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Dios es infinitamente accesible por el lado de su infinita misericordia

Jesús, el Verbo hecho carme, asumida una naturaleza humana sigue siendo Dios, sigue siendo infinitamente trascendente, y si asumir una naturaleza humana le hace accesible como hombre, la asume enviado por el Padre con una misión que ha de anteponer y antepone a todo, incluyendo sus relaciones y afectos humanos, incluyendo el intensísimo amor divino y humano a su queridísima madre..

En las bodas de Caná Jesús pasa del "¿qué tengo yo que ver contigo?", mediante el "haced lo que Él os diga", a mostrar su gloria y convertir el agua en vino.

¿Cómo se explica? Veamos el dato revelado:

A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. 

Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino»

Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora»

Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». 

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. 

Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua».

Y las llenaron hasta arriba.

Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».

Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».

Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él.
(Jn 2,1-11 Biblia de la CEE)

María, la virgen madre de Jesús, muestra un interés personal en el buen desarrollo de la celebración de la boda, por su amistad y quizá parentesco con los familiares de los novios. En esto, empezó a faltar vino, "la catástrofe", como dice don Jesús Echeverz. María, acude a su Hijo. No duda en pedirle la solución, Él sabría cómo, incluso mediante un milagro. Ella actúa como madre, no sólo para ayudar a los novios, sino ante todo para que su Hijo manifestara ya su gloria, puesto que había iniciado ya su vida pública, e incluso tenía ya discípulos que estaban allí con Él. "Obra como madre", dice Juan Leal (La Sagrada Escritura. Texto y comentario por profesores de la Compañía de Jesús. Nuevo Testamento. Evangelios. Pág. 846).

Y Jesús obra como Hijo. Ante todo cumpliendo su misión de Mesías enviado por el Padre, sin ningún interés personal, ni familiar, como ya le había explicado personalizadamente a su madre cuando, acompañada en su angustiada búsqueda por san José, lo encuentra en el templo, y se le queja en nombre de los dos, que se habían quedado atónitos al verlo tranquilamente entre los doctores, de lo que les había hecho:

«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? Pero ellos no comprendieron lo que les dijo».
(Lc 2,49)

Jesús les habla como Dios, puesto que les habla de Dios como su propio Padre a sus padres en la tierra, a san José que hacía el oficio de ser su padre en la tierra y a María, su madre biológica siempre virgen, y para empezar está claro que les habla como Dios al reprocharles que le buscasen y que ya debían saber que Él debía estar en las cosas de su Padre verdadero, Dios Padre celestial; otros traducen: "en la casa de mi Padre".

Sus padres, José y María, que ya estaban atónitos, ciertamente "no comprendieron". Él obraba y les hablaba como Dios.

También ahora, en las bodas de Caná, Jesús le habla como Dios a su madre:

«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo?
(Jn 2,3 )

Le habla como Dios, al expresar su negativa mediante esta expresión de rechazo, ¿qué tengo yo que ver contigo?, que es la que emplea la traducción de la Biblia de Jerusalén, la de la CEE, y la de san John Henri Newman, porque al obrar como Dios y hombre verdadero, sólo obra según la voluntad de Dios Padre al enviarle como Mesías redentor, excluyendo Jesús en su obrar toda acepción de personas, todo favor a su propia carne y sangre. Y se nota que le habla como Dios al llamarla mujer, es decir, diferenciando a Dios de los hombres, varones y mujeres. No procede, intentar explicar que tratar de mujer a su propia madre no es despectivo. No hay nada que cohonestar. Le habla como Dios, infinitamente trascendente. Y como Verbo hecho carne enviado por Dios Padre en misión infinitamente trascendente.

El caso es que la respuesta expresaba un no rotundo. La rotundidad de la negativa era de rechazo a favorecer el interés personal de María, la siempre virgen madre de Jesús.

Pero, así como en el templo no habían entendido sus atónitos padres lo que les había dicho Jesús, después, a lo largo de los años transcurridos, María había llegado a comprender que Dios, infinitamente trascendente, que estaba muy por encima e infinitamente más allá de nosotros los hombres, varones y mujeres, es accesible por medio de su misericordia.

Por eso ahora en Caná la madre de Jesús sin arredrarse les dice inmediatamente a los sirvientes:

«Haced lo que él os diga». (Jn 2,4)

Ella había comprendido que Dios es infinitamente accesible por el lado de su misericordia, porque es infinita.

Y Jesús, el Verbo hecho carne, tiene su Corazón abierto por la herida de la lanza y necesita nuestro amor, necesita que le queramos y que queramos todo lo que nos quiere dar, su reino en nosotros, su amor, y las gracias que necesitamos para poder ser víctimas de su amor, como enseña con su vida santa Teresita, nuestra doctora, ser víctimas de su reinado en nuestra alma en las de todos y en la sociedad entera. Se muere de ganas de dárnoslo. Se muere de sed. De ganas de que le demos nuestra alma, nuestro corazón para recibir todo su amor.