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El general Amado Balmes

(Fragmento del trabajo de Carlos  Fernández Barallobre: 1936. Manifiesto de Las Palmas. 18/07/2025)

En 1982, el gran escritor Luis Romero ya destacó que “sobre la muerte del general Balmes se hicieron, y se siguen haciendo, especulaciones a mi entender carentes de fundamento. Hace algunos años en conversación con un coronel de artillería que en 1936 estaba destinado en Las Palmas y era teniente, me explicó cómo ocurrió este accidente y me informó también de la imprudencia de que hacía gala el general Balmes, a quien, respetuosamente, reprochaban los subordinados. Al caer herido de muerte, Balmes echaba la culpa, casi personalizando, a «esa maldita pistola».

En 1987, en su documentado libro “Franco y el Dragón Rapide” el coronel doctor Ingeniero Aeronáutico Antonio González-Betes, inserta un testimonio del coronel de Ingenieros José Pinto de la Rosa, testigo de excepción, pues no en vano sería Juez Militar de la investigación del accidente, extraído de su libro “ El Grupo Mixto de Ingenieros nº4 en la campaña de liberación 1936-1939”, que dice:” El día 16 de julio el general Balmes  visitó a las 9 de la mañana el Cuartel de Ingenieros de San Fernando, pasando después al contiguo Cuartel de Infantería, desde donde se dirigió al campo de tiro para probar unas pistolas. Dichas armas habían sido recogidas esa mañana del Parque de Artillería y le fueron entregadas por el comandante de dicho Parque, José Fiel Pérez. 

Llegado al campo, sólo con el chófer, pues no había querido otros acompañantes, probó dos pistolas que funcionaron correctamente, Al probar la tercera, una Astra del 9 largo, se le encasquilló y para hacerla funcionar de nuevo la apoyó en el vientre, usando la mano derecha, hizo fuerza para dejarla corriente con tan mala fortuna que el arma se disparó causándole grandes destrozos. 

Acudió rápido el chófer, lo recogió del suelo, donde yacía ensangrentado, y como pudo lo arrastró hasta el coche y lo trasladó a la Casa de Socorro más cercana. El médico de guardia, doctor O`Schamann, lo encontró tan grave que pidió la ayuda del doctor Ley García. Avisado, a poco llegó también el capitán médico de Sanidad José Sánchez Galindo, destinado en el Regimiento de Infantería nº39”. 

“Yo estaba con el personal de guardia- relataría después el doctor O`Schamann en el diario “La Provincia” del 17 de julio de 1936- y vi que era grave. Avisé al doctor Ley del Hospital Inglés, el doctor Valle etc… Le curamos de urgencia. El general repetía: ¡Me ahogo! ¡No digan nada a mi mujer! Se dispuso su traslado al hospital Militar. El general de 69 años se encontraba gravísimo y se quejaba de dolor en una pierna cuando fue introducido en la ambulancia. Le acompañó el capitán Galindo. Una vez llegados al Hospital, le pasaron inmediatamente a la sala de operaciones. El capitán Tomasety le trató con urgencia inyectándole y preparándole para unas transfusiones de sangre. No hubo ocasión, pues como la herida era mortal de necesidad, el general falleció a poco de ingresar. Eran las 12,30 horas. Se habían agotado todos los medios disponibles  para salvar su vida. Un sacerdote le administró los últimos auxilios espirituales”.

En 2015,  el historiador Moisés Domínguez Núñez, premio «Arturo Barea» de 2006, publicó el libro «En busca del general Balmes», donde aporta documentos inéditos y de incontestable interés sobre la muerte del Gobernador Militar de Las Palmas, como la declaración del único testigo del fatal accidente, el soldado Manuel Escudero, chófer del general Balmes, ante el juez que instruyó la causa, el 16 de julio de 1936. Igualmente entre sus 186 páginas  incluye también, por vez primera, el informe de la autopsia practicada al cadáver del general.

El soldado conductor Manuel Escudero relató ante el juez de forma textual: “que Balmes había ido a La Isleta a probar unas pistolas. Tras haber disparado con dos, probó una tercera, que se encasquilló en el último cartucho. Entonces, empezó a manipular con dicha pistola para desencasquillarla, cuando de repente, en un falso movimiento, teniendo la pistola apoyada contra el cuerpo, se le disparó». 

Por su parte, la autopsia, recuperada por Moisés Domínguez, que se encontraba perdida en un archivo de las clases pasivas del Ejército en Madrid, entre los documentos del expediente incoado para la obtención de la pensión de viudedad de Julia Alonso, esposa del general Balmes.

La autopsia, realizada por los forenses civiles Arturo García Domínguez y Rafael Ramírez Suárez, que examinaron el cuerpo, junto con los médicos militares Fernando López Tomasety y José Sánchez Galindo, está fechada el 17 de julio de 1936 en que fue entregada al Juez.

En ella se hace constar: “que el cadáver del general  Balmes, presentaba una herida pequeña, redondeada, de cinco milímetros de diámetro, de fondo sucio, bordes contusos y obscuros, como quemados, unos cuatro centímetros por debajo de las costillas, con una zona de piel alrededor de ese orificio ennegrecida por la pólvora y el humo de un disparo. “La bala” –continua el informe- “siguió una trayectoria de delante atrás, de arriba abajo y de izquierda a derecha y que la distancia a la que tuvo que producirse el disparo fue necesariamente corta, o a quemarropa, dado el tatuaje de la piel del orificio de entrada y el boquete con señales de quemadura de la guerrera que vestía el autopsiado». «En el cuerpo no se aprecian ningún otro signo de violencia externa, ni signos de lucha». «Parece probable un disparo ocurrido al mismo sujeto, dada la pequeña distancia de quemarropa a que fue efectuado». 

A  mayor abundamiento, para rebatir los que algunos “historiadores” al servicio de la izquierda marxista han señalado que Balmes fue asesinado por ser leal al Frente Popular, Domínguez, tras mantener numerosas entrevistas con colaboradores y familiares del propio Balmes, estos señalaron  que el general era «monárquico y católico hasta las trancas«, participando también en la conspiración contra el gobierno del Frente Popular. Precisamente las pistolas que estaba probando, antes de su fallecimiento, iban destinadas a varios Falangistas de Las Palmas.

Todos esos datos fundamentales, los publicaría de nuevo, Moisés Domínguez, aportando otros inéditos  sobre  la implicación del general Balmes en la preparación de Alzamiento Nacional, en la obra “General Amado Balmes: Caso cerrado”, editada por SND Editores, en agosto de 2022, donde señala los enlaces que utilizó Balmes para ponerse en contacto con el general Francisco Franco en la primavera de 1936 y nuevos documentos, como la declaración del comandante de Artillería Juan Fontán Lobé, uno de los máximos implicados en la preparación del Alzamiento Nacional en Las Palmas   que relacionan a Balmes con el Alzamiento, al afirmar en 1939 lo siguiente: “Que el Gobernador Militar fallecido, General Balmes, unos días antes del movimiento pidió al que depone que le facilitase un cargador para una pistola Belga marca FN y que precisamente el cargador entregado al General Balmes era procedente de una (sic) pistolas que se habían importado por intermedio del Dr. Mejías. 

Que le consta que además de las pistolas que le suministró al declarante suministró también otras armas para personas de su amistad entre las cuales recuerda al médico de Arucas Don Pedro Hernández Pérez. 

Que le consta que el Dr. Mejías al intervenir en la importación clandestina de armas conocía perfectamente el fin a que estas armas se debían de dedicar que no era otro que la lucha con el marxismo”. 

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