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Evangelio según san Mateo 20 a 24 CEE

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/nuevo-testamento-mateo/

Evangelio según san Mateo 1 a 7 CEE

Evangelio según san Mateo 8 a 14 CEE

Evangelio según san Mateo 15 a 19 CEE

Evangelio según san Mateo 25 a 28 CEE

20

1 Pues el reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña.

 

2 Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

3 Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo

4 y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”.

5 Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.

6 Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.

7 Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”.

8 Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”.

9 Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

10 Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.

11 Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo:

12 “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.

13 Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario?

14 Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti.

15 ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.

16 Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

17 Mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino

18 «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte

19 y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».

20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.

21 Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».

22 Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos».

23 Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».

24 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos.

25 Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen.

26 No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor,

27 y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.

28 Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

29 Y al salir de Jericó le siguió una gran muchedumbre.

30 Dos ciegos que estaban sentados al borde del camino oyeron que Jesús pasaba y se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!».

31 La muchedumbre los increpó para que se callaran, pero ellos gritaban más fuerte: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!».

32 Entonces Jesús se detuvo, los llamó y les dijo: «¿Qué queréis que os haga?».

33 Le respondieron: «Señor, que se abran nuestros ojos».

34 Compadecido, Jesús les tocó los ojos, y al punto recobraron la vista y lo siguieron.

21

1 Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de los Olivos, envió a dos discípulos

2 diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, los desatáis y me los traéis.

3 Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto».

4 Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta:

5 «Decid a la hija de Sión: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica, en un pollino, hijo de acémila”».

6 Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús:

7 trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó.

8 La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada.

9 Y la gente que iba delante y detrás gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!».

10 Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando: «¿Quién es este?».

11 La multitud contestaba: «Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea».

12 Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas.

13 Y les dijo: «Está escrito: “Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos”».

14 Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los curó.

15 Pero los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el templo «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron

16 y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen estos?». Y Jesús les respondió: «Sí; ¿no habéis leído nunca: “De la boca de los pequeñuelos y de los niños de pecho sacaré una alabanza”?».

17 Y dejándolos salió de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche.

18 De mañana, camino de la ciudad, tuvo hambre.

19 Viendo una higuera junto al camino se acercó, pero no encontró en ella nada más que hojas y le dijo: «¡Que nunca jamás brote fruto de ti!». E inmediatamente se secó la higuera.

20 Al verlo los discípulos se admiraron y decían: «¿Cómo es que la higuera se ha secado de repente?».

21 Jesús les dijo: «En verdad os digo que si tuvierais fe y no vacilaseis, no solo haríais lo de la higuera, sino que diríais a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y así se realizaría.

22 Todo lo que pidáis orando con fe, lo recibiréis».

23 Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».

24 Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto.

25 El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?». Ellos se pusieron a deliberar: «Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?”.

26 Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».

27 Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Él, por su parte, les dijo: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto

28 ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”.

29 Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue.

30 Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.

31 ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios.

32 Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

33 Escuchad otra parábola: «Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.

34 Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían.

35 Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.

36 Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo.

37 Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”.

38 Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”.

39 Y agarrándole, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.

40 Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».

41 Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».

42 Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?

43 Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

44 Y el que cayere sobre esta piedra se destrozará, y a aquel sobre quien cayere, lo aplastará».

45 Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.

46 Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que le tenía por profeta.

22

1 Volvió a hablarles Jesús en parábolas, diciendo:

2 «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo;

 3 mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir.

4 Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”.

5 Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios,

6 los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.

7 El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.

8 Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían.

9 Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”.

10 Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

11 Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta

12 y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca.

13 Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

14 Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

15 Entonces se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.

16 Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias.

17 Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?».

18 Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis?

19 Enseñadme la moneda del impuesto». Le presentaron un denario.

20 Él les preguntó: «¿De quién son esta imagen y esta inscripción?».

21 Le respondieron: «Del César». Entonces les replicó: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

22 Al oírlo se maravillaron y dejándolo se fueron.

23 En aquella ocasión se le acercaron unos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:

24 «Maestro, Moisés mandó que cuando uno muere sin hijos, su hermano se case con la viuda para dar descendencia a su hermano.

25 Pues bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero se casó, murió sin hijos y dejó su mujer a su hermano.

26 Lo mismo pasó con el segundo y con el tercero hasta el séptimo.

27 Después de todos murió la mujer.

28 Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque los siete han estado casados con ella».

29 Les contestó Jesús: «Estáis equivocados porque no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios.

30 Cuando resuciten, ni los hombres se casarán ni las mujeres tomarán esposo; serán como ángeles en el cielo.

31 Y a propósito de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os dice Dios:

32 “Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”? No es Dios de muertos, sino de vivos».

33 Al oírlo la gente se admiraba de su enseñanza.

34 Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar

35 y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerle a prueba:

36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».

37 Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.

38 Este mandamiento es el principal y primero.

39 El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

40 En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

41 Estando reunidos los fariseos, les propuso Jesús una cuestión:

42 «¿Qué pensáis acerca del Mesías? ¿De quién es hijo?». Le respondieron: «De David».

43 Él les dijo: «¿Cómo entonces David, movido por el Espíritu, le llama Señor diciendo:

44 “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies”?

45 Si David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?».

46 Y ninguno pudo responderle nada ni se atrevió nadie en adelante a plantearle más cuestiones.

23

1 Entonces Jesús habló a la gente y a sus discípulos,

2 diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos:

3 haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.

4 Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

5 Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto;

6 les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas;

7 que les hagan reverencias en las plazas y que la gente les llame rabbí.

8 Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

10 No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.

11 El primero entre vosotros será vuestro servidor.

12 El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

13 «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.

14 [¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones! Vuestra sentencia será por eso más severa.]

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros!

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”!

17 ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?

18 O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”.

19 ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda?

20 Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él;

21 quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él;

22 y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.

24 ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno!

26 ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre;

28 lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos,

30 diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”!

31 Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas.

32 ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!

33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio de la gehenna?

 34 Mirad, yo os envío profetas y sabios y escribas. A unos los mataréis y crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad.

35 Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar.

36 En verdad os digo, todas estas cosas caerán sobre esta generación».

37 «¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados, cuántas veces intenté reunir a tus hijos, como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas, y no habéis querido.

38 Pues bien, vuestra casa va a quedar desierta.

39 Os digo que a partir de ahora no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».

24

1 Cuando salió Jesús del templo y caminaba, se le acercaron sus discípulos, que le señalaron las edificaciones del templo,

2 y él les dijo: «¿Veis todo esto? En verdad os digo que será destruido sin que quede allí piedra sobre piedra».

3 Estaba sentado en el monte de los Olivos y se le acercaron los discípulos en privado y le dijeron: «¿Cuándo sucederán estas cosas y cuál será el signo de tu venida y del fin de los tiempos?».

 4 Jesús les respondió y dijo: «Estad atentos a que nadie os engañe,

5 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: “Yo soy el Mesías”, y engañarán a muchos.

6 Vais a oír hablar de guerras y noticias de guerra. Cuidado, no os alarméis, porque todo esto ha de suceder, pero todavía no es el final.

7 Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá hambre, epidemias y terremotos en diversos lugares;

8 todo esto será el comienzo de los dolores.

9 Os entregarán al suplicio y os matarán, y por mi causa os odiarán todos los pueblos.

10 Entonces muchos se escandalizarán y se traicionarán mutuamente, y se odiarán unos a otros.

11 Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente,

12 y, al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría;

13 pero el que persevere hasta el final se salvará.

14 Y se anunciará el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio para todas las gentes, y entonces vendrá el fin.

15 Cuando veáis la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el lugar santo (el que lee que entienda),

16 entonces los que vivan en Judea huyan a los montes,

17 el que esté en la azotea no baje a recoger nada en casa

18 y el que esté en el campo no vuelva a recoger el manto.

19 ¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días!

20 Orad para que la huida no suceda en invierno o en sábado.

21 Porque habrá una gran tribulación como jamás ha sucedido desde el principio del mundo hasta hoy, ni la volverá a haber.

22 Y si no se acortan aquellos días, nadie podrá salvarse. Pero en atención a los elegidos se abreviarán aquellos días.

 23 Y si alguno entonces os dice: “El Mesías está aquí o allí”, no le creáis,

 24 porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y harán signos y portentos para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos.

25 Os he prevenido.

26 Si os dicen: “Está en el desierto”, no salgáis; “En los aposentos”, no les creáis.

27 Pues como el relámpago aparece en el oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre.

28 Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres.

29 Inmediatamente después de la angustia de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán.

30 Entonces aparecerá en el cielo el signo del Hijo del hombre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria.

31 Enviará a sus ángeles con un gran toque de trompeta y reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de un extremo al otro del cielo.

32 Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca;

33 pues cuando veáis todas estas cosas, sabed que él está cerca, a la puerta.

34 En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda.

35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

36 En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles de los cielos ni el Hijo, sino solo el Padre.

37 Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.

38 En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca;

39 y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre:

40 dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán;

41 dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.

42 Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

43 Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

44 Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

45 ¿Quién es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la se la comida a sus horas?

46 Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar, lo encuentra portándose así.

47 En verdad os digo que le confiará la administración de todos sus bienes.

48 Pero si dijere aquel mal siervo para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”,

49 y empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos,

50 el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo

51 y le castigará con rigor y le hará compartir la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

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