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San Ireneo habla de la efusión extraordinaria de la Gracia Increada, el Espíritu Santo, que derramará Jesús, el Verbo hecho carne en todos los corazones y en todas las naciones

Adv H III, 3,6,17

[Los apostoles] dijeron la realidad, esto es, que el Espíritu Santo había descendido sobre Él en forma de paloma (Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22), el mismo Espíritu del que está escrito: «reposará sobre Él el Espíritu del Señor» (Is 11,2), como antes hemos dicho. Y también: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por eso me ungió» (Is 61,1). Es el Espíritu del que dijo el Señor: «Pues no sois vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros» (Mt 10,20). Y también al darles a los discípulos el poder de la regeneración en Dios, les dijo: «Id y enseñad a todas las naciones, y bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19)[259]. Por los profetas había prometido que lo derramará en los últimos tiempos sobre sus siervos y siervas, para que profeticen (Jl 3,1-2). Por eso también descendió sobre el Hijo de Dios hecho Hijo del Hombre, para acostumbrarse a habitar con Él en el género humano, a descansar en los hombres y a morar en la criatura de Dios, obrando en ellos la voluntad del Padre y renovándolos de hombre viejo a nuevo en Cristo.

17,2. Este Espíritu es el que David pidió para el género humano, diciendo: «Confírmame en el Espíritu generoso» (Sal 51[50],14).[260] De él mismo dice Lucas (Hech 2), que descendió en Pentecostés sobre los Apóstoles, con potestad sobre todas las naciones para conducirlas a la vida y hacerles comprender el Nuevo Testamento: por eso, provenientes de todas las lenguas alababan a Dios, [930] pues el Espíritu reunía en una sola unidad las tribus distantes, y ofrecía al Padre las primicias de todas las naciones.

3.6.1. Obra del Espíritu Santo

Para ello el Señor prometió que enviaría al Paráclito que nos acercase a Dios (Jn 15,26; 16,7). Pues, así como del trigo seco no puede hacerse ni una sola masa ni un solo pan, sin algo de humedad, así tampoco nosotros, siendo muchos, podíamos hacernos uno en Cristo Jesús, sin el agua que proviene del cielo. Y así como si el agua no cae la tierra árida no fructifica, así tampoco nosotros, siendo un leño seco, nunca daríamos fruto para la vida, si no se nos enviase de los cielos la lluvia gratuita. Pues nuestros cuerpos recibieron la unidad por medio de la purificación (bautismal) para la incorrupción; y las almas la recibieron por el Espíritu[261]. Por eso una y otro fueron necesarios, pues ambos nos llevan a la vida de Dios.

3.6.2. Otras figuras del Espíritu Santo

Nuestro Señor, por su misericordia, se dirigió a la samaritana pecadora (Jn 4,7) que no permaneció con un marido, sino que fornicó uniéndose a muchos: se le mostró y le prometió el agua viva, para que no tuviese ya más sed, ni se fatigase yendo a sacar agua con esfuerzo, teniendo en sí una bebida que salta hasta la vida eterna (Jn 4,14). Habiendo recibido el Señor este don del Padre, Él mismo lo donó a quienes participan de Él, enviando el Espíritu Santo a toda la tierra.

17,3. Gedeón el israelita (Jue 6,37), a quien Dios eligió para que salvase al pueblo de Israel del dominio de los extranjeros, previó la donación de esta gracia, cuando cambió la petición acerca del vellón de lana, sobre el cual primero había caído el rocío, que era tipo del pueblo; así profetizó la aridez que habría de venir; esto es, que ellos ya no tendrían de parte de Dios al Espíritu Santo, como dice Isaías: «Y mandaré a las nubes que no lluevan sobre ella» (Is 5,6). Sobre toda la tierra caía el rocío, esto es, el Espíritu de Dios que descendió sobre el Señor: «Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y virtud, Espíritu de piedad y ciencia, Espíritu del temor de Dios» (Is 11,2-3), el mismo que también dio a la Iglesia al enviar desde el cielo al Paráclito sobre toda la tierra; por eso dice el Señor que el diablo fue arrojado como un rayo (Lc 10,18). Por este motivo necesitamos el rocío de Dios, para no quemarnos, ni volvernos infructuosos, y para que, teniendo un acusador, tengamos también al Abogado.

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259. Los gnósticos niegan la salvación de la carne, y por ende la regeneración bautismal para la vida\par eterna. Ireneo afirma esta última en varios pasajes: ver V, 2,2; 15,3; D 3 y 100.\par {\cf1

260. En el texto latino de Ireneo se lee: «In spiritu principali», según la Vetus Latina.\par {\cf1

261. Texto extremamente rico sobre la obra del Espíritu Santo en nosotros; envía a los Apóstoles a las\par naciones, da la vida, hace comprender el Nuevo Testamento, une los pueblos distantes, ofrece al Padre la\par primicia de las naciones, nos une en Cristo, nos hace dar fruto, nos purifica por el bautismo, nos da la\par incorrupción.}

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Traducción y notas del P. Carlos Ignacio González, S.J. Lima - México

Compaginado por Mossen Jordi Castellet https://extrabiblica.tripod.com/padr.html