HISTORIA UNIVERSAL

La revolución de 1820 en España

La insurrección de Riego en Cabezas de San Juan, 1820, instigada desde las logias masónicas de Gibraltar por cuenta de la logia Lautaro de los insurrectos americanos independentistas, para entorpecer el envío de tropas españolas a combatirles, desencadena el triunfo de la revolución liberal en España, que impera durante el Trienio Constitucional o Liberal (1820-23) con la proclamación en 1820 de la Constitución de Cádiz de 1812.

A fines de 1816, por orden del gobierno de Fernando VII, comenzó a acantonarse en torno a la ciudad de Cádiz un ejército expedicionario destinado a sofocar la revolución liberal e independentista en Hispanoamérica.
La logia Lautaro de los revolucionarios criollos americanos independentistas, a través de las logias masónicas de Gibraltar, para entorpecer o impedir el envío de esas tropas españolas a combatirles, traza el plan de instigar amotinamientos en esas tropas utilizando a los oficiales que en ellas eran liberales y masones, según la versión que la propia masonería ha tenido interés en difundir.
Obedeciendo al plan de la masonería, varios oficiales sembraron en las tropas el temor a las bajas que producía la guerra revolucionaria hispanoamericana y no les fue difícil presentar la expedición como odiosa. Finalmente tramaron un plan para una sublevación liberal en España aprovechando el malestar de los soldados.

El teniente coronel Riego sublevó a los soldados de su batallón en Cabezas de San Juan (Sevilla) con la promesa de que la proclamación, ahora el 1 de enero de 1820, de la Constitución de Cádiz de 1812 apaciguaría la insurrección de América y haría innecesaria la guerra de la que así se librarían los soldados:
"a vosotros os arrebatan al paterno seno, para que en lejanos y opuestos climas vayáis a sostener una guerra inútil, que podría fácilmente terminarse con sólo reintegrar en sus derechos a la nación española. La Constitución, ¡sí, sólo la Constitución basta para apaciguar a nuestros hermanos de América!”
(Esto era dejar solos a sus compañeros de armas que combatían en América al lado de los realistas americanos contra los insurrectos respaldados por Inglaterra; porque la revolución que así contribuyó Riego a imponer en España en realidad estaba destinada a incrementar la insurrección en América, hasta triunfar lógicamente y consolidar allí el poder de la oligarquía criolla mediante el separatismo).

La conspiración de los militares liberales golpistas se fue extendiendo de unas guarniciones a otras. Conspiraban con toda libertad por la permisividad e inacción de los mandos militares. Unos, porque eran liberales y conspiraban también, y los que no lo eran, por miedo a quedar en una situación peligrosa, si se significaban contra los golpistas y estos triunfasen.
Este binomio miedo más simpatía se fue reproduciendo en todas las regiones cuando se produjo la insurrección y dio como resultante el triunfo efectivo del golpe sin necesidad de que fuese apoyado por la mayoría del ejército, ni por nada más que una pequeña minoría del pueblo con minúscula.

La revolución de 1820 se desencadenó como consecuencia de esos amotinamientos y de esa inacción o complicidad.

El Trienio Constitucional o Liberal (1820-1823).

Cuando en marzo de 1820 se une a la insurrección la guarnición de Madrid, Fernando VII se ve forzado a proclamar: "Marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional".

La proclamación en 1820 de la Constitución de Cádiz de 1812 lleva consigo el centralismo: todo el poder en "la Nación" o Estado monolítico. Navarra pasa otra vez a ser reducida de reino a provincia. Ya le ocurrió en 1812, cuando las Cortes de Cádiz proclaman la Constitución de Cádiz de 1812. Lo que implica la supresión total de sus fueros e instituciones: las Cortes de Navarra, la Diputación del Reino de Navarra, el virrey de Navarra, el Consejo Real de Navarra, la Cámara de Comptos y todas las demás instituciones autónomas subordinadas.

Subdivisión de los liberales en exaltados y doceañistas (moderados); porque los exaltados no le dejan ejercer al rey el poder ejecutivo, sino que pretenden controlar desde el parlamento (las Cortes) el nombramiento de los ministros del gobierno, superponiendo el parlamentarismo a la división de poderes, que es anulada así desde esta segunda fase decimonónica del liberalismo.

Los realistas se sublevan y se lanzan a la guerra de guerrillas.

La sublevación de los realistas cristaliza en 1822, dando lugar a una guerra civil, precedente de las guerras carlistas.

Los realistas son de ideas tradicionales:
Las ideas tradicionales parten de que la libertad y de la justicia sólo se pueden conseguir si se basan en la religión, en la Iglesia Católica; mientras que los liberales, aunque son católicos, lo basan todo en el poder del Parlamento en nombre del Pueblo Soberano, de la Nación, como poder supremo.
Los realistas defienden los fueros frente al centralismo de los liberales, que han reducido a Navarra de reino a provincia.
Los liberales les llaman absolutistas, pero los liberales suprimen las Cortes de Navarra y todos sus fueros. También los de las Vascongadas.
Mientras que los realistas proclaman la defensa de los fueros de Navarra, de Vascongadas e incluso los de Cataluña, suprimidos desde los decretos de Nueva Planta del XVIII.

No sólo son los de Navarra los realistas que se sublevan, sino que lo hacen en el contexto de una sublevación más amplia y generalizada, que tiene como principales campos de actividades todas las regiones del norte, en especial Cataluña donde se constituye la Regencia de Urgel, que se pone al frente de la insurreción realista en toda España y a la que presta acatamiento la Junta Interina del Reino de Navarra, el organismo dirigente de los realistas navarros insurrectos.

En Navarra se caracteriza así la sublevación de los realistas:
"El día 11 de diciembre de 1821 formará época memorable en los anales de Navarra. Entonces fue cuando los católicos realistas de este Reyno salieron al campo diciendo con los Macabeos: "Más vale que muramos en la guerra, que ver tantos males como padece nuestra gente". Entonces juraron defender hasta morir los intereses de Dios, los derechos del Rey y las leyes patrias del suelo natal"
(Andrés Martín, cura de Ustárroz: Historia de la Guerra de la División Real de Navarra contra el intruso sistema llamado constitucional. 1825).

Los liberales, pese a contar con el aparato oficial del Estado y con el Ejército oficial, al no tener apoyo popular, no consiguen vencer a los realistas.

Lo que inclina la balanza es un ejército francés que envían las potencias de la Santa Alianza, reunidas en el Congreso de Verona de 1822, contra la revolución liberal española. Es denominado por los liberales los Cien Mil Hijos de San Luis y así lo denomina la versión oficial. Ese ejército, al que se unen los realistas cuando pasa la frontera en 1823, vence fácilmente a los liberales carentes de apoyo popular.

Los liberales se van retirando hacia el sur llevándose como rehén a Fernando VII. Las tropas francesas que venían a conseguir victorias que equiparar a las napoleónicas, avanzan casi sin lucha, en en un paseo militar. Sólo pueden exhibir como acción de armas "gloriosa" el asalto al Trocadero. Al comprobar los liberales que ni siquiera en Cádiz eran capaces de resistir, optan por huir al exilio dejando en libertad a Fernando VII. Y éste se apresura a anular toda la legislación del Trienio Constitucional, empezando por la Constitución de Cádiz de 1812 alegando que al aceptarla había obrado por la fuerza y que por lo tanto eran nulos todos sus actos,

Uno de los protagonistas del golpe militar revolucionario de 1820, reconocía años después el escaso apoyo popular con el que contaban y el protagonismo de la masonería y otras sectas secretas en la acción que les llevó a adueñarse del poder:
"La revolución de España había sido obra de la conjuración de unos pocos y de la quietud y asombro de la muchedumbre, y la nueva forma de gobierno establecida no descansaba ni en la opinión general ni en el interés de clases poderosas, y antes teniendo mucho contra sí, había menester algo que la mantuviese trabada y sólida, y este algo podía encontrarse en el interés y aun en las pasiones de secta. Fuerza es aquí anticipar una opinión, no tanto encaminada a disculpar ciertos errores, aunque a ello también propenda, cuanto a explicar las causas de donde nacieron y que los perpetuaron, siendo bueno entender que sólo por medios forzados y vituperables se mantienen las situaciones violentas. En 1820, los constitucionales en España eran pocos, y para aumentar su número era indispensable crear un núcleo considerable de sectarios" (Memorias de D. Antonio Alcalá Galiano, 2ª parte, cap 5. T II, pág 68. BAE).