Russiae populos], 7 Iulii 1952: AAS 44(1952), pp. 505-511.

(2) LEO XIII, Epist. enc. Grande munus, 30 sept.1880: Acta Leonis XIII, II, p. 129; EE 3.

(3) GREGORII VII Registrum, 1, 2, n. 74: MGH Epist. select. II, I, p. 236.

(4AAS 22(1930), p. 300.

(5AAS 22(1930), p. 301.

(6) Cf. AAS 38(1946), p. 154.

(7) Acathistus Festi Patrocinii SS. Dei Genitricis: Kondak 3.

(8) Praef. in festo Iesu Christi Regis.



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