Juramento antimodernista de 1910 ...Sacrorum antistitum de 1910 . Profesión de fe del Vaticano I y de Trento prescrita por Pío IX en 1877....PASCENDI ....ENCÍCLICAS.....Textos 2022 ....Textos 2021....Textos . INDEX....
Lamentabili sane exitu
Decreto Lamentabili sane exitu del Santo Oficio, aprobado por el Papa Pío X el 3 de julio de 1907, con una lista de los errores del modernismo condenados por la Iglesia
AUTORIDAD DOCTRINAL Y DISCIPLINAR DE LA
IGLESIA
1. La ley eclesiástica, que prescribe someter a la previa
censura los libros referentes a las divinas Escrituras, no se
extiende a los que cultivan la crítica o exégesis científica
de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento.
2. La interpretación de los Libros Sagrados hecha por la Iglesia
no es ciertamente despreciable, pero está sometida al más
exacto juicio y corrección de los exegetas.
3. De los juicios y censuras eclesiásticas contra la exégesis
libre y más elevada, puede colegirse que la fe propuesta por la
Iglesia contradice a la historia, y que los dogmas católicos no
pueden realmente conciliarse con los más verídicos orígenes de
la religión cristiana.
4. El magisterio de la Iglesia no puede determinar el sentido
genuino de las Sagradas Escrituras, ni siquiera por medio de
definiciones dogmáticas.
5. Como en el depósito de la fe se contienen solamente las
verdades reveladas, bajo ningún concepto corresponde a la
Iglesia juzgar sobre las afirmaciones de las ciencias humanas.
6. En la definición de las verdades, la Iglesia discente y la
docente colaboran de tal modo que a la Iglesia docente no le
corresponde sino sancionar las opiniones comunes de la discente.
7. La Iglesia, al proscribir errores, no puede exigir de los
fieles que acepten, con un sentimiento interno, los juicios por
ella pronunciados.
SAGRADA ESCRITURA
8. Hay que juzgar inmunes de toda culpa a quienes no estiman en
nada las condenaciones promulgadas por la Sagrada Congregación
del Indice y demás Sagradas Congregaciones Romanas.
9. Los que creen que Dios es verdaderamente autor de la Sagrada
Escritura dan prueba de una simplicidad o ignorancia excesivas.
10. La inspiración de los libros del Antiguo Testamento consiste
en que los escritores israelitas transmitieron las doctrinas
religiosas bajo un aspecto peculiar poco conocido o ignorado por
los paganos.
11. La inspiración divina no se extiende a toda la Sagrada
Escritura de tal modo que preserve de todo error a todas y cada
una de sus partes.
12. El exégeta, si quiere dedicarse con provecho a los estudios
bíblicos, debe apartar, ante todo, cualquiera preconcebida
opinión sobre el origen sobrenatural de la Sagrada Escritura e
interpretarla no de otro modo que los demás documentos puramente
humanos.
13. Fueron los mismos evangelistas y los cristianos de la segunda
y tercera generación quienes elaboraron artificiosamente las
parábolas del Evangelio; y así explicaron los exiguos frutos de
la predicación de Cristo entre los judíos.
14. En muchas narraciones, los Evangelistas contaron no tanto lo
que es verdad, cuanto lo que juzgaron más provechoso para sus
lectores, aunque fuera falso.
15. Los Evangelios fueron aumentados con continuas adiciones y
correcciones hasta que se llegó a un canon definitivo y
constituido; en ellos, por ende, no quedó sino un tenue e
incierto vestigio de la doctrina de Cristo.
16. Las narraciones de San Juan no son propiamente
historia, sino una contemplación mística del Evangelio;
los discursos contenidos en su Evangelio son meditaciones
teológicas sobre el misterio de la salvación, destituidas
de verdad histórica.
17. El cuarto Evangelio exageró los milagros,
no sólo para que apareciesen más extraordinarios, sino también
para que resultasen más a propósito a fin de simbolizar
la obra y la gloria del Verbo Encarnado.
18. Juan ciertamente reivindica para sí el carácter de testigo
de Cristo; pero en realidad no es sino testigo de la vida
cristiana, o de la vida de Cristo en la Iglesia, al
terminar el primer siglo.
19. Los exegetas heterodoxos han interpretado el verdadero
sentido de las Escrituras con más fidelidad que los exegetas
católicos.
REVELACIÓN Y DOGMA
20. La revelación no pudo ser otra cosa que la conciencia
adquirida por el hombre de su relación para con Dios.
21. La revelación, que constituye el objeto de la fe católica,
no quedó completa con los Apóstoles.
22. Los dogmas que la Iglesia presenta como revelados no son
verdades descendidas del Cielo, sino una cierta interpretación
de hechos religiosos que la inteligencia humana ha logrado
mediante un laborioso esfuerzo.
23. Entre los hechos que narra la Sagrada Escritura y los dogmas
de la Iglesia que se fundan en aquéllos puede existir y de hecho
existe tal oposición que el crítico puede rechazar como falsos
los hechos que la Iglesia cree muy verdaderos y ciertos.
24. No se ha de condenar al exegeta que sienta premisas, de las
cuales se sigue que los dogmas son históricamente falsos o
dudosos, con tal que directamente no niegue los dogmas mismos.
25. El asentimiento de la fe se funda, en último término, en
una suma de probabilidades.
26. Los dogmas de la fe se han de retener solamente
según el sentido práctico, esto es, como norma preceptiva del
obrar, pero no como norma del creer.
JESUCRISTO
27. La divinidad de Jesucristo no se prueba por los Evangelios;
sino que es un dogma que la conciencia cristiana derivó
de la noción del Mesías.
28. Jesús, cuando ejercía su ministerio, no hablaba con el fin
de enseñar que El era el Mesías, ni sus milagros tendían a
demostrarlo.
29. Puede concederse que el Cristo, que presenta la
historia, es muy inferior al Cristo que es objeto de la
fe.
30. En todos los textos evangélicos el nombre de Hijo de Dios
equivale solamente al nombre de Mesías; pero de ningún modo
significa que Cristo sea verdadero y natural Hijo de Dios.
31. La doctrina sobre Cristo, que nos enseñan Pablo, Juan y los
Concilios de Nicea, de Éfeso y Calcedonia, no es la que Jesús
enseñó, sino la que sobre Jesús concibió la
conciencia cristiana.
32. El sentido natural de los textos evangélicos es
inconciliable con lo que nuestros teólogos enseñan sobre la
conciencia y ciencia infalible de Jesucristo.
33. Para todo el que no se guía por opiniones preconcebidas es
evidente que o Jesús enseña un error al hablar sobre el
próximo advenimiento del Mesías, o que la mayor parte de su
doctrina, contenida en los Evangelios sinópticos, carece de
autenticidad.
34. El crítico no puede atribuir a Cristo ciencia ilimitada,
sino en una hipótesis inconcebible históricamente y que repugna
con el sentido moral, a saber: que Cristo, como hombre, tenía la
ciencia de Dios y que, sin embargo, no quiso comunicar ni a sus
discípulos ni a la posteridad el conocimiento de tantas cosas.
35. Cristo no siempre tuvo conciencia de su dignidad
mesiánica.
36. La resurrección del Salvador no es propiamente un
hecho de orden histórico, sino un hecho de orden
puramente sobrenatural, ni demostrado ni demostrable, que la
conciencia cristiana derivó poco a poco de otros hechos.
37. La fe en la resurrección de Cristo, en su origen, se
refería no tanto al hecho mismo de la resurrección cuanto a la
vida inmortal de Cristo junto a Dios.
38. La doctrina de la muerte expiatoria de Cristo
no es evangélica, sino solamente paulina.
SACRAMENTOS
39. Las opiniones sobre el origen de los sacramentos, en que
estaban imbuidos los Padres de Trento y que influyeron sin duda
en sus cánones dogmáticos, están muy alejadas de las que con
razón dominan ahora entre los historiadores del cristianismo.
40. Los sacramentos tuvieron su origen en la interpretación que
los Apóstoles y sus sucesores, aleccionados y movidos por
circunstancias y acontecimientos, dieron a una cierta idea e
intención de Cristo.
41. Los sacramentos no tienen otra finalidad que recordar al
espíritu del hombre la presencia siempre benéfica del Creador.
42. La comunidad cristiana introdujo la necesidad del bautismo,
al adoptarlo como un rito necesario y ligarle las obligaciones de
la profesión cristiana.
43. La práctica de conferir el bautismo a los niños fue una
evolución disciplinar, siendo una de las causas por que este
sacramento se dividió en dos, a saber: Bautismo y Penitencia.
44. Nada prueba que el rito del sacramento de la Confirmación
fuera empleado por los Apóstoles; y la distinción formal de los
dos sacramentos, Bautismo y Confirmación, no pertenece a la
historia del cristianismo primitivo.
45. No todo lo que narra Pablo sobre la institución de la
Eucaristía (1 Cor. 11, 23-25), se ha de entender históricamente.
46. En la Iglesia primitiva no existió la idea sobre el pecador
cristiano reconciliado por la autoridad de la Iglesia; ésta no
se habituó sino muy lentamente a semejante concepto; es más,
aun después de ser reconocida como una institución de la
Iglesia, no se llamaba sacramento, porque se la consideraba como
un sacramento infamante.
47. Las palabras del Señor: Recibid el Espíritu Santo; a los
que perdonareis los pecados les son perdonados, y a los que se
los retuviereis les son retenidos (Juan, 20, 22. 23), de ningún
modo se refieren al sacramento de la Penitencia, aunque así les
plugo afirmarlo a los Padres de Trento.
48. Santiago, en su carta (5, 14. 15) no intentó promulgar
sacramento alguno de Cristo, sino recomendar una práctica
piadosa; y si en esta práctica ve tal vez un medio de gracia, no
lo entiende con el rigor con que lo tomaron los teólogos que
establecieron la noción y el número de los sacramentos.
49. Al tomar la cena cristiana poco a poco el carácter de una
acción litúrgica, los que acostumbraban presidir la cena
adquirieron carácter sacerdotal.
50. Los ancianos, a quienes, en las asambleas cristianas,
correspondía el oficio de vigilar, fueron instituidos por los
Apóstoles como presbíteros u obispos para atender a la
organización necesaria de las crecientes comunidades, pero no
propiamente para perpetuar la misión y potestad apostólica.
51. El matrimonio no pudo convertirse en sacramento de la Nueva
Ley, en la Iglesia, hasta muy tarde, pues para que el matrimonio
fuese tenido como sacramento, era necesario que la doctrina
teológica sobre la gracia y los sacramentos alcanzase su pleno
desarrollo.
IGLESIA
52. Ajeno fue a la mente de Cristo constituir la Iglesia como
sociedad destinada, sobre la tierra, a durar por una larga serie
de siglos; antes bien, en la mente de Cristo, el fin del mundo y
el reino del Cielo estaban ya para llegar.
53. La constitución orgánica de la Iglesia no es inmutable;
antes bien, la sociedad cristiana, lo mismo que la sociedad
humana, está sometida a una perpetua evolución.
54. Los dogmas, los sacramentos y la jerarquía, tanto en su
noción como en su realidad, no son sino interpretaciones y
evoluciones de la inteligencia cristiana, que desarrollaron y
perfeccionaron, con aumentos exteriores, el pequeño germen
oculto en el Evangelio.
55. Simón Pedro ni siquiera sospechó jamás que Cristo le
hubiese encomendado el primado en la Iglesia.
56. La Iglesia romana llegó a ser la cabeza de todas las
Iglesias, no por ordenación de la divina Providencia, sino por circunstancias
meramente políticas.
57. La Iglesia se muestra enemiga del progreso
de las ciencias naturales y teológicas.
58. La verdad no es más inmutable que el hombre mismo, puesto
que evoluciona con él, en él y por él.
59. Cristo no enseñó un determinado cuerpo de doctrina,
aplicable a todos los tiempos y a todos los hombres; más bien
inició un cierto movimiento religioso adaptado o que pueda
adaptarse a los diversos tiempos y lugares.
60. La doctrina cristiana, en su principio, fue judaica; pero por
sucesivas evoluciones se hizo primero paulina, luego juanea, y
finalmente helénica y universal.
61. Se puede decir sin paradoja que ningún capítulo de la
Escritura, desde el primero del Génesis hasta el último del
Apocalipsis, contiene doctrina totalmente idéntica a la que
enseña la Iglesia sobre el mismo punto; y, por ende, ningún
capítulo de la Escritura tiene el mismo sentido para el crítico
que para el teólogo.
62. Los principales artículos del Símbolo de los Apóstoles no
tenían para los cristianos de los primeros tiempos la misma
significación que tienen para los cristianos de nuestro tiempo.
63. La Iglesia se muestra incapaz de defender eficazmente la
moral evangélica, porque obstinadamente se apega a doctrinas
inmutables que no pueden conciliarse con el progreso moderno.
EVOLUCIONISMO
64. El progreso de las ciencias exige que se reformen los
conceptos de la doctrina cristiana sobre Dios, sobre la creación,
sobre la revelación, sobre la persona del Verbo Encarnado y
sobre la Redención.
65. El catolicismo actual no puede conciliarse con la verdadera
ciencia, si no se transforma en un cristianismo no
dogmático, es decir, en protestantismo amplio y liberal.
Decreto Lamentabili sane exitu del
Santo Oficio, aprobado por el Papa Pío X el 3 de julio de 1907,
con una lista de los errores del modernismo condenados por la
Iglesia