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La Iglesia aporta la esperanza

La Iglesia aporta la esperanza cierta e imborrable de que con toda seguridad se llegará en el mundo a un modo de vida humano en plenitud de justicia y de paz como consecuencia de la Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, Su segunda venida gloriosa a la vista de todos, con la que al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera; y como consecuencia, además, de la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía; con lo cual Jesús, el Verbo hecho carne, por el amor misericordioso que nos tiene, reinará plenamente en todos los corazones y en todas las naciones; y se llegará así a "conformar —en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor— la historia humana con el orden divino"; se llegará a la paz que es "resultado de un orden diseñado y querido por el amor de Dios", como proclamó Benedicto XVI en su mensaje para la jornada por la paz de 2006, precisando que "es un don celestial y una gracia divina".

El Concilio Vaticano II proclamó así la esperanza segura de la Iglesia:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura catolicidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la Cristiandad futura; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Esta catolicidad de todos los pueblos y de su organización política autonómica, nacional y mundial excluye taxativamente cualquier tipo de confusión entre la esfera religiosa y la esfera política.

Esta catolicidad excluye también taxativamente la intolerancia religiosa. Todo lo contrario: por ser una virtud la tolerancia, aunque es posible practicarla con las fuerzas humanas, que lo sea de hecho siempre y generalizadamente por todos los pueblos y sus autoridades sólo es posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, es lo que define al estado católico.

De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II.

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El papa Benedicto XVI lo reafirmó el 4.01.2006: "La historia se dirige hacia una humanidad unida en Cristo. (...) Existe el progreso en la historia, una evolución en la historia; progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y nos acerca a la humanidad unida".

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"Ya has venido, Señor. Estamos seguros de tu presencia entre nosotros. Pero, ¡ven de manera definitiva!". "¡Ven, Jesús! ¡Ven y transforma el mundo! ¡Ven ya, hoy, y que triunfe la paz!" (Benedicto XVI, 23.08.2006, Audiencia general)

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La historia va hacia la humanidad unida en Cristo
Progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y así nos acerca a la humanidad unida, al verdadero humanismo

BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Miércoles 4 de enero de 2006:

"La historia tiene una meta, una dirección. La historia va hacia la humanidad unida en Cristo, va hacia el hombre perfecto, hacia el humanismo perfecto...  Sí, hay progreso en la historia, ...hay una evolución de la historia. Progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y así nos acerca a la humanidad unida, al verdadero humanismo. Estas indicaciones implican también un imperativo para nosotros:  trabajar por el progreso, que queremos todos. Podemos hacerlo trabajando por el acercamiento de los hombres a Cristo; podemos hacerlo configurándonos personalmente con Cristo, yendo así en la línea del verdadero progreso".