La Guerra de España de 1936.....La II República en España (1931-1936) ..Todos los temas y "fuentes" de Historia de España para la Selectividad en Navarra 2024...Todos los temas de Historia de España..HISTORIA UNIVERSAL......INDEX
La UMRA
De la fusión de la Unión Militar Antifascista, de iniciativa comunista, y la Unión Militar Republicana, de iniciativa socialista, surgió la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA) en 1934. Su manifiesto fundacional redactado por el teniente coronel Ernesto Carratalá fue dirigido "a todos los compañeros antifascistas, sin distinción de ideas políticas", y dice que "cada militar, cualquiera que sea el partido al que pertenezca, debe trabajar en el seno de una organización militar, como defensor de la República en peligro, contra el fascismo amenazante"
Alfredo Semprún, La memoria oculta del PSOE en la Guerra Civil (LibrosLibres, 2006):
Alfredo Semprún detalla como los militares socialistas de la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista), los mismos que habían organizado el asesinato del diputado José Calvo Sotelo, comienzan a ocupar los puestos clave en los ministerios de Guerra, Gobernación y Marina, no ven en el golpe militar un problema sino una oportunidad. Una situación truncada por el afán de protagonismo de los diferentes sectores del PSOE, que aprovechando el caos y la crisis que provoca el levantamiento militar en un Gabinete de Gobierno débil e incapaz, no son capaces de llevar a cabo el fin último del PSOE del momento: implantar en España el estado marxista.
El asesinato del diputado de la minoría monárquica José Calvo Sotelo, en la madrugada del 13 de julio había sido organizado por elementos socialistas de la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista), y objetivamente tenía como finalidad provocar la sublevación en marcha, a la que se consideraba, con mucho fundamento, en condiciones precarias de organización.
El teniente coronel Ernesto Carratalá, militante socialista, colaborador de Indalecio Prieto, masón y miembro de la UMRA fue el que redactó el manifiesto fundacional de esta organización.
Los militares afiliados a la UMRA, que se contaban por varios millares aunque muchos de ellos en situación de reserva o retiro, habían hecho su propia planificación para cuando «llegara lo que tenía que llegar». Y una vez puesto en marcha el mecanismo «acción, reacción, acción», no dudaron un momento y actuaron con decisión. Allí donde eran fuertes y tenían suficientes apoyos, triunfaron; donde eran débiles, fracasaron. Pero las consecuencias para la República fueron trágicas y, de hecho, supuso la liquidación del régimen establecido. Otra cuestión es que este objetivo también estuviera en sus planes. Para un amplio sector de la izquierda, la República había dado de sí todo lo que podía y, ahora, tocaba la Revolución.
Pero una vez abierta la caja de Pandora, la tempestad se volvería incontrolable. El Frente Popular, salvo en su determinación de acabar con las derechas católicas, estaba profundamente escindido.
En una de esas ironías tan frecuentes de la historia, la UMRA había hecho más por la unidad de sus enemigos que todas las admoniciones de los prohombres de la derecha. El asesinato de Calvo Sotelo fue la amalgama donde se fundió la media España que no tenía más aspiraciones que el respeto al orden público, la propiedad individual, la libertad religiosa y la unidad de la patria. Convirtió el golpe militar en un movimiento y, sobre todo, despejó las dudas de muchos comprometidos que, como Francisco Franco, creían que era mejor esperar a tenerlo todo más organizado.No se trató de un crimen de Estado; es decir, ejecutado por orden del gobierno, sino de una rebelión de los militares socialistas, los «pretorianos» del partido, que actuaron al margen de un gobierno que, ciertamente, ya era incapaz de controlar a sus fuerzas de Orden Público. Segundo, aunque los comunistas intentaban en aquellos momentos, julio del 37, reconducir la revolución para acaparar el poder, su papel en el estallido de los acontecimientos fue muy secundario, en especial si lo comparamos con el representado por el PSOE. Respecto al Ejército, este estaba dividido en dos bandos. Unos militares «se lanzaron a la salvación de España»; y, otros, varios miles, pues no.
Los testimonios sobre el protagonismo que tomó la UMRA, organización «clandestina» socialista, trufada de militares adheridos a la masonería, en los prolegómenos del golpe y el desarrollo de la contrainsurgencia son lo suficientemente explícitos y numerosos como para desmentir de una vez por todas la existencia de un «movimiento revolucionario espontáneo». Otra cuestión es que los acontecimientos acabaran por desbordarlos.
Tras la sublevación del Ejército de África, en la tarde del 17 de julio, los jefes de la UMRA, con el teniente coronel Hernández Sarabia a la cabeza, tomaron literalmente el Ministerio de Guerra y llevaron a cabo su pequeña revolución militar.El mismo día 18 de julio, por la mañana, se reintegraba al servicio activo el teniente coronel Hernández Saravia, uno de los jefes de la UMRA, estrechamente relacionado con Largo Caballero. De inmediato, como cuenta Ramón Salas, se hizo el amo del Ministerio, hasta el punto de que llegó a actuar simultáneamente de ministro y de jefe del Estado Mayor. Sus «indicaciones» eran asumidas como órdenes hasta por generales como Manuel de la Cruz Boullosa, efímero subsecretario.
Lo mismo reza para las fuerzas de Seguridad, aunque estas habían quedado prácticamente bajo obediencia socialista desde la noche del asesinato de Calvo Sotelo. Esta, y no otra, fue la causa directa de la dimisión del presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga. El político gallego, miembro de la masonería, descubrió pronto que existía una organización paralela que dominaba los centros neurálgicos del poder: Guerra, Marina, Comunicaciones y Gobernación. Tuvo un acceso de furia, seguido de una depresión y, por fin, dimitió. Ya sabemos que se echó a dormir, mientras Azaña y Martínez Barrio se enfrentaban a socialistas, anarquistas, comunistas y, por supuesto, a los sublevados para intentar parar la tragedia. [Se suele repetir que cuando le fueron a avisar de que los militares de África se iban a levantar, él respondió que si ellos se iban a levantar, él se iba a acostar; pero la realidad es que las noticias del alzamiento desencadenaron en Casares una febril actividad sobreincrementada hasta el paroxismo por la tensión de la lucha con los demás dirigentes de los diversos sectores del Frente Popular para tratar de conseguir simultáneamente contrarrestar la sublevación y no dejar que la revolución se le fuera de las manos, si permitía la entrega de armas a las diversas facciones del Frente Popular, todas las cuales actuaban diciendo que eran el Pueblo y exigiendo la "entrega de armas al Pueblo", es decir, a ellos mismos. Y que cuando Casares se vio incapaz ya de seguir manteniendo esa lucha contra esos otros sectores del Frente Popular, dimitió, se relajó y se metió en un despacho remoto de los innumerables que había en el inmenso edificio del Ministerio de la Guerra, del que también era titular, y se echó a dormir en un sofá, donde fue encontrado después de la denodada búsqueda que se emprendió tras considerarlo desaparecido].
Julián Zugazagoitia era director de El Socialista y en aquellos momentos amigo incondicional de Indalecio Prieto.
Luis Araquistain, consejero áulico de Largo Caballero, era director del semanario de la UGT Claridad y adversario sin contemplaciones de Indalecio Prieto.
La maniobra de Araquistain consistió en «empujar» a Azaña hacia la presidencia de la República y cuando este (como era de esperar) pensó en Prieto para sustituirle a la cabeza del gobierno, se encontró con un veto absoluto [a Prieto] de su propio partido, el Socialista. «Así los inutilizamos a los dos».