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El equívoco de la democracia, aclarado por Canals
"Una de las vías eficaces de influencia deletérea de falsas doctrinas -en el orden religioso y moral, en el social y político, y en el cultural y pedagógico- y de utilización de las mismas al servicio de una praxis revolucionaria desintegradora del orden natural, ha sido la manipulación del lenguaje mediante equívocos, que se apoyan en la imposición de significados de rigidez unívoca... Así por ejemplo...«democracia» es la fundada en el mito de la voluntad general y de la soberanía del pueblo, inspirada en fuentes rousseaunianas; libertades y «derechos humanos» se entienden desde las concepciones antropocéntricas y antiteísticas de una modernidad anticristiana" (Francisco Canals Vidal: Política española: pasado y futuro. Barcelona. Acervo. 1977. Pág. 9).
"El lenguaje político moderno está lleno de graves equívocos. El término «democracia»... había sido admitido en el lenguaje tradicional escolástico para expresar la deseable participación en el poder por parte de todos los miembros de una comunidad. Así en Santo Tomás. Pero a partir de la filosofía del siglo XVIII, inspiradora de la revolución francesa, significa también una concepción del mundo y una filosofía, negadora del origen divino del poder y del fundamento de las leyes humanas en una ley natural participación de la eterna. Un equívoco análogo se da con el término «derechos humanos»" (Política, 289).
"El liberalismo, la democracia de inspiración doctrinal rousseauniana y spinoziana, el socialismo en todos sus grados, se apoyan en concepciones filosóficas que niegan la sustantividad espiritual del hombre individual, y su libertad de albedrío y responsabilidad moral... Lo que se hace es establecer una perspectiva antropocéntrica sobre la vida social y la historia... En nombre de estas concepciones se recusa precisamente la idea cristiana de una ley natural impresa por Dios en nuestra mente. Negada la fuente divina de la dignidad de la persona humana, el mito de la voluntad general se constituye en fundamento último de todo el orden social (Política, 290).
"En relación íntima con este antropocentrismo, para el que el poder humano carece de límites imperativos que condicionen su decisión... está la negación del origen divino del poder, expresada en la falsa metafísica de la «soberanía del pueblo»... Para el antropocentrismo... la voluntad humana es ilimitada en sus objtivos, e incondicionada frente a toda norma que no emane de ella misma. Es esto y no una forma de gobierno en la que «todos tengan parte en el principado» -según la expresión de Santo Tomás- lo que, desde la inspiración de las filosofías anticristianas de los siglos modernos, se significa con la tesis de la «soberanía del pueblo», que se afirmó en antítesis al origen divino del poder" (Política, 291).
"El absolutismo, inspirado en el humanismo del Renacimiento, operó una reducción mundana e inmanente de la doctrina católica a través de la tesis del derecho divino de los reyes. En nuestro siglo, en un contexto filosófico más explícitamente panteísta, se concibió el Estado como el advenimiento de lo divino sobre la tierra. Tales errores tienen un carácter idolátrico, porque atribuyen carácter divino a relidades finitas. Pero la mitología democrática de la soberanía del pueblo se levanta contra la idea misma de un principio divino de unidad, y de un modo mucho más radicalmente anticristiano se enfrenta «a todo lo que se llama Dios o recibe culto». No es ya idolatría, sino antiteísmo" (Política, 290-291).