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La carta que le escribió a su madre san Luis Gonzaga poco antes de morirse

Por Abel Camasca, ACI Prensa, 20 de junio de 2024

Abel Camasca
Periodista egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima. Parte del equipo periodístico de ACI Prensa desde 2014. Entre 2016 y 2022 estuve a cargo de la producción del programa televisivo EWTN Noticias y de Más que Noticias, programa de Radio Católica Mundial. Suelo escribir artículos sobre las vidas de los santos.

Cada 21 de junio se celebra a San Luis Gonzaga, patrono de la juventud cristiana y de los enfermos de Sida. Él, poco antes de morir le escribió una emotiva carta a su madre para consolarla y alentarla a mantener la esperanza.

En 1591, una violenta epidemia de fiebre azotó la ciudad de Roma. El joven Luis, religioso de la Compañía de Jesús, se puso a servir a los enfermos. A pesar de haber crecido en la nobleza y con un prometedor futuro, decidió mendigar limosna para los afectados y atender a los moribundos.

Su mamá, la marquesa Marta Tana Santena, conocida como “Doña Norta”, había estado a punto de morir antes de que el santo naciera y lo consagró a la Virgen. Asimismo, fue la que más lo apoyó en su vocación.

 Se cuenta que un día Doña Norta miraba a sus pequeños mientras oraba y dijo: “Si Dios se dignase escoger a uno de vosotros para su servicio, ‘¡qué dichosa sería yo!’”. Luis se le acercó al oído y le dijo: “Yo seré el que Dios escogerá”.

Cierto día encontró un enfermo en la calle, lo puso sobre sus hombros y lo llevó al hospital. Terminó contagiándose y al final quedó con una fiebre intermitente que lo debilitó mucho.

En estas circunstancias recibió una carta de su madre. Al recibir la misiva, el buen hijo no dudó en responder a su devota madre. En el texto, la llama con mucho respeto “ilustre señora”. 

Tras referirle que pedía para ella que siempre gozase de la gracia y del consuelo del Espíritu Santo, le explicó que ya había llegado su hora de partir al cielo. Por ello le recordó las palabras de San Pablo sobre la caridad, que consiste en “alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran”.

En este sentido, la animó a alegrarse porque él pronto poseería la verdadera alegría “con la seguridad de no perderla jamás”:

“Considéralo una y otra vez, ilustre señora, y guárdate de menospreciar esta infinita benignidad de Dios, que es lo que harías si lloraras como muerto al que vive en la presencia de Dios y que con su intercesión puede ayudarte en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo”.

Más adelante le precisó que “esta separación no será muy larga” y que iban a volver a encontrarse en el cielo para alabar a Jesucristo, “gozando de una felicidad sin fin”.

Luego, buscando consolarla y llenarla de esperanza, le expresó que estas palabras brotaban de su deseo de que ella y la familia recibiesen su partida como “un motivo de gozo”. Además, le pidió seguir contando con su bendición maternal en su paso a la otra vida.

“Así te escribo, porque estoy convencido de que ésta es la mejor manera de demostrarte el amor y respeto que te debo como hijo”, concluyó.

 San Luis murió el 21 de junio de 1591 con tan sólo 23 años y sus restos están en la Iglesia de San Ignacio en Roma.