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Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un
retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el
espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría
e inteligencia, espíritu de consejo
y fortaleza, espíritu de ciencia
y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor
de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de
oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con
rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con
la vara de su boca, con el soplo de sus labios
matará al malvado. Justicia será el ceñidor
de su cintura, verdad el cinturón de sus
flancos.
Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con
el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño
pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas
acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá
paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del
áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá
la mano.
Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte,
porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh,
como cubren las aguas el mar.
Aquel día la raíz de Jesé que estará
enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la
buscarán, y su morada será gloriosa.
Aquel día volverá el Señor a mostrar su mano
para recobrar el resto de su pueblo que haya quedado de Asur y de
Egipto, de Patrós, de Kus, de Elam, de Senaar, de Jamat y de las
islas del mar.
Izará bandera a los gentiles, reunirá a los
dispersos de Israel, y a los desperdigados de Judá agrupará de
los cuatro puntos cardinales.
(Isaías 11,1-12).
Ydio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre (Lc 2,7).
«Puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros» (San Agustín: Serm. 189,4).
«Manso y humilde de corazón» (Mt 11,29).
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38),
La tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Yahveh, como las aguas cubren el mar (Ha 2,14).
Pedro, presentándose con los Once, levantó su
voz y les dijo: «... Es lo que dijo el profeta [Jl 3,1-2]:
Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi
Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros
hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y
vuestros ancianos soñarán sueños.
Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi
Espíritu».
(Hch 2,16-18)
«Derramaré mi Espíritu en toda carne.
Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos
soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.
Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi
Espíritu en aquellos días». (Jl 3,1-2).
Volveré puro el labio de los pueblos, para que
invoquen todos el nombre de Yahveh, y le
sirvan bajo un mismo yugo.
(So 3,9).
[A la casa de Israel], «Yo les daré
un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré
de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de
carne,
para que caminen según mis preceptos, observen mis
normas y las pongan en práctica , y así sean mi pueblo
y yo sea su Dios».
(Ez 11,19-20).
«He aquí que días vienen - oráculo de
Yahveh - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa
de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con
sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto;
que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos -
oráculo de Yahveh -. Sino que esta será la alianza que yo pacte
con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de
Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre
sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos
serán mi pueblo.
Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo
y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos
ellos me conocerán del más chico al más grande --
oráculo de Yahveh - cuando perdone su culpa, y de su pecado no
vuelva a acordarme». (Jer 31, 31-34).
«Así habla Yahveh, Dios de Israel: ... me interesaré en favor de los desterrados de Judá... Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahveh, y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí con todo su corazón». (Jer 24, 5-7).
«Esta es la alianza con ellos, dice Yahveh. Mi espíritu que ha venido sobre ti y mis palabras que he puesto en tus labios no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dice Yahveh, desde ahora y para siempre». (Is 59,21).
«Yo, Yahveh, amo el derecho y aborrezco la rapiña y el crimen. Les daré el salario de su trabajo lealmente, y alianza eterna pactaré con ellos». (Is 61,8).
«Estableceré con ellos una alianza eterna de ser yo su Dios y ser ellos mi pueblo, y no volveré a arrojar ya a mi pueblo Israel de la tierra que les di». (Ba 2,35).
«Sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones». (2 Cor 3,3)
Saldrá un vástago del
tronco de Jesé... Reposará sobre él el
espíritu de Yahveh... con el soplo de
sus labios matará al malvado... Nadie hará
daño, nadie hará mal... porque la
tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como
cubren las aguas el mar. Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán... Aquel día volverá el Señor a mostrar su mano para recobrar el resto de su pueblo... Izará bandera a los gentiles, reunirá a los dispersos de Israel, y a los desperdigados de Judá agrupará de los cuatro puntos cardinales. (Isaías 11,1-12). La tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Yahveh, como las aguas cubren el mar (Ha 2,14). Pedro, presentándose con los Once,
levantó su voz y les dijo: «... Es lo que dijo el
profeta [Jl 3,1-2]: «Derramaré mi Espíritu en
toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas
profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y
vuestros jóvenes verán visiones. Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado. (Is 40,5) Sucederá en días futuros que el monte
de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los
montes y se alzará por encima de las colinas.
Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos
numerosos. Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre. (Sal 86,9). Volveré puro el labio de los pueblos,
para que invoquen todos el nombre de
Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo. Y será Yahveh rey sobre toda la tierra:
¡el día aquel será único Yahveh y
único su nombre! [A la casa de Israel], «Yo les
daré un solo corazón y pondré en ellos un
espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de
piedra y les daré un corazón de carne, «Di a la casa de Israel: ...Os
daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros
un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón
de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi
espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis
según mis preceptos y observéis y practiquéis
mis normas. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros
padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré
vuestro Dios». «Os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh». (Ez 37,12-14). «Al fin será derramado desde arriba sobre nosotros espíritu. Se hará la estepa un vergel, y el vergel será considerado como selva. Reposará en la estepa la equidad, y la justicia morará en el vergel; el producto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad, una seguridad perpetua». (Is 32,15-17). «Aquel día ... derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito». (Za 12, 9-10). «He aquí que días vienen - oráculo
de Yahveh - en que yo pactaré con la casa de Israel (y
con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la
alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la
mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi
alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahveh
-. Sino que esta será la alianza que yo pacte con la
casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de
Yahveh -: pondré mi Ley en su interior
y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré
su Dios y ellos serán mi pueblo. «Así habla Yahveh, Dios de Israel: ... me interesaré en favor de los desterrados de Judá... Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahveh, y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí con todo su corazón». (Jer 24, 5-7). «He aquí que yo los reúno de todos
los países... serán mi pueblo, y yo seré su
Dios; y les daré otro corazón
y otro camino, de suerte que me teman todos los días para
bien de ellos y de sus hijos después de ellos.
Les pactaré alianza eterna - que no revocaré después
de ellos - de hacerles bien, y pondré mi temor
en sus corazones, de modo que no se aparten de junto a
mí». «Esta es la alianza con ellos, dice Yahveh. Mi espíritu que ha venido sobre ti y mis palabras que he puesto en tus labios no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dice Yahveh, desde ahora y para siempre». (Is 59,21). «Yo, Yahveh, amo el derecho y aborrezco la rapiña y el crimen. Les daré el salario de su trabajo lealmente, y alianza eterna pactaré con ellos». (Is 61,8). «Estableceré con ellos una alianza eterna de ser yo su Dios y ser ellos mi pueblo, y no volveré a arrojar ya a mi pueblo Israel de la tierra que les di». (Ba 2,35). «Sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones». (2 Cor 3,3) «Nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida». (2 Cor 3,5-6).
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Cuando bajaban del monte, los discípulos
preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir
Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os
digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que han
hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del
hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el
Bautista.
(Mateo 17, 10-13).
¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos.., mas se complace en la ley de Yahve... Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto... ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento (Salmo 1).
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En la Biblia sí aparece la
intervención de los santos, la influencia que
tiene la intercesión de los santos y la
utilidad de rezar mediante la intercesión de los
santos: Cuando abrió el
quinto sello, vi debajo del altar las almas de los
degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio
que mantuvieron. Luego vi en el cielo otra señal grande
y maravillosa: siete Angeles, que llevaban siete plagas,
las últimas, porque con ellas se consuma el furor de
Dios. Vi, de pie, en medio del trono y de los
cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como
degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los
siete Espíritus de Dios, enviados a toda la tierra. Cuando el Cordero abrió el séptimo
sello, se hizo silencio en el cielo, como una media hora... |
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La buena nueva
en el Apocalipsis: El Angel que
había visto yo de pie sobre el mar y la tierra, levantó
al cielo su mano derecha Vi a otro Angel que volaba por lo alto
del cielo y tenía una buena nueva eterna que
anunciar a los que están en la tierra, a toda
nación, raza, lengua y pueblo. |
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El Señor es un Dios eterno...
Fortalece a quien está cansado...
Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas... corren y no
se fatigan, caminan y no se cansan. (Isaías 40).
Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os
aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.
Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». (Mt 11, 28-30)
Se revelará la gloria del Señor,
y la verán todos juntos - ha hablado la boca del
Señor -. (Isaías 40, 5. CEE2016)
Se revelará la gloria de Yahveh, y toda
criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh
ha hablado.
(Is 40, 5 B Jerusalén 1973).
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Primero tiene que venir la apostasía y
manifestarse el Hombre impío, el Hijo de
perdición, el Adversario que = se eleva
sobre todo = lo que que lleva el nombre de = Dios = o es
objeto de culto, hasta el extremo de = sentarse = él mismo en el
Santuario de = Dios = y proclamar que él mismo es Dios.
¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre
vosotros?
Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se
manifieste en su momento oportuno. Porque el ministerio
de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea
quitado de en medio el que ahora le retiene,
entonces se manifestará el Impío, a quien el
Señor = destruirá con el soplo de su boca, = y aniquilará
con la Manifestación de su Venida.
La venida del Impío estará señalada por el
influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales,
prodigios engañosos, y todo tipo de maldades que seducirán a
los que se han de condenar por no haber aceptado el amor
de la verdad que les hubiera salvado.
(2Tes 2,3-10)
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«Se ha hecho el reino de este mundo del Señor Nuestro y de su Cristo, y reinará por los siglos de los siglos» (Ap 11, 15).
«Y su reino no tendrá fin» (Lc 1,33)
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El testimonio de san Justino es plenamente clarificador de la situación de su tiempo, y concuerda con el que dará después san Ireneo. Con el nombre cristiano rechazan algunos al Dios de Israel, blasfeman de los Patriarcas y de la Ley antigua, niegan la resurrección. Son los que pertenecen a la corriente que va desde las primeras gnosis hacia el «marcionismo» y el «maniqueísmo»; una corriente que perdurando a lo largo de los siglos obligará a la Iglesia a condenar reiteradamente a los que niegan el carácter de revelación divina al Antiguo Testamento (Véase DS núms. 198, 790, 854, 1334, 1336).
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«Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos » (CEC nn 668-682)
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«Crezca, pues, la inteligencia, ciencia y sabiduría, ya sea de cada uno ya sea de toda la Iglesia universal...; pero sólo en su propio género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido, y en la misma sentencia» (Concilio Vaticano I. Constitución sobre la Fe Católica, cap. 4. DS. 3020).
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Dijo Canals:
"Tengo por evidente que la renovación de la escatología iniciada
por el Concilio Vaticano II, decisivamente impulsada por
el nuevo Catecismo, nos lleva a una comprensión
esperanzada del «acabamiento» del Reino, ya presente en
la Iglesia, con el advenimiento del Rey a la tierra con
gran poder y gloria.
"Si el entonces Arzobispo de Cracovia, el Cardenal Karol
Wojtyla pudo decir hace algunos años [1976]: «estamos en los
umbrales de una nueva escatología», parece que ahora
tendríamos que reconocer que ya ha sido sobrepasado este
umbral con los textos del nuevo Catecismo [1992]".
(Canals, La doctrina escatológica del
Vaticano II en el Catecismo de la Iglesia católica, CRISTIANDAD,
Barcelona, Año L, nn. 743-745, abril-junio 1993).
«Nos encontramos hoy en los umbrales
de una nueva escatología».
(Karol Wojtyla, Signo de contradicción, Madrid, 1979,
pág.33).
(Karol Wojtyla, en unos ejercicios espirituales ante el Papa
Pablo VI, en marzo de 1976, después publicados
en 1979 con el título Signo de
contradicciónen )
«El Concilio habla de la índole
escatológica de la Iglesia peregrinante y de su unión con la
iglesia celestial (Lumen Gentium
48-51). Esta escatología de la Iglesia es, por tanto sui
generis».
»Por esto se le añaden otros temas y otras connotaciones, que
no encontramos en la escatología tradicional del hombre. En los
tratados de De novissimis o en los catecismos, el tema
escatológico se reducía ante todo a las siguientes verdades: la
muerte, el juicio, el cielo, el infierno, el purgatorio; en
cambio, en la escatología conciliar de la Iglesia y del mundo
predomina la verdad de la renovación de todas las cosas
en Cristo (cf. Ef 1, 10), de los nuevos cielos y
de la nueva tierra (cf. Is 65, 17; Ap 21, 1), anticipada
en cierto modo en el misterio pascual de Jesucristo
(cf. 1 Cor 5, 7). Es esta verdad sobre el carácter de la Iglesia
la que prepara el mundo a la renovación ya iniciada
en Cristo (cf. Col 3, 10; Ap 21, 2-5). Con la Encarnación del
Verbo eterno, el mundo y la humanidad llevan en sí el
germen de la plenitud de los tiempos (cf. Ef 1,
10). He aquí la concepción esencial de la escatología
conciliar.
»La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, a nosotros (cf. 1
Cor 10, 11), y la renovación del mundo está irrevocable
decretada y en cierta manera se anticipa realmente en este
siglo» (Lumen gentium, 48).
(Karol Wojtyla, Signo de contradicción, Madrid, 1979,
págs. 196-197).
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https://iglesiaactualidad.wordpress.com/liturgia/misal-romano-tercera-edicion/
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«En el futuro tendrá lugar la reedificación de la Ciudad y la reparación del culto divino. Entonces se cumplirá lo profetizado por Ezequiel, cuando descienda del cielo la Ciudad, no por cierto la que es de arriba, sino la que es de aquí abajo, es decir la militante, cuando sea conforme a la triunfante en cuanto es posible en este mundo. Entonces tendrá lugar la edificación de la Ciudad y su restablecimiento como en el principio, y entonces habrá paz». (San Buenaventura: Collationes in Hexaemeron, Col. XVI, 30).
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«Se ha hecho el reino de este mundo del Señor Nuestro y de su Cristo, y reinará por los siglos de los siglos» (Ap 11, 15).
«Y su reino no tendrá fin» (Lc 1,33)
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Esto no es milenarismo, es el Prefacio III de Adviento que tiene en vigor nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica en 2019:
En verdad es justo darte gracias,
es nuestro deber cantar en tu honor himnos de bendición y de alabanza, Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado.
Tú nos has ocultado el día y la hora
en que Cristo, tu Hijo, Señor y Juez de la historia,
aparecerá, revestido de poder y de gloria,
sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria,
viene ahora a nuestro encuentro
en cada hombre y en cada acontecimiento,
para que lo recibamos en la fe
y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino.
Otro malentendido nace de que "día" se utiliza en textos como este en dos acepciones: la segunda vez que aparece "día" en este texto significa época, como explica san Agustín que significa "día" en la Sagrada Escritura. La primera vez que aparece "día" en este texto del Prefacio III de Adviento significa un período de 24 horas y se refiere al momento de la Parusía, puesto que habla del día y la hora en que "aparecerá" Jesucristo, el Verbo hecho carne, "revestido de poder y de gloria, sobre las nubes del cielo".
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«¿Y a qué se llama virtudes de los cielos, sino a los ángeles, dominaciones, principados y potestades? Ellos aparecerán visiblemente a nuestros ojos a la llegada del severo juez, para exigirnos rigurosamente lo que ahora nos pide con misericordia nuestro invisible Creador».
(San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia, in evang. hom. 1, en Lucas 21,25-27).
«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria».
(Lucas 21:25-27).
Esto no es milenarismo, es el evangelio.
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En el Sermón de la Montaña, después de las bienaventuranzas:
Mateo 5
1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus
discípulos se le acercaron.
2 Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
Mateo 6
9 «Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu Nombre;
10 venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra
como en el cielo.
11 Nuestro pan cotidiano dánosle hoy;
12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos
perdonado a nuestros deudores;
13 y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
14 «Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre
perdonará vuestras ofensas.
31 No andéis, pues, preocupados diciendo:
¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a
vestirnos?
32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe
vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se
os darán por añadidura.
Mateo 7
13 «Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y
espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los
que entran por ella;
14 mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que
lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran.
15 «Guardaos de los falsos profetas, que vienen
a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces.
16 Por sus frutos los conoceréis.
21 «No todo el que me diga: "Señor,
Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el
que haga la voluntad de mi Padre celestial.
22 Muchos me dirán aquel Día: "Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?"
23 Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; =
apartaos de mí, agentes de iniquidad!" =
24 «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las
ponga en práctica, será como el hombre prudente que
edificó su casa sobre roca:
25 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos,
y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque
estaba cimentada sobre roca.
26 Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga
en práctica, será como el hombre insensato que
edificó su casa sobre arena:
27 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos,
irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su
ruina.»
28 Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente
quedaba asombrada de su doctrina;
29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad,
y no como sus escribas.
Mateo 7
«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en
el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de
mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en
práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó
su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos,
soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se
hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en
práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su
casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos,
soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó.
Y su ruina fue grande».
(Mt 7,21;24-27 Versión CEE 2016)
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«Considerando todo esto, hay una buena razón para temer que esta perversión de las almas pueda ser una prueba y, tal vez, una anticipación de los males que han sido previstos para el final de los tiempos; y que "el Hijo de la Perdición" de que habla el Apóstol (2Tes 2,?3) tal vez está en este mundo. Con suma audacia y furor se persigue en todas partes la religión, se ponen en duda los dogmas de la fe, se intenta obstinadamente suprimir y borrar cualquier relación entre el hombre y Dios! Mientras tanto, con una actitud que según el Apóstol es propia del Anticristo, el hombre, con inaudita temeridad, ocupa el lugar de Dios, elevándose por encima de todo lo que lleva el nombre de Dios, de modo tal que aunque no pueda extinguir totalmente en sí mismo la noción de Dios, rechaza sin embargo su majestad y, como si tal cosa, hace de este universo un templo en el que él pueda ser adorado por los demás: hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios (2Tes 2,?4)».
(San Pío X, E Supremi apostolatus, 1903).
«La cola del demonio está llevando a cabo la desintegración del mundo católico. La oscuridad de Satanás ha entrado en el mundo católico, difundiéndose hasta llegar incluso a sus niveles más altos. La apostasía, la pérdida de la fe, se están difundiendo en el mundo y en los niveles más altos de la Iglesia».
(San Pablo VI, Discurso en el sesenta aniversario de las apariciones de Fátima, 13 de octubre de 1977).
«Hermanos y hermanas, hoy estamos delante de una manifestación del mal, descarada, agresiva y destructiva. Detrás y dentro de esto está el espíritu del mal que en su orgullo y en su soberbia se siente el señor del mundo y piensa que ha vencido. Esto quisiera decíroslo con la autoridad de hermano y de padre, ciertamente pequeño y pecador, pero que es el pastor de la Iglesia que preside en la caridad: en estos casos dolorosos veo la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los pequeños».
(Francisco, La protección de los menores en la Iglesia, 24 de febrero de 2019).
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Mane, Técel, Fares
El rey Baltasar dio un gran festín en honor de
sus mil dignatarios, y, en presencia de estos mil, bebió vino.
Bajo el efecto del vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y
plata que su padre Nabucodonosor se había llevado del Templo de
Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey, sus dignatorios,
sus mujeres y sus concubinas.
Se trajeron, pues, los vasos de oro y plata tomados de la Casa de
Dios en Jerusalén, y en ellos bebieron el rey, sus dignatorios,
sus mujeres y sus concubinas.
Bebieron vino y alabaron a sus dioses de oro y plata, de bronce y
hierro, de madera y piedra.
De pronto aparecieron los dedos de una mano humana que se
pusieron a escribir, detrás del candelabro, en la cal de la
pared del palacio real, y el rey vio la palma de la mano que
escribía.
Entonces el rey cambió de color, sus pensamientos le turbaron,
las articulaciones de sus caderas se le relajaron y sus rodillas
se pusieron a castañetear.
Y el rey mandó a buscar a gritos a los adivinos, caldeos y
astrólogos. Tomó el rey la palabra y dijo a los sabios de
Babilonia:
«El que lea este escrito y me dé a conocer su interpretación,
será vestido de púrpura, se le pondrá al cuello un collar de
oro, y mandará como tercero en el reino».
Vinieron, pues, todos los sabios del rey; pero no pudieron leer
el escrito ni declarar al rey su interpretación.
El rey Baltasar se turbó mucho y su semblante cambió de color;
también sus dignatarios quedaron desconcertados.
En la sala del festín entró la reina, enterada por las palabras
del rey y de sus dignatarios. Y dijo la reina:
«¡Viva el rey eternamente! No te turben tus pensamientos ni tu
semblante cambie de color. Hay en tu reino un hombre en quien
reside el espíritu de los dioses santos. Ya en tiempo de tu
padre se halló en él luz, inteligencia y sabiduría semejante a
la sabiduría de los dioses, y tu padre, el rey Nabucodonosor, le
nombró jefe de los magos, adivinos, caldeos y astrólogos. Por
tanto, ya que en este Daniel, a quien el rey puso por sobrenombre
Beltsassar, se encontró un espíritu extraordinario, ciencia,
inteligencia y arte de interpretar sueños, de descifrar enigmas
y de resolver dificultades, sea llamado Daniel y él dará a
conocer la interpretación».
En seguida fue introducido Daniel a la presencia del rey, y el
rey dijo a Daniel:
«¿Eres tú Daniel, uno de los judíos deportados, que mi padre
el rey trajo de Judá? He oído decir que en ti reside el
espíritu de los dioses y que hay en ti luz, inteligencia y
sabiduría extraordinarias. Han sido introducidos ahora en mi
presencia los sabios y adivinos para que leyeran este escrito y
me declararan su interpretación, pero han sido incapaces de
descubrir su sentido. He oído decir que tú puedes dar
interpretaciones y resolver dificultades. Si, pues, logras leer
este escrito y declararme su interpretación, serás vestido de
púrpura, llevarás al cuello un collar de oro, y mandarás como
tercero en el reino».
Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey:
«Quédate con tus regalos y da tus obsequios a otro, que yo
leeré igualmente al rey este escrito y le daré a conocer su
interpretación. Oh rey, el Dios Altísimo dio a tu padre
Nabucodonosor reino, grandeza, gloria y majestad. Y por esta
grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas
temblaban de miedo en su presencia: mataba él a quien quería,
dejaba vivir a quien quería, exaltaba a quien quería y a quien
quería humillaba. Pero habiéndose engreído su corazón y
obstinado su espíritu hasta la arrogancia, fue depuesto de su
trono real, y se le quitó su gloria. Fue expulsado de entre los
hombres y su corazón se hizo semejante al de las bestias; estuvo
conviviendo con los onagros; se alimentó de hierba como los
bueyes, y su cuerpo fue bañado del rocío del cielo, hasta que
reconoció que el Dios Altísimo domina sobre el reino de los
hombres y pone en él a quien le place. Pero tú, Baltasar, hijo
suyo, no has humillado tu corazón, a pesar de que sabías todo
esto; te has engreído contra el Señor del Cielo, se han traído
a tu presencia los vasos de su Casa, y tú, tus dignatorios, tus
mujeres y tus concubinas, habéis bebido vino en ellos. Habéis
celebrado a los dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de
madera y piedra, que no ven ni oyen ni entienden, pero no has
glorificado al Dios que tiene en sus manos tu propio aliento y de
quien dependen todos tus caminos.
Por eso ha enviado él esa mano que trazó este escrito.
La escritura trazada es: Mené,
Mené, Teqel
y Parsín.
Y ésta es la interpretación de las palabras:
Mené: Dios ha medido tu reinado y le ha puesto fin;
Tequel: has sido pesado en la balanza y encontrado falto
de peso;
Parsín: tu reino ha sido dividido y entregado a los
medos y los persas».
Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura a Daniel, ponerle
un collar de oro al cuello y proclamar que mandaba como tercero
en el reino.
Aquella noche fue asesinado Baltasar, el rey de los caldeos.
Y recibió el reino Darío el Medo, que contaba sesenta y dos
años.
(Dn 5,1-30; 6,1. Biblia de Jerusalén 1973)
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Lo que el viento
se llevará Una piedra
se desprendió sin intervención humana,
chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y los
hizo pedazos. Se hicieron pedazos a la vez el
hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro,
triturados como tamo de una era en verano; el
viento los arrebató y desaparecieron sin dejar rastro. |
Dijo Daniel a Nabucodonosor:
«Tú, oh rey, viste estabas mirando y apareció una gran estatua.
Era una estatua enorme y su brillo extraordinario resplandecía
ante ti, y su aspecto era terrible. Aquella estatua tenía la cabeza
de oro fino, el pecho y los brazos de plata,
el vientre y los muslos de bronce, las piernas
de hierro y los pies de hierro mezclado con
barro.
Mientras estabas mirando, una piedra se desprendió sin
intervención humana, chocó con los pies de hierro y
barro de la estatua y los hizo pedazos. Se hicieron
pedazos a la vez el hierro y el barro, el bronce, la plata y el
oro, triturados como tamo de una era en verano; el
viento los arrebató y desaparecieron sin dejar rastro.
Y la piedra que había deshecho la estatua creció hasta hacerse una
montaña enorme que ocupaba toda la tierra».
«Este era el sueño; ahora explicaremos al rey su sentido:
Tú, ¡oh rey, rey de reyes!, a quien el Dios del cielo ha
entregado el reino y el poder, el dominio y la gloria, a quien ha
dado todos los territorios habitados por hombres, bestias del
campo y aves del cielo, para que reines sobre todos ellos, tú
eres la cabeza de oro.
Te sucederá un reino de plata menos poderoso;
después, un tercer reino de bronce, que
dominará a todo el orbe.
Vendrá después un cuarto reino, fuerte como el hierro;
como el hierro destroza y machaca todo, así destrozará y
triturará a todos.
Los pies y los dedos que viste, de hierro mezclado con barro de
alfarero, representan un reino dividido, aunque
conservará algo del vigor del hierro, porque viste hierro
mezclado con arcilla. Los dedos de los pies, de hierro y barro,
son un reino a la vez poderoso y débil. Como
viste el hierro mezclado con la arcilla, así se
mezclarán los linajes, pero no llegarán a fundirse, lo
mismo que no se puede fundir el hierro con el barro.
Durante ese reinado, el Dios del cielo suscitará un
reino que nunca será destruido, ni su dominio pasará a
otro pueblo, sino que destruirá y acabará con todos los
demás reinos, y él durará por siempre.
En cuanto a la piedra que viste desprenderse del monte sin
intervención humana, y que destrozó el hierro, el bronce, el
barro, la plata y el oro, este significa lo que el Dios poderoso
ha revelado al rey acerca del tiempo futuro.
El sueño tiene sentido, la interpretación es cierta».
(Daniel 2,31-45. Versión CEE 2016).
Daniel tomó la palabra en presencia del rey y
dijo: «El misterio que el rey quiere saber, no hay sabios,
adivinos, magos ni astrólogos que lo puedan revelar al rey; pero
hay un Dios en el cielo, que revela los misterios y que ha dado a
conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al fin de los días.
Tu sueño y las visiones de tu cabeza cuando estabas en tu lecho
eran éstos:
«Oh rey, los pensamientos que agitaban tu mente en el lecho se
referían a lo que ha de suceder en el futuro, y
el que revela los misterios te ha dado a conocer lo que sucederá.
A mí, sin que yo posea más sabiduría que cualquier otro ser
viviente, se me ha revelado este misterio con el solo fin de dar
a conocer al rey su interpretación y de que tú conozcas los
pensamientos de tu corazón.
«Tú, oh rey, has tenido esta visión: una estatua, una enorme
estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se
levantaba ante ti.
La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos
de plata, su vientre y sus lomos de bronce, sus piernas de hierro,
sus pies parte de hierro y parte de arcilla.
Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió,
sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus
pies de hierro y arcilla, y los pulverizó.
Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro,
arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en
verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la
piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un
gran monte que llenó toda la tierra.
Tal fue el sueño: ahora diremos ante el rey su interpretación.
Tú, oh rey, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado
reino, fuerza, poder y gloria - los hijos de los hombres, las
bestias del campo, los pájaros del cielo, dondequiera que
habiten, los ha dejado en tus manos y te ha hecho soberano de
ellos -, tú eres la cabeza de oro.
Después de ti surgirá otro reino, inferior a
ti, y luego un tercer reino, de bronce, que
dominará la tierra entera.
Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro,
como el hierro que todo lo pulveriza y machaca: como el hierro
qué aplasta, así él pulverizará y aplastará a todos los
otros.
Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla de
alfarero y parte de hierro, es un reino que estará
dividido; tendrá la solidez del hierro, según has
visto el hierro mezclado con la masa de arcilla.
Los dedos de los pies, parte de hierro y parte de arcilla, es que
el reino será en parte fuerte y en parte fragil.
Y lo que has visto: el hierro mezclado con la masa de arcilla, es
que se mezclarán ellos entre sí por simiente
humana, pero no se aglutinarán el uno al otro,
de la misma manera que el hierro no se mezcla con la arcilla.
En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir
un reino que jamás será destruido, y este reino no
pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos
estos reinos, y él subsistirá eternamente:
tal como has visto desprenderse del monte, sin
intervención de mano humana, la piedra que
redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el
oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha
de suceder. Tal es verdaderamente el sueño, y su interpretación
digna de confianza».
Entonces el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra,
se postró ante Daniel, y ordenó que se le ofreciera oblación y
calmante aroma.
El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: «Verdaderamente
vuestro Dios es el Dios de los dioses y el señor de los
reyes, el revelador de los misterios, ya que tú has podido
revelar este misterio».
Y el rey confirió a Daniel un alto rango y le dio muchos y
magníficos regalos. Le hizo gobernador de toda la provincia de
Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia.
Daniel pidió al rey que encargara de la administración de la
provincia de Babilonia a Sadrak, Mesak y Abed Negó,
quedando Daniel en la corte del rey.
(Daniel 2,27-49. Biblia de Jerusalén 1973).
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Que la tan cacareada «opción preferencial por
los pobres», no nos haga olvidar que las almas de muchos ricos
irán al infierno si nadie les predica («es más difícil que un
camello pase por la cabeza de una aguja que un rico entre en el
reino de los cielos»).
Padre Federico, S.E., Misionero in partibus infidelium
20-XI-19
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