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El crecimiento conjunto de la producción, del empleo y de la productividad; y cómo conseguirlo
La escasez de nacimientos y la recesión
Lo que frena la producción, es decir lo que frena el PIB en España, como en cualquiera de los países ya abocados a la recesión, es que llevan décadas dejando nacer un número de niños insuficiente para el indispensable consumo-inversión. Aunque aumente el empleo y su remuneración, si no dejan nacer más niños, sólo se añadirá otro problema y en vez de estancamiento tendremos estanflación; más estanflación, porque esto no es nuevo. ¡Ojo! que la eutanasia, tampoco es económicamente saludable. Claro que hasta lo aquí escrito sólo se manejan datos materiales. Lo que lleva a saltárselos son prejuicios ideológicos que vienen del socialismo y de sus subproductos consumidos por los otros materialistas, que son los capitalistas. Pero el análisis de los datos materiales lleva matemáticamente a cualquiera que esté libre de prejuicios a constatar que, para el necesario desarrollo de la producción de bienes materiales para todos, ha de haber una suficiente y creciente población joven bien preparada, que, no sólo protagonice la producción, sino también el motor de la producción que es el consumo, sin caer en el estéril y embrutecedor consumo consumista, sino mediante el indispensable consumo-inversión.
Con saber esto, no basta.
Aunque ya sería mucho llegar hasta aquí. Pero hay que ir a la
solución. Y es que hay solución. Y es conocida. Se trata de
saber cómo realizar esa solución de que nazcan muchos niños y
se les cuide y prepare bien. Y así veinticinco años después
habrá más población joven bien preparada, que trabaje y
realice la producción, se case, tenga hijos, y los cuide y los
prepare bien, acelerando así el motor de la producción, que es
el sano consumo, el consumo-inversión. Y así sucesivamente en un progresivo y sano
crecimiento conjunto y coordinado del empleo y de su
remuneración, de la producción, medida por el PIB, y también
de la productividad, sí.
¿Acaso hay que recurrir a los incentivos de la política natalista? ¿Hay que perfeccionarlos ya que producen aumentos de la natalidad poco significativos? Es verdad que los encomiables planes de incentivos a la natalidad que han implantado gobiernos como el de la señora Ayuso en la Comunidad Autónoma de Madrid o el gobierno de Hungría han dado como resultado aumentos muy pequeños del número de niños nacidos. También es verdad que la dictadura comunista imperante en China levantó la prohibición de tener más de un hijo y permitió tener dos, pero que después nacieron muy pocos segundos hijos, por lo que el partido permitió tener más de dos hijos, con el mismo escasísimo resultado. Esto ha hecho patente que la población, acostumbrada a la esterilidad del embrutecedor consumo consumista, no se va a mover a la inmolación de ser padres, ni por los tan necesarios incentivos materiales, ni porque lo permita un dictador, ni aunque se diera cuenta de que racionalmente debe hacerlo.
Ya san Pablo nos alertó de parte de Dios sobre la insumisión de nuestras apetencias a nuestra voluntad:
"Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco.
...no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero".
(Rom 7,15;19).
Y hasta los paganos como Ovidio se dieron y se dan cuenta de esta insumisión:
"Video meliora proboque, deteriora sequor", [veo y apruebo lo mejor, pero obro lo peor], (Metamorphosis, VII),
Nuestra voluntad, incluso después del pecado original, está inclinada al bien, a vivir y obrar conforme a nuestra naturaleza racional, que Dios nos ha dado, a vivir y obrar como Dios quiere, pero nuestras insumisas apetencias nos llevan a no vivir, ni obrar así.
La solución está en lo que aporta la Iglesia. La cuestión es cómo será factible. Lo será, con toda seguridad y universalmente. No por el crecimiento de la propia Iglesia, sino que su implantación será realizada por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor, el Verbo hecho carne, por el inmenso amor misericordioso que nos tiene, el cual mediante su Parusía, su segunda venida visible a reinar intrahistóricamente en la tierra en plenitud de forma no visible, quitará por su base el anticristiano sistema imperante que cada vez más impone vivir como si Dios no existiera, al evidenciar Su existencia; e iniciará el proceso de cristianización y recristianización mediante la gran efusión de gracia creada e Increada, el Espíritu Santo, que liberará a todos los hombres, tanto varones como mujeres, hasta reinar en todos ellos, así como en todas las naciones, como es la esperanza segura de la Iglesia tal como la proclamo en el Concilio Vaticano II (Nostra Aetate, 4). Que sigmifica la unidad católica mundial y no por simple prescripción legislativa, sino porque todos los hombres, tanto varones como mujeres, serán católicos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en el Mesías, Jesús, el Verbo hecho carne.