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El consntimiento a la gracia de justificación

Decía Canals:

"El que obra bien, obra bien por la gracia, por la eficacia intrínseca de la gracia; el que obra mal, obra mal por su culpa, por resistirse a la gracia. El que obra bien, podría haber obrado mal, e incluso, cuando obra bien, podría obrar mal"

"Obrar bien es por efecto de la gracia. Obrar mal es por nuestra culpa".

"Los santos, cuando obraban bien, siempre tenían la posibilidad de obrar mal".

"En esta vida siempre existe la posibilidad de resistir a la gracia. Los santos cuando obedecían y eran fieles a la gracia podrían haber resistido y desobedecido".

Podemos aportar:

"Para recibir la gracia es necesario el consentimiento del sujeto que la recibe, ya que por medio de ella se realiza un cierto matrimonio espiritual entre Dios y el alma".
(Santo Tomás, Suma Teológica, 1 q 95 a 1, 5).

Y el consentimiento lo causa la gracia. Si rehusamos el consentimiento es por nuestra culpa, Dios no es el causante, ni por acción ni por omisión, de que rehusemos el consentimiento.

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El mismo Canals lo tiene dicho por escrito. Explicando la posición de santo Tomás de Aquino en su comentario sobre el texto Rom 4,4 de san Pablo, dice Canals:

"Como enseñó santo Tomás, aunque la justificación del impío... no se da sine nobis consentientibus, sin un movimiento del libre albedrío (STh, I-II, 113, 1 in c), «este movimiento no es causa de la gracia, sino su efecto y así toda la acción de la justificación hay que atribuirla a Dios solo (STh, I-II, 111, 2 ad 2)».
El autor de la justificación es Dios y... el beneficiario de ella es, es el «impío», el pecador. Así habla precisamente el concilio de Trento, que... enseña que nos salvamos por la fe y gratuitamente, es decir no por nuestros méritos, ni por nuestras obras, porque «nada de lo que precede a la justificación, ya sea la fe, ya las obras, merece la gracia misma de la justificación, porque si es por gracia ya no es por las obras; en otro caso (como el mismo Apóstol dice) la gracia ya no es gracia (DS 1532)».
(F. Canals Vidal, La justificación por la fe, Cristiandad, Barcelona, nn. 823-824, enero-febrero, 2000. Obras Completas, 3, pág. 425).

El texto de san Pablo dice:

«Al que no trabaja, pero cree...se le abona su fe a cuenta de justicia: así como también David expresa su parabién al hombre a quien Dios abona justicia sin obras».
( Rom 4,4 )

Y el comentario de santo Tomás de Aquino es:

«Al que no obra..., pero cree en el que justifica al impío, se computará esta su fe como justicia..., no ciertamente de manera que por la fe se merezca la justicia, sino porque el mismo creer es el primer acto de la justicia que Dios obra en él».
(Santo Tomás de Aquino, Ad Rom, 4,4, lec. 1, n. 331; cit. por F. Canals Vidal, ib. pág. 424).

Canals explica en el mismo lugar que "conviene hacer una distinción, por lo menos de concepto entre justificación y santificación". [Justificación es salir del pecado mortal y llegar a estar en gracia. Esto es obra solo de Dios con la gracia operante que, además de dar ya la justificación, la conversión, capacita para poder hacer buenas obras meritorias. Dios concede hacer buenas obras y méritos mediante la gracia cooperante que nos capacita para ser hijos de Dios, para ser santos. Y esto, Dios nos lo da como gracia y como recompensa de los méritos que Dios mismo nos concede hacer].

Dice así Canals:

"A la justificación en cuanto tal no precede mérito alguno humano, y tiene por autor a solo Dios, que obra con su gracia operante en nosotros, sin nosotros..
(F. Canals Vidal, ib. pág. 425).

Y en cuanto a ser hechos hijos de Dios y santos, con las buenas obras meritorias que Dios concede hacer mediante la gracia cooperante, Canals utiliza para explicarlo un texto de 1671 del gran Bossuet:

"La Iglesia Católica enseña que la vida eterna debe ser propuesta a los hijos de Dios como una gracia... y también como una recompensa que se da fielmente a sus buenas obras y a sus méritos... Pero como toda su santidad proviene de Dios, que la causa en nosotros, la misma Iglesia ha recibido en el Concilio de Trento, como doctrina de fe católica, la palabra de san Agustín, según la cual Dios al coronar los méritos de sus servidores, corona sus propios dones".
(Bossuet, Exposition de la doctrine de l'Eglise Catholique, Oeuvres Complétes, 31, 1829, pp. 85-87; cit. por F. Canals Vidal, ib. pág. 427).

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