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Autobiografía de San Ignacio de Loyola 1 Capítulos 1, 2 y 3

Autobiografía de San Ignacio de Loyola 2 Capítulos 4, 5 y 6

Autobiografía de San Ignacio de Loyola 3 Capítulos 7 y 8

Autobiografía de San Ignacio de Loyola 4 Capítulos 9, 10 y 11

Capítulo IX [1535 Loyola Pamplona Almazán Sigüenza Toledo Valencia Génova Bolonia Venecia]

87. Y hecho esto, montó en un caballo pequeño que los compañeros habían comprado, y se fue solo hacia su tierra. En el camino se encontró mucho mejor. Y llegando a la Provincia dejó el camino común y tomó el del monte, que era más solitario; por el cual caminando un poco, encontró dos hombres armados que venían a su encuentro (y tiene aquel camino alguna mala fama por los asesinos), los cuales, después de haberle adelantado un poco, volvieron atrás, siguiéndole con mucha prisa, y tuvo un poco de miedo. Con todo, habló con ellos, y supo que eran criados de su hermano, el cual los mandaba para buscarle. Porque, según parece, de Bayona de Francia, donde el peregrino fue reconocido, había tenido noticia de su venida; y así ellos anduvieron delante, y el siguió por el mismo camino. Y un poco antes de llegar a la tierra, encontró a los susodichos que le salían al encuentro, los cuales le hicieron muchas instancias para conducirlo a casa del hermano, pero no le pudieron forzar. Así se fue al hospital, y después, a hora conveniente, fue a buscar limosna en el pueblo.

88. Y en este hospital comenzó a hablar con muchos que fueron a visitarle de las cosas de Dios, por cuya gracia se hizo mucho fruto. Tan pronto como llegó, determinó enseñar la doctrina cristiana cada día a los niños; pero su hermano se opuso mucho a ello, asegurando que nadie acudiría. El respondió que le bastaría con uno. Pero después que comenzó a hacerlo, iban continuamente muchos a oírle, y aun su mismo hermano. Además de la doctrina cristiana, predicaba también los domingos y fiestas, con utilidad y provecho de las almas, que de muchas millas venían a oírle. Se esforzó también por suprimir algunos abusos, y con la ayuda de Dios se puso orden en alguno, verbi gratia: en el juego, hizo que con ejecución se prohibiese, persuadiéndolo al que tenía el cargo de la justicia. Había también allá un abuso, y era éste: en aquel país las muchachas van siempre con la cabeza descubierta, y no se cubren hasta que se casan, pero hay muchas que se hacen concubinas de sacerdotes y otros hombres y les guardan fidelidad, como si fuesen sus mujeres. Y esto es tan común, que las concubinas no tienen ninguna vergüenza en decir que se han cubierto la cabeza por alguno, y por tales son conocidas.

89. Del cual uso nace mucho mal. El peregrino persuadió al gobernador que hiciese una ley, según la cual todas aquellas que se cubriesen la cabeza por alguno, no siendo sus mujeres, fuesen castigadas por la justicia; y de este modo empezó a quitarse este abuso. Hizo que se diese orden para que a los pobres se les socorriese pública y ordinariamente, y que se tocase tres veces el " Ave María", esto es, por la mañana, al mediodía y a la tarde, para que el pueblo hiciese oración, como en Roma. Mas, aunque al principio se encontraba bien, después se enfermó gravemente. Y después que se curó, decidió partirse para despachar los asuntos que le habían confiado sus compañeros, y partirse sin dinero; de lo cual se enojó mucho su hermano, avergonzándose de que quisiese ir a pie. Y por la tarde el peregrino quiso condescender en esto de ir hasta el fin de la Provincia a caballo con su hermano y con sus parientes.

90. Pero, cuando hubo salido de la Provincia, dejó el caballo, sin tomar nada, y se fue en dirección de Pamplona, y de allí a Almazán, pueblo del P. Laínez, y después a Sigüenza y Toledo, y de Toledo a Valencia. Y en todas estas tierras de los compañeros no quiso tomar nada, aun cuando le hiciesen grandes ofrecimientos con mucha insistencia. En Valencia habló con Castro, que era monje cartujo; y queriéndose embarcar para venir a Génova, los devotos de Valencia le rogaron que no lo hiciese, porque decían que estaba en el mar Barbarroja con muchas galeras, etc. Y por muchas cosas que le dijeron, suficientes para ponerle miedo, con todo, nada bastó para hacerle dudar.

91. Y embarcando en una nave grande, pasó la tempestad de la cual se ha hecho mención más arriba, cuando se dijo que estuvo tres veces a punto de muerte. Llegado a Génova, emprendió el camino hacia Bolonia, y en él sufrió mucho, máxime una vez que perdió el camino y empezó a andar junto a un río, el cual estaba abajo y el camino en alto, y este camino, cuanto más andaba, se iba haciendo más estrecho; y llegó a estrecharse tanto, que no podía seguir adelante, ni volver atrás, de modo que empezó a andar a gatas, y así caminó un gran trecho con gran miedo, porque cada vez que se movía creía que caía en el río. Y esta fue la más grande fatiga y penalidad corporal que jamás tuvo; pero al fin salió del apuro. Y queriendo entrar en Bolonia teniendo que atravesar un puentecillo de madera, cayó abajo del puente; y así, levantándose cargado de barro y de agua, hizo reír a muchos que se hallaron presentes. Y entrando en Bolonia, empezó a pedir limosna, y no encontró ni siquiera un cuatrín, aunque la recorrió toda. Estuvo en Bolonia algún tiempo enfermo; después se fue a Venecia siempre de la misma manera.

Capítulo X [1536-1537 Venecia 1537 Vicenza 1539 Roma]

92. En Venecia por aquel tiempo se ejercitaba en dar los ejercicios y en otras conversaciones espirituales. Las personas mas señaladas a quienes los dio son Mro. Pedro Contarini y Mro. Gaspar de Doctis, y un español llamado por nombre Rozas. Y estaba también allá otro español, que se llamaba el bachiller Hoces, el cual trataba mucho con el peregrino y también con el obispo de Cette, y aunque tenía algún deseo de hacer los ejercicios, con todo no lo ponía en ejecución. Al fin resolvió hacerlos; y después que los hizo, a los tres o cuatro días, expuso su intención al peregrino, diciéndole que tenía miedo no fuese que le enseñase en los ejercicios alguna doctrina mala, por las cosas que le había dicho un tal. Y por eso había llevado consigo ciertos libros para recurrir a ellos en el caso de que quisiese engañarle. Este se ayudó muy notablemente en los ejercicios, y al fin se resolvió a seguir el camino del peregrino. Fue también el primero que murió.

93. En Venecia tuvo también el peregrino otra persecución, pues, había muchos que decían que había sido quemada su estatua en España y en Paris. Y pasó eso tan adelante, que se hizo proceso, y fue dada sentencia en favor del peregrino. Los nueve compañeros llegaron a Venecia a principio del 37. Allí se dividieron para servir en diversos hospitales. Después de dos o tres meses se fueron todos a Roma para tomar la bendición para pasar a Jerusalén. El peregrino no fue por causa del doctor Ortiz, y también del nuevo cardenal Teatino. Los compañeros volvieron de Roma con pólizas de 200 o 300 escudos, los cuales le fueron dados de limosna para pasar a Jerusalén, y ellos no los quisieron tomar mas que en pólizas. Estos escudos, después, no pudiendo ir a Jerusalén, los devolvieron a aquellos que se los habían dado. Los compañeros volvieron a Venecia del mismo modo que habían ido, es decir, a pie y mendigando, pero divididos en tres grupos, y de tal modo que siempre eran de diferentes naciones. En Venecia se ordenaron de misa los que no estaban ordenados, y les dio licencia el nuncio que estaba entonces en Venecia, el cual después se llamó el cardenal Verallo. Se ordenaron a título de pobreza, haciendo todos votos de castidad y pobreza.

94. Aquel año no había naves que fuesen a Levante, porque los habían roto con los turcos. Y así ellos, viendo que se alejaba la esperanza de pasar a Jerusalén, se dividieron por el Veneto con intención de esperar el año que habían determinado, y si después de cumplido no hubiese pasaje, se irían a Roma. Al peregrino tocó ir con Fabro y Laínez a Vicenza. Allí encontraron una cierta casa fuera de la ciudad, que no tenía ni puertas ni ventanas, en la cual dormían sobre un poco de paja que habían llevado. Dos de ellos iban siempre a pedir limosna en la ciudad dos veces al día, y era tan poco lo que traían, que casi no podían sustentarse. Ordinariamente comían un poco de pan cocido, cuando lo tenían, y cuidaba de cocerlo el que quedaha en casa. De este modo pasaron cuarenta días, no atendíendo más que a la oración.

95. Pasados los cuarenta días, llegó el Mro. Juan Coduri, y los cuatro decidieron empezar a predicar, y dirigiéndose los cuatro a diversas plazas, en el mismo día y a la misma hora comenzaron su sermón, gritando primero fuerte y llamando a la gente con el bonete. Con estos sermones se hizo mucho ruido en la ciudad, y muchas personas se movieron a devoción, y ellos tenían con más abundancia las cosas necesarias para la vida. En el tiempo que estuvo en Vicenza tuvo muchas visiones espirituales, y muchas, casi ordinarias, consolaciones; y lo contrario le sucedió en París. Principalmente, cuando comenzó a prepararse para ser sacerdote en Venecia, y cuando se preparaba para decir la misa, durante todos aquellos viajes tuvo grandes visitaciones sobrenaturales de aquellas que solía tener cuando estaba en Manresa. También estando en Vicenza supo que uno de los compañeros, que estaba en Bassano, se encontraba enfermo y a punto de morir, y él se hallaba también en aquel mismo tiempo enfermo de fiebre. Con todo, se puso en camino, y andaba tan fuerte, que Fabro, su compañero, no le podía seguir. Y en este viaje tuvo certidumbre de Dios, y lo dijo a Fabro, que el compañero no moriría de aquella enfermedad. Y llegando a Bassano, el enfermo se consoló mucho y sanó pronto. Después volvieron todos a Vicenza, y estuvieron allá por algún tiempo los diez, y algunos iban a pedir limosna por los pueblos cercanos.

96. Después, acabado el año [1538], y no encontrándose pasaje, decidieron ir a Roma, y también quiso ir el peregrino, porque la otra vez, cuando fueron a Roma los compañeros, aquellos dos de los cuales él dudaba, se mostraron muy benévolos. Se dirigieron a Roma, divididos en tres o cuatro grupos, y el peregrino con Fabro y Laínez; y en este viaje fue muy especialmente visitado del Senor. Había determinado, después que fuese sacerdote, estar un año sin decir misa, preparándose y rogando a la Virgen que le quisiese poner con su Hijo. Y estando un día, algunas millas antes de llegar a Roma, en una iglesia, y haciendo oración, sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le ponía con Cristo, su Hijo, que no tendría ánimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le ponía con su Hijo.

97. Después, viniendo a Roma [1539], dijo a los compañeros que veía las ventanas cerradas, queriendo decir que habían de tener allí muchas contradicciones. Y dijo también: -Debemos estar muy sobre nosotros mismos y no entablar conversación con mujeres, si no fuesen ilustres-. Y a este propósito, después en Roma Mro. Francisco confesaba a una mujer y la visitaba alguna vez para tratar de cosas espirituales, y esta mujer fue encontrada después encinta; pero quiso el Señor que se descubriese el que había hecho el mal. Algo semejante sucedió a Juan Coduri con una hija espiritual suya, que fue encontrada con un hombre. Y yo, que escribo estas cosas, dije al peregrino, cuando me narraba esto, que Laínez lo contaba con otros pormenores, según había yo oído. Y él me dijo que todo lo que decía Laínez era verdad, porque él no se acordaba tan detalladamente; pero entonces, cuando lo narraba, sabe cierto que no había dicho más que la verdad. Esto mismo me dijo entre otras cosas.

Capítulo XI [Roma Montecassino Roma Los Ejercicios Las Constituciones Visiones]

98. Desde Roma fue el peregrino a Montecasino para dar los ejercicios al doctor Ortiz, y permaneció allí cuarenta días, en los cuales vio una vez al bachiller Hoces que entraba en el cielo, y en esto tuvo grandes lágrimas y gran consolación espiritual; y esto lo vio tan claramente, que si dijese lo contrario le parecería que decía mentira. Y [de] Montecasino trajo consigo a Francisco Estrada. Volviendo a Roma, se ejercitaba en ayuda de las almas, y estaban todavía en la viña, y daba los ejercicios espirituales a un mismo tiempo a varios; de los cuales uno estaba en Santa María la Mayor y el otro junto al Puente Sixto. Comenzaron después las persecuciones, y comenzó Miguel a molestar y hablar mal del peregrino, el cual le hizo llamar en presencia del gobernador, mostrando antes a este una carta de Miguel en la que alababa mucho al peregrino. El gobernador examinó a Miguel y la conclusión fue expulsarlo de Roma. Después empezaron a perseguir Mudarra y Barreda, diciendo que el peregrino y los compañeros eran fugitivos de España, de París y Venecia- Al fin, en presencia del gobernador y del que entonces era legado de Roma, los dos confesaron que no tenían nada malo que decir contra ellos ni en las costumbres ni en la doctrina. El legado mandó que se impusiese silencia en toda aquella causa, pero el peregrino no lo aceptó, diciendo que quería la sentencia final. No gusto esto al legado ni al gobernador, ni siquiera a aquellos que favorecían antes al peregrino; pero al fin, después de algunos meses, vino el Papa a Roma. El peregrino fue a Frascati para hablar con él, y le representó algunas razones, y el papa se hizo cargo y mandó se diese sentencia, la cual se dio a su favor, etc. Hiciéronse en Roma con ayuda del peregrino y de los compañeros algunas obras pías, como son los catecúmenos, Santa Marta, los Huérfanos, etc. Las otras cosas podrá contarlas el Mro. Nadal.

99. Yo, después de contadas estas cosas, a 20 de octubre pregunté al peregrino sobre los Ejercicios y las Constituciones, deceando saber cómo las había hecho. El me dijo que los Ejercicios no los había hecho todos de una sola vez, sino que algunas cosas que observaba en su alma y las encontraba útiles, le parecía que podrían ser útiles también a otros, y así las ponía por escrito, verbi gratia, del examinar la conciencia con aquel modo de las lineas, etc. Las elecciones especialmente me dijo que las había sacado de aquella variedad de espíritu y pensamientos que tenía cuando estaba en Loyola, estando todavía enfermo de una pierna. Y me dijo que de las Constituciones me hablaría por la tarde. El mismo día, antes de cenar, me llamó con un aspecto de persona que estaba mas recogida de lo ordinario, y me hizo una especie de protestación, la cual en substancia consistía en mostrar la intención y simplicidad con que había narrado estas cosas, diciendo que estaba bien cierto que no contaba nada de más; y que había cometido muchas ofensas contra Nuestro Senor después que había empezado a servirle, pero que nunca había tenido consentimiento de pecado mortal, más aún, siempre creciendo en devoción, esto es, en facilidad de encontrar a Dios, y ahora más que en toda su vida. Y siempre y a cualquier hora que quería encontrar a Dios, lo encontraba. Y que aún ahora tenía muchas veces visiones, máxime aquellas, de las que arriba se dijo, ver a Cristo como sol, etc. Y esto le sucedía frecuentemente cuando estaba tratando de cosas de importancia, y aquello le hacía venir en confirmación, etc.

100. Cuando decía misa tenía también muchas visiones, y cuando hacía las Constituciones las tenía también con mucha frecuencia; y que ahora lo puede afirmar más fácilmente, porque cada día escribía lo que pasaba por su alma y lo encontraba ahora escrito. Y así me mostró un fajo muy grande de escritos de los cuales me leyó una parte. Lo más cran visiones que él veía en confirmación de alguna de las Constituciones y viendo unas veces a Dios Padre, otras las tres personas de la Trinidad, otras a la Virgen que intercedía, otras que confirmaba. En particular me habló sobre las determinaciones, en las cuales estuvo cuarenta días diciendo misa cada día, y cada día con muchas lágrimas y lo que se trataba era si la iglesia tendría alguna renta, y si la Compañía se podría ayudar de ella.

101. El modo que el Padre guardaba cuando hacía las Constituciones era decir misa cada día y representar el punto que trataba a Dios y hacer oración sobre aquello y siempre hacía la oración y decía misa con lágrimas. Yo deseaba ver todos aquellos papeles de las Constituciones y le rogué me los dejase un poco; pero él no quiso.

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