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Evangelio según san Mateo 15 a 19 CEE

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/nuevo-testamento-mateo/

Evangelio según san Mateo 1 a 7 CEE

Evangelio según san Mateo 8 a 14 CEE

Evangelio según san Mateo 20 a 24 CEE

Evangelio según san Mateo 25 a 28 CEE

15

1 Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén y le preguntaron:

2 «¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer?».

3 Él les respondió: «¿Por qué quebrantáis vosotros el mandato de Dios en nombre de vuestra tradición?

4 Pues Dios dijo: “Honra al padre y a la madre” y “El que maldiga al padre o a la madre es reo de muerte”.

5 Pero vosotros decís: “Si uno dice al padre o a la madre: ‘Los bienes con que podría ayudarte son ofrenda sagrada’,

6 ya no tiene que honrar a su padre o a su madre”. Y así invalidáis el mandato de Dios en nombre de vuestra tradición

7 Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, diciendo:

8 “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

9 El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”».

10 Y, llamando a la gente, les dijo: «Escuchad y entended:

11 no mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre».

12 Se acercaron los discípulos y le dijeron: «¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte?».

13 Respondió él: «La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz.

14 Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo».

15 Pedro le dijo: «Explícanos esta parábola».

16 Él les dijo: «¿También vosotros seguís sin entender?

17 ¿No comprendéis que todo lo que entra por la boca pasa al vientre y se expulsa en la letrina?,

18 pero lo que sale de la boca brota del corazón; y esto es lo que hace impuro al hombre,

19 porque del corazón salen pensamientos perversos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias.

20 Estas cosas son las que hacen impuro al hombre. Pero el comer sin lavarse las manos no hace impuro al hombre».

21 Jesús salió y se retiró a la región de Tiro y Sidón.

22 Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».

23 Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando».

24 Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».

25 Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame».

26 Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».

27 Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».

28 Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.

29 Desde allí Jesús se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.

30 Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies y él los curaba.

31 La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.

32 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».

33 Los discípulos le dijeron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».

34 Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos contestaron: «Siete y algunos peces».

35 Él mandó a la gente que se sentara en el suelo.

36 Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.

37 Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

38 Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.

39 Despidió a la multitud, montó en la barca y se dirigió a la región de Magadán.

16

1 Se le acercaron los fariseos y saduceos y, para ponerlo a prueba, le pidieron que les mostrase un signo del cielo.

2 Les contestó: «Al atardecer decís: “Va a hacer buen tiempo, porque el cielo está rojo”.

3 Y a la mañana: “Hoy lloverá, porque el cielo está rojo oscuro”. ¿Sabéis distinguir el aspecto del cielo y no sois capaces de distinguir los signos de los tiempos?

4 Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el de Jonás». Y dejándolos se marchó.

5 Al pasar a la otra orilla, a los discípulos se les había olvidado tomar pan.

6 Jesús les dijo: «Estad atentos y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos».

7 Discutían entre ellos diciendo: «Es porque no hemos cogido panes».

8 Dándose cuenta Jesús dijo: «¡Gente de poca fe!, ¿por qué andáis discutiendo entre vosotros que no tenéis panes?

9 ¿Aún no entendéis? ¿No os acordáis de los cinco panes para los cinco mil?, ¿cuántos cestos sobraron?

10 ¿Ni de los siete panes para los cuatro mil?, ¿cuántas canastas sobraron?

11 ¿Cómo no comprendéis que no me refería a los panes? Guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos».

12 Entonces comprendieron que no hablaba de guardarse de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos.

13 Al llegar a la región de Cesarea de Fi lipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

14 Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautist a, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

15 Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

16 Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

17 Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

18 Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

19 Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

20 Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

22 Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

23 Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

2 4 Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

25 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.

26 ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

27 Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

28 En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino».

17

1 Seis días más tarde, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto.

2 Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

3 De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

4 Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

5 Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».

6 Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.

7 Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis».

8 Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.

9 Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

10 Los discípulos le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».

11 Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo.

12 Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».

13 Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

14 Cuando volvieron adonde estaba la gente, se acercó a Jesús un hombre que, de rodillas,

15 le dijo: «Señor, ten compasión de mi hijo que es lunático y sufre mucho: muchas veces se cae en el fuego o en el agua.

16 Se lo he traído a tus discípulos y no han sido capaces de curarlo».

17 Jesús tomó la palabra y dijo: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros, hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo».

18 Jesús increpó al demonio y salió; en aquel momento se curó el niño.

19 Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?».

20 Les contestó: «Por vuestra poca fe. En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible».

21 [«Esta clase (de demonios) solo se expulsa con la oración y el ayuno»]

22 Mientras recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres,

23 lo matarán, pero resucitará al tercer día». Ellos se pusieron muy tristes.

24 Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?».

25 Contestó: «Sí». Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?».

26 Contestó: «A los extraños». Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos.

27 Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti».

18

1 En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?».

2 Él llamó a un niño, lo puso en medio

3 y dijo: «En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

4 Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos.

5 El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí.

6 Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar.

7 ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!

8 Si tu mano o tu pie te induce a pecar, córtatelo y arrójalo de ti. Más te vale entrar en la vida manco o cojo que con las dos manos o los dos pies ser arrojado al fuego eterno.

9 Y si tu ojo te induce a pecar, sácalo y arrójalo de ti. Más te vale entrar en la vida con un solo ojo que con los dos ser arrojado a la gehenna del fuego.

10 Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial.

11 [Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.]

12 ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida?

13 Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

14 Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños.

15 Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

16 Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.

17 Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.

18 En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos.

19 Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos.

20 Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

21 Acercándose Pedro a Jesús le preguntó: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».

22 Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

23 Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados.

24 Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos.

25 Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

26 El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.

27 Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.

28 Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: “Págame lo que me debes”.

29 El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.

30 Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

31 Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.

32 Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste.

33 ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.

34 Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

35 Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

19

1 Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

2 Lo seguía una gran multitud y él los curaba allí.

3 Se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?».

4 Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer,

5 y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”?

6 De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

7 Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de divorcio y repudiarla?».

8 Él les contestó: «Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así.

9 Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— y se casa con otra, comete adulterio».

10 Los discípulos le replicaron: «Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse».

11 Pero él les dijo: «No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don.

12 Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, entienda».

13 Entonces le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban.

14 Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos».

15 Les impuso las manos y se marchó de allí.

16 Se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?».

17 Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos».

18 Él le preguntó: «¿Cuáles?». Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,

19 honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo».

20 El joven le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?».

21 Jesús le contestó: «Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego ven y sígueme».

22 Al oír esto, el joven se fue triste, porque era muy rico.

23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.

24 Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos».

25 Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?».

26 Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo».

27 Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?».

28 Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

29 Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.

30 Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros.

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