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Evangelio según san Mateo 1 a 7

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/nuevo-testamento-mateo/

Evangelio según san Mateo 8 a 14 CEE

Evangelio según san Mateo 15 a 19 CEE

Evangelio según san Mateo 20 a 24 CEE

Evangelio según san Mateo 25 a 28 CEE

1

1 Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. 

2 Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos.

3 Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zará, Fares engendró a Esrón, Esrón engendró a Arán,

4 Arán engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón,

5 Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé,

6 Jesé engendró a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón,

7 Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf,

8 Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías,

9 Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías,

10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías;

11Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.

12 Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel,

13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor,

14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud,

15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob;

16 y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

17 Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce.

18 La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

19 José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado.

20 Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. 

21 Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

22 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:

23 «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa Dios-con-nosotros».

24 Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

25 Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús.

2

1Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén

2preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

3Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él;

4convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.

5 Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:

6 "Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”».

7 Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella,

8 y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».

9 Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

10 Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.

11 Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

12 Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

13 Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».

14 José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto

15 y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

16 Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos.

17 Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:

18 «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».

19 Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto

20 y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».

21Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel.

22 Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea

23 y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.

3

1 Por aquellos días, Juan el Bautista se presenta en el desierto de Judea, predicando:

2 «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

3 Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: | Preparad el camino del Señor, | allanad sus senderos».

4 Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

5 Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán;

6 confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

7 Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?

8 Dad el fruto que pide la conversión.

9 Y no os hagáis ilusiones, pensando: Tenemos por padre a Abrahán, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.

10 Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego.

11 Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

12 Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

13 Por entonces viene Jesús desde Galilea al Jordán y se presenta a Juan para que lo bautice.

14 Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».

15 Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia». Entonces Juan se lo permitió.

16 Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él.

17 Y vino una voz de los cielos que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».

4

1 Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo.

2 Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.

3 El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».

4 Pero él le contestó: «Está escrito: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

5 Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo

6 y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».

7 Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios».

8 De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria,

9 y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras».

10 Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto».

11 Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.

12 Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea.

13 Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí,

14 para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:

15 «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles.

16 El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».

17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

18 Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.

19 Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».

20 Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

21 Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y les llamó.

22 Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

23 Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

24 Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curó.

25 Y lo seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.

5

1 Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos;

2 y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:

3 «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

4 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

11 Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.

12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

13 Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

14 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

15 Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

16 Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.

17 No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

18 En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

19 El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. 

20 Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

21 Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.

22 Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego.

23 Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti,

24 deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

25 Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel.

26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. 

29 Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la gehenna.

30 Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la gehenna.

31 Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”.

32 Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.

33 También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.

34 Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios;

35 ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey.

36 Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello.

37 Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

38 Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”.

39 Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra;

40 al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto;

41 a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos;

42 a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no le rehúyas.

43 Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.

44 Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen,

45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

46 Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?

47 Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?

48 Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.

6

1 Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

2 Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

3 Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;

4 así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

5 Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

6 Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

7 Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.

8 No seáis como ellos, pues vuestro Padre

9 Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, | santificado sea tu nombre,

10 venga a nosotros tu reino, | hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,

11 danos hoy nuestro pan de cada día,

12 perdona nuestras ofensas, | como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,

13 no nos dejes caer en la tentación, | y líbranos del mal”.

14 orque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial,

15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

16 Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara,

18 para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.

19 No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen

20Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban.

21Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.

22La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz;

23 pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!

24 Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

25 Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?

26 Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?

27 ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

28 ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan.

29 Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos.

30 Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?

31 No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir.

32 Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.

33 Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura.

34 Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia.

7

1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.

2 Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros.

3 ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?

4 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo?

5 Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.

6 No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.

8 porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

9 Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?;

10 y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente?

11 Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!

12 Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas.

13 Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.

14 ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.

15 Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?

17 Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos.

18 Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos.

19 El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego.

20 Es decir, que por sus frutos los conoceréis.

21 No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

22 Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”.

23 Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.

24 El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca.

25 Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

26 El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena.

27 Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».

28 Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza,

29 porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas.

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