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Los Ejercicios de san Ignacio, la devoción al Corazón de Jesús y la idea de Cristo Rey

De un artículo del ferviente apóstol de la devoción al Corazón de Cristo Rey, el jesuita mejicano Francisco J . Quintana, publicado en la revista Manresa (núm. 37, 1934). El padre Quintana, autor de un influyente estudio sobre el «encargo suavísimo» del Sagrado Corazón a la Compañía, contemporáneo del movimiento cristero mejicano y de la persecución religiosa en la que murió, con el grito de ¡Viva Cristo Rey!, el padre Pro, centra su pensamiento en la convicción de que en los Ejercicios de san Ignacio hallamos la doctrina que fructificó en la Iglesia en la solemnidad de Cristo Rey, como expresión de la esperanza del Reinadodé.Cristo por su Corazón.

Francisco J . Quintana, S. I. Cristiandad. Barcelona, nn. 835-836, enero-febrero de 2001

Que haya relación íntima entre los Ejercicios de San Ignacio de Loyola y la devoción al Corazón de Jesús, es cosa que se podría afirmar sin temor aun antes de estudiar a fondo ambos asuntos, con sólo considerar unos cuantos documentos.

Santa Margarita María Alacoque, en carta del 10 de agosto de 1689, decía al Padre Croiset: «Pero está reservado a los Padres de la Compañía de Jesús dar a conocer el valor y utilidad de este precioso tesoro (de la devoción al Sagrado Corazón), del cual, cuanto más se saca, más queda por sacar. En ellos, pues, está enriquecerse abundantemente con toda clase de bienes y gracias, porque con este medio eficaz que Él les ofrece es como podrán desempeñar perfectamente el santo ministerio de caridad a que están destinados».

El 15 de agosto del mismo año, después de indicar la eficacia que dará el Corazón de Jesús a las palabras de sus fieles amigos para mover los pecadores, añade: «y esto es especialmente para la santa Compañía de Jesús, a la cual se le ofrecen estos favores con objeto de darle medios convenientes para desempeñar digna y perfectamente las funciones de su ministerio de caridad para gloria de Dios en la conversión de las almas».

En la conocida revelación en que se mostró a Santa Margarita la Santísima Virgen acompañada del Padre de la Colombiere, después de manifestar esta bondadosa Madre que a los Padres de la Compañía de Jesús estaba reservado dar a conocer la utilidad y valor de la devoción al Corazón de Jesús, añadió:

«y a medida que ellos le dieren ese placer, este divino Corazón, manantial de bendiciones y gracias, las derramará con tanta abundancia sobre las funciones de su ministerio, que producirán frutos que sobrepujen a sus trabajos y esperanzas, y lo mismo en lo tocante a la salud y perfección de cada uno en particular»

Indiquemos ahora otro linaje de documentos. Hay tres preciosos del Padre Bernardo F. de Hoyos. El primero es de 31 de julio de 1735, en que, apareciéndose San Francisco Javier con San Ignacio, éste

«en algunas palabras formadas -escribe el Padre Hoyos-, e infundiéndome otras especies intelectuales, me certificó lo siguiente: que la Divina Providencia quería para la Compañía la gloria de que sus hijos fuesen los que promoviesen y propagasen el culto del Sacrosanto Corazón de Jesús; que por ellos se conseguiría de la Iglesia la solemnidad deseada, y que por ellos sería extendida; que el mismo Santo con mi director, San Francisco de Sales, estaban encargados de este asunto por los hijos e hijas de las dos religiones».

Parecido favor recibió el año siguiente.

«Después de comulgar, vi entre resplandores de gloria -son sus palabras- a nuestro amado hermano y primer discípulo del Corazón Sagrado, San Juan Evangelista, acompañado de San Francisco de Sales y de nuestro Padre San Ignacio. Estando yo asombrado de la santidad que entendía resplandecía en estos tres Santos, se me declaró cómo eran éstos los tres a cuya cuenta corrían las glorias del Corazón Sagrado de Jesús: del santo Evangelista, por haber sido privilegiado en descansar sobre el Corazón Santísimo, en donde se le descubrieron sus excelencias, teniendo desde entonces este amante Apóstol particular devoción con aquel Corazón de su Maestro, en quien bebió las luces y las llamas de su amor. De nuestro santo Director en su Orden y de N. S. P. en su Religión, por haber sido estos dos Santos los dos amantes divinos que al más vivo copiaron en sus corazones el ardor seráfico del Evangelista: San Francisco de Sales en lo dulce, que fue el distintivo de su amor, y San Ignacio en lo fuerte, que fue la divisa de su ardiente caridad. Luego me miró N. S. P. con sus dulces y benignos ojos, como insinuándome la complacencia que tenía en aquellos de sus hijos que cooperaban a este asunto gloriosísimo de propagar las glorias del Corazón Sagrado, que era peculiar a la Orden de la Visitación y a la Compañía de Jesús: como al contrario, pidiéndole por aquellos sus hijos que, o con buen celo, o por otros motivos ponían dificultades a esta santa idea, conocí lo que al Santo le desagradaba ésto en la severidad y como indignación que a ese tiempo vi en sus majestuosos ojos».

Y en fin, este mismo año, o el anterior, pues no se sabe la fecha,

«el día de nuestro Padre San Ignacio -añade el Padre Bernardo- se me dio a entender cómo por su medio dispensaba este día a sus hijos el Corazón de Jesús particulares gracias: y vi en el mismo Sagrado Corazón de Jesús la complacencia que tiene en el Santo y en su Religión, entre otros títulos, por este de ser escogida para promover este culto, de lo que tuvo noticia nuestro Padre San Ignacio entre los secretos fines a que le declaró el cielo que la fundaba: y nuevamente entendí la complacencia de nuestro Padre San Ignacio en que sus hijos se empleen en asunto tan de la gloria de nuestro Capitán Jesús y tan propio de su Compañía».

Una idea parecida a las de Santa Margarita acerca de los bienes que esta devoción traería a la Compañía indica el Padre Cardaveraz en su conocida carta al Padre Juan de Loyola: testimonio de mucha autoridad, por las casi continuas comunicaciones extraordinarias del Corazón de Jesús con el Padre, aun en el acto mismo, según parece, en que esta carta escribía.

Dice, pues:

«El demonio hace todos sus esfuerzos para que los Nuestros no tomen con el debido celo el asunto; y si una vez logramos la felicidad de que nuestro amor Jesús gane de veras para Sí los corazones de muchos de los Nuestros, que pueden y no hacen, se verán efectos prodigiosos en todos los fieles».

De todos estos documentos se concluye:
1) Que nuestro Señor ha escogido la Compañía para establecer principalmente por ella en todas partes la devoción a su Corazón Divino.
2) Que cuando Él resolvía fundar en su Iglesia esta Orden religiosa, uno de los secretos fines que brillaban allá en su mente divina era la devoción al Corazón de Jesús, y que de esto ya tuvo noticia nuestro Padre San Ignacio.
3) Que esta devoción es un medio eficacísimo dado por nuestro Señor, con el cual la Compañía podrá llenar con la perfección que Jesucristo desea el fin de su sagrado Instituto.

Por otra parte sabemos que los Ejercicios son la planta sobre que está edificada la Compañía; el molde en que San Ignacio formó sus primeros compañeros y en que quiso que la Compañía formase siempre a sus hijos; el soplo de vida que presta vigor y lozanía a este cuerpo; la médula de todo nuestro Instituto, como admirablemente lo prueba el Padre la Palma.

Si, pues, la Compañía está, como quien dice, hecha para la devoción al Corazón de Jesús, porque este fue uno de los secretos fines para que la instituyó el Señor, y Dios, como artífice perfectísimo, siempre acomoda los instrumentos al fin; si, por otra parte, la devoción al Corazón de Jesús viene como nacida a la Compañía, pues hemos visto que es un medio eficacísimo para realizar su fin con toda la perfección que Dios quiere de ella; si, pues, tan proporcionadas están entre sí la devoción al Corazón de Jesús y la Compañía, y lo más íntimo y el molde y el alma y la vida de la Compañía son los Ejercicios, síguese que entre estos y la devoción al Corazón de Jesús han de existir muy internas y naturales y admirables relaciones.

La devoción al Corazón de Jesús es la devoción a Jesucristo amante. Jesucristo es, pues, el todo en esta devoción. En ella todo es amor a Jesús, todo nace de este amor, todo se endereza a él. Y así dice Santa Margarita que el fin que Dios se propuso al revelar la devoción y en tomo del cual giran todos los demás frutos espirituales es un amor pronto y grande a la persona adorable del Redentor, como se nota enseguida leyendo la biografia de las personas que se han distinguido en la devoción al Sagrado Corazón. Ni es extraño. En la primera revelación principal del Corazón de Jesús a Santa Margarita, leemos:

«Es esta devoción como el esfuerzo supremo de su amor, que quiere favorecer a los hombres en estos últimos siglos con este linaje de redención amorosa, para sustraerlos al imperio de Satanás, que pretende arruinar, y para colocarlos bajo la dulcísima libertad del imperio de su amor, el cual quiere restablecer en los corazones de todos los que abracen esta devoción».

De manera que, omitiendo otras consideraciones acerca de esta revelación estupenda, según ella nuestro Señor pretende:
I) Arruinar el imperio de Satanás.
II) Establecer su propio imperio, pero éste ha de ser un imperio de amor y de libertad dulcísima nacida del mismo amor.
III) Para que en cada uno de los individuos se realicen estos planes, nuestro Señor exige como condición que se abrace la devoción al Corazón de Jesús.
Establecer, pues, en los corazones una vida de amor a nuestro Señor Jesucristo, un reino de caridad, he aquí el fin de la devoción al Corazón de Jesús y a la par su más rico y precioso fruto: fruto, notémoslo bien, que nace de la misma naturaleza de este culto, pero mucho más de la voluntad libérrima de Dios, que ha querido vincular precisamente a este medio esta y otras muchísimas gracias, que constan por las promesas que en Santa Margarita leemos.

Resumiendo, pues, tenemos que los Ejercicios, casi en su totalidad y como fundamento para todo, van dirigidos por San Ignacio a entusiasmar al ejercitante con la persona de Cristo: si, pues, por otra parte vemos que la devoción al Corazón de Jesús no va a otra cosa que a crear una legión de almas verdaderamente amantes de Jesucristo, y que de hecho lo consigue por ser este su más principal efecto, ya que se ve si entre los Ejercicios y la devoción al Corazón de Jesús se da íntima relación.

Cristo amable

La devoción al Corazón de Jesús es la devoción a Jesús, pero a Jesús en cuanto bueno, manso y humilde, mas sobre todo amador de los hombres hasta el extremo, y dadivoso con ellos casi hasta la prodigalidad: en una palabra, la devoción al Corazón de Jesús, como escribe el Padre Froment, contemporáneo de Santa Margarita, es la devoción a Jesús todo corazón. Lo cual se ha recogido y sensibilizado en la imagen del Salvador, bondadoso y amable, mostrando su divino Corazón herido, rodeado de llamas y llagado, a cuyo conjunto el pueblo cristiano llama con mucho sentido teológico «el Corazón de Jesús», como vemos también que lo hace a cada paso Santa Margarita y la Iglesia en su liturgia: «Cor Jesu, miserere nobis». Esta idea (dicho sea de paso), puede quitar aprensiones en personas buenas, a quienes la Persona de Cristo les entusiasma, pero no esto del Corazón de Jesús. Es idea inexacta que separa el corazón de la persona. ¿Te agrada Cristo, y no te agrada «Corazón de Jesús»? Pero ¿qué es «Corazón de Jesús», sino Cristo visto en la forma más encantadora, más simpática y a la vez más propia suya en que puede ser mirado?

Estos son, pues, los matices peculiares con que presenta a Cristo la devoción al Corazón de Jesús. y ¿cómo lo presenta San Ignacio? Veámoslo. La primera vez que le saca con su nombre es en el conocido coloquio de los pecados.

«Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz».

No se puede negar que al leer este coloquio, y mucho más al hacerlo en los Ejercicios, se experimenta en el alma un sentimiento de simpatía hacia Cristo, de amor y de gratitud, que no es fácil definir. Parecido efecto deja el coloquio de las meditaciones del infierno:

«Haciendo un coloquio con Cristo nuestro Señor, traer a la memoria las ánimas que están en el infierno, unas porque no creyeron en el advenimiento; otras... haciendo tres partes... Y con esto darle gracias porque no me ha dejado caer en ninguna de éstas acabando mi vida. Asimismo como hasta agora siempre ha tenido de mí tanta piedad y misericordia».

Cristo Rey

Hay entre los Ejercicios y la devoción al Corazón de Jesús una relación en que quizá no se haya reparado tanto, pero que es muy digna de tenerse en cuenta: la idea de Cristo Rey o del reinado de Cristo, que tan marcadamente se ve en ambos.

En las revelaciones del Corazón de Jesús, éste aparece como Rey, que quiere reinar. «Reinaré a pesar de todos mis enemigos», decía muchas veces a Santa Margarita; «reinará, sí, reinará», repetía frecuentemente la Santa con una seguridad que sorprende. Porque es rey y quiere reinar, pide amor, culto y servicio, no solamente de las personas privadas, sino de las familias y de las naciones. Por eso desea que su imagen aparezca en las habitaciones de las casas, en las banderas de los pueblos y en los escudos de los príncipes. Por eso pide que se le erijan templos nacionales en que reciba los homenajes de los reyes, de los gobiernos y de las naciones. Por eso el movimiento de consagración de los individuos, de las familias, de las asociaciones, municipios, diputaciones, provincias y naciones al Corazón de Jesús, que tanto impulso va tomando en todas partes.

No entienden, por tanto, la devoción al Corazón de Jesús los que imaginan que este asunto es negocio de pura devoción individual; no es sino el negocio eterno del reinado real de Cristo, que a medida que adelanta el mundo hacia su término, parece quiere el Señor que sea más completo y extendido y con determinados caracteres que señalan manifiestamente una nueva perfección.

Tal es el aire con que presenta a Cristo la devoción al Corazón de Jesús: rey de amor, pero Rey. Ahora bien, respecto de los Ejercicios, creemos que sería ocioso gastar el tiempo en probar lo marcado que aparece este mismo carácter en Cristo nuestro Señor. Basta leer la meditación del Rey temporal para convencerse de ello. Más clara que aparece allí esta idea de Rey y de reino respecto de Jesucristo, dificilmente puede hallarse en otra parte. Pues bien, obsérvese que ésta es la meditación central de los Ejercicios y como el Principio y Fundamento de la segunda, tercera y cuarta semanas, que son las más principales de los Ejercicios. Así que puede decirse que las tres últimas semanas de los Ejercicios van informadas de esta idea y de este espíritu. Esto mismo aparece claro en la meditación de las Dos Banderas, y en general todos sabemos que esta idea o esta manera de concebir a Cristo y su obra la llevaba nuestro Padre San Ignacio en la sangre, y así la dejó grabada en donde quiera que pudo poner su sello, como lo está diciendo a voces aun el mismo nombre de Compañía de Jesús o como diríamos ahora, «la Brigada de Jesús», con que quiso que se llamase su Orden.