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La historia de la fortuna de los Pujol

Libertad Digital 2014-07-29 http://www.libertaddigital.com/espana/2014-07-29/la-fortuna-de-los-pujol-del-estraperlo-de-divisas-a-la-banca-catalana-1276524835/

Muchos se referían a él como un conocido "bolsista barcelonés". Florenci Pujol i Brugat amasó una fortuna con el estraperlo de divisas y entró en el mundo de las finanzas, al comprar Banca Dorca de Olot. Fue en 1959 cuando hizo esta adquisición y colocó a su hijo Jordi Pujol i Soley como gerente, puesto en el que duró poco, apenas un año, ya que en 1960 fue encarcelado por haber arrojado unas octavillas en el Palau de la Música catalana.

Aunque el joven Pujol trató de mantener su influencia en las finanzas catalanes desde la cárcel, su padre Florenci decidió asumir su alejamiento de la dirección de la entidad que ya se había convertido en Banca Catalana.

Tal y como recuerda Xavier Horcajo en su obra La Pasta Nostra, "en sus orígenes Banca Catalana agrupó a relevantes industriales y empresarios de tradición catalanista y republicana". Así, por la entidad pasaron personajes como Jaume Carner (nieto del ministro de hacienda de la República y hombre de ERC) o Josep Andreu Abelló, compañero de Indalecio Prieto en el exilio mexicano.

Cuando su hijo decidió dedicarse a la política, Florenci mantuvo el control de la entidad en las sombras y Raimon Carrasco -hijo del fundador de Unió, Manuel Carrasco i Formiguera-, le sucedió en la presidencia de la entidad. Fue entonces cuando dio cabida en el seno de la Banca Catalana a alguno de los sectores que estuvieron involucrados en sus actividades cambiarias en Tánger: en el Consejo de la entidad entraron Joan Casablancas (de la industria textil); Ramón Miquel; Antoni Rosell; el mecenas de Omnium Cultural; Joan Baptiste Cendrós; Joan Millet (Chasyr); Ferran Aleu (de Puig); Oleguer Soldevilla (también de la industria textil); Andreu Ribera Rovira (sector de la platería) o Víctor Sagi (publicidad).

Y así llegamos a 1976, cuando Pujol Soley decidió abandonar la dirección ejecutiva del banco (a la que había regresado tras su salida de prisión). Fueron años de fuerte expansión para Banca Catalana. Tal y como recuerda Horcajo en su libro, el propio gobernador del Banco de España de entonces, José Ramón Álvarez Rendueles, explicó que "Catalana pagó cantidades astronómicas por bancos, sólo por crecer".

De este modo, el accionariado de Banca Catalana se dividía del siguiente modo en 1982:

Luego, después del 82, el grupo Pujol vendió su participación a Tennenbaum. En aquel momento, Banca Catalana tenía 3.000 empleados, 300.000 millones de pesetas en depósitos y un grupo industrial de 80 empresas, pero la crisis golpeó a la entidad, repleta de socios industriales y de capital que sufrieron duramente aquellos años. Como dice Horcajo, "Catalana se zampó bancos como el de Gerona, Alicante, Aragón, Crédito e Inversiones, Mercantil de Manresa, o Banco de Expansión comercial".

Además, el banco se empleó para ayudar a financiar a "compañeros de viaje nacionalistas con independencia de la viabilidad de los proyectos", cuenta La Pasta Nostra. Pero los impulsores de esta entidad se mostraban orgullosos de estar "al servicio de la economía Catalana", como rezaba su eslogan. Entre esos servicios, destacaba el de la gestión en paraísos fiscales como las islas Cayman. Precisamente, el encargado de esos servicios especiales era el norteamericano afincado en Andorra Philip M. Bolich, imputado en el caso Pretoria. Su propuesta de pacto fue contar cómo presentó a Pujol a la bruja Adelina de las montañas andorranas que, pasándole un huevo por la espalda, le predecía su futuro. Así lo cuenta Horcajo en su libro, donde dice que la contrapartida que pidió Bolich, a cambio de la información, fue la liberación de su millonaria cuenta en el Principado.

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Florenci Pujol en el arcén de la posguerra

Florenci Pujol, hijo de un industrial arruinado, rehízo una fortuna con el cambio de divisas, las medicinas y la banca La primera colaboración entre padre e hijo fue en los Laboratorios Fides |Respaldó la idea de su hijo de lanzar un banco para impulsar la industria catalana | Fue sancionado en 1959 por tener dinero en un banco suizo

LV 27/07/2014 Luis Izquierdo

Sin que pueda servir en ningún caso de disculpa, a Florenci Pujol Brugat nadie le puso las cosas fáciles. Nacido en la casa de un industrial del corcho arruinado por la Primera Guerra Mundial, la historia del padre del expresident Jordi Pujol es la del botones de banco sin formación que terminó como vicepresidente de una reconocida -y en este caso fallida- entidad financiera: Banca Catalana.

Su historia, o mejor dicho la de sus padres, arranca en Darnius. En esa localidad del Alt Empordà tenía su fábrica de tapones de corcho el abuelo Ramiro Pujol i Rosa. La había fundado él mismo y el negocio le fue viento en popa vendiendo a los fabricantes de champán francés hasta que la Gran Guerra lo llevó a la ruina y le obligó a trasladarse a Premià de Mar, en el Maresme.

Lo cuenta el propio Jordi Pujol en sus Memorias, donde no detalla cómo de adolescente su padre comenzó a trabajar como botones en la sucursal que la Banca Marsans tenía en la Rambla de Barcelona. Era un muchacho espabilado, pues con sólo 19 años y algo de dinero que pidió prestado comenzó a jugar en bolsa. "Fue un bolsista independiente, que trabajó por cuenta propia. Siempre se ganó bien la vida aunque no ganó una posición sólida hasta los 40 años", como lo describe su hijo, para quien, frente a su abuelo, su padre era un "catalanista más robusto" que "durante la República votó a ERC".

El expresident recuerda en Jordi Pujol. Historia de una convicción. Memorias (1930-1980) que "tanto mi madre como mi padre eran muy guapos" y en particular sobre él que "era un hombre no muy alto pero con buena planta, simpático, enérgico y al mismo tiempo dulce", pero, sobre todo, que "era un seductor y tenía muchos amigos que lo apreciaban y respetaban".

El fundador de Convergència no alude a los negocios de su padre, que otros autores definen como corredor de divisas. Algunos testimonios se refieren a su trabajo como el de mediación para ayudar a los industriales catalanes a vender fuera de España, consiguiendo de paso sacar algo de dinero del país. De que a eso dedicaba parte de sus esfuerzos da buena fe la edición del Boletín Oficial del Estado del 9 de marzo de 1959, donde Pujol Brugat aparece en una relación de 872 personas señaladas por el Gobierno de Francisco Franco por evadir dinero a través de un banco suizo. Los habían identificado a todos tras detener al empleado de esa entidad helvética que recorría el país en busca de fortunas que ocultar y de intervenirle una libreta donde todos estaban apuntados. En esa lista y en el BOE de ese día figuraba también David Tennenbaum, socio de Pujol Brugat ya entonces.

El mismo mes que los dos nombres se exponían a la vergüenza del régimen, se formalizaba la compra de la Banca Dorca de Olot a nombre de las esposas de ambos socios: Maria Soley y Ruth Kischner, como accionistas mayoritarias. Era la única forma de tener un banco, pues el régimen prohibía la apertura de nuevas entidades. Sólo dos años más tarde comenzaría a llamarse Banca Catalana.

Sin embargo, ya antes de su gran aventura financiera, padre e hijo habían trabajado codo con codo para sacar adelante una empresa farmacéutica. Félix Martínez y Jordi Oliveres cuentan en Jordi Pujol: en nombre de Cataluña que su padre presidía en los años cincuenta con pésimos resultados los Laboratorios Martín Cuatrecasas, más conocidos como Fides, cuando su hijo le persuadió para que invirtiese 50.000 pesetas en el desarrollo del Neobacitrín, exitoso producto con el que pudo reflotarse la compañía. Fue la única vez en que Pujol dio cierta utilidad a sus estudios de Medicina.

Explican los autores que, después de eso, fue Jordi quien convenció a su padre de la necesaria aventura de la Banca Catalana, de la que el expresident se convirtió en un jovencísimo gerente cuando sólo tenía 29 años y de la que su padre terminaría siendo vicepresidente hasta su muerte, en septiembre de 1980.

La aventura comenzaba su andadura cuando el expresident fue detenido y encarcelado en relación con los conocidos como "fets del Palau" en mayo de 1960. Pujol fue uno de los instigadores de que parte del público convocado al homenaje por el centenario del poeta Joan Maragall en el Palau de la Música interpretase El cant de la Senyera, expresamente prohibido por el gobernador civil. El Consejo de Guerra al que fue sometido le condenó a tres años de prisión.

Si bien es cierto que Pujol Brugat no tenía una visión tan política de la vida, no lo es menos que secundó a su hijo con el dinero preciso en la aventura de la Banca Catalana, cuyo objetivo para Jordi Pujol no era otro que proveer a la industria local de la fuente de financiación imprescindible para crear una sólida estructura económica de país.

No sólo eso. Fue el primer catalán que se atrevió a presentar una denuncia por torturas inferidas a su hijo por un comisario de policía franquista el 25 de mayo de 1960. Lo cuenta Antoni Batista en La Carta. Historia de un comisario franquista y resulta fácil imaginar lo que eso suponía entonces de reto a la autoridad.

Jordi Pujol regresaría a la calle y a la dirección de la Banca Catalana desde donde ejercería el liderazgo que después le pondría al frente de la Generalitat. Bajo su batuta más o menos encubierta, Banca Catalana vivió una enorme expansión que le llevó a multiplicar sus inversiones y cartera industrial e incluso a absorber otras entidades en apuros. El expresident lo dejaría formalmente en manos de su padre en 1977, cuando decidió dedicarse en exclusiva a la política. Para entonces, el banco ya estaba herido como consecuencia de las numerosas inversiones industriales e inmobiliarias fallidas que había provocado la crisis de 1973.

Florenci Pujol Brugat moriría repentinamente el 30 de septiembre de 1980 a causa de un ataque cardiaco en la cama, en su piso de Barcelona. Ocupaba la vicepresidencia del banco que sólo dos años más tarde tuvo que ser intervenido por el Banco de España. Rescatado por el Fondo de Garantía de Depósitos, los activos del banco terminarían yendo a parar manos del Banco de Vizcaya.

En 1984, la Fiscalía presentó una querella contra los consejeros del banco, en la que no estaba Pujol Brugat por haber fallecido pero sí su hijo Jordi. El caso nunca llegó a juzgarse al no hallarse indicios de delito.

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Les presento al patriarca Pujol

LD José García Domínguez 2014-07-27

De tal palo, tal astilla. En los veinte años transcurridos desde el final de la Guerra Civil hasta la puesta en marcha del Plan de Estabilización, la crónica económica de la dictadura se reducirá a una gran obsesión frustrada: el intento imposible de industrializar España sobre la base de la sustitución de importaciones. Quimera de una orgullosa autosuficiencia que tropezaría una y otra vez con el talón de Aquiles de las divisas. Así, la industria nacional resultaría impotente para generar, vía exportaciones, los dólares imprescindibles con que pagar en el exterior los bienes de equipo que evitaran los cuellos de botella en el crecimiento y, al final, el colapso del sistema. Las preciosas divisas, pues, debían ser racionadas a través de un complicado engranaje de controles administrativos. El caldo de cultivo ideal para alumbrar un sofisticado estraperlo de guante blanco, billetes verdes y complicidades azul mahón que daría lugar a algunas de las grandes fortunas de la Cataluña contemporánea.

Aquélla iba a ser una oportunidad de negocio fácil a la que de ningún modo podía ser insensible la triunfal y satisfecha burguesía de Barcelona. Una burguesía colaboracionista con el fascio redentor a la que si Franco no pudo retornar el honor, que eso sólo es patrimonio del alma, al menos había devuelto las fábricas, patrimonio no tan sublime, cierto, pero no por ello menos desdeñable. De tal guisa fue como el contrabando al por mayor de divisas se convirtió en una de las principales líneas de negocio de los antiguos mecenas de Cambó y de la Lliga. Una lucrativa actividad delictiva para la que el Consorcio Algodonero, [el Consorcio de Empresarios Textiles Algodoneros, bajo la égida de Domingo Valls Taberner] el lobby de la patronal textil, contrataría los servicios de cierto Florencio Pujol, padre del que un día se habría de convertir en el segundo presidente de la Generalitat restaurada, Jordi Pujol i Soley. Muchos años después, ya con Pujol (Jordi) dirigiendo los destinos de Cataluña, el jefe operativo de aquella banda, Manuel Ortínez, confesaría en sus memorias todos los detalles de la rocambolesca estafa. Un fraude en el que junto a Pujol (Florencio) y su socio David Tennenbaum, el mismo financiero hebreo que fundaría algo después Banca Catalana con los Pujol, aparecerían como telón de fondo personajes tan insospechados como Josep Dencàs, el que fuera jefe militar de la asonada de la Esquerra en 1934, Antonio Pedrol Rius, sempiterno presidente del Consejo General de la Abogacía durante el franquismo, o Josep Andreu i Abelló, un destacado dirigente histórico tanto del socialismo catalán como de la misma Banca Catalana, entidad de cuyo consejo de administración formaría parte desde el mismo día de su fundación por los otros dos.

La base de aquel estraperlo la constituirían las llamadas cuentas combinadas, unos depósitos bancarios en divisas que otorgaban el derecho a sus titulares a disponer de licencias de importación por un valor equivalente al de sus saldos.

Pero dejemos que sea el propio Ortínez quien nos adentre en la técnica del timo:

El truco era tan simple como pretender que exportaba por valor muy superior al real, para así poder importar primera materia en mayor proporción y a bajo precio, revendiéndola mucho más cara en un mercado interno afectado por las restricciones de importación (…) Si tú exportabas un producto que te daba un millón de dólares, simulabas venderlo al doble de ese precio y por tanto podías importar por dos millones. Era evidente que necesitabas comprar un millón extra. Es decir, necesitabas comprar el millón de dólares que te faltaba.

Delicadísima operación, por lo demás. Pues, huelga decirlo, en ninguno de los innumerables trueques de cajas de zapatos repletas de billetes de cien pesetas por otras abarrotadas de dólares iba a mediar factura, recibo o comprobante alguno. Circunstancia agravada, además, por la permanente vigilancia de la Brigada de Delitos Monetarios de la Policía, que, entre otras medidas cautelares, mantenía intervenidos los teléfonos de los principales industriales textiles de Barcelona. Añádase el dato de que el intercambio sólo se podía realizar en la ciudad africana de Tánger, única plaza del mundo en la que por entonces era convertible la peseta, y se entenderá la importancia de la confianza personal que aquellos patricios del Consorcio Algodonero debían depositar en la red de porteadores que dirigía Florencio Pujol.

Mas sigamos escuchando a Ortínez:

Al fin y al cabo sólo hacía falta pasar los nueve kilómetros de mar del estrecho de Gibraltar y tener amigos combinados en las aduanas de los dos lados. Yo libraba las pesetas en Barcelona, en billetes de cien, que hacían un bulto considerable, y las pesetas convertidas en dólares aparecían en los Estados Unidos o en Suiza. Naturalmente era una operación de una sencillez delicadísima que no podías realizar con cualquiera. Entre otras cosas porque cuando uno libraba el paquete de billetes, no tenía la absoluta seguridad de que llegasen correctamente a su destino. No había comprobante de ningún tipo. Con Florencio Pujol nunca tuve ningún otro trato más que éste.

Como ya se ha dicho, Tánger siempre era el incierto destino de aquellas pesetas por encontrarse en esa plaza africana el único mercado monetario en el que era convertible la moneda española. Allí se dirigirían, pues, los emisarios del Consorcio, en busca, primero, del boletín de la bolsa de divisas que publicaba cada día el diario España, dirigido por el aún furibundo falangista Eduardo Haro Tecglen, para después partir raudos hacia la oficina central del Banco Inmobiliario y Mercantil de Marruecos, entidad en cuya sede se intercambiaban los cromos.

La razón de la elección de ese banco como centro de operaciones no era otra que la personalidad de su principal accionista, Josep Andreu i Abelló, el que fuera presidente del Tribunal de Casación durante la República, y que compartía la propiedad con el jurista tarraconense Antonio Pedrol Rius. Así, por un capricho del azar, todos los dueños de los grandes secretos de familia del nacionalismo catalán del siglo XX acabarían reunidos ante la puerta de su caja fuerte: los traficantes de Pujol (Florencio); el apestado Dencàs, cabeza de turco de la conjura de Companys en 1934 y, por entonces, empleado de Abellò en aquella aventura financiera africana; Tarradellas, que, alojado precisamente entonces en el suntuoso palacio de Abelló ("vivía como un príncipe árabe, con numerosos criados negros", reporta un pasmado Ortínez), sería testigo privilegiado del frenético ir y venir de sus compatriotas de Barcelona; y el propio Ortínez, aún ignorante de que el Régimen, buen conocedor de sus habilidades, ya pensaba en él para ocupar el puesto de director del Instituto Español de Moneda Extranjera. En fin, según relata en esas esclarecedoras memorias, antes de aceptar aquel cargo en 1965 advirtió a quienes se lo ofrecían de que "había sido un contrabandista importante". Sin inmutarse lo más mínimo, sus interlocutores le contestarían que "eso mismo era lo que buscaban, alguien que conociera el negocio y que fuese capaz de desmontarlo”.

El primer ejemplar de Una vida entre burgesos, imprescindible testimonio personal y político sin el que simplemente será imposible escribir la historia de Cataluña durante la transición, salió de la imprenta camino de las librerías en el mes de mayo de 1993. O sea, en un instante en el que los nacionalistas ya no tenían nada más que aprender de la Rumania de Ceaucescu en cuanto al control de los medios de comunicación. La prueba es que ni de contrabando pudo colarse entonces la más mínima alusión a la existencia y el valor de esa obra en la prensa doméstica. Las extraordinarias memorias de Manuel Ortínez –su muñidor literario es una de las plumas más ácidas y brillantes del país– siguen siendo hoy el mejor libro clandestino entre los muchos catalogados en el Índice de la omertá catalana. Inexcusable lectura.

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El origen del fraude de Pujol en Suiza: una estafa fraguada por su padre en tiempos de Tarradellas

En su columna en LD, José García Domínguez desgrana el origen de la fortuna que Pujol tenía en Suiza. Una estafa monetaria ejecutada en Tánger.

Libertad Digital 2014-07-28

El pasado viernes, 25.07.2014, Jordi Pujol i Soley, el patriarca del clan de los Pujol admitió que tenía dinero sin declarar en cuentas en Suiza desde 1980. Dijo que se trataba de una herencia, que pedía perdón y que acababa de regularizar. En su comunicado, Pujol también explica que ese dinero le fue dejado por su padre, Florenci Pujol i Brugat, pero los fondos, afirma, fueron destinados a su esposa, Marta Ferrusola, y a sus siete hijos.

Pero, ¿de dónde proviene semejante fortuna? José García Domínguez repasa precisamente el orígen del capitalito que el patriarca dejó al hijo. Recuerda García Domínguez la obra de uno de los hombres importantes de la burguesía catalana de posguerra y personaje clave para el regreso de Josep Tarradellas como presidente de la Generalidad de Cataluña, Manuel Ortínez.

En su obra -de 1993- Una vida entre burgesos, Ortínez desgrana cómo en aquella España de posguerra y autoabastecimiento floreció un negocio que dio pingües beneficios: el contrabando o estraperlo de divisas. Según cuenta Ortínez, Este negocio ilícito fue practicado al por mayor por los antiguos mecenas de Cambó y de la Lliga. Fue para ese negocio para el que el lobby algodonero contrató a Florencio Pujol, padre del que se convertiría en presidente de la Generalidad.

Aquella estafa perduró en el tiempo, incluso con Jordi Pujol como presidente. Ortínez, en sus memorias, recuerda cómo Florencio Pujol y su socio Tennenbaum -fundador de Banca Catalana- aparecían junto a Josep Dancàs -jefe militar de la asonada de la Esquerra en 1934-, Antonio Pedrol Rius -presidente del Consejo General de la Abogacía durante el franquismo-, o Josep Andreu i Abelló -dirigente histórico del socialismo catalán-. Abelló también formaría parte desde su fundación del consejo de administración de Banca Catalana.

Ortínez y Tarradellas

(i) Manuel Ortinez y Josep Tarradellas (d) | Archivo/Efe

Ortínez había trabado amistad con Tarradellas en 1955, tras un primer encuentro en París al que había acudido en compañía de Josep Pla. Tarradellas había sido elegido presidente de la Generalidad en 1954, tras una reunión de diputados catalanes en México. Ortínez estableció una gran amistad con Tarradellas y propició que éste recibiera ayuda económica de los empresarios textiles catalanes. El Consorcio de Empresarios Textiles Algodoneros, bajo la égida de Domingo Valls Taberner, acordó pasar una asignación mensual al presidente exiliado. En la contabilidad del consorcio, el pago figuraba como una transferencia a "Monsieur Blondel". El dato, extraído del libro de memorias de Ortínez, es muy relevante, puesto que no pocos empresarios del textil catalán se habían refugiado en Burgos mientras sus industrias eran colectivizadas por la Generalidad y puestas bajo el control de los sindicatos.

La estafa

¿En qué consistía la estafa? El propio Ortínez cuenta que "el truco era tan simple como pretender que exportaba por valor muy superior al real, para así poder importar primera materia en mayor proporción y a bajo precio, revendiéndola mucho más cara en un mercado interno afectado por las restricciones de importación". Es decir, que si exportabas "un producto que te daba un millón de dólares, simulabas venderlo al doble de ese precio y por tanto podías importar por dos millones".

Unas operaciones, las que describe Una vida entre burgesos, que no dejaron facturas, recibos o comprobantes; que se realizaban en Tánger -única ciudad en la que la peseta era convertible-; y que contaban con la vigilancia sobre el sector textil de la Brigada de Delitos Monetarios de la Policía. Por este último extremo, el empresariado algodonero confiaba plenamente en su "red de porteadores", como señala José García Domínguez, dirigida por Florencio Pujol.

Según Ortínez, "sólo hacía falta pasar los nueve kilómetros de mar del estrecho de Gibraltar y tener amigos combinados en las aduanas de los dos lados" para hacer el fraude. Ortínez se encargaba, según su propio testimonio, de librar "las pesetas en Barcelona, en billetes de cien, que hacían un bulto considerable, y las pesetas convertidas en dólares aparecían en los EEUU o en Suiza". Una operación para la que confiesa que se necesitaba un hombre de absoluta confianza, y éste no fue otro que el padre de Jordi Pujol, Florencio Pujol, con el que Ortínez nunca tuvo "otro trato más que éste", el de asegurarse que los paquetes llegasen correctamente a su destino.

Así, el paquete con pesetas llegaba a Tánger. De allí, y con el boletín de divisas, partían hacia el Banco Inmobiliario y Mercantil de Marruecos, donde "se intercambiaban los cromos". El principal accionista de aquel banco no era otro que Josep Andreu i Abelló, el que fuera presidente del Tribunal de Casación durante la República y dirigente histórico del socialismo catalán. Otro de los propietarios era Antonio Pedrol Rius, presidente del Consejo General de la Abogacía durante el Franquismo.

Ortínez confiesa que cuando le ofrecieron en 1965 el puesto de director del Instituto Español de Moneda Extranjera éste admitió haber sido "un contrabandista importante". La respuesta fue tajante: "eso mismo era lo que buscaban, alguien que conociera el negocio y que fuese capaz de desmontarlo", cuenta él mismo.

La herencia de Pujol

La lectura propuesta por José García Domínguez, Una vida entre burgesos (1993) de Manuel Ortínez, da pistas más que detalladas de cómo la clase dominante del catalanismo actual se fraguó sobre la más estricta corrupción. Un retablo en el que padre de Pujol aparece como muñidor y protagonista de una estafa que dejó a su descendencia una auténtica fortuna oculta en Suiza.

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Los Pujol y su comprometida relación con el dinero turbio

DN Colpisa. 27/07/2014

El clan familiar hizo numerosos negocios con la administración autonómica y gestiona un amplio entramado empresarial

La de los Pujol y el dinero turbio es una historia que viene de lejos. De 1959 exactamente. En aquel año de oscuro franquismo, un juzgado de delitos monetarios se interesó por Florenci Pujol, jugador de bolsa, cambista de divisas e incipiente banquero, y una presunta evasión de dinero a Suiza. El nombre del progenitor del expresidente de Cataluña se publicó en el BOE junto a 871 presuntos evasores más. Florenci salió como pudo de aquel trance y con su socio, David Tennenbaum, compró la banca Dorca de Olot, que sería el embrión de Banca Catalana, la entidad financiera que quebraría en 1982, pero que solo un año antes era el primer grupo bancario catalán.

Jordi Pujol fue consejero de la entidad financiera y uno de los 18 directivos para los que la Fiscalía pidió el procesamiento por apropiación indebida, maquinación para alterar el precio de las cosas y falsedad documental. Corría el año 1986 y Pujol ya era presidente de la Generalitat de Cataluña y líder absoluto de CiU.
Convirtió la causa contra él en un ataque a Cataluña, acusó a "Madrid", y en particular a Felipe González, de organizar una persecución contra él por ser quien era. La Audiencia de Barcelona sobreseyó el caso.

No era la primera vez, ni sería la última, que Pujol se identificaba con Cataluña. Tras su detención en 1960 por los denominados 'Fets del Palau', una protesta antifranquista que consistió en cantar en el Palau de la Música ante varios ministros del dictador el prohibido 'Cant de la senyera', aparecieron pintadas por las calles de Barcelona que equiparaban a Pujol con Cataluña.

El expresidente catalán se quejaba de ser "el político más investigado de este país, del derecho y del revés, y
nunca me han encontrado nada", dijo en una entrevista en el diario El País. Una de las primeras advertencias que hizo a Artur Mas cuando le cedió todo el poder en Convergencia fue que iba a ser investigado, fotografiado y seguido hasta la saciedad, y "todo los que puedas tener será mirado, remirado y registrado", como le había ocurrido a él.

Pujol casi nunca habló de dinero. En una de las pocas veces que lo hizo fue para decir, en una biografía, que no le interesaba, y puso como ejemplo que seguía viviendo en su casa de siempre, un piso de clase media en el centro de Barcelona. De las cuestiones económicas, comentó en aquella ocasión, se encargaba su esposa, Marta Ferrusola.

Pero para la calle no era así. Durante su mandato era una comidilla en los círculos políticos no nacionalistas la famosa cuota del 3% que supuestamente cobraba Pujol y su partido a las empresas a cambio de contratos y adjudicaciones de obras. El socialista Pasqual Maragall trasladó la maledicencia a sede parlamentaria en 2005, aunque luego se retractaría. Investigaciones policiales posteriores apuntaron en el mismo sentido, pero
la comisión ya no era del 3% sino del 4%, del que el 2,5% iba para Convergencia y el 1,5% restante a la cartera de los dirigentes, entre ellos Pujol. El destape del 'caso Palau', a falta de una resolución judicial, así parece confirmarlo. Por lo pronto, Convergencia tiene embargada su sede principal en Barcelona.

De acuerdo a las investigaciones de la Policía, judicializadas en la Audiencia Nacional en el despacho de Pablo Ruz, Jordi Pujol tendría 165 millones de francos suizos, unos 137,8 millones de euros, en bancos de Suiza y Liechtenstein. El expresidente dice que es un dinero de una herencia de su padre para su mujer y sus siete hijos. Para la Policía, son comisiones ilegales pagadas por empresarios.

De momento, nadie está condenado, pero parece algo de familia porque su esposa y sus hijos también tienen una relación conflictiva con el dinero y los negocios, y dos tienen causas abiertas en los tribunales por ello.

MARTA FERRUSOLA

La esposa de Pujol es accionista de la empresa de jardinería Hidroplant, que ganó varios concursos de la administración mientras su marido presidía el Gobierno catalán. El más jugoso fue uno del puerto de Barcelona por 20 millones de pesetas. Surtía de plantas ornamentales al menos a cuatro consejerías del Ejecutivo autónomo. Los contratos fueron rescindidos a partir de 2004, un año después de que Pujol abandonara el Palau de la Generalitat.

JORDI PUJOL FERRUSOLA

Nacido en 1958 es, según las presunciones de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía, el cerebro de las operaciones financieras de la familia. Los investigadores detectaron que entre 2004 y 2012 movió 55 millones de euros en diversos paraísos fiscales, Islas Caimán, Suiza, Liechtenstein, Andorra, entre otros, y España. Operaciones para las que utilizó una tupida red societaria, con solo un trabajador, que llegó a realizar 118 transferencias entre entidades bancarias de 13 países.

Su empresa Natural Stone también tuvo negocios con el Gobierno catalán. Entre otros, en 1991 consiguió la adjudicación del suministro de mármol para los suelos del aeropuerto de Barcelona. Una operación de 600.000 euros. Una vez que su padre dejó el Ejecutivo trasladó sus negocios a América Latina, sobre todo a México y Argentina

Es investigado desde que Victoria Álvarez, su pareja entre 2006 y 2008, denunció ante el juez Ruz que había acompañado a su entonces novio en varios viajes a Andorra con mochilas y bolsas repletas de billetes de 500 y 200 euros que el hijo del expresidente depositaba en un banco. El instructor también le investiga por una compra de once coches de lujo, entre ellos dos Porsche y un Ferrari, y ha imputado asimismo a su exesposa Mercé Gironés, cotitular de las cuentas de Pujol Ferrusola, por blanqueo.

MARTA PUJOL FERRUSOLA

Es la segunda hija del expresidente. Nacida en 1959, es arquitecta y su estudio recibió seis adjudicaciones directas de contratos de la Generalitat de Cataluña. El PSC presentó varias preguntas parlamentarias en 1999 sobre sus relaciones con la administración autonómica que no aclararon nada.

JOSEP PUJOL FERRUSOLA

Nacido en 1963 es el tercer hijo y fue acusado por Iniciativa per Catalunya en 2002 de que su empresa Europraxis troceaba sus contratos con el Ejecutivo catalán para eludir los concursos públicos. Su actividad empresarial nunca adquirió mucho relieve.

PERE PUJOL FERRUSOLA

El cuarto hermano de la familia nació en 1965, era gerente de la empresa Entorn Enginyeria i Serveis, que firmó contratos con el Gobierno de su padre por valor de 191.000 euros. La compañía hizo también la calificación medioambiental de un parque eólico en Tarragona, paralizado por un informe negativo anterior, y el proyecto fue aprobado.

ORIOL PUJOL FERRUSOLA

El hijo más conocido del expresidente catalán y el único que siguió sus pasos en la política, en la que tenía un brillante porvenir como casi seguro sucesor de Artur Mas en el partido. Nacido en 1966 es el quinto de la familia. Fue concejal en Barcelona y secretario de Industria en el Ejecutivo autonómico, además de secretario general de Convergencia y portavoz de CiU en el Parlamento de Cataluña. Una carrera hacia la gloria política que se truncó en marzo de 2013 con su imputación en el 'caso de las ITV' por tráfico de influencias y cohecho en un concurso público para la adjudicación de las estaciones de control de vehículos.

MIREIA PUJOL FERRUSOLA


Es la sexta hermana y nació en 1969. Fisioterapeuta y ex bailarina, no se le conocen negocios con la administración catalana.

OLEGUER PUJOL FERRUSOLA

El benjamín de la casa nació en 1972. Controlaba un entramado de sociedades que opera en España y Portugal llamado Drago Capital y que está radicado en la isla británica de Guernsey, un paraíso fiscal. Dejó todos sus cargos en la compañía el año pasado tras la aparición de las primeras informaciones sobre los negocios familiares de los Pujol.

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La venganza póstuma de Tarradellas

LD José García Domínguez http://www.libertaddigital.com/c.php?op=opinion&id=73061

Algo inaudito en el muy hermético mundo de la omertà catalana, la historia de la gran estafa que dio origen a la fortuna del fundador de Banca Catalana y patriarca del clan de los Pujol, Florencio Pujol, el padre de Jordi Pujol i Soley, fue narrado en su día con todo lujo de detalles escabrosos por Manuel Ortínez, quien fuera consejero y hombre de la máxima confianza personal y política de Josep Tarradellas a su regreso del exilio francés. Así, gracias al entorno más íntimo de Tarradellas, acusarían recibo los anales del rocambolesco tocomocho maquinado en Tánger por Pujol padre con la complicidad de Josep Andreu i Abelló, el antiguo dirigente de la Esquerra que había creado de la nada el Banco Inmobiliario y Mercantil de Marruecos. Una súbita prosperidad económica, la de Andreu i Abelló, que acaso no fuera ajena, tal como ha conjeturado el viejo sindicalista de UGT Antón Saavedra, al saqueo del patrimonio del Estado español en el célebre pillaje del Vita, aquel yate que partió hacia México repleto de lingotes de oro y joyas tras el fin de la guerra (Andreu i Abelló, que años después sería nombrado consejero de Banca Catalana por Pujol hijo, formó parte junto con Indalecio Prieto del grupo que hurtó el cargamento de la nave a su llegada a América). Lo de Tarradellas tenía todo el aspecto de ser una venganza. Y lo era.

Mas remontémonos a los inicios de la década de los ochenta y al opresivo clima reinante en la pequeña ínsula Barataria recién construida por un Jordi Pujol presto a monopolizar hasta el último resquicio del poder civil en la región. Había nacido el Ubú president. Así, el 15 de agosto de 1982, La Vanguardia abría su portada titulando a cuatro columnas: "Josep Tarradellas, el primer sorprendido por ‘sus’ declaraciones a un diario madrileño". Luego, en el cuerpo de la noticia explicaba a sus desconcertados lectores que "una secretaria -no identificada- de Tarradellas indicó -a no se sabe quién- que éste se había enterado y había leído el polémico texto ayer lunes". El "polémico texto" era una larga entrevista concedida por Tarradellas a Iván Tubau que una revista del Grupo Zeta se había negado a difundir. Tras la censura local, un periódico de Madrid, Diario 16, la reproduciría íntegra. Pero, volviendo a la "información" de La Vanguardia publicada justo al día siguiente, el diario de mayor difusión y prestigio de Cataluña desvelaba que "otra fuente próxima y autorizada del expresident -La Vanguardia no tenía por fuente suficientemente fiable al propio Tarradellas- aseguró ayer que, en todo caso, la entrevista en cuestión fue realizada hace más de un año […] A la luz de lo expuesto, las manifestaciones publicadas por el diario madrileño hay que ponerlas, como mínimo, en tela de juicio".

Si, como mínimo, había que poner en cuarentena la palabra de una personalidad que en aquel momento ya ocupaba un puesto de honor en los manuales de Historia, se preguntará el lector en qué habría consistido la imperdonable falta de Tarradellas. La respuesta es simple: osó referirse al pujolismo tildándolo de "dictadura blanca". Era la guerra. La del viejo Tarradellas, por entonces única voz capaz de levantarse frente al poder omnímodo de Pujol, debía ser acallada cuanto antes. Perentoria misión, la de esparcir escoria sobre su figura, que le sería encargada a Josep Benet, el historiador aficionado y candidato a la Presidencia de la Generalitat que los comunistas enfrentaran contra el propio Pujol en las primeras elecciones autonómicas. De tal guisa, Benet, un turbio meapilas montserratino reconvertido a los cinco minutos de la gran victoria de CiU en el más fiel servidor del pujolismo, fue premiado por su nuevo jefe con la dirección de un neonato Centro de Historia Contemporánea de la Generalitat. Su misión: tratar de implicar por medio de todo tipo de insinuaciones y medias verdades a Tarradellas en la detención de Lluís Companys por parte agentes de la Gestapo en Francia. El objetivo de Pujol era acusar a Tarradellas de delator y, por tanto, de cómplice directo de los franquistas que fusilaron a Companys. Mas volvamos a Una vida entre burgesos, las impagables memorias de Ortínez, para saber de primera mano del asunto:

"En el libro del señor Benet sobresale como la cabeza de una serpiente una palabra: ‘delación’. Aprovechando las circunstancias más extravagantes, como las luchas entre el exilio y la oposición interior en torno a los juegos florales de Perpiñán u otras circunstancias, Benet acusa a Tarradellas de ser un delator. De hecho su libro es una invitación a que el lector convenga en que Josep Tarradellas fue un traidor a Cataluña. Pero la aparición de la palabra ‘delator’ tiene un alcance más amplio: me consta que Benet, desde su cargo de director del Centro de Historia Contemporánea de la Generalitat, se encaminó a la investigación de las presuntas responsabilidades de Josep Tarradellas en la detención del president Companys por agentes de la Gestapo. Se ha llegado a decir que se consultaron los antiguos archivos de la policía política alemana. Evidentemente, no pudieron encontrar nada. Del rastro de ese intento – bien miserable – ha quedado, sucia, la palabra. La última cosa. Breve y sintética: la primera obra global que se ha publicado en Cataluña sobre la figura del president Tarradellas ha sido escrita por un alto funcionario de la Generalitat de Cataluña, presidida en estos momentos [1993] por el muy honorable sucesor de Josep Tarradellas."

Gran verdad esa de que la venganza es plato que siempre conviene tomar frío.

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Tarradellas asegura que en Cataluña hay "una dictadura blanca muy peligrosa"

EL PAÍS, José Antich, Barcelona, sábado, 2 de noviembre de 1985

Josep Tarradellas, ex presidente de la Generalitat, aconsejó a su sucesor, Jordi Pujol, que dimitiera de su cargo cuando el fiscal general del Estado presentó una querella contra 25 ex directivos de Banca Catalana, entre ellos el propio Pujol, y le ofteció, si así lo hacía, su apoyo y una declaración pidiéndole que regresara. Pujol negó ayer mismo la veracidad de esta afirmación. En unas declaraciones hechas a un grupo de periodistas barceloneses el jueves por la noche, Tarradellas afirmó: "La gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha; que hay una dictadura blanca muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte".

En su larga conversación con el Grup Periodístic Barcelona, Tarradellas repasó temas como Banca Catalana, referéndum de la OTAN, las políticas de Felipe González y Jordi Pujol, la división territorial de Cataluña, la política de movilizaciones populares y, en última instancia, reiteró su versión de los hechos del 23-F.Al analizar la situación por la que atraviesa actualmente Cataluña, el ex presidente dijo que toda la acción de gobierno que desarrolla Jordi Pujol está impregnada de una filosofía: "Nosotros somos formidables y Madrid siempre se equivoca".

Josep Tarradellas explicó por primera vez una conversación que tuvo con Pujol a raíz de la presentación de la querella contra 25 ex directivos de Banca Catalana, entre ellos el actual presidente de la Generalitat. "Yo le dije que dimitiera", dijo Tarradellas, "pero prefirió plantar cara y no me hizo caso".

Herida abierta

Al hilo de esta declaración se extendió el ex presidente de la Generalitat en varias consideraciones: "Pujol se equivocó al manifestar desde el balcón del Palau de la Generalitat que el Gobierno era indigno; la herida abierta aquel día no se curará mientras él mande. El victimismo de Pujol no se corresponde con la realidad". Según Tarradellas, desde entonces Felipe González ha optado por "cortar el grifo del dinero". "¿Pujol?, connais pas [no le conozco], piensa González", explicó.

En las últimas semanas se han producido varios gestos que podrían indicar un acercamiento entre Tarradellas y Pujol. Por ejemplo, las declaraciones del ex presidente a un semanario, en el sentido de que el procesamiento de Pujol se vería desde Cataluña como "una decisión excesivamente partidista y como una afrenta del PSOE".

Tarradellas mostró también su confianza en que a Pujol no le pasará nada: "Por sentido común no creo que le procesen", dijo en esas declaraciones. A diferencia de tiempo atrás, Tarradellas y Pujol también han coincidido en actos públicos, como en la reciente inauguración del mausoleo al ex presidente de la Generalitat Lluís Companys, y han sido fotografiados juntos y muy sonrientes.

En la actual situación política, Tarradellas propone que Pujol delegue funciones en un conseller de la Generalitat, "que muy bien podría ser el de Gobernación, Macià Alavedra". "Así, Pujol podría dedicarse más a hacer de presidente".

Negó que fuera real la sensación transmitida por los naciónalistas vascos y catalanes de que Adolfo Suárez era más autonomista que Felipe González. "Lo que pasa es que Suárez asimilaba mejor lo que se le decía". Se mostró contrario a la advertencia de Jordi Pujol de movilizar al pueblo de Cataluña, según sea el desarrollo del Estatut. Sobre el referéndum de la OTAN reiteró que era un error y avanzó que muy probablemente él no iría a votar.

En opinión de Tarradellas, no hay posibilidades de que Pujol, en Cataluña, o Felipe González, en España, sean relevados al frente de sus respectivos Gobiernos en los próximos años.

Sobre su polémica de esta semana con el dirigente del Partido Nacionalista Vasco Xavier Arzallus, Tarradellas reiteró que España sigue teniendo un cáncer, el País Vasco, ya que el Gobierno ni lo cura ni lo extirpa.

El 23-F y Milans

Uno de los temas que más ha preocupado a Tarradellas, "aunque cada vez menos", es la posibilidad de que pudiera repetirse en España una situación similar a la del fallido golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Tarradellas, que se muestra firme defensor de un indulto a los inculpados en la intentona golpista, relató cómo, en una entrevista que mantuvo en Madrid con el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, a raíz de la dimisión de éste y pocas semanas antes del golpe, le transmitió toda su información de que "el golpe se produciría". "Es muy grave pensar que Suárez y el Gobierno sabían que algo se estaba preparando".

"Suárez parecía estar muy seguro de que nada pasaría, aunque luego se equivocó", dijo, dando a entender que su información era más fidedigna. El ex presidente de la Generalitat afirma que durante esas fechas se entrevistó con el ex general Alfonso Armada". Alfonso es un bon noi (buen muchacho)".

Tarradellas declaró que siempre supuso que la intentona fracasaría, sobre todo "al saber que estaba al frente Milans del Bosch. Milans no es un general para hacer una revolución". Aunque, en su opinión, los militares "están desmoralizados", añadió: "Podemos estar tranquilos".

Jordi Pujol negó que Tarradellas le pidiese que dimitiera

Por su parte, Jordi Pujol declaró ayer tarde que Tarradellas nunca le pidió que dimitiera cuando se presentó la querella de Banca Catalana: "Nunca he hablado de este tema ni me ha pedido nada. Yo no he tenido una conversación política con el presidente Tarradellas desde 1983. Es más, no he tenido con él una conversación a solas desde aquella fecha". "Lamento tener que decir que [las afirmaciones de Tarradellas] son absolutamente falsas".

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La historia del expresidente Jordi Pujol se repite 30 años después

DN COLPISA.MADRID 4/01/2015

Era un 2 de octubre de 1984, cuando Jordi Pujol declaró en su confortable despacho de presidente de la Generalitat ante el juez por el 'caso Banca Catalana'.

El próximo 27 de enero volverá a verse ante otro magistrado imputado en la causa abierta por la fortuna familiar oculta en el extranjero. Pero ahora responderá como un ciudadano de a pie, sin las prerrogativas del gobernante y tendrá que desplazarse hasta un juzgado ordinario.

Treinta años largos separan ambas citaciones y las circunstancias para el padre del nacionalismo moderno de Cataluña son la cara y la cruz; en 1984, con 54 años, estaba arropado en la cumbre del poder, ahora, con 84, soporta la intemperie del apestado.

Entre ambas declaraciones planea la sombra de don Florenci Pujol. El padre de Jordi, animado por su hijo, y el tratante de piedras preciosas Moisés Tenembaum pagaron 12 millones de pesetas de las de 1959 la minúscula Banca Dorca, nueve empleados y apenas 46 millones en depósitos. Fue el embrión de Banca Catalana, una entidad que en poco más de dos décadas logró hacerse un nombre en el firmamento financiero con dos millares de empleados y 260.000 millones de pesetas depositadas en 1981.

Gracias al banco comprado por Florenci Pujol se embarcó en la aventura de gobernar Cataluña para lo que puso la entidad financiera al servicio de su proyecto nacionalista aunque algunas operaciones resultaron ruinosas. Se trataba de "fer país" (hacer país) antes que de ganar dinero, decía por entonces. Conseguido el desembarco en la Generalitat, se desentendió del negocio bancario aunque tuvo que volver sus pasos tras la presentación de la querella para endosar a su progenitor, fallecido en 1980, muchas de las decisiones tomadas.

Hasta que a comienzos de los ochenta el Banco de España detectó un agujero del orden de los 130.000 millones de pesetas, 780 millones de euros. El entonces fiscal general del Estado, Luis Burón Barba, ordenó en mayo de 1984 querellarse contra el presidente catalán pese a las reticencias de los fiscales ejercientes en Cataluña. Como se ve, la escasa disposición del ministerio público en Cataluña a proceder contra Pujol no es una novedad. Ocurrió entonces y ahora con el 9-N-2014.

En el 'caso de Banca Catalana', Pujol fue acusado de apropiación indebida de fondos del banco en el que nada más salir de la cárcel fue gerente y llegó a vicepresidente, pero que controlaba todo el consejo de administración. La Fiscalía y la Policía, por más que investigaron, no lograron dar con su paquete accionarial valorado en 600 millones de pesetas, 3,6 millones de euros.

El entonces presidente catalán alegó que había donado las acciones a una misteriosa Fundació Catalana y llegó a presentar algún documento que pretendía ser probatorio, pero nunca pudo verificarse y siempre quedó la duda de si vendió sus participaciones en el extranjero, como sospecharon siempre los investigadores.

En 1984, logró su primera mayoría absoluta con CiU nada más plantearse la querella contra Banca Catalana y aquella acusación fue respondida con una gigantesca movilización, se calculó que 200.000 personas se manifestaron en los aledaños del Palau de la Generalitat. El nacionalismo cerró filas con Pujol, se identificó al presidente con Cataluña y aquello, por ende, era una agresión a todos los catalanes por los socialistas españoles, con Felipe González en el poder.

"El Gobierno central ha hecho una jugada indigna. En delante de ética y moral hablaremos nosotros, no ellos. Fuera de aquí", tronó un Pujol crecido en el balcón ante la multitud que se agolpaba en la plaza de Sant Jaume.
En 1986, la Audiencia de Barcelona por 33 votos contra ocho decidió no procesar a Pujol por ausencia de indicios de criminalidad y falta de pruebas. El caso fue archivado en 1990
"Se salvó por los pelos", como lamentó Alfonso Guerra. Por los pelos y por la prescripción de los delitos. Y del paquete accionarial nunca más se supo. Ese dinero es para algunos biógrafos del expresidente catalán el origen de su fortuna.

Tras un costoso rescate de 300.000 millones de las arcas públicas, los restos de Banca Catalana se quedaron en poder del Banco de Vizcaya, hoy BBVA, y, según Félix Martínez y Jordi Oliveres, autores de la obra '¿Quién es Jordi Pujol?', el fallecido presidente de la entidad, Pedro de Toledo, pagó ocho millones de euros con los que Marta Ferrusola y sus siete hijos habrían abierto ocho cuentas en Andorra con un millón en cada una. Es otra teoría de la procedencia del dinero.

CÓNCLAVE FAMILIAR

El 12 de julio pasado, una casa rural en la localidad francesa de Latour de Carol registraba una intensa actividad. Una veintena de personas llegadas en sus coches iban y venían. La familia Pujol-Ferrusola al completo, cónyuges incluidos, estaba reunida en la vivienda que Josep, el segundo hijo y único que no está imputado, posee en la Alta Cerdaña francesa. Cinco días antes se había publicado que la jefa del clan y tres de sus hijos habían ingresado en la Banca Privada de Andorra 3,4 millones de euros que tenían depositados en Andbank.

En el cónclave, el expresidente, que ya había consultado con abogados y asesores fiscales, lleva la voz cantante. Se decide que hará una confesión pública sobre el dinero y los miembros de la familia con cuentas en Andorra regularizarán su situación con Hacienda. El 25 de julio revela que su familia, no él, recibió una herencia de su padre Florenci, un dinero indeterminado que no dijo dónde estaba depositado, se supone que en Andorra o Suiza, y que hasta ahora no había encontrado tiempo para regularizar. Unos pasos que se dan con la vana intención de solventar el problema.

Pero los tiempos han cambiado.
Treinta años después, la situación no puede ser más distinta. La confesión supuso la pérdida de todos los honores, el repudio del nacionalismo y el cobro de viejas facturas por adversarios de toda época y pelaje. Recibió como una humillación la citación del Parlamento de Cataluña para dar explicaciones y arropado por Convergència, el partido que fundó en 1974, accedió a dar su versión. Fue una sesión histórica en la cámara catalana.

El político que siempre se midió con la oposición desde el pedestal de la mayoría durante 23 años de gobierno tuvo que bajarse de la peana y soportar un chaparrón de descalificaciones y acusaciones. Perdió los papeles como nunca y afloraron todos sus numerosos tics nerviosos. Era nadie en la política catalana después de haber sido todo.

El padre fue un salvavidas con la compra del banco, que ahora puede convertirse en la tumba de su honor.

Nadie da credibilidad al argumento de una herencia, de la que no se conoce ni una prueba documental y de la que su hermana María dice que nunca tuvo noticia. El dinero salió de otra parte.

Es lo que deberá explicar ante Beatriz Balfagón, la titular del juzgado de instrucción número 31 de Barcelona, dentro de tres semanas. Está citado junto a su mujer y tres de sus siete hijos, tendrá que sentarse en la sala de espera hasta que sea llamado a declarar y sortear el paseíllo de cámara e insultantes que suelen agolparse en estas ocasiones. Nada que ver con el cómodo interrogatorio de hace 30 años del juez Juan Ignacio de Lecea en su residencia institucional de la Casa dels Canonges durante dos horas y media.

De aquel salió victorioso y jaleado por los suyos, pero el que tendrá que afrontar el 27 de enero de 2015 es una incógnita. De entrada, sus cartas no son las mejores.

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Jordi Pujol aporta al juzgado el testamento de su padre Florenci en enero de 2015

LD/Agencias 2015-01-07

La defensa de Jordi Pujol ha aportado al juzgado el testamento de su padre Florenci, en el que no figura la fortuna que el expresidente catalán ocultó durante 34 años en el extranjero y que, según su versión, obedecía a un dinero que le legó su progenitor para que lo diera a sus hijos cuando fueran mayores.

En el testamento, al que ha tenido acceso Efe, se recoge que Jordi Pujol heredó de su padre una casa en Premià de Mar (Barcelona), valorada en tres millones de pesetas (18.000 euros) así como acciones en Banca Catalana y en la Compañía "Cedat" por valor de 13.128.647 pesetas (casi 79.000 euros).

En diciembre de 2014, Pujol fue citado a declarar como imputado por blanqueo y fraude el 27 de enero de 2015, junto a esposa Marta Ferrusola y sus hijos Mireia, Marta y Pere, por una juez de Barcelona que considera "sospechoso" que los fondos que durante años ocultaron en el extranjero provengan de una herencia de más de 30 años sin documentar.

En un escrito remitido al titular del juzgado de instrucción número 31 de Barcelona, la defensa de los Pujol recurre contra la imputación de los cinco miembros de la familia alegando que no existe base suficiente porque no se ha demostrado que la regularización de su fortuna en Andorra fuera incorrecta y que en España el enriquecimiento no es delito.

Después de que el juzgado se lo pidiera reiteradamente desde agosto pasado, la defensa de Pujol ha aportado finalmente el testamento de Florenci Pujol Brugat, el padre del expresidente catalán, que falleció en septiembre de 1980.

Florenci Pujol nombró heredera a su esposa, a la que legó varias viviendas, las cuentas bancarias y acciones, por un valor total de 105 millones de pesetas (631.000 euros)

A Jordi Pujol, según consta en el testamento, su padre le legó como legitimario una finca en Premià de Mar y las acciones por valor de 79.000 euros, la misma cantidad que percibió su hermana Maria, que siempre dijo que no sabía nada del dinero que el expresidente catalán ocultó en el extranjero y que en su carta de confesión del pasado 25 de julio ya situaba fuera del testamento.

En su escrito remitido al juez, al que ha tenido acceso Efe, la defensa de los Pujol alega que el expresidente catalán nunca tuvo, ni así lo ha afirmado nunca, la condición de heredero, sino que se limitó a recibir el legado como legitimario.

Además, subraya que en su confesión no dijo que tuviera ninguna documentación en relación "con esta parte de la herencia", ya que "no fue objeto de inventario".

"En consecuencia, jamás ha obrado en su poder certificado de bienes situados en el extranjero provenientes de su padre", remarca el escrito, que insiste en que Jordi Pujol "nunca ha sido titular real ni formal de bienes situados en el extranjero. Ni ahora ni en 1980".

Según argumentan los Pujol en su recurso, sólo se podría admitir una imputación si hubiera indicios de que la regularización que efectuaron Marta Ferrusola y sus hijos, por valor de cuatro millones de euros procedentes de Andorra, fue incorrecta.

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