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Canals dice esto de san José en diciembre de 1999

Francisco Canals. Cristiandad. Barcelona, nn. 821-822, nov. diciembre de 1999, págs. 17-18

Es un impulso del Espíritu de Dios que rige a la Iglesia el que ha producido en la Iglesia la moderna extensión del culto a San José. La devoción creciente de los seglares, sacerdotes y religiosos y los actos pontificios que no han hecho sino autorizar solemnemente la aspiración universal de la Iglesia responden a aquel impulso.

La devoción a San José es providencialmente inseparable del culto al Corazón de Jesús, a la Santísima Virgen; va unida con el amor a la Iglesia y al vicario de Cristo, y no es una devoción particular y como opcional, sino que debe ser profesada por todo cristiano fiel que anhele por lo mismo la perfección.

A San José corresponde en su grado más excelso la dignidad patriarcal. Fue predestinado como esposo de María y padre de Jesús con una predestinación análoga a la de los antiguos patriarcas, pero con un oficio superior al de todos ellos.

El alcance universal del patrocinio y de la intercesión de San José responde a la voluntad de Dios que quiso que, habiendo sido su padre protector y custodio en la tierra, fuese también padre protector e intercesor de todo el linaje humano.

San José tiene como una cierta igualdad con María, fue santificado de modo excelente, y es eminente en santidad por encima de todos los santos y de todos los ángeles, a los que también sobrepasa por su pureza.

La gloria de San José en el cielo corresponde a su asociación con María, y una gloria inferior derogaría la dignidad excelsa de la Virgen Madre de Dios. De aquí que debamos creer piadosamente que está en el cielo resucitado corporalmente junto a María y Jesús.

El oficio de San José en la vida cristiana se funda en la misión que Dios le confió en unión con María en la salvación del mundo por Jesucristo su divino Hijo. José y María son el eslabón por el que la divinidad se comunicó a la humanidad; en la familia cuya cabeza era José habitó corporalmente la plenitud de la divinidad.

Por esto la Iglesia, pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo, es también la casa de Dios, la casa de Nazaret en grande. Así como Dios, en lo humano y temporal, puso a José como cabeza de aquella Sagrada Familia en la que se unió con los hombres, así le ha constituido «Príncipe y Señor de su casa», protector paternal del Pueblo Cristiano y de toda la humanidad llamada a ser redimida por su Hijo.

El matrimonio de José y María es la aurora que anuncia la llegada al mundo del Verbo de Dios. Los cristianos somos en lo espiritual descendientes de María y de José, porque en aquel matrimonio, por virtud del Espíritu Santo, nació el que es tronco de la humanidad redimida y santificada, nuestro Señor Jesucristo.

De aquí que el cristiano, que se ha de orientar sólo a Dios, tiene que ir hacia Él por el camino que el mismo Dios ha establecido, que es su Hijo en su santísima humanidad, y por esto ha de vivir en íntima unión filial con María y José, que son sus padres en el orden de la gracia.

La devoción a San José es por lo mismo inseparable de la que debemos tributar a la Sagrada Familia; la convivencia contemplativa con las personas de aquella Sagrada Familia, realizada también al adorar a Cristo en la Eucaristía, ha de orientar la vida espiritual del cristiano.