Aportaciones urgentes a la teología de la historia: el reino de Dios
NORMAS OBJETIVAS DE MORALIDAD
Hay normas éticas objetivas, hay normas objetivas de conducta, existen normas objetivas de comportamiento humano. Consisten en obrar conforme a la naturaleza que tenemos. Como todo lo que hay, que es bueno si es conforme a su naturaleza.
El hombre (varón y mujer) obra bien cuando se comporta conforme a su naturaleza humana. Cuando se comporta conforme a su naturaleza racional. Cuando se comporta como persona. En el lenguaje corriente se recoge esto cuando, para decir que se obra mal, se dice que se hace una animalada. O que no hay que hacer el bestia. O que no hay que decir o hacer burradas, o cochinadas.
Comportarnos conforme a la naturaleza que
tenemos los hombres (varones y mujeres), comportarnos conforme a
nuestra naturaleza de racionales, obrar conforme a nuestro ser
personas es comportarnos conforme a todo un conjunto de normas.
Las conocemos por la luz natural de la razón.
Esto es la ley natural: el conjunto de normas de nuestro
comportamiento humano conforme a nuestra naturaleza, normas que
conocemos por la luz natural de la razón: no robar, no mentir,
no matar, no consentir la explotación económica, ni la
explotación sexual de ninguna persona...
La ley natural es lo mismo que la ley moral. Existen normas objetivas de moralidad, normas objetivas de justicia: Las tenemos como normas por tener la naturaleza humana que tenemos. Lo inmoral es inhumano. Y debemos comportarnos conforme a las normas de justicia, de moralidad, porque somos personas por naturaleza, por nuestra naturaleza racional, que no nos la hemos dado nosotros mismos, por cierto. Nos debemos comportar como personas por ser personas, no para serlo. Nuestra naturaleza racional de personas no es optativa, no la alcanzamos por nuestro esfuerzo, sino que nuestro esfuerzo es para estar a la altura de nuestra naturaleza racional de personas con nuestro comportamiento. El hombre (varón y mujer) es el ser superior entre los existentes en la naturaleza material que le rodea, precisamente porque tiene una mente superior a lo material, a lo animal, es animal racional; pero el hombre evidentemente no ha hecho esa naturaleza ni ha sido hecho por una naturaleza material de la que él es el ser superior por tener algo que no es material.
La libertad consiste en obrar sin coacción conforme a la razón, con un comportamiento humano, moral, no inmoral, no inhumano. La libertad es la liberación de las coacciones del mal.
No estamos obligados a obrar dominados por el
instinto animal, podemos obrar, tenemos la posibilidad
de obrar, conforme a nuestra razón, conforme a las normas
objetivas de moralidad, encauzando las pasiones, instintos e
impulsos bajo el control de la razón para que actúen en el
mismo sentido que les indique nuestra razón, según las normas
objetivas de moralidad, con las riendas bien cogidas sujetando
las pasiones, instintos e impulsos para que no nos dominen y nos
quiten la libertad esclavizándonos.
Y como somos libres, somos responsables. Nuestras malas acciones,
las inmorales, inhumanas, no son inevitables. Nuestras buenas
acciones, las humanas, las racionales, no son imposibles.
Otra cosa es que el hombre (varón y mujer) necesita ayuda para cumplir todas las normas éticas o morales, que son las racionales, y para que las pueda cumplir siempre, y para reparar el mal hecho cuando no las cumple. Porque el hombre (varón y mujer) no puede con sus solas fuerzas cumplir siempre todas las normas propias de su naturaleza racional, y estos incumplimientos y fallos y su tendencia a ellos, le llegan a oscurecer incluso el conocimiento claro de las normas éticas, aunque de suyo son cognoscibles por la luz natural de la razón. Esta ayuda para hacer efectivo lo que es posible es lo que aporta la Iglesia.
La norma objetiva racional de comportamiento
sexual humano, según justicia y racionalidad, según nuestra
naturaleza humana es que el acto sexual, y todo lo que lleva a
él y lo prepara, sólo es humano, sólo es racional,
sólo se puede y se debe realizar en el seno del amor irrevocable
sin barreras antihumanas, antiecológicas. El amor es
irrevocable en el matrimonio, al menos en la intención y en el
propósito y en el compromiso mutuo entre el hombre y la mujer
con un mutuo juramento sagrado. A veces no se cumple hasta el
final, a veces no resulta irrevocable. Pero si no existe ni
siquiera el compromiso mutuo, como promesa definitiva y solemne
de presente y de futuro para siempre, no es ya irrevocable ni
siquiera en la intención, y sin ese compromiso de amor
irrevocable que es el matrimonio, el acto sexual es como máximo
un acto animal, fisiológico. Es el amor irrevocable y sin
barreras en el matrimonio el que legitima, libera y humaniza el
acto sexual. El lenguaje corriente llama a la realización del
acto sexual humano "hacer el amor".
No hay hijos ilegítimos como se dice, sino actos ilegítimos de
los padres que pagan los hijos para siempre, se lo hace pagar la
limitada y dura justicia humana llamándoles ilegítimos. A nadie
le gusta pensar y decir que su madre lo engendró en un acto
fuera del amor irrevocable y sin barreras del matrimonio, en un
acto en el que fue usada para satisfacer algo animal o
fisiológico. A nadie. Eso es señal de que la razón lo dice
cuando no se desoye.
Tampoco las incitaciones a realizar el acto sexual fuera del amor
irrevocable del matrimonio consiguen que se exhiba por parte de
la chica, sino que tienden a enseñar a hacerlo sin que se sepa y
concentran lo principal de su enseñanza, llamándolo incluso
educación, en conseguir a toda costa que no quede en evidencia.
Tan a toda costa que suelen enseñar que es preferible incluso
matar a la criatura que evidenciar que se ha realizado el acto
sexual. Que lo ha realizado la chica soltera.
Es la mujer siempre la que tiene las de perder.
Primero, porque la mujer tiene por encima, muy por encima, del
impulso sexual el de la entrega definitiva de su amor, segundo
porque la que queda embarazada es la mujer. El varón si actúa
sólo por su impulso, busca la satisfacción sexual momentánea,
la explotación sexual de la chica para conseguir su placer y
después ya pierde el interés. Incluso, muchas veces, él sí lo
pregona.
En cambio en el matrimonio, hacer el amor es la
expresión máxima de libre amor y de mutua realización en
plenitud liberada.
Dice Sto. Tomás (STh 1-2,q.94,a.6,r):
"Pertenecen a la ley natural, primariamente, ciertos principios comunísimos, que son de todos conocidos; en segundo lugar, otros preceptos secundarios, más particulares, que son a modo de conclusiones próximas a los principios."
"En lo que toca a esos principios generales, la ley natural no puede ser borrada de los corazones de los hombres en general; pero se borra en las obras particulares, por cuanto la razón es impedida de aplicar los principios comunes a las obras particulares por la concupiscencia o por otra pasión."
"Pero, si miramos a los preceptos secundarios de la ley natural, éstos sí pueden borrarse del corazón humano, sea por las malas persuasiones, como en las materias especulativas se dan errores sobre conclusiones necesarias; sea por las costumbres perversas y los hábitos corrompidos, como en algunos pueblos no se reputaban pecados los robos y aun los vicios contra naturaleza, según dice el Apóstol en Rom. 1,24 sqq."
Derechos de los
homosexuales Quienes tienen tendencias homosexuales son, como personas, iguales que los demás en dignidad y derechos, sin discriminaciones ni privilegios. Tienen ante Dios derecho al acto sexual en el mismo caso que los heterosexuales, es decir, el varón con la mujer y la mujer con el varón que sean legítimos esposos, cara a cara, uniéndose mediante su respectivo sexo, el pene con la vagina. Los heterosexuales no por tener esta tendencia tienen derecho ante Dios a unirse sexualmente con otra persona que la que sea su cónyuge ante Dios. Los heterosexuales, si no están ante Dios legítimamente casados, no tienen derecho ante Dios a unirse sexualmente con otra persona con la que tengan tendencia a unirse. A quienes tienen tendencias homosexuales, esta tendencia no les da más derechos sexuales ante Dios que a los heterosexuales, es decir, que tienen derecho ante Dios a unirse con una persona del otro sexo a la que estén unidos en matrimonio legítimo ante Dios. Si su tendencia les lleva a no casarse con una persona del otro sexo, están en el mismo caso que los heterosexuales que no estén casados, aunque quisieran estarlo. La persona a la que le vengan ganas de unirse sexualmente con una persona que no sea su cónyuge ante Dios, tiene que aguantarse, sea homo o hetero, sin discriminaciones ni privilegios. La única unión sexual humana por naturaleza es la realizada cara a cara mediante el respectivo sexo, el pene con la vagina, en el seno del amor irrevocable y abierto a la vida. José Manuel Zubicoa Bayón. 15.04.2012. |
El hombre (varón y mujer) tiene la posibilidad de conocer y cumplir las normas éticas con sus fuerzas racionales naturales. Puede conocerlas por la luz natural de la razón y no le son de imposible cumplimiento para su voluntad. No son normas para ser buen cristiano, sino para ser buena persona. No son normas añadidas por la Iglesia a las que el hombre (varón y mujer) debe cumplir para obrar conforme a su naturaleza. La moral es lo mismo en su contenido material que la ética y que la ley natural. Son cognoscibles filosóficamente.
El hombre (varón y mujer) también tiene la
posibilidad de conocer y demostrar la existencia de Dios con la
luz natural de su razón de forma cierta, aunque indirecta, a
partir de la naturaleza. Mientras que por la fe conoce a Dios a
partir de la revelación transmitida por la Iglesia junto con la
gracia para aceptar y recibir y profesar con esa fe esa
revelación. La existencia de Dios es cognoscible y demostrable
filosóficamente. Forma parte de la filosofía, no sólo de la
teología. "Este
elengantísimo sistema de los planetas y cometas no pudo ser
producido más que por y bajo la invención y el dominio de un
Ser Inteligente y Poderoso"
(Isaac Newton: Principia Mathematica, 2ª ed., escolio
gen.)
Lo que aporta la Iglesia son tres series de elementos:
"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).
Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura catolicidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la Cristiandad futura; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.
El papa Benedicto XVI lo reafirmó el 4.01.2006: "La historia se dirige hacia una humanidad unida en Cristo. (...) Existe el progreso en la historia, una evolución en la historia; progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y nos acerca a la humanidad unida".
La futura catolicidad consecuente de todos los pueblos significa que obrarán en consecuencia en el futuro, obedeciéndole a Dios; y a la Iglesia y al Papa cuando enseñan en nombre de Dios, ejerciendo la autoridad de Dios en materias de fe y de moral.
Es la futura implantación y aplicación universal del principio del Estado católico.
La normativa ética de la política está entre en las materias sobre las que el Papa tiene autoridad infalible, porque es infalible en materia de fe y moral, lo mismo que lo es la Iglesia Católica.
Cristo constituyó a los Apóstoles y a sus sucesores «intérpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural»
(San Pablo VI, enc. Humanæ vitae 25-VII-1968, 4).
Lo que aporta la Iglesia es luz
para conocer con seguridad las normas (la ley de Dios natural y
revelada) y fuerza para cumplirlas todas
y siempre, y para tener fe y vivir coherentemente con
ella. Aporta lo que hace falta para que la posibilidad, dada por
Dios, que tiene el hombre de conocer y cumplir las normas éticas
naturales con sus fuerzas racionales naturales se convierta en
efectividad.
Aporta la gracia sobrenatural ganada para todos por Cristo en la
cruz. Para que el hombre sea humano en su comportamiento. Y para
que su comportamiento humano tenga valor divino y le dé el cielo.
Lo que aporta la Iglesia es la ayuda indispensable para la humanización y la divinización.
Los comportamientos anticristianos son antihumanos. Y los inhumanos son anticristianos.
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«Habéis oído que se dijo a los antepasados... Pues yo os digo ... no juréis ... al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto ... y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da ... Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5,21-45).
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En el siglo XXI la Iglesia proclama:
La historia va hacia la humanidad
unida en Cristo
Progreso es todo lo
que nos acerca a Cristo y así nos acerca a la humanidad unida,
al verdadero humanismo
BENEDICTO XVI, AUDIENCIA GENERAL. Miércoles, 4 de enero de 2006:
"La historia tiene una meta, una dirección. La historia va hacia la humanidad unida en Cristo, va hacia el hombre perfecto, hacia el humanismo perfecto... Sí, hay progreso en la historia, ...hay una evolución de la historia. Progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y así nos acerca a la humanidad unida, al verdadero humanismo. Estas indicaciones implican también un imperativo para nosotros: trabajar por el progreso, que queremos todos. Podemos hacerlo trabajando por el acercamiento de los hombres a Cristo; podemos hacerlo configurándonos personalmente con Cristo, yendo así en la línea del verdadero progreso".
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El principio del Estado católico consecuente de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial excluye taxativamente cualquier tipo de confusión entre la esfera religiosa y la esfera política.
El principio del Estado católico excluye también taxativamente la intolerancia religiosa. Todo lo contrario: por ser una virtud la tolerancia, aunque es posible practicarla con las fuerzas humanas, que lo sea de hecho siempre y generalizadamente por todos los pueblos y sus autoridades sólo es posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible.
De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad.
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Significado de la fiesta solemne de Cristo Rey: Pío XI el papa que instituyó esta fiesta explica su significado en su Encíclica «Miserentissimus»:
«Al hacer esto no sólo poníamos en evidencia la suprema soberanía que a Cristo compete sobre todo el Universo... sino que adelantábamos ya el gozo de aquel día dichosísimo en que todo el orbe, de corazón y de voluntad, se sujetará al dominio suavísimo de Cristo Rey».
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"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la
violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de
Cristo"
(Benedicto XVI, 15.05.2006, Carta sobre el culto al
Corazón de Jesús, repitiendo las palabras de san Juan Pablo II
de 5.10.1986, Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843)
La civilización del amor es el reinado social en la tierra del Sagrado Corazón de Jesucristo
Estudiar Historia es para no olvidar las carencias y avances del pasado, ni creernos que el reino de la felicidad sobre la tierra en el futuro lo hará llegar el hombre con sus solas fuerzas
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....Política y ética ... ...
La dialéctica hegeliana y la ley del aborto
La dinámica del mal menor es una estructura de pecado
Se ha impuesto la participación en cursos de educación sexual o cívica que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón". Esto es "otra amenaza a la libertad religiosa de las familias en algunos países europeos".
(Benedicto XVI al Cuerpo Diplomático, 10.01.2011).
"La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse. La verdadera racionalidad no queda garantizada por el consenso"
(Benedicto XVI, 5 de octubre de 2007-------------- LEER MÁS )
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