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La Unción de los enfermos
Antes era denominado Extremaunción y desde el
Concilio, Unción de los enfermos.
Es un sacramento de vivos, o sea que hay que recibirlo en gracia.
Aunque si uno está inconsciente se le concede recibirlo, igual
que la absolución, porque la Iglesia suple la acción de
confesar los pecados, dando por supuesto que si no estuviera
impedido, el enfermo se confesaría. Y se le perdonan todos sus
pecados, mortales y veniales. Pero si no se muere entonces, se
tiene que confesar de sus pecados mortales, en caso de volver a
estar consciente.
La Unción de los enfermos, además de perdonar los pecados y
aumentar la gracia santificante, da la gracia especial de
soportar la enfermedad y la muerte, de la conformidad con la
voluntad de Dios, de proteger de lo que el trance de la muerte
puede traer de angustia, miedo, oscuridad, debilidad mental, etc.;
y del aprovechamiento de todo ello que puede intentar el demonio
para hacer ver nada más que negrura, y poner otras tentaciones.
Fortalece el alma.
Y da a veces la salud corporal, la curación física.
No está en la lista de actos con los que se consigue indulgencia
plenaria. Pero sirve para reparar los pecados. Quizá del todo,
porque la misericordia de Dios va mucho más allá que lo que hay
en esa lista. Además, cuando uno se va a morir debe recibir,
además de los sacramentos, la bendición apostólica del Papa,
que debe impartirle el sacerdote, y que lleva consigo indulgencia
plenaria.