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Dios ayuda a los incrédulos haciéndose ver cuando quiere

A nuestro Dios le "gusta" esconderse. Pero pide fe. Se comprenden las dificultades que tienen muchos para creer. Dios lo comprende mucho mejor, claro. Y a alguno, para ayudarle, se le hace ver. Como hizo Jesús resucitado con el Apóstol Tomás, delante de todos:

"Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente".
(Jn 20,27)

Lo mismo, dejarse ver, hizo con muchos de sus otros seguidores y con el mayor incrédulo y más furioso perseguidor, Saulo, para que se convirtiera:

La conversión de san Pablo
"Yo soy Jesús a quien tú persigues... Me he aparecido a ti para constituirte servidor y testigo... yo te envío, para que les abras los ojos; para que se conviertan... del poder de Satanás a Dios" (Hch 26, 15-18).

Y lo mismo tiene dicho que hará al comienzo de la última época de la historia, haciéndose ver por todos, creyentes y no creyentes, viniendo entre las nubes, después de hacer ver a todos la cruz en el firmamento. Esto no sólo está anunciado en multitud de profecías y en el Apocalipsis ["Manifestación"], sino también en el Evangelio, por el propio Jesús, el Verbo hecho carne:

«Entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria».
(Mc 13,26)

"Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado".
(Is 40,5).

«Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria».
(Palabras de Jesús en Mt 24,11-12;30).

Lo que es recogido en los textos de la Iglesia:

«La Santa Cruz es ensalzada como trofeo pascual de la victoria de Cristo y signo que aparecerá en el cielo anunciando a todos su segunda venida».
(Martirologio Romano, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz).

Y viene, por supuesto, en el libro profético del Nuevo Testamento:

"Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por Él mismo harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén.
(Apoc 1,7).

Recogiedo la profecía del Antiguo:

«Aquel día ... derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por Él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito».
(Za 12, 9-10).

Jesús, el Verbo hecho carne, quiere ser visto en su segunda venida, su Parusía, como lo anunciaron los ángeles a los discípulos cuando la Ascensión:

"Y mientras estaban con los ojos clavados en el cielo mirando cómo se iba, de pronto se les presentaron dos varones con vestiduras blancas que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando ¡fijamente al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo»".
(Hch 1,10-11).

La visibilidad de su segunda venida es la declaración solemne de Jesús, el Verbo hecho carne, asistido con toda la fuerza imparable del Espíritu Santo, ante el máximo tribunal de Israel, que por eso le envió a la muerte:

"Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios».
Dícele Jesús:
«Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo (Dn 7,13)»".
(Mt 26,63-64).

Que Jesús, el Verbo hecho carne, ha de venir visiblemente en su segunda venida gloriosa es la Sagrada Escritura.

Cuando Jesús visualizó en la Ascensión ante sus discípulos su retorno al cielo:

Los que estaban reunidos le preguntaron:
«Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»
El les contestó:
«A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad,
sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra».
Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.
Y mientras estaban con los ojos clavados en el cielo mirando cómo se iba, de pronto se les presentaron dos varones con vestiduras blancas que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando fijamente al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo».
Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático.
(Hch 1,6-12).

Esto es la Sagrada Escritura. Es el Nuevo Testamento.

Jesús se hizo ver en la Ascensión como prueba de Su presencia real en el pan consagrado

«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros».
Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?»
Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza?
¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...»
(Jn 6,51-53;59-62)

Esto es el Evangelio:

«Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria».
(Mt 24,30).

«Entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria».
(Mc 13,26)

«Entonces verán venir al Hijo del Hombre en una nube con gran poder y gloria».
(Lc 21,27)

"Preguntado por los fariseos: ¿Cuándo viene el reino de Dios?, les respondió y dijo:
«No viene el reino de Dios con aparato, ni dirán: "Aquí está", o "Allí"; mirad que el reino de Dios está dentro de vosotros».
Y dijo a los discípulos:
«Vendrán días en que desearéis ver uno de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: "Aquí está", o "Allí está"; no vayáis ni andéis tras ello. Porque como el relámpago, al relampaguear, recorre con su brillo todo el cielo de un extremo al otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes es menester que padezca mucho y sea reprobado por esta generación...»".
(Lc 17,20-25. Versión de Bover).

«Como el relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre».
(Mt 24,27).

Se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».
(Lc 17,23-25. Versión de la CEE 2011).

Dice Severiano del Páramo, SJ:

"Cristo en su segunda venida a juzgar a los hombres aparecerá como un relánpago visible a todos los hombres".
(Severiano del Páramo, S. J., en comentario a Mt 24,27, en La Sagrada Escritura, comentario por profesores de la Compañía de Jesús, Nuevo Testamento, vol. I , págs. 295-296

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«La Santa Cruz es ensalzada como trofeo pascual de la victoria de Cristo y signo que aparecerá en el cielo anunciando a todos su segunda venida».
(Martirologio Romano, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz).

«Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria».
(Mt 24,11-12;30).

Lo ha dicho Jesús, el Verbo hecho carne. Es la buena noticia. Es el evangelio. Pero no nos dan nunca la buena noticia. Suplico que nos den siempre la buena noticia. Constantemente.

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Jesús, el Verbo hecho carne, le dice a Gabriela Bossis el 19 de junio de 1947:

«Cuando Me escondo, a vosotros os toca descubrirme. Trata de ganar en este juego, que es el Juego de Dios. Y cuando ganes, cree que soy Yo el que ha ganado más. Yo, el más sensible».