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El geólogo español Juan Manuel García Ruiz repite en 2024 el experimento de Miller de 1952 y pretende descartar a Dios

Francisco Doménech. Boletín de Materia. El País, sábado, 4.01.2025

En 1952, Stanley Miller realizó un célebre experimento. Miller demostró que bastaba con solo tres gases, agua y descargas eléctricas para que surgieran en el laboratorio aminoácidos, los componentes de las proteínas, fundamentales para construir la materia viva.

Casi 73 años después, el descubrimiento científico de esta semana lo protagoniza un geólogo español, Juan Manuel García Ruiz del Donostia International Physics Center, quien —entre otras cosas— se ha especializado en intentar repetir el experimento de Miller e introducir algunas variantes.

García Ruiz ya demostró hace unos años que la clave de que aparecieran aminoácidos en el sencillo experimento de Miller estaba en un mineral presente en ellos... y que también estaba en la Tierra en sus comienzos: la sílice —un mineral formado por silicio y oxígeno—

El equipo de Juan Manuel García Ruiz ya repitió el experimento de Miller en 2021, pero cambió el recipiente original de vidrio por uno de teflón. Su conclusión fue una noticia que dio la vuelta al mundo: allí no surgió ningún ladrillo de la vida. La sílice —un mineral formado por silicio y oxígeno— presente en el vidrio era esencial. El año pasado, un consorcio encabezado por García Ruiz recibió 10 millones de euros de la Unión Europea para estudiar el papel de la sílice en el origen de la vida.

En la última versión del experimento realizada por García Ruiz y su equipo siguiendo la receta de Miller, no solo han conseguido cocinar aminoácidos tras solo dos semanas de cocción en un recipiente que recrea el inhóspito ambiente de la Tierra primigenia en un laboratorio de Donostia. También han aparecido las cinco bases nucleicas que, junto con cuatro de esos aminoácidos, forman el ADN. Y además se han encontrado toda una sorpresa,  a la que llaman "protocélulas" en el estudio que acaban de publicar en la revista PNAS. El geólogo explica que son una especie de vesículas huecas, que compartimentan el espacio encerrando los ladrillos de la vida y facilitando que reaccionen entre ellos, un paso clave en aquel inmenso océano primitivo.

“Estas protocélulas también debieron aparecer en el experimento de Miller y en los posteriores, pero nadie las había buscado hasta ahora”, sostiene García Ruiz, que ha liderado la investigación junto a su colega alemán Christian Jenewein.

Podemos considerar a esas protocélulas como unas precursoras de las células vivas, pero que aparezcan en un planeta no asegura que con el tiempo se acabe desarrollando la vida, explica el autor principal de la investigación. García Ruiz considera además que su estudio deja con menos argumentos a los defensores de la intervención divina, o del llamado diseño inteligente, en la aparición de la vida

"Siempre nos hemos aproximado al origen de la vida siguiendo el texto bíblico, como si hubiera un soplo divino, un momento en el que ya es irreversible. Lo que nuestro estudio sugiere es que no ha debido de ser así, sino que esto es una evolución química de millones de años, absolutamente azarosa, como la evolución biológica posterior, y que va aumentando la complejidad con el tiempo. Puede llegar a estructuras autoorganizadas y, en algunos casos, a estructuras autoensambladas, como la vida”, expone García Ruiz. “Este tipo de protomundos deben de existir en miles de millones de planetas en el universo. Y esos protomundos pueden llegar a algo tan complejo como la vida o a nada. No hay un diseño inteligente, no hay un soplo divino, pero tampoco hay ninguna reacción fundamental”, subraya el geólogo, del Donostia International Physics Center en el estudio que acaban de publicar en la revista PNAS [en la semana de este sábado, 4.01.2025].

Haber trabajado y publicado esta noticia hará que, a partir de ahora, miremos de otra manera los descubrimientos de supuestos "indicios de vida extraterrestre" que nos llegan con frecuencia a la redacción. A medida que siga avanzando la exploración espacial, en Marte o en asteroides de nuestro sistema solar pueden aparecer tanto aminoácidos como estructuras similares a estas protocélulas. Que pueden haberse generado allí de una manera químicamente tan sencilla como en el laboratorio donostiarra de García Ruiz.

Esta investigación, como muchos grandes trabajos científicos, abre en la historia de la evolución química y biológica de la Tierra más preguntas que las que responde.