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Amor con locura

El amor verdadero

El amor ha de ser obviamente verdadero, es decir, amor con locura, como el que nos tiene Jesús, el Verbo hecho carne

«En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras».
(1Jn 3,16-18)

Jesús, el Verbo hecho carne, le dijo un día a san Francisco de Asís:

--Francisco, estás loco

--Mira Quién habló, repuso san Francisco con el máximo respeto sumado con la máxima confianza.

También santa Teresita le dijo lo mismo a Jesús, añadiendo que ella también estaba loca de amor por Él, como los santos, pero con mayor locura, porque no le importaba no poder hacer grandes obras de amor, pero que esperaba en su locura que ella las haría con el propio poder de Él, el todopoderoso, con la santidad de Él, con la virtud de Él.

“Jesús, déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la locura... ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance hacia ti? ¿Cómo va a conocer límites mi confianza...?“
(Historia de un Alma, Manuscrito B, 5vº)

“Él me ha amado a mí, con un amor de admirable prevención, para que ahora yo le ame a él ¡con locura...! (Historia de un Alma, Manuscrito A, 39rº).

“Ahora no tengo ya ningún deseo, a no ser el de amar a Jesús con locura...” (Historia de un Alma, Manuscrito A, 83vº).

¡Ojo!, no podemos con nuestras fuerzas hacer ni lo más mínimo de eso de amar, pero no importa; Él lo hará del todo en nosotros, Él hará que nosotros lo hagamos del todo, que hagamos lo totalmente imposible.

Los secretos del amor que nos tiene Jesús, el Verbo hecho carne, y que hará que le tengamos, dándonos para ello al Espíritu Santo de parte del Padre:

El ascensor:

Jesús, el Verbo hecho carne nos subirá en sus brazos hasta Él, hasta su rostro, hasta el cielo. Como a un niño muy pequeño lo sube su padre en sus brazos hasta su rostro.

“«Os voy a mostrar un camino inigualable». Y el apóstol va explicando cómo los mejores carismas nada son sin el amor... Y que la caridad es ese camino inigualable que conduce a Dios con total seguridad”.
(Historia de un Alma, Manuscrito B, 3vº)

“Quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo”.
(Historia de un Alma, Manuscrito C, 2vº).

Os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os meceré... ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús!
(Historia de un Alma, Manuscrito C, 3rº).

Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo. Estamos en un siglo de inventos. Ahora no hay que tomarse ya el trabajo de subir los peldaños de una escalera: en las casas de los ricos, un ascensor la suple ventajosamente. Yo quisiera también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección. Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor, objeto de mi deseo, y leí estas palabras salidas de la boca de la Sabiduría eterna: El que sea PEQUEÑITO, que venga a mí [Prov 9,4]. Y entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el pequeñito que responda a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré: Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os meceré [Is 66,13,12]. Nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más. Tú, Dios mío, has rebasado mi esperanza, y yo quiero cantar tus misericordias: «Me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas, y las seguiré publicando hasta mi edad más avanzada». Sal LXX [17-18]
(Historia de un Alma, Manuscrito C, 2vº-3rº)

 

El Águila:

Soy como un pajarillo tan pequeño que aún no puede volar En mi locura, espero volar cuando Él Águila, Jesús, el Verbo hecho carne me lleve volando con sus alas. No me importa que aún, no lo haga y no vuele yo nada; me esperaré hasta que Él lo haga del todo y me haga volar con sus alas.

Textos de santa Teresa de Lisieux
“Jesús, déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la locura... ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance hacia ti? ¿Cómo va a conocer límites mi confianza?...
Sí, ya sé que también los santos hicieron locuras por ti, que hicieron obras grandes porque ellos eran águilas...
Jesús, yo soy demasiado pequeña para hacer obras grandes..., y mi locura consiste en esperar que tu amor me acepte como víctima... Mi locura consiste en suplicar a las águilas mis hermanas que me obtengan la gracia de volar hacia el Sol del amor con las propias alas del Aguila divina... (Dt 32,11)
Durante todo el tiempo que tú quieras, Amado mío, tu pajarito seguirá sin fuerzas y sin alas, seguirá con los ojos fijos en ti. Quiere ser fascinado por tu mirada divina, quiere ser presa de tu amor...
Un día, así lo espero, Aguila adorada, vendrás a buscar a tu pajarillo; y, remontándote con él hasta el Foco del amor, lo sumergirás por toda la eternidad en el ardiente Abismo de Este Amor al que él se ofreció como víctima
¡Que no pueda yo, oh Jesús, revelar a todas las almas pequeñas cuán inefable es tu condescendencia..!
Estoy convencida de que, si por un imposible, encontrases un alma más débil y más pequeña que la mía, te complacerías en colmarla de gracias todavía mayores, con tal de que ella se abandonase con entera confianza a tu misericordia infinita.
¿Pero por qué estos deseos, Jesús, de comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú, y nadie más que tú, el que me los enseñó a mí? ¿Y no puedes, entonces, revelárselos también a otros...?
Sí, lo sé muy bien, y te conjuro a que lo hagas. Te suplico que hagas descender tu mirada divina sobre un gran número de almas pequeñas... ¡Te suplico que escojas una legión de pequeñas víctimas dignas de tu AMOR!...”
La insignificante sor Teresa del Niño Jesús de la Sta. Faz, rel. carm. ind.
Fin del Manuscrito B

Como el águila incita a su nidada, revoloteando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas.
(Dt 32,11)

“Te pido, Dios mío, que Tú mismo seas mi santidad” (Historia de un Alma, Manuscrito A)

“Préstame para amarte tu Corazón” (Poema 24, “¡Jesús, Amado mío, Acuérdate!” 21 de octubre de 1895).

Para hacer meritorios mis pobres sacrificios, sobre tu Corazón divino los arrojo”. (Poema 23, “Al Sagrado Corazón de Jesús”, escrito en 1895 para su hermana María del Sagrado Corazón )

 “Querida hermana, yo te amo mil veces con más ternura de lo que se aman las hermanas ordinarias, ya que yo te puedo amar con el Corazón de nuestro Esposo celestial” .
(Carta 186, a su hermana Leonia, monja salesa de la Visitación, 11 de abril de 1896)

Tú me dijiste: «Todo lo mío es tuyo». Por tanto, tus palabras son mías, y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están unidas a mí las gracias del Padre celestial... Quiero simplemente pedir que un día nos veamos todos reunidos en tu hermoso cielo [Historia de un Alma, Manuscrito C, folio 34vº].

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Esto es el Apostolado de la Oración ramierista
Sí, Amado mío, así es como se consumirá mi vida... No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada, [4vº] ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor...
Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor. Así arrojaré flores delante de tu trono. No encontraré ni una sola en mi camino que no deshoje para ti. Y además, al arrojar mis flores, cantaré (¿puede alguien llorar mientras realiza una acción tan alegre?), cantaré aun cuando tenga que coger las flores entre las espinas, y tanto más melodioso será mi canto, cuanto más largas y punzantes sean las espinas.
¿Y de qué te servirán, Jesús, mis flores y mis cantos...? Sí, lo sé muy bien: esa lluvia perfumada, esos pétalos frágiles y sin valor alguno, esos cánticos de amor del más pequeño de los corazones te fascinarán.
Sí, esas naderías te gustarán y harán sonreír a la Iglesia triunfante, que recogerá mis flores deshojadas por amor y las pasará por tus divinas manos, Jesús. Y luego esa Iglesia del cielo, queriendo jugar con su hijito, arrojará también ella esas flores -que habrán adquirido a tu toque divino un valor infinito- arrojará esas flores sobre la Iglesia sufriente para apagar sus llamas, y las arrojará también sobre la Iglesia militante para hacerla alcanzar la victoria...
(
SANTA TERESA del NIÑO JESÚS: Carta a sor María del Sagrado Corazón, 1896, folio 4r y 4v)