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Evangelio según san Mateo 25 a 28 CEE

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/nuevo-testamento-mateo/

Evangelio según san Mateo 1 a 7 CEE

Evangelio según san Mateo 8 a 14 CEE

Evangelio según san Mateo 15 a 19 CEE

Evangelio según san Mateo 20 a 24 CEE

25

1 Entonces se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.

2 Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.

3 Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite;

4 en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.

5 El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

6 A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”.

7 Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.

8 Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.

9 Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”

10 Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.

11 Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”.

12 Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”.

13 Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

14 «Es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes:

15 a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.

16 El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco.

17 El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.

18 En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

19 Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.

20 Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.

21 Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.

22 Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”.

23 Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.

24 Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces,

25 tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.

26 El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo?

27 Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses.

28 Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez.

29 Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.

30 Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».

31 «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria

32 y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.

33 Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

34 Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

35 Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis,

36 estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.

37 Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?;

38 ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?;

39 ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.

40 Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.

41 Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

42 Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber,

43 fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.

44 Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.

45 Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.

46 estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

26

1 Cuando acabó Jesús todos estos discursos, dijo a sus discípulos:

2 «Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado».

3 Entonces se reunieron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en la casa del sumo sacerdote, llamado Caifás,

4 y se pusieron de acuerdo para prender a Jesús a traición y darle muerte.

5 Pero decían: «Durante la fiesta no, para que no se ocasione un tumulto entre el pueblo».

6 Hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso,

7 se le acercó una mujer llevando un frasco de alabastro con perfume muy caro y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la mesa.

8 Al verlo los discípulos se indignaron y dijeron: «¿A qué viene este derroche?

9 Esto se podía haber vendido muy caro y haber dado el producto a los pobres».

10 Dándose cuenta Jesús les dijo: «¿Por qué molestáis a la mujer? Ha hecho conmigo una obra buena.

11 Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre.

12 Al derramar el perfume sobre mi cuerpo, estaba preparando mi sepultura.

13 En verdad os digo que en cualquier parte del mundo donde se proclame este Evangelio se hablará también de lo que esta ha hecho, para memoria suya».

14 Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes

15 y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata.

16 Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

17 El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».

18 Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».

19 Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

20 Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.

21 Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».

22 Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?».

23 Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar.

24 El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

25 Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».

26 Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».

27 Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: «Bebed todos;

28 porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados.

29 Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre».

30 Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos.

31 Entonces Jesús les dijo: «Esta noche os vais a escandalizar todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño”.

32 Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».

33 Pedro replicó: «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».

34 Jesús le dijo: «En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces».

35 Pedro le replicó: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré». Y lo mismo decían los demás discípulos.

36 Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».

37 Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.

38 Entonces les dijo: «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».

39 Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».

40 Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: «¿No habéis podido velar una hora conmigo?

41 Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».

42 De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».

43 Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño.

44 Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras.

45 Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y les dijo: «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.

46 ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

47 Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.

48 El traidor les había dado esta contraseña: «Al que yo bese, ese es: prendedlo».

49 Después se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Maestro!». Y lo besó.

50 Pero Jesús le contestó: «Amigo, ¿a qué vienes?». Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron.

51 Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.

52 Jesús le dijo: «Envaina la espada: que todos los que empuñan espada, a espada morirán.

53 ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles.

54 ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?».

55 Entonces dijo Jesús a la gente: «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis.

56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas». En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

57 Los que prendieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.

58 Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello.

59 Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarle a muerte

60 y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos 

61 que declararon: «Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».

62 El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?».

63 Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».

64 Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo».

65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo: «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.

66 ¿Qué decidís?». Y ellos contestaron: «Es reo de muerte».

67 Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros le golpearon

68 diciendo: «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».

69 Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo».

70 Él lo negó delante de todos diciendo: «No sé qué quieres decir».

71 Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazareno».

72 Otra vez negó él con juramento: «No conozco a ese hombre».

73 Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te delata».

74 Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo: «No conozco a ese hombre». Y enseguida cantó un gallo.

75 Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y saliendo afuera, lloró amargamente.

27

1 Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús.

2 Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.

3 Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos

4 diciendo: «He pecado entregando sangre inocente». Pero ellos dijeron: «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!».

5 Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó.

6 Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron: «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre».

7 Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros.

8 Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre».

9 Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel,

10 y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor».

11 Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús respondió: «Tú lo dices».

12 Y mientras le acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada.

13 Entonces Pilato le preguntó: «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».

14 Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado.

15 Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera.

16 Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás.

17 Cuando la gente acudió, dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».

18 Pues sabía que se lo habían entregado por envidia.

19 Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».

20 Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

21 El gobernador preguntó: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?». Ellos dijeron: «A Barrabás».

22 Pilato les preguntó: «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?». Contestaron todos: «Sea crucificado».

23 Pilato insistió: «Pues, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Sea crucificado!».

24 Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».

25 Todo el pueblo contestó: «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».

26 Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, lo entregó para que le crucificaran.

27 Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte:

28 le desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura

29 y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!».

30 Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza.

31 Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

32 Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y le forzaron a llevar su cruz.

33 Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),

34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo.

35 Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes

36 y luego se sentaron a custodiarle.

37 Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos».

38 Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.

39 Los que pasaban, le injuriaban, y meneando la cabeza,

40 decían: «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».

41 Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:

42 «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos.

43 Confió en Dios, que le libre si es que le ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».

44 De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él le insultaban.

45 Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra.

46 A la hora nona, Jesús gritó con voz potente: Elí, Elí, lemá sabaqtaní (es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).

47 Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron: «Está llamando a Elías».

48 Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.

49 Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarle».

50 Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

51 Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron,

52 las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron

53 y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

54 El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados: «Verdaderamente este era Hijo de Dios».

55 Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo;

56 entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57 Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús.

58 Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran.

59 José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia,

60 lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.

61 María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

62 A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato

63 y le dijeron: «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”.

64 Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera».

65 Pilato contestó: «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis».

66 Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.

28

1 Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.

2 Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima.

3 Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve;

4 los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos.

5 El ángel habló a las mujeres: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado.

6 No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía

7 e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis”. Mirad, os lo he anunciado».

8 Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.

9 De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.

10 Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

11 Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido.

12 Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma,

13 encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais.

14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros».

15 Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

16 Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

17 Al verle, ellos se postraron, pero algunos dudaron.

18 Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.

9 Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;

20 enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».