..Malentendidos sobre la Parusía.....INDEX.

La Ascensión y la Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, Su segunda venida gloriosa a la vista de todos

A la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista.
Cuando miraban fijos al cielo, mientras Él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».
(Hch 1,9-11).

Jesús, el Verbo hecho carne, se hizo ver en la Ascensión como prueba de Su presencia real en el pan consagrado de la Eucaristía

«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros».
Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?»
Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza?
¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...»
(Jn 6,51-53;59-62)

La Ascensión y el anuncio de su Parusía visible:

A la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista.
Cuando miraban fijos al cielo, mientras Él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».
(Hch 1,9-11).

Seguí mirando. Y en mi visión nocturna, vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A Él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará.
(Dn 7,13-14)

Jesús, el Verbo hecho carne, haciéndose ver en el esplendor de su segunda venida, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder del Anticristo, el colectivo anticristiano, que cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera, y como si fuese el ser supremo ese colectivo cada vez más globalizador de casi todos los hombres, varones y mujeres, como infinitésimos suyos, cada vez más ninguneados.

«Entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria».
(Mc 13,26)

Se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la manifestación de su Venida.
(2Tes 2,8).

Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado. (Is 40,5).

«Como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día... el Día en que el Hijo del hombre se manifieste».
(Lc 17, 24;30)

«Se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».
(Lc 17,23-25. Versión de la CEE 2011).

«Como el relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre».
(Mt 24,27).

Dice Severiano del Páramo, S. I.:

"Cristo en su segunda venida a juzgar a los hombres aparecerá como un relánpago visible a todos los hombres".
(Severiano del Páramo, S. I., en comentario a Mt 24,27, en La Sagrada Escritura, comentario por profesores de la Compañía de Jesús, Nuevo Testamento, vol. I , págs. 295-296)

«La Santa Cruz es ensalzada como trofeo pascual de la victoria de Cristo y signo que aparecerá en el cielo anunciando a todos su segunda venida».
(Martirologio Romano, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz).

«Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria».
(Mt 24,11-12;30).

Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por Él harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén (Apoc 1,7).

«Aquel día ... derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por Él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito». (Za 12, 9-10).

La manifestación victoriosa de Jesucristo en su Parusía, su segunda venida gloriosa, al evidenciar Su existencia, quitará la base del poder anticristiano que impone vivir como si Dios no existiera. Y quedará arruinado el reinado del colectivo anticristiano por la manifestación de Jesucristo, el Mesias Jesús, el Verbo hecho carne, en su segunda venida. (Manifestación de Jesús, manifesatarse Jesús, significa hacerse ver).

La Parusía es la segunda venida gloriosa de Jesucristo, su manifestación gloriosa, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, como quiso hacerse ver por tres de sus apóstoles en Su Transfiguración, como se apareció varias veces a sus discípulos desde su Resurrección hasta su Ascensión, como se manifestó visiblemente a Saulo, el mayor incrédulo y el más furioso perseguidor.

La constatación de que en la Sagrada Escritura se expone que su segunda venida gloriosa la quiere realizar Jesús, el Verbo hecho carne, de manera visible, no tiene nada que ver con el milenarismo, ni siquiera con el milenarismo mitigado, que la Iglesia, en un decreto de 1944 de la Congregación del Santo Oficio, decretó que no puede enseñarse con seguridad:

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Una cosa es decir que Jesucristo, en su Segunda Venida, vendrá visiblemente a reinar no visiblemente, aunque con una presencia eficaz, como correctamente debe afirmarse, y otra cosa muy distinta e incorrecta es decir que Jesucristo, en su Segunda Venida, vendrá a reinar visiblemente, con una presencia visible. Negar que Jesucristo, en su Segunda Venida, vendrá visiblemente no es compatible con la oración litúrgica de la Iglesia, ni con los textos de la sagrada Escritura aquí citados.

En el Reino de Jesucristo, Él no reinará visiblemente, como si fuera un Califa. Jesús, el Verbo hecho carne, vendrá en su Parusía, en su segunda venida gloriosa con su cuerpo glorioso, no visible ordinariamente para los humanos viadores. No estará en las facultades de los humanos que vivan entonces, los viadores cuando la Parusía, verle a Jesús más que cuando Él quiera manifestarse o hacerse visible en algún momento a alguien en particular o a muchos; cosa muy diferente de la visión beatífica de los bienaventurados en el cielo.

Jesús, el Verbo hecho carne, vendrá en su segunda venida gloriosa con su cuerpo glorioso, como en los días posteriores a su gloriosa Resurrección hasta su admirable Ascensión, en los que no era visible ordinariamente para los humanos viadores y sólo cuando Él quería se hacía ver.

El Decreto de 1944 de la Congregación del Santo Oficio [hoy Dicasterio de la Doctrina de la Fe], aprobado y confirmado por el Papa Pío XII en el que se establece que el sistema del milenarismo mitigado no puede ser enseñado con seguridad, define el sistema del milenarismo mitigado diciendo que es el que enseña que Cristo nuestro Señor antes del juicio final visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum.

El Decreto publicado en AAS [Acta Apostolicae Sedis] está en latín. No se ha publicado en AAS ninguna traducción.

Texto original del decreto en latín publicado en AAS [http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-36-1944-ocr.pdf, pág. 212]:

ACTA SS. CONGREGATIONUM
SUPREMA SACRA CONGREGATIO S. OFFICII DECRETUM
Postremis hisce temporibus non semel ab hac Suprema S. Congregatione S. Officii quaesitum est, quid sentiendum de systemate Millenarismi mitigati, docentis scilicet Christum Dominum ante finale iudicium, sive praevia sive non praevia plurium iustorum resurrectione, visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum. Re igitur examini subiecta in conventu plenario feriae IV, diei 19 Iulii 1944, Emi ac Revmi Domini Cardinales, rebus fidei et morum tutandis praepositi, praehabito RR. Consultorum voto, respondendum decreverunt, systema Millenarismi mitigati tuto doceri non posse.
Et sequenti feria V, die 20 eiusdem mensis et anni, Ssñius D. N, Pius divina Providentia Papa XII, in solita audientia Excmo. ac Revmo. D. Adsessori S. Officii impertita, hanc Emorum Patrum responsionem approbavit, confirmavit ac publici iuris fieri iussit.
Datum Romae, ex Aedibus S. Officii, die 21 Iulii 1944.
I. Pepe, Supremae S. Congr. S. Officii Notarius.
[AAS 36 (1944) 212. DS 3839 en latín].
[Texto publicado en AAS
http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-36-1944-ocr.pdf, pág. 212]:

Fue el texto en latín de este decreto lo que se publicó en Acta Apostolici Sedis, no las traducciones a otros idiomas. No las que se suelen publicar, que atribuyen al verbo venir el adverbio "visiblemente" [visibiliter] en vez de atribuirlo al otro verbo, "reinar". Atribuyen visibiliter a esse venturus en vez de atribuirlo a regnandi, lo que es imprescindible. Pero no están publicadas en AAS estas traducciones. Lo que está vedado es atribuir el adverbio visiblemente a reinar y no a venir. Decir que está proscrito atribuir visiblemente a venir, no es compatible con la Sagrada Escritura, ni con la oración litúrgica de la Iglesia, donde se afirma que Nuestro Señor Jesucristo ha de venir visiblemente en su segunda venida o Parusía

Y no fue publicado en Acta Apostolici Sedis otro decreto del Santo Oficio de 11 de julio de 1941 que le fue remitido por carta al arzobispo de Santiago de Chile, Mons. Don José M. Caro Rodríguez como respuesta a una consulta suya. En este decreto de 1941, en el que también dice que el milenarismo mitigado no puede ser enseñado con seguridad ("tuto doceri non posse”), se describe el sistema del milenarismo mitigado diciendo que afirma que Jesucristo vendrá a reinar corporalmente (corporaliter in hanc terram regnandi causa esse venturum).
Este Decreto de 1941 no fue publicado en Acta Apostolicae Sedis, posiblemete porque sí que se sabe con toda seguridad que Cristo está corporalmente en la Eucaristía, y así lo enseña la Iglesia con plena seguridad, y así debe enseñarse con total seguridad.

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Una traducción literal del Decreto de 1944 que respeta lo que dice la Sagrada Escritura, y la oración litúrgica de la Iglesia sería, por ejemplo:

En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué hay que sentir del sistema del milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir para reinar visiblemente en esta tierra.
Examinado el asunto en cuestión en la reunión plenaria de la feria IV, día 19 de julio de 1944, los Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales, encargados del cuidado de las materias de fe y de moral, previo voto de los Reverendos Consultores, decretaron respondiendo, el sistema del Milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad.
Y en la siguiente feria V, del dia 20 del mismo mes y año, Su Santidad N. S., por la divina Providencia, el Papa Pío XII, aprobó esta respuesta de los Eminentísimos Padres en audiencia ordinaria concedida al Reverendísimo Señor asesor del Santo Oficio, la confirmó y la mandó publicar conforme a derecho.
Dado en Roma en la Sede del Santo Oficio, el día 21 de julio de 1944.
I. Pepe, Notario de la Sagrada Congrgación Suprema del santo Oficio.
[Decreto del Santo Oficio, de 21 de julio de 1944. AAS 36 (1944) 212. DS 3839 en latín].

Está resumido en forma de dubia el Decreto de 1944 en el Denzinger en latín con el nº 3839 en la edición a cargo de Schönmetzer (de ahí la S de la referencia, DS, de las ediciones del Denzinger en latín ).
Y con el nº 2296 en las ediciones anteriores del Denzinger, en latín o traducidas:

Decr. S. officii, sub Pie XII, 19. (21.) juillet 1944
Denzinger 3839 2296 Qu.: Quid sentiendum de systemate Millenarismi mitigati, docentis scilicet Christum Dominum ante finale iudicium, sive praevia sive non praevia plurium iustorum resurrectione, visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum. Resp. (cfirm. a S. P'ce 20. Iul.): Systema Millenarismi mitigati tuto doceri non posse.
http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/it/fpd.htm

Traducciones a lenguas modernas que aparecen en las versiones traducidas del Denzinger que no han sido promulgadas por la Iglesia, a diferencia de la versión original en latín, la única promulgada por la Iglesia:

DS 3839 Dz 2269 «En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué haya de sentirse acerca del sistema del milenarismo mitigado, a saber, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio fmal - previa o no previa una resurrección de muchos justos- ha de venir visiblemente a la tierra para reinar».
«Respuesta: El sistema del milenarismo, aún mitigado, no puede ser enseñado guardando la seguridad de la doctrina».

DS3839 Dz 2296 In recent times on several occasions this Supreme Sacred Congregation of the Holy Office has been asked what must be thought of the system of mitigated Millenarianism, which teaches, for example, that Christ the Lord before the final judgment, whether or not preceded by the resurrection of the many just, will come visibly to rule over this world.
The answer is: The system of mitigated Millenarianism cannot be taught safely.

DS 3839
Question: Que faut-il penser du système du millénarisme mitigé qui enseigne qu'avant le jugement dernier, précédé ou non de la résurrection de plusieurs justes, le Christ notre Seigneur viendra visiblement sur notre terre pour y régner?
Réponse (confirmée par le souverain pontife le 20 juillet): Le système du millénarisme mitigé ne peut pas être enseigné de façon sûre.

Son traducciones no publicadas en ASS, ni decretadas por la Santa Sede, que atribuyen al verbo "ha de venir" el adverbio "visiblemente" [visibiliter] en vez de atribuirlo al otro verbo, "reinar". Atribuyen visibiliter a esse venturus en vez de atribuirlo a regnandi causa, lo que es imprescindible. Pero no están publicadas en AAS estas traducciones. Lo que está vedado es atribuir el adverbio visiblemente a reinar y no a venir. Decir que está proscrito atribuir visiblemente a venir, no es compatible con la Sagrada Escritura, ni con la oración litúrgica de la Iglesia, donde se afirma que Nuestro Señor Jesucristo ha de venir visiblemente en su segunda venida o Parusía

Una traducción literal del Decreto de 1944 que respeta lo que dice la Sagrada Escritura y la oración litúrgica de la Iglesia, y que rechaza el milenarismo mitigado sería, por ejemplo:

En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué hay que sentir del sistema del milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir para reinar visiblemente en esta tierra.
Examinado el asunto en cuestión en la reunión plenaria de la feria IV, día 19 de julio de 1944, los Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales, encargados del cuidado de las materias de fe y de moral, previo voto de los Reverendos Consultores, decretaron respondiendo, el sistema del Milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad.
Y en la siguiente feria V, del dia 20 del mismo mes y año, Su Santidad N. S., por la divina Providencia, el Papa Pío XII, aprobó esta respuesta de los Eminentísimos Padres en audiencia ordinaria concedida al Reverendísimo Señor asesor del Santo Oficio, la confirmó y la mandó publicar conforme a derecho.
Dado en Roma en la Sede del Santo Oficio, el día 21 de julio de 1944.
I. Pepe, Notario de la Sagrada Congrgación Suprema del santo Oficio.
[Decreto del Santo Oficio, de 21 de julio de 1944. AAS 36 (1944) 212. DS 3839 en latín].

Una traducción de la dubia que respeta lo que dice la Sagrada Escritura y la oración litúrgica de la Iglesia, y que rechaza el milenarismo mitigado, sería por ejemplo:

Pregunta: ¿Qué hay que sentir del sistema del Milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir para reinar visiblemente en esta tierra.
Respuesta: el sistema del Milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad".

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Lo decretado y publicado en AAS en 1944 está en latín como se copia arriba. La traducción en la versión española y en las otras lenguas modernas del Denzinger DS nº3839, que no es lo decretado ni lo publicado, proscribe que se diga que Jesús vendrá visiblemente, como Él mismo prometió, en vez de proscribir que se enseñe que Él reinará visiblemente; y eso es como mínimo un enorme malentendido. Que Jesús, el Verbo hecho carne, ha anunciado que en su segunda venida gloriosa "le verán" es la Sagrada Escritura y no milenarismo.

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Está doblemente mal traducido el nº DS 3839 del Denzinger en las traducciones a las lenguas modernas. Por una parte porque lo que afirma que está condenado como milenarismo mitigado son profecías reveladas en múltiples pasajes de la Sagrada Escritura, proclamado en la oración litúrgica de la Iglesia y anunciado por el mismo Jesucristo Nuestro Señor en el Evangelio, que Él vendrá visiblemente a reinar [de manera obviamente no visible] en la tierra. Y por otra parte, dichas traducciones, dejan sin condenar la afirmación crasamente herética y absurda de que Jesucristo Nuestro Señor vendrá a reinar visiblemente. Esas traducciones erróneas no están promulgadas por la Santa Sede, que lo que ha promulgado es el texto original en latín sin traducir. Atribuir a la Iglesia dejar sin condenar una herejía es un error muy grave; y todavía es mucho peor el error de atribuir a la Iglesia condenar las palabras de las profecías reveladas en la Sagrada Escritura, condenar el contenido de la oración litúrgica de la propia Iglesia y condenar lo anunciado por Jesucristo Nuestro Señor. Esto último es en su materia un pecado contra el Espíritu Santo.

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Las traducciones a las lenguas modernas del decreto promulgado y publicado en latín por la Santa Sede en 1944 sobre el milenarismo mitigado tienen dos graves carencias. Por una parte proscriben que se enseñe que Jesús, el Verbo hecho carne, vendrá visiblemente en su Parusía o segunda venida gloriosa, lo cual es incompatible con lo que dice Jesús en el Evangelio y proclaman muchas otras Sagradas Escrituras y la oración litúrgica de la Iglesia. Y por otra parte, dejan de proscribir que se enseñe que Jesús reinará visiblemente, lo cual no sólo no puede enseñarse con seguridad, sino que es herético, al decir de Canals y de Orlandis, y reduce a Jesús, el Verbo hecho carne, a un mero califa. Y estas dos graves deficiencias las atribuyen a la Iglesia, siendo así que son falsificaciones de la doctrina de la Iglesia, "haciendo pseudomilagros con el hipérbaton"; mediante el cual, para empezar, en el original en latín, dejan en la ambigüedad lo que en la Sagrada Escritura está muy claro; para posteriormente, mediante las traducciones, dar el cambiazo los que se oponen a que "reine en esta tierra" Jesús, el Verbo hecho carne. Pero al final no les servirá de nada. Él reinará de forma eficaz aunque no visible en todas las almas y en todas las naciones, eliminando para empezar el imperio anticristiano con el esplendor de su segunda venida gloriosa en gloria y majestad. Esas traducciones a las lenguas modernas, doblemente erróneas, aparecen en el número 3839 DS del Denzinger traducido a dichas lenguas y no han sido promulgadas por la Santa Sede. Lo publicado en ASS son los textos en latín, no erróneos, pero con la demasía de la ambigüedad mediante el hipérbaton.

Enseña Canals que es herético sostener que la presencia de Cristo en su reinado en la tierra es visible:

«El milenarismo carnal, condenado incluso bajo su forma mitigada, es herético si se entendiera que el Reino de Cristo en la tierra coincide con una presencia «visible» de Cristo reinando, no en cuerpo glorioso, sino en una «corporeidad visible empíricamente». (Francisco Canals, Mis recuerdos del padre Orlandis. Acerca de su "milenarismo", Cristiandad, Barcelona, núm. 815, 1999).

"El Padre Orlandis entendía que el milenarismo prohibido, incluso en su forma mitigada por el decreto del Santo Oficio de 21 de julio de 1944, hubiera podido ser condenado formalmente como herético. Porque el milenarismo propiamente dicho entendía la segunda venida y el Reino de Cristo en la tierra en la perspectiva de la «visibilidad» del Rey, es decir, interpretando la segunda venida como una vuelta triunfante del Señor a estar visiblemente presente en el mundo: no en cuerpo glorioso, como consta por las Sagradas Escrituras que estuvo en los días desde la resurrección a la ascensión a los cielos, sino con una corporeidad visible empíricamente, del mismo tipo que la que quiso tener desde su nacimiento a su muerte en la cruz.
Con esta «visibilidad» del Rey estaba conexa en el pensamiento de los antiguos milenaristas -«herederos del error judío» según San Jerónimo, y «que rechazaban el vino celeste y no querían ser sino agua secular», según San Ireneo-,
una comprensión del Reino en el horizonte terreno y mundano que llevó a los dirigentes del pueblo judío al desconocimiento de la salvación que traía a este mundo el Hijo de Dios encarnado.
Fco. Canals,
Mis recuerdos del padre Orlandis. Acerca de su milenarismo, CRISTIANDAD, mayo-junio de 1999.

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Jesús, el Verbo hecho carne, haciéndose ver en el esplendor de su advenimiento, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, eliminará el reino del Anticristo:

Se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida.
(2Tes 2,8).

Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado. (Is 40,5)

La manifestación gloriosa de Jesucristo en su Parusía quitará por su base el poder anticristiano al evidenciar que no ha lugar al ateísmo, que es la base del poder anticristiano, que impone vivir como si Dios no existiera. Y quedará así arruinado el reinado del colectivo anticristiano por la manifestación de la segunda venida de Jesucristo.

Jesús, el Verbo hecho carne, vendrá en su segunda venida gloriosa con su cuerpo glorioso, como en los días posteriores a su gloriosa Resurrección hasta su admirable Ascensión, en los que no era visible ordinariamente para los humanos viadores y sólo cuando Él quería se hacía ver.

«Contemplen... a Cristo presente en su Iglesia no con la presencia corporal y visible que soñaron los milenarios».
(
«R. Orlandis S. I.: «Sobre la actualidad de la idea de Cristo Rey». CRISTIANDAD, núm. 39 (1-11-1945), págs. 465-468).

Una cosa es que en el reinado social de Jesús, el Verbo hecho carne, Él no reinará visiblemente y otra cosa es que Él quiere que sea visible su venida gloriosa para iniciar ese reinado no visible, como ha querido anunciarlo en el evangelio y en otros muchos lugares de la Sagrada Escritura.

La segunda venida de Jesús, el Verbo hecho carne, tampoco es visible para los humanos de suyo, es como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, (como después de su Resurrección y hasta su Ascensión). Será visible porque Él quiere y porque así lo ha hecho saber de antemano.

Tampoco vendrá Jesucristo a reinar antes del juicio, sino que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, como dice el Credo. Su segunda venida inicia el juicio o reinado, porque reinar es juzgar: la potestad de juzgar es potestad regia.

Y es lo que el mismo Jesús, el Verbo hecho carne, nos enseñó a pedir en el padrenuestro, no en vano:

«Venga a nosotros tu reino». [Lema del Apostolado de la Oración: «Adveniat Regnum Tuum»]
«Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo».
(Mateo 6, 10)

[Algunos lamentablemente omiten esto, «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo», como si fuese milenarismo, y "proclaman" venerar el reino de Dios en el cielo, con lo que su padrenuestro dice hágase tu voluntad en el cielo como en el cielo. ¿Y en la tierra qué?, ¿que manden los que quieren vivir según el hombre y que todo el mundo viva así, como quiere Satanás?, ¿vivir como si Dios no existiera, esclavizados por este sistema políticamente correcto iniciado por el liberalismo e intensificado con lo que ha venido después? ¿Vivir sin remisión sometidos así al imperio de Satanás?].

No es lo mismo que lo que aparece rechazado en el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, nº 676, sino muy diferente:

Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, "Divini Redemptoris" que condena el "falso misticismo" de esta "falsificación de la redención de los humildes"; GS 20-21).

Este nº 676 del Catecismo de la Iglesia Católica de 1992 trae dos notas a pie de página: en una pone la referencia del Decreto de 1944 del Santo Oficio sobre el milenarismo reproducido de forma abreviada en el nº 3839 del Denzinger DS, cuya versión original en latín, la única aprobada, define el sistema del milenarismo mitigado, que proscribe, diciendo que es el que enseña que Cristo nuestro Señor antes del juicio final visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum.
No proscribe enseñar que Cristo Señor, antes del juicio fmal - previa o no previa una resurrección de muchos justos- ha de venir visiblemente a la tierra para reinar». Esto no ha sido publicado en
AAS [http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-36-1944-ocr.pdf, pág. 212]

En la otra nota dice:

"Cf. Pío XI, Carta Enc. Divini Redemptoris (19 de marzo de 1937): AAS 29 (1937) 65 - 106 «condenando los errores presentados bajo un falso sentido místico» «de esta especie de falseada redención de los más humildes» (p.69); Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 20-21: AAS 58 (1966) 1040-1042. (Catecismo de la Iglesia Católica. Nueva edición conforme al texto latino oficial. Edición española de la Asociación de editores del Catecismo. 1999).

Lo condenado por Pío XI en la encíclica Divini Redemptoris, nº 60 como "intrínsecamente perverso" es el comunismo, llamado en el nº 676 del Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, "mesianismo secularizado" y rechazado por la Iglesia como principal falsificación del Reino futuro y condenado aquí en este Catecismo y en el Concilio Vaticano II (GS 20-21) como "falso misticismo" y "falsificación de la redención de los humildes".

Lo cual es todo lo contrario, como secularizado, del sobrenaturalizado reino de Dios en la tierra como en el cielo, el reino anunciado por Jesús, el Verbo hecho carne, en el Evangelio y mandado anunciar por Él; anunciado por los apóstoles y por sus sucesores en la Iglesia; prometido por Dios en la profecías del Antiguo Testamento y del Nuevo, recordadas y reafirmadas por el Concilio Vaticano II (Nostra Aetae, 4) como firme esperanza de la Iglesia.

Lo decretado y publicado en AAS en 1944 está en latín como se copia arriba. La traducción en la versión española y en las otras lenguas modernas del Denzinger DS nº3839 , que no es lo decretado ni lo publicado, proscribe que se diga venir visiblemente en vez de reinar visiblemete; y eso es fruto del malentendido. Que Jesús, el Verbo hecho carne, ha anuncido que en su segunda venida gloriosa "le verán" es el Evangelio y no milenarismo.

Las traducciones a las lenguas modernas del decreto en latín de 1944 sobre el milenarismo mitigado tienen dos graves carencias. Por una parte proscriben que se enseñe que Jesús, el Verbo hecho carne, vendrá viiblemente en su Parusía o segunda venida gloriosa, lo cual es incompatible con lo que dice Jesús en el Evangelio y proclaman muchas otras Sagradas Escrituras y la oración litúrgica de la Iglesia. Y por otra parte, dejan de proscribir que se enseñe que Jesús reinará viiblemente, lo cual no sólo no puede enseñarse con seguridad, sino que es herético, al decir de Canals, y reduce a Jesús, el Verbo hecho carne, a un mero califa. Y estas dos graves deficiencias las atribuyen a la Iglesia, siendo así que son falsificaciones de la doctrina de la Iglesia, "haciendo pseudomilagros con el hipérbaton" para, mediante las traducciones, dar el cambiazo de la doctrina de Cristo y de su Iglesia por la de los que se oponen a que reine Jesús, el Verbo hecho carne. Pero al final no les servirá de nada. Él reinará de forma eficaz aunque no visible en todas las almas y en todas las naciones, eliminando para empezar el imperio anticristiano con el esplendor de su segunda venida gloriosa con todo poder y majestad.

Enseña Canals que es herético sostener que la presencia de Cristo en su reinado en la tierra es visible:

«El milenarismo carnal, condenado incluso bajo su forma mitigada, es herético si se entendiera que el Reino de Cristo en la tierra coincide con una presencia «visible» de Cristo reinando, no en cuerpo glorioso, sino en una «corporeidad visible empíricamente». (Francisco Canals, Mis recuerdos del padre Orlandis. Acerca de su "milenarismo", Cristiandad, Barcelona, núm. 815, 1999).

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Que Jesús, el Verbo hecho carne, ha de venir en su segunda venida gloriosa visiblemente es la Sagrada Escritura y no milenarismo.

Lo condenado por Pío XI en la encíclica Divini Redemptoris, nº 60 como "intrínsecamente perverso" es el comunismo, llamado aquí, en el nº 676 del Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, "mesianismo secularizado" y rechazado por la Iglesia como principal falsificación del Reino futuro y condenado aquí en este Catecismo y en el Concilio Vaticano II (GS 20-21) como "falso misticismo" y "falsificación de la redención de los humildes".

Lo cual es todo lo contrario, como secularizado, del sobrenaturalizado reino de Dios en la tierra como en el cielo, el reino anunciado por Jesús, el Verbo hecho carne, en el Evangelio y mandado anunciar por Él; anunciado por los apóstoles y por sus sucesores en la Iglesia; prometido por Dios en la profecías del Antiguo Testamento y del Nuevo, recordadas y reafirmadas por el Concilio Vaticano II (Nostra Aetae, 4). Y prometido reiteradamente en las promesas de Jesús, el Verbo hecho carne, a santa Margarita María Alacoque, en las que le asegura:

«Reinará este amable Corazón a pesar de Satanás... según lo ha dado a entender a su indigna esclava, echando por tierra el imperio de Satanás en las almas»
(Carta nº 100. A la Madre Saumaise, junio de 1689. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Págs. 376-377).

"Se me presentó el Corazón divino... quería favorecer a los hombres ... sacarlos del imperio de Satán que Él pretendía arruinar para colocarnos bajo la dulce libertad del imperio de su amor, el cual quería establecer en los corazones de todos los que que quisieran abrazar esta devoción".
(Carta 133, cuarta de Aviñón, al Padre Juan Croiset, S. I. del 3 de noviembre de 1689. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Págs. 460-461).

“Como tiene tan vivos deseos de ser conocido, amado y honrado por los hombres, en el corazón de los cuales tanto ha anhelado establecer por este medio el imperio de Su Puro Amor, ha prometido grandes recompensas a todos los que se empleen en hacerle Reinar. ¡Cuán dichoso sois de contaros en este número!».  
(Carta 131, segunda de Aviñón, al Padre Juan Croiset, S. I. del 10 de agosto de 1689. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 434).

Y reinar el sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne, en los corazones es la base de Su reinado social. Así lo explica san Agustín, que define la sociedad o ciudad de Dios, la de los hombres que quieren vivir según Dios, los que quieren vivir haciendo la voluntad de Dios, en contraposición a la sociedad o ciudad carnal, la de los hombres que quieren vivir según ellos, vivir como si Dios no existiera, que es lo que quiere Satanás y por consiguiente es vivir bajo el imperio de Satanás:

"De que hay unos que viven según la carne y otros según el espíritu, se han originado dos ciudades diversas y contrarias entre sí... Con claridad meridiana escribe san Pablo a los de Corinto: «Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?» (I Cor 3,3). Luego proceder según el hombre es igual a ser carnal... Poco antes había llamado [hombres] animales a los mismos que ahora llama [hombres] carnales. Dice así: «... El hombre animal no puede hacerse capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, pues para todos son necedad» (I Cor 2, 11-14)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, págs. 928-929).

"Siendo tantos y tan grandes los pueblos diseminados por todo el orbe de la tierra... no forman más que dos géneros de sociedad humana, que podemos llamar, conformándonos con nuestras Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra la de los que quieren vivir según el espíritu".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 1. BAC, 1958, pág. 921).

"Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloría en sí misma, la segunda, en Dios; porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia. Aquella se engríe en su gloria, y ésta dice a su Dios: "Tú, mi gloria..." (Sal 3,4)... En aquella, sus sabios, que viven según el hombre... se desvanecieron en sus pensamientos y su necio corazón se oscureció... En esta, en cambio, no hay sabiduría humana, sino piedad, que funda el culto legítimo al Dios verdadero, en espera del premio en la ciudad de los santos... «con el fin de que Dios sea todo en todas las cosas» (I Cor 15,28)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28. BAC, 1958, pág. 985-986 ).

Porque obedecerle a Satanás no consiste en considerarle y venerarle como el ser supremo explícitamente, puesto que a lo que Satanás induce es a que cada uno viva según él mismo y no según Dios.

Así lo explica san Agustín (La Ciudad de Dios, XIV) cuando aclara aquella doctrina enseñada de parte de Dios por san Pablo que proscribe obrar según la carne (Gal 5,16-25; Gal 6,7-8; 8,5-14).
San Agustín aclara que vivir según la carne, no es solamente vivir según el cuerpo humano o simplemente según los deseos sexuales, sino que es vivir según uno mismo, según sí propio, porque Satanás no tiene cuerpo carnal y es el jefe y modelo de obrar según la carne.

"No se hizo semejante al diablo el hombre por tener carne, de que carece el diablo; sino por vivir según él mismo, es decir, según el hombre. También el diablo quiso vivir según él mismo, cuando no se mantuvo en la verdad. Y de este modo habló mentira, no de Dios, sino de sí propio, que no sólo es mendaz, sino el padre de la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 3. BAC, 1958, pág. 927).

"Cuando el hombre vive según el hombre y no según Dios, es semejante al diablo. Porque ni el ángel debe vivir según el ángel, sino según Dios, para mantenerse en la verdad y hablar la verdad que viene de Dios; no la mentira que nace de sí mismo... Cuando el hombre vive según la verdad, no vive según él mismo, sino según Dios".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 927).

"El hombre no fue creado recto para vivir según él mismo, sino según su Hacedor, esto es para hacer la voluntad de Dios antes que la suya. No vivir como su condición exigía que viviera, eso es la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 928).

San Pablo mismo, como hemos visto, dice con todas las letras que ser carnal es vivir según el hombre:

«Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?»
(I Cor 3,3).

La Ascensión de Jesús, el Verbo hecho carne, a los Cielos

Su retorno al Cielo quiso Jesús que fuese visualizado como ascensión, elevación sobre la superficie terrestre hasta desaparecer de la vista en lo alto, entre las nubes, condescendiendo con la idea popular de que el cielo está físicamente arriba, encima del terreno que pisamos. La idea popular que identifica los Cielos, el cielo empíreo, morada de Dios, con el firmamento, e incluso con el cielo meteorológico. Así aparece en el relato que hace san Lucas en sus dos libros.

La Parusía de Jesucristo es su segunda venida gloriosa, su manifestación gloriosa, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, (como después de su Resurrección y hasta su Ascensión).

Los que estaban reunidos le preguntaron:
«Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»
El les contestó:
«A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad,
sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra».
Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.
Y mientras estaban con los ojos clavados en el cielo mirando cómo se iba, de pronto se les presentaron dos varones con vestiduras blancas que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando fijamente al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo».
Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático.
(Hch 1,6-12).

Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo.
Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Ellos, después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo.
(Lc 24,50-52).

La versión que viene al final del evangelio de san Marcos resulta aún más admirable, al decir que Jesús se sentó a la diestra de Dios, por su prerrogativa divina. Y es que Jesús es el Verbo hecho carne:

Les dijo:
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.
Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.
(Mc 16,15-20).

La Ascensión y la Parusía visible y gloriosa de Jesús, el Verbo hecho carne

Después de su resurreción, Jesús en su cuerpo glorioso no es visible si Él no quiere, pero a veces ha querido y querrá:

Después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días.
(Hch 1,3)

Entre otros lugares del Nuevo Testamento, san Pablo trae una enumeración de apariciones en las que Jesús resucitado se hizo ver:

Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde a todos los Apóstoles. Y en último lugar a mi, como a un abortivo.
(1 Cor 15, 3-8).

El Papa san Juan Pablo II explicó que este es el más antiguo testimonio sobre la resurrección de Jesucristo:

"El primero y más antiguo testimonio escrito sobre la resurrección de Cristo se encuentra en la primera Carta de San Pablo a los Corintios (hacia la Pascua del año 57 d. JC.)".
(San Juan Pablo II, Catequesis del 25 de enero de 1989).

Y en especial Jesús, el Verbo hecho carne, quiso que los apóstoles y otros discípulos vieran su admirable Ascensión:

Fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos
(Hch 1,9).

Y Jesús, el Verbo hecho carne, quiere ser visto en su glorioso retorno en la Parusía, como así lo anunciaron los ángeles a los apóstoles y a los otros discípulos cuando la Ascensión:

Y mientras estaban con los ojos clavados en el cielo mirando cómo se iba, de pronto se les presentaron dos varones con vestiduras blancas que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando fijamente al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo».
(Hch 1,10-11).

Ya en el anuncio de su Ascensión, declaró Jesús que iba a ser visible. Fue en Su discurso del pan de vida en la sinagoga de Cafarnaum, en el que dejó anunciado de antemano que su futura admirable Ascensión visible, constituye una prueba de su presencia real en la Eucaristía:

«¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...» (Jn 6,61-62).

La visibilidad de su Parusía es la declaración solemne de Jesús, el Verbo hecho carne, asistido con toda la fuerza imparable del Espíritu Santo, ante el máximo tribunal de Israel, que por eso lo envió a la muerte.

"Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios».
Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo (Dn 7,13)»".
(Mt 26,63-64).

Esto no es milenarismo; es el Evangelio.

Está anunciado en el libro profético del Nuevo Testamento que todos verán a Jesús en su segunda venida gloriosa:

Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron (Ap 1,7).

Las nubes son el marco en el que Jesús quiso visualizar como Ascensión su retorno al cielo, así como las nubes serán el marco de su segunda venida, según lo profetizado:

Y seguí viendo. Había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como Hijo de hombre, que llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada.
Luego salió del Santuario otro Angel gritando con fuerte voz al que estaba sentado en la nube: «Mete tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar; la mies de la tierra está madura».
Y el que estaba sentado en la nube metió su hoz en la tierra y se quedó segada la tierra. (Ap 14,14-16).

El propio Jesús dice que todos los que habiten entonces la tierra Le verán venir entre las nubes en su segunda venida gloriosa con gran poder y majestad y que previamente aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo terrestre:

«Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria».
(Mt 24,30).

«Entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria».
(Mc 13,26)

«Entonces verán venir al Hijo del Hombre en una nube con gran poder y gloria».
(Lc 21,27)

Esto tampoco es milenarismo, es el Evangelio.

La Buena Nueva, la gran noticia, en la que consiste el Evangelio, que es el anuncio del reino de Dios, es su reinado primordialmente en los corazones, en las almas. Será en plenitud efectiva el reinado de Dios en todos los corazones, en todas las almas, a partir de la segunda venida gloriosa de Jesús, el Verbo hecho carne, a la vista de todos. porque al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano en las almas y en la sociedad, que les impone vivir según el hombre y no según Dios, como si Dios no existiera, sino como si el ser supremo fuese el colectivo mundial por el que estaremos totalmente ninguneados. Eliminado el obstáculo anticristiano, y, mediante la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con su Parusía, se irá produciendo la recristianización plena de la totalidad moral de la población; y sobre esta base, se desarrollará también la sociedad cristiana, la Cristiandad futura, el reinado social del Sagrado Corazón de Jesús, la civilización del amor. Siendo lo primordial el reinado de Dios en plenitud en cada alma, como explica san Agustín en el libro XIV de La Ciudad de Dios, de acuerdo con lo que enseñó Jesús, el Verbo hecho carne. La universalización de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y de Su reinado en todas las almas y en todas las naciones,

«Y si alguno entonces os dice: "El Mesías está aquí o allí", no le creáis, porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, y harán signos y portentos para engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. Os he prevenido. Si os dicen: "Está en el desierto", no salgáis. "En los aposentos", no les creáis. Pues como el relámpago aparece en el oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre... Inmediatamente después de la angustia de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán. Entonces aparecerá en el cielo el signo del Hijo del hombre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Enviará a sus ángeles con un gran toque de trompeta y reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de un extremo al otro del cielo.
(Mt 24,23-31. Versión de la CEE, 2011).

Preguntado por los fariseos: ¡Cuándo viene el reino de Dios?, les respondió y dijo:
«No viene el reino de Dios con aparato, ni dirán: "Aquí está", o "Allí"; mirad que el reino de Dios está dentro de vosotros».
Y dijo a los discípulos:
«Vendrán días en que desearéis ver uno de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: "Aquí está", o "Allí está"; no vayáis ni andéis tras ello. Porque como el relámpago, al relampaguear, recorre con su brillo todo el cielo de un extremo al otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes es menester que padezca mucho y sea reprobado por esta generación...».
(Lc 17,20-25. Versión de Bover).

Se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».
(Lc 17,23-25. Versión de la CEE 2011).

«Como el relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre».
(Mt 24,27. Biblia de Jerusalén).

Dice Severiano del Páramo, S.J.:

"Cristo en su segunda venida a juzgar a los hombres aparecerá como un relánpago visible a todos los hombres".
(Severiano del Páramo, S. J., en comentario a Mt 24,27, en La Sagrada Escritura, comentario por profesores de la Compañía de Jesús, Nuevo Testamento, vol. I , págs. 295-296

Que la segunda venida de Jesús será visible a todos como un relámpago lo dice el propio Jesús en su discurso escatológico que trae el Evangelio según san Mateo, cap 24, concordante con Mc 13 y Lc 17:

...«Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy el Cristo", y engañarán a muchos.
»Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin.
»Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos.
»Todo esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento.
»Entonces os entregarán a la tortura y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre.
»Muchos se escandalizarán entonces y se traicionarán y odiarán mutuamente.
»Surgirán muchos falsos profetas, que engañarán a muchos.
»Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará.
»Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.
»Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin...
» ...habrá entonces una "gran tribulación", cual no la hubo [Ap 16,18. Dn 12,11. 1M 9,27] desde el principio del mundo hasta el presente ni volverá a haberla.
»Y si aquellos días no se abreviasen, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos se abreviarán aquellos días.
»Entonces, si alguno os dice: "Mirad, el Cristo está aquí o allí", no lo creáis.
»Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos.
»¡Mirad que os lo he predicho!
»Así que si os dicen: "Está en el desierto", no salgáis. "Está en los aposentos", no lo creáis.
»Porque como el relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre.
»Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.
»Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
»Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria.
»El enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro.
»De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.
»Así también vosotros, cuando veáis todo esto, sabed que Él está cerca, a las puertas.
»Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
»El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
»Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
»Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.
»Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca,
»y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, ».
»Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado;
»dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada.
»Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor».
(Mat 24,4-14; 21-42. Biblia de Jerusalén)

Así quiso Jesús que sus tres apóstoles escogidos le vieran en su gloria celestial, como Dios hecho hombre, como el Verbo hecho carne:

«Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta» (Mt 16,27).
«Pues de verdad os digo que hay algunos, entre los aquí presentes, que no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios».
Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar.
Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante,
y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías;
los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
(Lc 9,27-32).

San Pedro, testigo de vista, testigo ocular, da testimonio de haber visto a Jesús en su gloria celestial, cuando Él se la mostró visiblemente a los tres apóstoles en la Transfiguración:

"Os hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad.
Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz:
«Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco».
Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo".
(2 Pe 1,16-18).

También se hizo visible Jesús, el Verbo hecho carne, al más encarnizado enemigo de los cristianos, Saulo, para que se convirtiera:

La conversión de san Pablo
"Yo soy Jesús a quien tú persigues... Me he aparecido a ti para constituirte servidor y testigo... yo te envío, para que les abras los ojos; para que se conviertan... del poder de Satanás a Dios" (Hch 26, 15-18).

San Pablo habla constantemente del Día del Señor, la época que se iniciará cuando Él se manifieste, se haga ver:

El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo (1 Ts 4,16 ).

Es propio de la justicia de Dios el pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles, en medio de una llama de fuego (2 Ts 1,6-8).
cuando venga en aquel Día a ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído (2 Ts 1,10).

Y lo que explica san Agustín es que obedecerle a Satanás no consiste en considerarle y venerarle como el ser supremo explícitamente, puesto que a lo que Satanás induce es a que vivamos según uno mismo y no según Dios.

Así lo explica en La Ciudad de Dios, XIV, cuando aclara aquella doctrina enseñada de parte de Dios por san Pablo que proscribe obrar según la carne (Gal 5,16-25; Gal 6,7-8; 8,5-14).
San Agustín aclara que vivir según la carne, no es solamente vivir según el cuerpo humano o simplemente según los deseos sexuales, sino que es vivir según uno mismo, según sí propio, porque Satanás no tiene cuerpo carnal y es el jefe y modelo de obrar según la carne.

"No se hizo semejante al diablo el hombre por tener carne, de que carece el diablo; sino por vivir según él mismo, es decir, según el hombre. También el diablo quiso vivir según él mismo, cuando no se mantuvo en la verdad. Y de este modo habló mentira, no de Dios, sino de sí propio, que no sólo es mendaz, sino el padre de la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 3. BAC, 1958, pág. 927).

"Cuando el hombre vive según el hombre y no según Dios, es semejante al diablo. Porque ni el ángel debe vivir según el ángel, sino según Dios, para mantenerse en la verdad y hablar la verdad que viene de Dios; no la mentira que nace de sí mismo... Cuando el hombre vive según la verdad, no vive según él mismo, sino según Dios".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 927).

"El hombre no fue creado recto para vivir según él mismo, sino según su Hacedor, esto es para hacer la voluntad de Dios antes que la suya. No vivir como su condición exigía que viviera, eso es la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 928).

San Pablo mismo dice con todas las letras que ser carnal es vivir según el hombre:

«Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?»
(I Cor 3,3).

Y reinar el sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne, en los corazones es la base de Su reinado social. Así lo explica san Agustín, que define la sociedad o ciudad de Dios, la de los hombres que quieren vivir según Dios, que quieren vivir haciendo la voluntad de Dios, en contraposición a la sociedad o ciudad carnal, la de los hombres que quieren vivir según ellos, lo cual es vivir bajo el imperio de Satanás:

"De que hay unos que viven según la carne y otros según el espíritu, se han originado dos ciudades diversas y contrarias entre sí... Con claridad meridiana escribe san Pablo a los de Corinto: «Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?» (I Cor 3,3). Luego proceder según el hombre es igual a ser carnal... Poco antes había llamado [hombres] animales a los mismos que ahora llama [hombres] carnales. Dice así: «... El hombre animal no puede hacerse capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, pues para todos son necedad» (I Cor 2, 11-14)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, págs. 928-929).

"Siendo tantos y tan grandes los pueblos diseminados por todo el orbe de la tierra... no forman más que dos géneros de sociedad humana, que podemos llamar, conformándonos con nuestras Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra la de los que quieren vivir según el espíritu".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 1. BAC, 1958, pág. 921).

"Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloría en sí misma, la segunda, en Dios; porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia. Aquella se engríe en su gloria, y ésta dice a su Dios: "Tú, mi gloria..." (Sal 3,4)... En aquella, sus sabios, que viven según el hombre... se desvanecieron en sus pensamientos y su necio corazón se oscureció... En esta, en cambio, no hay sabiduría humana, sino piedad, que funda el culto legítimo al Dios verdadero, en espera del premio en la ciudad de los santos... «con el fin de que Dios sea todo en todas las cosas» (I Cor 15,28)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28. BAC, 1958, pág. 985-986 ).

La manifestación victoriosa de Jesucristo, el Verbo hecho carne, en su Parusía, su segunda venida gloriosa, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano en las almas y en la sociedad que les impone vivir según el hombre y no según Dios, como si Dios no existiera.
Y, sin ese obstáculo,
la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con su Parusía propiciará la tarea de la recristianización mundial, por medio del Corazón Inmaculado de María, para llegar a la universalización de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y de Su reinado en todos los corazones, con lo que se desarrollará también la sociedad cristiana, la Cristiandad futura.

Siendo lo primordial el reinado de Dios en plenitud en cada alma, como explica san Agustín en el libro XIV de La Ciudad de Dios, de acuerdo con lo que enseñó Jesús, el Verbo hecho carne.

Entonces, destruido el reinado del colectivo anticristiano por la visualización de la segunda venida de Jesucristo y eliminado ese obstáculo y realizada la universal cristianización mediante la extraordinaria efusión de gracia que se iniciará con la Parusía hasta llegar a la generalización de la devoción a su Sagrado Corazón, todos creerán que Jesucristo es Dios y obrarán en consecuencia, obedeciéndole también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad, tal como fue anunciado y proclamado por el Concilio Vaticano II, como esperanza segura de la Iglesia:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro".
(Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura catolicidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la Cristiandad futura; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera, sino como si fuese el ser supremo el colectivo mundial anticristiano en el que seremos totalmente ninguneados, cuando se nos imponga ser todo para en realidad no ser nada, un infinitésimo del todo aplastante y ninguneante; y cumplir así lo que dijo, según Heidegger,"nada menos que Hegel" que el ser y la nada es lo mismo. Nada más que el pobre Hegel.

Mientras que la futura confesionalidad consistirá en que todas las naciones obrarán en consecuencia, obedeciendole a Dios; y a la Iglesia y al Papa cuando enseñan con la autoridad que Dios les ha dado en materias de fe y de moral, estando la normativa ética de la política entre las materias sobre las que el Papa tiene autoridad, cuando la ejerce, lo mismo que la Iglesia Católica.

Esta catolicidad consecuente de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, que es lo que define a los Estados confesionales.

Está anunciado en muchos lugares que se trata de todas las naciones:

Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia.
En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono de Yahveh» y se incorporarán a ella todas las naciones en el nombre de Yahveh, en Jerusalén, sin seguir más la dureza de sus perversos corazones.
(Jer 3, 15-17).

De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad entera, la Cristiandad futura

Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es su Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, como la denominaba san Ignacio de Loyola, y la Iglesia del siglo XXI celebra la fiesta solemne de Cristo Rey (leer más). Vino el reino de Dios, proclamado e iniciado, incoado, aunque todavía no consumado, universalizado, generalizado, asumido, profesado y vivido por todos y cada uno y por la sociedad entera.

Las naciones están llamadas a la santidad y a ello se encaminarán en la Cristiandad futura....


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La Ascensión visible de Jesús a los Cielos es una prueba que dió Él, el Verbo hecho carne, de Su presencia real en la Eucaristía
(Jn 6,48-62)

«Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron;
este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?»
Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza?
¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...
(Jn 6,48-62)


utEl Reinado de Jesucristo por la misericordia de su Sagrado Corazón...

La plena implantación del reinado de Jesucristo en el mundo

La segunda venida de Jesucristo tendrá como consecuencia, entre otras, el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y no al revés. No es a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia como se producirá la consumación en la tierra del Reinado Social de Jesucristo por su misericordia y la consiguiente época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia (CIC 677, 673, 672, 675, 674). Este Reinado ha de venir ciertamente. Y será consecuencia de la segunda venida de Jesucristo, que producirá con su manifestación gloriosa la liquidación de la apostasía y el hundimiento del régimen anticristiano, que ahora ya domina y que aún llegará a imperar de forma total.

La segunda venida de Cristo, en gloria y poder, no será precedida, sino seguida por la conversión de Israel, porque será consecuencia suya. Aunque ya algo antes de la segunda venida de Jesucristo se producirá por su gracia misericordiosa la conversión de algunos judíos (Ap 3,9), en la época de la Iglesia de Filadelfia, nuestra época.

«Te voy a entregar algunos de la Sinagoga de Satanás, de los que se proclaman judíos y no lo son, sino que mienten; yo haré que "vayan a postrarse delante de tus pies" (Is 45,14), para que sepan "que yo te he amado" (Is 60,14)».
(Ap 3,9)

Tras la quiebra de la apostasía y el hundimiento del imperio anticristiano a consecuencia de la Parusía de Jesucristo, vendrá sin obstáculo el proceso de recristianización mediante el auge de la devoción a la Virgen María y de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. El triunfo de estas devociones tras la segunda venida de Jesucristo traerá la implantación consumada del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo en la Tierra como aseguran respectivamente san Luis María Grignon de Monfort y el padre Ramón Orlandis, SJ:

“La salvación del mundo comenzó por medio de María y por medio de Ella debe consumarse. María casi no se manifestó en la primera venida de Jesucristo (...) Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido”
(San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María, cap. III titulado María en los últimos tiempos de la Iglesia).

"Como consecuencia del triunfo de esta devoción ha de venir la época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia, coincidente con el Reinado Social de Jesucristo"
(El padre Orlandis explicando la devoción al sagrado Corazón en la fiesta de Cristo Rey del 25 de octubre de 1942).

El reinado de Cristo Rey en las almas, en los corazones, la dimensión personal del reinado del Sagrado Corazón, que es la primordial por cierto, se produce ya plenamente en algunos como consecuencia de la devoción al Sagrado Corazón. Y ésta sí que llega a su plenitud en las almas a las que Jesús se la concede ya en esta época anterior a su segunda venida.

La dimensión social del reinado del Sagrado Corazón llegará a su plenitud y consumación en el mundo tras la Parusía, la segunda venida gloriosa de Jesucristo, porque es consecuencia de la Parusía; y así será implantado su reino consumado en el mundo por la propia acción misericordiosa de Jesucristo, como es implantado por Él en cada uno de los que le aman.

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El reinado de Cristo Rey en cada alma, la dimensión personal del reinado del Sagrado Corazón, que es la primordial por cierto, se produce ya plenamente como consecuencia de la devoción al Sagrado Corazón. Y ésta sí que llega a su plenitud en las almas a las que Jesús se la concede ya en esta época anterior a su segunda venida.

La dimensión social del reinado del Sagrado Corazón llegará a su plenitud y consumación en el mundo tras la Parusía, la segunda venida gloriosa de Jesucristo, porque es consecuencia de la Parusía; y así será implantado su reino consumado en el mundo por la propia acción misericordiosa de Jesucristo, como es implantado por Él en cada uno de los que le aman.

Santa Teresita vivía este reinado pleno de Jesús en su alma y atribuía este título de rey a Jesús para expresar esta dimensión primordial del reinado de Cristo Rey

«Yo no veo el Sagrado Corazón como todo el mundo. Pienso que el Corazón de mi Esposo es para mí sola, como el mío es para Él solo, y le hablo entonces en la soledad de este delicioso corazón a corazón esperando contemplarlo un día cara a cara» (Carta 122, 14 octubre 1890).

"Desde hacía mucho tiempo, Jesús y la pobre Teresita se habían mirado y se habían comprendido... Aquel día no fue ya una mirada, sino una fusión. Ya no eran dos: Teresa había desaparecido como la gota de agua que se pierde en medio del océano. Sólo quedaba Jesús, él era el dueño, el rey. ¿No le había pedidoTeresa que le quitara su libertad, pues su libertad le daba miedo? ¡Se sentía tan débil, tan frágil, que quería unirse para siempre a la Fuerza divina...!".
(El día de su Primera Comunión. En Historia de un Alma, Manuscrito A, 35 r).

"Todo está ordenado al bien de cada alma" (Historia de un Alma, Manuscrito A, 3r).

Se trata de que cada uno en sí mismo ante todo cumpla el mandato de Jesús de

«Buscar el reino de Dios y su justicia»

Ofreciéndose así a recibir este don de Jesucristo de que reine en la propia persona, ofrecíéndose a ser amado, a recibir con amor el amor de Jesús que derrama su Sagrado Corazón, en llamas de deseo ardiente de amor, como se lo expresó a santa Margarita María de Alacoque en 1674, en la segunda gran revelación de su Sagrado Corazón en la que le llega decir que la ingratitud que recibe de nosotros los hombres, al no recibir con amor su amor, le es mucho más sensible que todo lo que sufrió por nosotros en su pasión y que desea recibir algo de amor por parte nuestra, con tal ansiedad que estimaría poco todo lo que hizo por nosotros, si recibiese sólo ese algo de amor, y que si lo recibiera, aún querría hacer aún más, si ello se pudiera.

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Jesús a santa Margarita María Alacoque le suplicaba que le queramos:

Le refería Jesús a santa Margarita María --en 1674-- el exceso de su amor a los hombres y que a cambio no recibía de ellos más que ingratitudes:

«Esto, me dijo, me es mucho más sensible que todo lo que sufrí en mi pasión:
»tanto que si me diesen algún retorno de amor,
»yo estimaría en poco todo lo que hice por ellos, y querría, si ello se pudiera, hacer aún más;
»pero no tienen para corresponder a todos mis desvelos por procurar su bien, más que frialdad y rechazo».
(Autobiografía, Cap. V. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 118).
(Bougaud: Histoire de la Bienheureuse Marguerite-Marie, pág. 243).

Y que tengamos compasión de Él y participemos en su dolor

A principios de enero de 1681 se presentó Jesús ante santa Margarita María Alacoque cargado con una cruz, cubierto de heridas, y chorreando sangre, mientras decía la divina víctima con voz dolorosamente triste:

«¿No habrá quien tenga piedad de Mí, y quiera compartir y tener parte en mi dolor, en el lastimoso estado en que me ponen los pecadores, sobre todo actualmente»
( P. A. Hamon, S.I.: Vida de la beata Margarita María. Ed. Subirana, 1916, pág 253).

Jesús a santa Margarita María se le quejaba de que nadie le da descanso en su dolor:

"Se me presentó en figura de Ecce Homo, todo desgarrado y desfigurado, y me dijo:
«No he hallado a nadie que haya querido darme un lugar de descanso en este estado de sufrimiento y de dolor»".
(Fragmentos autobiográficos, V. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 198).

Y se le quejaba de que nadie se esfuerce en apagar su sed de ser amado en el Santísimo Sacramento

«Tengo sed, pero una sed tan ardiente de ser amado de los hombres en el Santísimo Sacramento, que esta sed me consume; y no hallo nadie que se esfuerce, según mi deseo, en apagármela, correspondiendo de alguna manera a mi amor».
(Carta 133, cuarta de Aviñón, al Padre Juan Croiset, S. I. del 3 de noviembre de 1689. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 464).

Estas palabras de Nuestro Señor están recogidas en la Bula de canonización de Santa Margarita María por Benedicto XV en 1920, como percibidas por ella en 1674:

«Siti excrucior, ut in sanctissimo Sacramento me homines colant: at nullus fere mortalis inventus est, qui restinguere sitim meam conetur et amori meo respondere».

«Me atormenta la sed de ser honrado por los hombres en el Santísimo Sacramento; mas casi ningún mortal se ha encontrado que se esfuerce en apagar mi sed y en responder a mi amor».
(La Bula de canonización en: AAS 1920, págs. 486-514,
http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-12-1920-ocr.pdf)
(La traducción en el libro de Hilario Marín, S. I.: Los Papas y el Sagrado Corazón de Jesús, 1961, pág. 385).

Recibir el reinado pleno de Jesús en el alma es corresponderle con amor al amor ardiente con el que nos quiere conceder su reinado, acatando su voluntad y cumpliendo sus mandamientos, (Jn 14,15; Jn 15,10; I Jn 5,3), pero no aceptarlo como rey en el alma es hacer lo que hizo con Él la soldadesca romana, después de azotarle, al coronarle de espinas, proclamarle rey como una burla torturándole:

«Los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
(Mt 27,27-31).

Recibir el reinado pleno de Jesús en la propia persona es efecto del amor que puede despertar en nosotros, por la acción del Espíritu Santo, verle en la cruz sufrir así para salvarnos. Y en ese sentido se cumple que Jesús reina desde la cruz, como decía Benedicto XVI, en la fiesta solemne de Cristo Rey de 2011:

"Jesús, desde el trono de la cruz, acoge a todos los hombres con misericordia infinita"

Y también en el sentido de que su reino lo implantará Él en la Tierra, en su plenitud consumada, por amor a nosotros. Es la dimensión social del Reinado del Sagrado Corazón de Jesús, que, al igual que la dimensión personal, es consecuencia de los méritos infinitos que nos ganó Jesucristo con su pasión y su cruz, pagando nustro rescate con su sangre preciosa.

León XIII expresaba así en la encíclica Annum Sacrum la consumación del Reinado de Jesucristo en la tierra por la devoción a su Sagrado Corazón:

«Entonces, por fin, podrán sanarse tantas heridas; entonces, todo derecho recobrará su vigor antiguo en provecho de la autoridad, y se restituirán los bienes y el ornato de la paz, caerán las espadas, y las armas se escurrirán de las manos cuando todos acepten de buen grado la Soberanía de Cristo y a Él obedezcan, y toda lengua confiese que Nuestro Señor Jesucristo está en la Gloria de Dios Padre».

Sólo que hay que insistir en que el triunfo mundial de estas devociones y la aceptación voluntaria de la soberanía de Jesucristo será posterior a su segunda venida gloriosa y de la ruina que Él producirá así en la apostasía y en el imperio anticristiano, al dejar patente su impostura y falacia, tras lo que la Virgen María atraerá a todos hacia el Sagrado Corazón de Jesús.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús no se puede decir que ahora esté aumentando en la tierra, sino que hay que constatar que aumenta el proceso de descristianización, la apostasía de las naciones y la anomía. No se ve que vaya camino de triunfar dicha preciosa devoción, si no causa este triunfo una intervención divina extraordinaria. Aunque el saneamiento eclesiástico en parte se ha iniciado desde el pontificado de san Juan Pablo II con el nombramiento de obispos buenos, cuyo factor común que les caracteriza es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Estamos ahora en el mundo en aquella situación en la que Jesús tiene encargado que, aunque es ahora rechazado Dios y la autoridad de su Iglesia, hay que anunciar de todas maneras que viene ya el Reino de Dios:

«En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid:
"Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca"». (Lc 10,10-11).

La época de paz y prosperidad está profetizada y vendrá con el establecimiento glorioso del Reino mesiánico. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1992):

"Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz" (CEC 672).

Antes de la época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia, coincidente con el Reinado Social de Jesucristo, lo que se producirá es una extrema persecución y apostasía, no el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Te 2, 7). (CEC 671 ).

Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en gloria es inminente (cf Ap 22, 20), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Te 2, 3-12). (CEC 673).

Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "Misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Te 2, 4-12; 1Te 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22). (CIC 675).

Y el Reinado Social de Jesucristo no se producirá a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia, que bastante tendrá con sobrevivir, en algún pequeño resto, a la apostasía y a la persecución final, sino que el Reino de Dios y de su Cristo se producirá por una intervención victoriosa del propio Dios, según enseña la Iglesia en su Catecismo,

El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10). (CEC 677).

Esa intervención victoriosa es la segunda venida de Jesucristo en su gloria:

«Se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida» (II Tes 2,8).

La segunda venida gloriosa de Jesucristo traerá consigo su reconocimiento como Mesías por Israel en el tiempo de la restauración universal:

«La Venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) ... San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21)» (CEC 674).

Jesús le manifestó a santa Margarita María de Alacoque que Él destruirá el imperio de Satanás y sobre las ruinas del mismo levantará el imperio de su amor y le prometió también:

“Nada temas, Yo reinaré a pesar de Mis enemigos y de todos aquellos que quieran oponerse” (Autobiografía 92).

«Reinará por fin el divino Corazón, a pesar de los que a ello querrán oponerse. Satanás quedará confuso con todos sus partidarios. ¡Dichosos aquellos de quienes será servido para establecer su imperio! Paréceme que Él es semejante a un rey que no piensa en dar sus recompensas mientras va haciendo sus conquistas y triunfando de sus enemigos, pero sí cuando reine victorioso en su trono. El adorable Corazón de Jesús quiere establecer su reinado de amor en todos los corazones y destruir y arruinar el de Satanás» (Carta de Santa Margarita de 1690).

«Yo creo que se cumplirán aquellas palabras que hacía oír de continuo al oído del corazón de su indigna esclava, entre las dificultades y oposiciones que fueron grandes en los principios de esta devoción: “¡Reinaré, a pesar de mis enemigos y de todos aquellos que se opongan a ello!"» (Carta de Santa Margarita de 1689 al Padre Croisset).

«Él me fortificaba con estas palabras, que oía yo en lo más íntimo de mi corazón con un regocijo inconcebible: “¡Reinaré, a pesar de mis enemigos y de todos los que a ello querrán oponerse!”» (Otra carta de Santa Margarita al Padre Croisset).

Estas revelaciones de Jesús a santa Margarita María de Alacoque de que Él destruirá el imperio de Satanás coinciden con lo declarado por el Concilio Vaticano II:

«Tiene pues, ante sí la Iglesia al mundo, esto es, la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive; el mundo, teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias; el mundo, que los cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo, crucificado y resucitado, roto el poder del demonio, para que el mundo se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación».
(Conc. Vat. II, Gaudium et Spes, 2).

Y los papas Benedicto XVI y san Juan Pablo II:

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, podrá levantarse la civilización del Amor, el Reino del Corazón de Cristo"
(San Juan Pablo II, 5.10.1986. Carta al General de la Compañía de Jesús. Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843)

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de Cristo"
(Benedicto XVI, 15.05.2006, Carta sobre el culto al Corazón de Jesús, repitiendo las palabras del san Juan Pablo II de 5.10.1986, Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843).

"La civilización del amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana"
(San Juan Pablo II, 3.11.1991. Homilía en la Parroquia de San Romualdo de Roma. L'Oss. 21.11.91).

La manifestación victoriosa de Jesucristo, el Verbo hecho carne, en su Parusía, su segunda venida gloriosa, al evidenciar la falta de base del ateísmo y del agnosticismo teórico y práctico quitará el poder anticristiano que impone vivir según el hombre y no según Dios, como si Dios no existiera.
Y, sin ese obstáculo,
la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con su Parusía propiciará la tarea de la recristianización mundial, por medio del Corazón Inmaculado de María, para llegar a la universalización de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y de Su reinado, con lo que se desarrollará también la sociedad cristiana, la Cristiandad futura.

Siendo lo primordial el reinado de Dios en plenitud en cada alma, como explica san Agustín en el libro XIV de La Ciudad de Dios, de acuerdo con lo que enseñó Jesús, el Verbo hecho carne.

Entonces, destruido el reinado del colectivo anticristiano por la visualización de la segunda venida de Jesucristo y eliminado ese obstáculo y realizada la universal cristianización mediante la extraordinaria efusión de gracia que se iniciará con la Parusía hasta llegar a la generalización de la devoción a su Sagrado Corazón, todos creerán que Jesucristo es Dios y obrarán en consecuencia, obedeciéndole también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad, tal como fue anunciado y proclamado por el Concilio Vaticano II, como esperanza segura de la Iglesia:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar con toda seguridad la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia, obedeciéndole a Dios en el futuro, la Cristiandad futura

Esta confesionalidad consecuente de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, que es lo que define a los Estados confesionales.

Esto es la eliminación del laicismo y del liberalismo.

El Concilio Vaticano II enseña que forma parte de la misión de la Iglesia "declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana" (Dignitatis humanae, 14).

De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad.

Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es su Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, como la denominaba san Ignacio de Loyola, y la Iglesia del siglo XXI celebra la fiesta solemne de Cristo Rey (leer más)

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Pero todavía no ejerce Jesús en su plenitud su realeza en la tierra:

"Al presente, no vemos todavía que le esté sometido todo" (Heb 2,8).

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San Pablo habla de la parusía, la segunda venida gloriosa de Jesús, el Verbo hecho carne

"El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor" (1 Ts 4, 16-17).

San Pablo no dice que en el momento de la segunda venida de Cristo morirán todos los habitantes del planeta. Al contrario, distingue dos tiempos y dos situaciones tras la parusía de Cristo. Dice clara y explícitamente que primero resucitarán "los que murieron en Cristo". Y que será "después" cuando serán llevados al cielo los habitantes del planeta. Ese "después", no dice si ocurrirá tras unos instantes -como dicen muchos hoy en día, pero no san Pablo-, o si ocurrirá tras un tiempo más largo, como creían y esperaban la inmensa mayoría de los cristianos hasta el siglo IV, hasta la época de san Agustín y de san Jerónimo, porque así lo encontraban en los textos bíblicos y en la predicación transmitida desde los apóstoles. Después de la alarma sembrada por san Jerónimo, horrorizado porque esto le sonaba a judaizante, sólo una minoría de cristianos católicos lo ha seguido entendiendo así, aunque muchos eclesiásticos también lo han rechazado horrorizados a su vez, porque algunos protestantes decían que el Anticristo era el Papa y que la Gran Ramera de Babilonia era la Roma pontificia. Y así se ha venido sembrando la creencia infundada de que la segunda venida de Cristo trae consigo el fin aniquilador del mundo y de todos sus habitantes.

El papa Benedicto XVI comenta las citadas palabras de san Pablo (1 Ts 4, 16-17) referentes a la segunda venida de Cristo (Benedicto XVI, Audiencia general del 12.11.2008).

No es extraño que Benedicto XVI dijera ese día 12.11.2008 (LEER MÁS), que hoy no es fácil atreverse a orar pidiendo "Ven Señor", ¡Maranà, thà! "¡Ven, Señor Jesús", porque sería creer que se pide la aniquilación de la humanidad ya, y que encima se pide el envío de todos al infierno, porque esa aniquilación total sucedería inmediatamente después de la apostasía casi universal, que esta sí que está profetizada. ¡Cómo atreverse a pedir todo eso! Pero no es eso lo que pedían los primeros cristianos y lo que en el Apocalipsis dice el Espíritu Santo que hay que pedir, que no son peticiones humanas, basadas en creencias de tal o cual eclesiástico.

Se nota que habla inspiradamente inspirado por el Espíritu Santo el papa Benedicto XVI cuando dice:

"No nos atrevamos a rezar sinceramente así, sin embargo de una forma justa y correcta podemos decir también con los primeros cristianos: "¡Ven, Señor Jesús!".
Ciertamente, no queremos que venga ahora el fin del mundo. Pero, por otra parte, queremos que acabe este mundo injusto. También nosotros queremos que el mundo cambie profundamente, que comience la civilización del amor, que llegue un mundo de justicia y de paz, sin violencia, sin hambre. Queremos todo esto. Pero ¿cómo podría suceder esto sin la presencia de Cristo? Sin la presencia de Cristo nunca llegará un mundo realmente justo y renovado. Y, aunque sea de otra manera, totalmente y en profundidad, podemos y debemos decir también nosotros, con gran urgencia y en las circunstancias de nuestro tiempo: ¡Ven, Señor! Ven a tu modo, del modo que tú sabes. Ven donde hay injusticia y violencia. Ven a los campos de refugiados, en Darfur y en Kivu del norte, en tantos lugares del mundo. Ven donde domina la droga. Ven también entre los ricos que te han olvidado, que viven sólo para sí mismos. Ven donde eres desconocido. Ven a tu modo y renueva el mundo de hoy. Ven también a nuestro corazón, ven y renueva nuestra vida. Ven a nuestro corazón para que nosotros mismos podamos ser luz de Dios, presencia tuya. En este sentido oramos con san Pablo: ¡Maranà, thà! "¡Ven, Señor Jesús"!, y oramos para que Cristo esté realmente presente hoy en nuestro mundo y lo renueve" (
LEER MÁS).

Esto es hablar como Papa, en concordancia con la Biblia y con la oración inspirada y querida por Dios. Pedir la civilización del amor. El fin, no del mundo, sino el fin y la ruina de la dictadura del relativismo anticristiano del laicismo.

También lo enseña como verdadera esperanza de la Iglesia el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).
[Lo que es proclamar con toda seguridad la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia en el futuro].

Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es su Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, como la denominaba san Ignacio de Loyola, y la Iglesia del siglo XXI celebra la fiesta solemne de Cristo Rey (leer más)

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Cuando se consagren todos al Sagrado Corazón y cumplan con lo que requiere dicha consagración, se realizará plenamente el reinado social de Jesucristo:

"Saludamos la aurora de aquel ansiado día en que la soberanía de Jesucristo será de todos reconocida"
"Si todas las familias se consagrasen al divino Corazón, y cumpliesen las obligaciones de tal consagración, estaría asegurado el reinado de Jesucristo en la sociedad"

"Nuestro espíritu se abre hoy a la esperanza de que nuestro tiempo, aunque oprimido por infinitas miserias, encuentre su salvación en una más dócil correspondencia a quienes continúan el apostolado de la B. Alacoque. Alabemos a Dios contemplando caídos para siempre en el universal desprecio los ataques que anteriormente los pretendidos sabios osaban lanzar contra la doctrina que revindica para el Corazón de Jesús el culto debido a cualquier miembro de una Persona divina. Alabemos a Dios contemplando cómo se ha aumentado extraordinariamente el número de las congregaciones que tienen por titular al Corazón de Jesús. Suba a Dios nuestra alabanza por los prodigios de caridad que, en unión y por los méritos del Corazón divino, llevan a cabo intrépidos misioneros en páramos lejanos, o tímidas religiosas en cercanos hospitales. Pero de modo especialísimo y con acentos del más vivo agradecimiento, alabemos a Dios contemplando la admirable difusión que hoy ha alcanzado la obra tan santa de la consagración de las familias cristianas al Corazón de Jesús. Si todas las familias se consagrasen al divino Corazón, y si todas cumpliesen las obligaciones que lleva consigo tal consagración, estaría asegurado el reinado de Jesucristo en la sociedad. Y ¿no hemos de alegrarnos al ver puesta la causa de un efecto tan admirable? Nos alegramos tanto de ello, que Nos place deducir de ahí menos lejano el día de la canonización de la B. Alacoque. Si a ésta, en efecto, ha de seguir una más conveniente difusión del culto al Sagrado Corazón, ¿quién no acelerará con el deseo y el trabajo la extensión de este magnífico culto? Por la aurora se vislumbra el mediodía, y Nos, que en la bien recibida práctica de la consagración de las familias al Sagrado Corazón, saludamos la aurora de aquel ansiado día en que la soberanía de Jesucristo será de todos reconocida, repetimos con exultación confiada la palabra de S. Pablo: «Es preciso que él reine» (1 Cor 15, 25)".
(
Alocución de Benedicto XV de 6 de enero de 1918 al aprobar dos milagros de la beata Margarita María de Alacoque • CRISTIANDAD, nn 887 - 888. Jun - Jul 2005. Pág. 10).

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El malentendido sobre la visibilidad de Nuestro Señor Jesucristo en su segunda venida gloriosa

El futuro de la hispanidad

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La fiesta solemne del Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne, Cristo Rey.la La fiesta solemne de Cristo Rey...

tt...t...... ....Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es su Iglesia ...

.. La proclamación de Cristo como rey fue el 11 de junio de 1899.

La devoción al Sagrado Corazón de Cristo Rey

El Reinado de Jesucristo consumado en cada alma y en el mundo por la acción misericordiosa de su Sagrado Corazón

La tarjeta de visita de Jesucristo: soy rey ....

La verdadera reparación es la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, para constituir la civilización del amor, que es el reinado del Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne

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La consagración de España al Corazón de Jesús de 2019

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La civilización del amor es el reinado social del Sagrado Corazón de Jesucristo en la tierra::
El primero que introdujo esta expresión "Civilización del amor" fue el papa san Pablo VI en 1970, el que la desarrolló fue el papa san Juan Pablo II....

El cielo es un permanente día de fiesta
En el Santus de la misa pedimos que se nos permita asociarnos a los miles y miles de ángeles del cielo, aclamando a Dios: «Santo, santo, santo, Señor Dios del universo: llenos están el cielo y la tierra de tu gloria».
Unos momentos después, en la Consagración, es Dios mismo el que atiende, junto con todos los habitantes del cielo, a lo que por medio del sacerdote se realiza en el altar y que le da al Todopoderoso gloria infinita:
el sacrificio de Jesús, el Verbo hecho carne.

Confesionalidad católica desactivada, inconsecuente e inoperante en la España del XIX y del XX

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...... .. ..tt...t...... ....Es posible consolar a Dios como fue posible que Dios padeciese y murieset...Explicaciones y desarrollos....Enseñanzas pontificias.... Annum sacrum ...Miserentissimus Redemptor
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Un malentendido sobre la visibilidad.. . Las noticias optimistas del Evangelio vienen también en el ApocalipsislaLa Sábana Santa de Turínt . El rostro de Jesúst.uLa tarjeta de visita de Jesucristo: soy rey
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La laicidad en la actual situación de hipótesis constatada por Benedicto XVI. ...Tesis, hipótesis, esperanza.. .Tesis e hipótesis..La democracia liberal.....
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El primero que introdujo esta expresión "Civilización del amor" fue el papa san Pablo VI en 1970, el que la desarrolló fue el papa san Juan Pablo II....