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Preston dice en 2011 que «hay pruebas de peso que dejan claro que estuvo totalmente involucrado» Carrillo en las matanzas de Paracuellos
ReL 13 marzo 2011
En las matanzas de Madrid de 1936 murieron 237 sacerdotes y religiosos, para un total de no menos de 4.000 fusilados.
Que nada menos que Paul Preston, el historiador
de cabecera de la izquierda (y de la derecha que hace suyas las
tesis de la izquierda) sobre la Guerra Civil, ponga a Santiago
Carrillo ante su responsabilidad en las matanzas de Paracuellos
del Jarama, ha tenido que ser un jarro de agua fría para el ex
secretario general del PCE.
Pero Preston es tajante: esas responsabilidades «van mucho
más allá de lo que él nunca ha reconocido ni públicamente ni
en sus memorias». Así lo afirma el profesor británico, según
informa Efe, en un artículo titulado «Las matanzas
de Paracuellos», que publica en su último número la
revista Ebre 38. Revista Internacional de la
Guerra Civil 1936-1939, que se edita con
el apoyo del Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales
de la Universidad de Barcelona.
Las sacas de Paracuellos tuvieron lugar en noviembre y
diciembre de 1936, cuando Carrillo era consejero de Orden
Público de la Junta de Defensa de Madrid y tenía a su
cargo la custodia y traslado de presos políticos. Que tuvo
responsabilidad en los asesinatos cometidos ha sido
siempre algo conocido, y en ReL publicó en noviembre pasado un esclarecedor
trabajo nuestro colaborador el historiador y experto en la
represión de guerra y postguerra Ángel David Martín Rubio.
Pero que todo esto lo reconozca ahora Preston rompe la última
coartada de Carrillo, que ha atribuido siempre a infundios de
«la derecha», «el franquismo» o «los fascistas» las
acusaciones que ahora también parecen evidentes al historiador
inglés: «Aunque Carrillo fue una pieza más dentro del
entramado de organizadores y ejecutores de las matanzas de
Paracuellos, el régimen franquista y los partidos derechistas de
los primeros años de la democracia no dejaron escapar la
oportunidad de utilizar estos trágicos eventos para denigrarlo
constantemente durante los treinta años en que fue secretario
general del PCE (de 1956 a 1985)», escribe Preston,
quien parece censurar esa «denigración» después de reconocer
que el «denigrado» era «organizador y ejecutor» de matanzas.
Y así, Preston censura «la absurda y continua negación [por
parte de Carrillo] de estar al corriente», cuando «hay
pruebas de peso que, aparte de ser confirmadas parcialmente por
algunas de sus propias declaraciones, dejan claro que estuvo
totalmente involucrado».
Es más, recuerda Preston que en 1937 el ministro de
Justicia con Juan Negrín, el peneuvista Manuel Irujo, hizo una
investigación sobre Carrillo por esos crímenes, que
los servicios de seguridad del PCE quemaron antes de terminar la
guerra, por lo que esos comprometedores papeles han
desaparecido.
Aunque el mayor especialista sobre las matanzas de Paracuellos, José
Manuel Ezpeleta, tiene perfectamente censados (nombre,
apellidos, fecha de ingreso en prisión, cárcel de donde
salieron, testigos de su ejecución, etc.) 4.150
fusilados y estima la cifra real muy superior (véase el
artículo de Martín Rubio antes citado), Preston reduce el
número a «entre 2.200 y 2.500».
En cualquier caso, al menos 237 de ellos fueron
sacerdotes y religiosos, varios de los cuales ya han
sido elevados a los altares.
La evolución política en las dos zonas en la Guerra de España de 1936