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Todavía no ha implantado Jesús el Reino de Dios en la tierra en su plenitud de ejecicio, pero lo implantará

"Al presente, no vemos todavía que le esté sometido todo" (Heb 2,8).

El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra
(CEC, 671).

Aún no se ha cumplido, pero se cumplirá Su profecía:

«Escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor» (Jn 10,16)

Aún no se nos ha concedido, pero se nos concederá plenamente lo que el propio Jesús, el Verbo hecho carne, nos enseñó, no en vano, a pedir:

Venga a nosotros tu reino
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. (Mt 6,10)

Su anuncio:

"Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios" (Lc 1,3).

Su mandato:

"Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos". (Mt 28, 19)

Aún no ha llegado, pero llegará, el día, es decir la época, de su reinado efectivo y consumado en la tierra:

"Al instituir la fiesta de Cristo Rey no tan sólo pusimos en evidencia la suprema soberanía que Cristo posee sobre el universo mundo, sobre la sociedad civil y doméstica, sobre cada hombre en particular, sino que anticipamos las alegrías de aquel día felicísimo en que el universo entero obedecerá al imperio suavísimo de Cristo Rey".
(Pío XI: Encíclica
Miserentissimus Redemptor).

Ya en algunas almas ha reinado y reina del todo:

“Pide mucho al Sagrado Corazón. Tú sabes que yo no veo el Sagrado Corazón como todo el mundo. Pienso que el Corazón de mi Esposo es para mí sola, como el mío es para Él solo, y le hablo entonces en la soledad de este delicioso corazón a corazón esperando contemplarlo un día cara a cara” (Carta 122 a Celina, con ocasión del viaje de ésta a Paray-le-Manial, 14 octubre 1890).

Esas almas de Dios querían que Él reinase en todos, porque sabían que eso es lo que Él quería:

"Desde mi niñez he soñado con combatir en los campos de batalla. Cuando comencé a estudiar la historia de Francia, el relato de las hazañas de Juana de Arco me entusiasmaba; sentía en mi corazón el deseo y el ánimo de imitarla; me parecía que el Señor me destinaba a mí también a grandes cosas. Y no me engañaba. Sólo que, en lugar de una voz del cielo invitándome al combate, yo escuché en el fondo de mi alma una voz más suave y más fuerte todavía: la del Esposo de las vírgenes, que me llamaba a otras hazañas y a conquistas más gloriosas. Y en la soledad del Carmelo he comprendido que mi misión no era la de hacer coronar a un rey mortal, sino la de hacer amar al Rey del cielo, la de someterle el reino de los corazones.
En el Sagrado Corazón de Jesús, soy para toda la eternidad Su indigna hermanita, Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz rel. Carm. Ind".

(Santa Teresita Carta 224 al abate Bellière 25 de abril de 1897).

Y quiere:

«El adorable Corazón de Jesús quiere establecer su reinado de amor en todos los corazones, destruyendo y arruinando el de Satanás. Me parece que lo desea tanto que promete grandes recompensas a los que de buen grado se dediquen a ello con todo su corazón».
(Carta nº 118. A la Hermana Joly, del 10 de abril de 1690. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 412).

Y hará. Él concederá a todos la gracia más grande, que es reinar en ellos, y además los constituirá pueblo suyo:

«Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,
para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios» (Ez 11,19-20).

La tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar (Is 11,9)

Todas las naciones serán Pueblo de Dios. Reinará en todas las naciones:

Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia.
En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono de Yahveh» y se incorporarán a ella todas las naciones en el nombre de Yahveh, en Jerusalén, sin seguir más la dureza de sus perversos corazones.
(Jer 3, 15-17).

"Cristo llama, justifica, santifica y envía a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios, para que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios".
(Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Misiones de 2009).

Él lo tiene anunciado como profecía absoluta e incondiconada:

"Ofrécense todavía a nuestra vista demasiados que, o por desconocer del todo a Cristo, o por no conservar íntegra y pura la doctrina de la unidad requerida, no son todavía de este redil, al que, sin embargo, están destinados por Dios. Por lo cual, el que hace las veces de Pastor eterno, inflamado de sus mismos sentimientos, no puede menos de emplear sus mismas expresiones, llenas de amor y tierna compasión: «Debo recoger también aquellas ovejas» ( Jn 10,16); y traer a la memoria con la mayor alegría aquel vaticinio del mismo Cristo: «Y oirán mi voz, y se hará un sólo rebaño y un sólo Pastor». Dios quiera, Venerables hermanos, como Nos con vosotros y con la porción de la Iglesia a vosotros encomenda imploramos con un sólo corazón en nuestras oraciones, que veamos con el más feliz resultado realizada cuanto antes esta consoladora y cierta profecía del Divino Corazón".
(Pio XI,
Ubi Arcano, 20)

"Toda la razón de ser de la revista Cristiandad es la afirmación del Reinado de Cristo en el mundo, tal como se formuló sobre todo en los documentos de León XIII y de Pío XI sobre la consagración del linaje humano al Sagrado Corazón y la institución de la festividad de Cristo Rey" (Francisco Canals Vidal, 1999).

La futura unidad religiosa de toda la humanidad

Canals dijo que el Concilio Vaticano II anunció la unidad religiosa de toda la humanidad

«Según el Apóstol, los judíos son todavía hoy muy amados de Dios por causa de sus padres… la Iglesia espera, con los Profetas y con el mismo Apóstol, el día sólo por Dios conocido en que todos los pueblos invocarán el nombre del Señor con una sola voz y le servirán con un solo hombro (Soph. 3, 9)» (Concilio Vaticano II. Nostra aetate, 4).

"Tratando de la religión judía, y afirmando la futura conversión de Israel, el texto anuncia la futura unidad religiosa de toda la humanidad".

La teología de la historia del Padre Orlandis, S. I. y el problema del milenarismo......Francisco Canals......... CRISTIANDAD, Barcelona. Año LV - Núms. 801-802 Marzo-Abril 1998. Págs. 23-28

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