..Las naciones están llamadas a la santidad y esto se realizará en la Cristiandad futura....

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LA SÍNTESIS DE LA RELIGIÓN Y DE LA VIDA EN LA CRISTIANDAD FUTURA

No se trata de buscar la organización social y política de la vida digna del hombre en la vuelta a la Edad Media, sino en "aquella síntesis de la religión y de la vida", como proclamó el papa Pío XII en 1947 cuando canonizó a san Nicolás de Flüe. Esa síntesis conseguida parcialmente en la época medieval, desintegrada en la modernidad hasta la descristianización de la sociedad, de la cultura y de la política, que es su deshumanización, es la tarea de todo cristiano, ha sido alentada constantemente por los últimos Papas y será implantada plenamente por el propio Jesucristo en su reinado.
Porque esto es en realidad lo que enseña el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura catolicidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo, el Mesías Jesús, el Verbo hecho carne; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida visible y gloriosa, con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

El Apóstol aludido es san Pablo y el profeta allí citado entre muchos otros, Sofonías.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:

«Volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo».
(So 3,9).

Canals explica que esto es anunciar la unidad religiosa de la humanidad:

"Tratando de la religión judía, y afirmando la futura conversión de Israel, el texto anuncia la futura unidad religiosa de toda la humanidad".
(La teología de la historia del Padre Orlandis, S. I. y el problema del milenarismo, Francisco Canals, CRISTIANDAD, Barcelona. Año LV. Núms. 801-802. Marzo-Abril 1998. Págs. 23-28)

Considerar las cosas naturales de la vida humana en conexión con el Sagrado Corazón de Jesús y con su reinado es no omitir lo que las humaniza, que es al mismo tiempo lo que las diviniza.
De esta forma sí que podrán verse sub quaedam specie aeternitatis, con una perspectiva de eternidad, que es la que permite captar su realidad; y no como hizo el autor de la frase, el racionalista Spinoza, justo al revés de lo que dijo: encerrar toda la filosofía y la vida en la orfandad del naturalismo extremo, desconectar totalmente la naturaleza de su autor, al pretender suplantarlo, al precio de incapacitar al hombre moderno para conocer, regir y humanizar la vida y de llevar así la civilización a la ruina.
Pero de sus escombros hará Jesucristo surgir en la tierra la civilización del amor en su reinado. "La civilización del amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana" (San Juan Pablo II, 3.11.1991). El mal está limitado por el bien ontológica y cronológicamente, como dijo ese Papa en su libro de 23.02.2005. Y el papa Benedicto XVI: "La historia va hacia la humanidad unida en Cristo" (4.01.2006).

La Iglesia no concede la aprobación a ninguna organización apostólica, aunque presente como objetivos el llevar a todos a la santidad o promover la ayuda a los más necesitados del mundo entero, si no antepone a esos loables objetivos el de la vida cristiana para conseguir la santidad personal de los propios miembros de esa organización.

La Iglesia, para beatificar a alguien, examina ante todo la santidad personal de la persona propuesta, la heroicidad de sus propias virtudes, y, sobre esta base, sus acciones exteriores, que son fruto y señal de su vida personal unida a Cristo.

La tarea de todo cristiano es realizar la síntesis de la religión y de la vida en sí mismo ante todo y, consiguientemente, porque el bien es difusivo, contribuir a su realización en su prójimo, en toda la sociedad y en todos los aspectos de la vida social y política. Debe configurar su vida con Cristo prioritariamente, y, en consecuencia, pero al mismo tiempo, procurar la misma configuración con Cristo en la vida de su prójimo y en todos los aspectos de la civilización y de la cultura de su época. Si los cristianos de la Edad Media lograron que empezase a fructificar el desarrollo de su civilización al cristianizarla aunque imperfectamente, la sociedad cristiana no es algo exclusivamente medieval. La humanización de la vida es el objetivo de todas las épocas, y la cristianización es siempre la clave de la civilización. Así lo expresó en 1947 Pío XII en la indicada ocasión de la canonización de san Nicolás de Flüe ante los peregrinos suizos que honraban a su compatriota:

"¿Caéis en la cuenta, amados hijos de la hora presente y de la dolorosa antítesis que ofrece a nuestros ojos? De una parte nosotros, que cantamos la gloria de los santos de la Edad Media, de aquellos santos que han realizado en sí mismos, en la unidad de la religión y de la vida, la «devoción a Dios», y de la otra, en el polo opuesto, una parte excesivamente grande del Mundo llevando a la práctica la «devoción al Mundo», la idolatría del Mundo hasta la negación de Dios, hasta la profesión del ateísmo más absoluto.
¿Cuál será prácticamente la solución en lo que a vosotros concierne, vosotros que vivís en medio de este desconcierto de los más altos valores espirituales y morales? ¿La vuelta a la Edad Media? Nadie ha soñado con eso: pero sí la vuelta a aquella
síntesis de la religión y la vida. Ésta de ningún modo fue un monopolio de la Edad Media: supera infinitamente todas las contingencias y es siempre actual, porque es la clave de arco de toda civilización; el alma que ha de vivificar toda cultura, so pena de que se destruya con sus propias manos y se precipite en el abismo de la malicia humana, que ante sus pasos se abre desde el momento en que con la apostasía comienza a separarse de Dios" (Pío XII, 16.05.1947. Cristiandad, Barcelona, tomo IV, 1947, p. 301).

El Papa constata que aquella síntesis realizada en la Edad Media, aunque imperfectamente aún, entre la religión y la vida, se ha disgregado, desintegrado, hasta convertirse en "desconcierto" y producir la "antítesis" de "la profesión del ateísmo más absoluto". La civilización y la cultura van así a la autodestrucción, este es el pronóstico que sigue a ese diagnóstico. Y la solución es la siempre actual síntesis de la religión y de la vida. Esto es lo que vino Cristo a traer y lo que dejó como misión de la Iglesia, no sólo lo sobrenatural propio de su divinidad, sino la inserción de lo sobrenatural, de lo divino, en lo natural humano. Para redimirlo, para sanarlo, para humanizarlo. Y para divinizarlo, para sobrenaturalizarlo, para darle valor de vida eterna. Para habilitar a cada hombre para ir al cielo y vivir ya en la tierra según la voluntad de Dios. Cristianizar también la sociedad para que pueda cumplir el deber de acatar a Dios como tal colectivamente, y porque esto, el reino de Dios en lo personal, en lo social y en lo político, es el bien del hombre, porque creará así el ambiente apropiado para que cada persona pueda llevar una vida cristiana, y por lo tanto, y sólo así, plenamente humana, y porque de ahí vendrá el florecimiento y la fructificación de la civilización y de la cultura en su máximo esplendor terreno. Esta síntesis de la vida humana individual y colectiva y de la vida divina, en la tierra, será realizada en el reinado de Cristo, que Él mismo implantará por su amor ardiente expresado en su Sagrado Corazón.

Como ya enseñó el papa san Pío X, se trata de revivir y vivir el mismo espíritu cristiano en los organismos sociales y políticos, no las condiciones materiales medievales:

"La Iglesia, que jamás ha traicionado la felicidad del pueblo con alianzas comprometedoras, no tiene que desligarse del pasado, le basta retomar, con el concurso de los verdaderos obreros de la restauración social, los organismos rotos por la revolución, y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano de que estuvieron animados, al nuevo medio creado por la evolución material de la sociedad contemporánea, porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas"
(San Pío X, Enciclica Notre Charge Apostolique, 40).

Recientemente una voz autorizada insiste en la misma idea de avanzar ahora y en el futuro por el camino de la Cristiandad en la síntesis de la cultura cristiana:

Hay que “recaptar el espíritu de la cristiandad y crear una nueva cultura cristiana”
(Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos desde 2010, antes Arzobispo de Quebec y Primado de Canadá).

El maligno enemigo, Satanás, lo que intenta es disgregar, desintegrar aquella síntesis de fe y vida. A veces, violentamente como dragón; a veces, suavemente como serpiente. La descendencia de la serpiente enfrentada a la descendencia de la mujer, es decir, enemiga siempre de la humanidad, intensifica en nuestra época el intento de disgregación. También fue denunciado ese intento por Pío XII:

«El "enemigo" se encuentra por todas partes y en medio de todos. Sabe ser violento y taimado. En estos últimos siglos ha intentado llevar a cabo la disgregación intelectual, moral, social de la unidad del organismo misterioso de Cristo. Ha querido la naturaleza sin la gracia; la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es un "enemigo" que cada vez se ha hecho más concreto, con una despreocupación que deja atónitos todavía: Cristo, sí; Iglesia, no. Después: Dios, sí; Cristo, no. Finalmente el grito impío: Dios ha muerto; más aún, Dios no ha existido jamás. Y he aquí la tentativa de edificar la estructura del mundo sobre fundamentos que Nos no dudamos en señalar como a principales responsables de la amenaza que gravita sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política sin Dios. El "enemigo" se ha preparado y se prepara para que Cristo sea un extraño en la universidad, en la escuela, en la familia, en la administración de la justicia, en la actividad legislativa, en la inteligencia entre los pueblos, allí donde se determina la paz o la guerra». (Pío XII. Discurso en el XXX Aniversario de la Acción Católica Italiana, 12-10-1952).

El Papa siguiente, san Juan XXIII, insiste en la misma denuncia con fuertes palabras. Y caracteriza a nuestra época por este intento de excluir a Dios del orden temporal y lo califica de insensato, si lo que se quiere es que el orden temporal prospere:

"La insensatez más caracterizada de nuestra época consiste en el intento de establecer un orden temporal sólido y provechoso, sin apoyarlo en su fundamento indispensable o, lo que es lo mismo, prescindiendo de Dios; y querer exaltar la grandeza del hombre cegando la fuente de la que brota y se nutre, esto es, obstaculizando y, si posible fuera, aniquilando la tendencia innata del alma hacia Dios. Los acontecimientos de nuestra época, sin embargo, que han cortado en flor las esperanzas de muchos y arrancado lágrimas a no pocos, confirman la verdad de la Escritura: Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen (Sal 127, 1)" (San Juan XXIII. Mater et magistra, 15.05.1961, n. 217).

Allí mismo, san Juan XXIII explica que es la separación de Dios lo que hace al hombre inhumano y, no sólo pone como ejemplo las persecuciones cruentas que sufren los cristianos (n. 216), sino que a continuación es donde dice que es aun más insensato el intento, característico de nuestra época, de excluir a Dios del orden temporal.

"El hombre, separado de Dios, se torna inhumano para sí mismo y para sus semejantes, porque las relaciones humanas exigen de modo absoluto la relación directa de la conciencia del hombre con Dios, fuente de toda verdad, justicia y amor" (San Juan XXIII. Mater et magistra, 15.05.1961, n. 215).

Tenemos ahí la doctrina positiva de la conexión del hombre con Dios como base de las relaciones humanas, además de la condena de la separación de Dios como origen de toda inhumanidad personal y social.

Esta síntesis de la religión y de la vida fue proclamada insistentemente por el papa san Juan Pablo II, porque es tema permanente y esencial de la misión de la Iglesia y fue explicada también frecuentemente por Canals (Francisco Canals Vidal) especialmente en la revista Cristiandad de Barcelona.

Dice Canals, por ejemplo:

"Si la quiebra del sentido común, y la desintegración del orden natural resultante de ella, han servido poderosamente a la pérdida de la fe y de la vida cristiana en nuestro tiempo, hay que reconocer también que son una enfermedad a cuyo contagio hemos sido especialmente propicios como efecto de la quiebra de aquella «síntesis de la religión y de la vida», que define el ideal de la civilización cristiana, y que presidió la génesis de la Cristiandad occidental". (Francisco Canals Vidal: Política española: pasado y futuro. Barcelona.1977. Pág.11).

Véase en el mismo libro (pág. 201) una amplia exposición de este tema clave en el trabajo de Canals publicado inicialmente en la revista Cristiandad de Barcelona en 1952, Sobre la organización política de la Cristiandad medieval. En este estudio, explica la distinción entre el retorno a la Edad Media, que no es de lo que se trata, y

"el retorno a Dios y al orden establecido por Dios", que es la tesis católica y es, por tanto, "aquello en que puede el mundo hallar la única garantía de la paz".

También explica ahí las causas desencadenantes de la crisis final de la Edad Media. Cita previamente del espléndido libro de Penella de Silva, My dear Mister Truman, de 1951, estas ideas:

"El orden medieval nunca se derrumbó; se esfumó nada más, y muy lentamente... Y por cierto que, desaparecido este orden, no apareció nada que lo sustituyera. Desde entonces y hasta hoy nuestra civilización no ha conocido otro" (Penella de Silva, My dear Mister Truman, 1951, p. 203).

Y, después, dice Canals al final de este estudio:

"Primeramente las pasiones y ambiciones de los emperadores de Franconia y bien pronto el apoyo prestado al naciente absolutismo cesarista en Occidente por los legistas, causaron, al enfrentar la cabeza temporal de la Cristiandad con el Pontificado, el comienzo de la ruina de aquel ideal unitario del mundo cristiano. Esta fue fundamentalmente la tragedia de la Edad Media"
(Política española: pasado y futuro, p. 210).

Aquel orden medieval, Penella de Silva dice que lo "debemos valorar como un bosquejo útil".

La Cristiandad futura es lo bosquejado en la Cristiandad medieval.

El papa san Juan Pablo II proclamó una vez más, el 27 de julio de 2003, que el Evangelio se aplica a toda la vida social, incluyendo la política, la economía y la cultura (lo que hace recordar también la última enseñanza del padre Orlandis: "Lo quiero todo"):

“El Evangelio es luz que ilumina todo el vasto campo de la vida social: a la familia, la cultura, la escuela y la universidad, a los jóvenes, los medios de comunicación social, la economía, la política... Cristo sale al encuentro del hombre donde quiera que viva y trabaje, y da pleno sentido a su existencia”.
(San Juan Pablo II en Castelgandolfo en su breve predicación antes del rezo del Ángelus, L'Osservatore Romano, 1.08.2003).

Estas palabras sintetizan las que aparecen en su Exhortación Apostólica Ecclesia in Europa del 28.06.2003:

"La evangelización de la cultura debe mostrar también que hoy, en esta Europa, es posible vivir en plenitud el Evangelio como itinerario que da sentido a la existencia. Para ello, la pastoral ha de asumir la tarea de imprimir una mentalidad cristiana a la vida ordinaria: en la familia, la escuela, la comunicación social; en el mundo de la cultura, del trabajo y de la economía, de la política, del tiempo libre, de la salud y la enfermedad" (San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Ecclesia in Europa, 28.06.2003, n. 58).

La nueva síntesis personal y social

"Este clima cultural afecta no solamente a los no creyentes, sino también a los cristianos, que experimentan en su propio ser la división amenazadora entre su corazón y su mentalidad de creyentes y el pensamiento, las estructuras y las presiones de una sociedad basada en el agnosticismo y la indiferencia. Frente a este neopaganismo, la Iglesia en España ha de responder con un testimonio renovado y un decidido esfuerzo evangelizador que sepa crear una nueva síntesis cultural capaz de transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad» (Evangelii nuntiandi, 19)."
(San Juan Pablo II: Discurso a los obispos de las provincias eclesiásticas de Valencia y Valladolid en visita ad limina, el 23.09.1991; L'Oss. 27.09.1991).

La nueva síntesis entre Evangelio y vida, más a fondo aún que la medieval en el reino futuro de la civilización del amor

"Jóvenes en búsqueda de una casa común. A todos os digo: ésta es vuestra casa, la casa de Cristo y de María, la casa de Dios y del hombre. Jóvenes de la Europa que está en camino hacia el año 2000, entrad en esta casa para construir juntos un mundo diverso, un mundo en el que reine la civilización del amor...
»¡Cuántas veces en el pasado Europa ha tenido que afrontar difíciles periodos de transformación y de crisis! Siempre los ha superado acudiendo sin cesar a la inagotable reserva de energía vital del Evangelio. Así sucedió, por ejemplo, en la época de san Benito. Y hoy, en un ámbito ya planetario, hay que ir más a fondo aún, realizando una nueva síntesis entre valores y necesidades, entre fe y cultura, entre Evangelio y vida" (San Juan Pablo II: Mensaje en la vigilia de la juventud de Loreto el 9.09.1995. L'Oss. 22.09.1995).

Sanar la fractura, el intento de separar la fe de la vida

"La dignidad plena de las personas no puede realizarse ni en el liberalismo ni en el socialismo entendidos como exasperación ideológica de exigencias opuestas entre sí... Urge sanar la fractura existente entre moral y sociedad" (San Juan Pablo II, Discurso en Cremona al mundo del trabajo, el 21.06.1992, fiesta del Corpus Christi, L'Oss. 17.07.1992).

"Sabemos que estamos afrontando en nuestros días un reto cultural que, bajo formas nuevas, asume dimensiones gigantescas, también gracias a la presencia de los medios de comunicación social: el intento de separar la fe de la vida, el Evangelio de la cultura, y la moral de la política, de la economía y de la técnica.
»Alguno piensa en un mundo sin Dios y en una sociedad sin Iglesia. Otros consideran que la luz de la fe puede iluminar las conciencias, pero no aceptan que el Evangelio pueda ejercer su influencia en la vida social. Sólo la fe de los creyentes puede vencer ese reto: una fe madura, adulta, convincente y capaz de dar testimonio".
(San Juan Pablo II, Discurso también en Cremona, el 21.06.1992, al final de la procesión del Corpus Christi, L'Oss. 17.07.1992).

"LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR, PUNTO DE LLEGADA DE LA HISTORIA HUMANA"

"La civilización del amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana" (San Juan Pablo II, 3.11.1991. Homilía en la Parroquia de San Romualdo de Roma. L'Oss. 21.11.91).

CRISTIANDAD FUTURA:

"Ningún ser humano puede vivir sin perspectivas de futuro. Mucho menos la Iglesia que vive de la esperanza del Reino que viene y que ya está presente en el mundo" (Ecclesia in Europa, 28.06.2003, n.11).

LA ALIANZA QUE DIOS PROPONE: ACEPTAR LIBREMENTE SU REINADO

"Reunidos en familias, ciudades, pueblos, los seres humanos no viven y sufren en vano: el cristianismo les enseña que la historia no es un ciclo indiferente que se inicia continuamente, sino que encuentra un sentido en la alianza que Dios propone a los hombres a fin de invitarles a aceptar libremente su reinado".
(San Juan Pablo II: Discurso a la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa el 8.10.1988. L'Oss 6.11.1988).

La tarea de todo cristiano es realizar la síntesis de la religión y de la vida en sí mismo ante todo y, consiguientemente, porque el bien es difusivo, contribuir a su realización en su prójimo, en toda la sociedad y en todos los aspectos de la vida social y política. Debe configurar su vida con Cristo prioritariamente, y, en consecuencia, pero al mismo tiempo, procurar la misma configuración con Cristo en la vida de su prójimo y en todos los aspectos de la civilización y de la cultura de su época.

Así lo explicó el papa san Juan Pablo II en el discurso del Nou Camp de Barcelona del 7.11.1982, e insistió en ello en 1988:

"Como tuve ocasión de decir en nuestro inolvidable encuentro en el Nou Camp de Barcelona, también ahora quiero alentaros a que evitéis el espejismo en que se puede caer cuando se quiere cambiar la sociedad "cambiando sólo las estructuras externas o buscando únicamente la satisfacción de las necesidades materiales del hombre". Por el contrario, es necesario "empezar por cambiarse a sí mismo; por renovarse moralmente; por destruir las raíces del egoísmo y del pecado que anida en cada corazón" (Discurso del 7.11.1982, n. 5). Fruto de este cambio interior debe ser la solidaridad que hemos de realizar a través de acciones concretas en favor de los pobres y marginados que tenemos a nuestro alrededor".
(San Juan Pablo II: Discurso a los fieles de las diócesis catalanas, peregrinos en Roma para conmemorar el milenio de Cataluña, el 5.12.1988, n. 2. L'Oss. 11.12.1988).

No debe haber contradicción entre fe y vida personal de los creyentes, si no, no reaccionarán ante la degradación social:

"Cuando la fe no está suficientemente alimentada de la palabra de Dios, cuando existe contradicción entre lo que se cree y lo que se vive, los creyentes pierden la capacidad de influir en la sociedad. Se pierde, entonces, el valor necesario para reaccionar ante la degradación que daña el tejido civil, social y moral.
(San Juan Pablo II: Homilía en Nola el 23.05.1992. L'Oss. 12.06.1992).

La nueva síntesis personal y social

"Este clima cultural afecta no solamente a los no creyentes, sino también a los cristianos, que experimentan en su propio ser la división amenazadora entre su corazón y su mentalidad de creyentes y el pensamiento, las estructuras y las presiones de una sociedad basada en el agnosticismo y la indiferencia. Frente a este neopaganismo, la Iglesia en España ha de responder con un testimonio renovado y un decidido esfuerzo evangelizador que sepa crear una nueva síntesis cultural capaz de transformar con la fuerza del Evangelio «los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad» (Evangelii nuntiandi, 19)".
(San Juan Pablo II: Discurso a los obispos de las provincias eclesiásticas de Valencia y Valladolid en visita ad limina, el 23.09.1991; L'Oss. 27.09.1991).

He aquí como define el papa Benedicto XVI la paz como paz mesiánica de plenitud traída por Jesucristo que la ganó para nosotros con su sangre:

"Al derramar su sangre y entregarse a Sí mismo, Cristo trajo la paz que, en el lenguaje bíblico, es síntesis de los bienes mesiánicos y plenitud salvífica extendida a toda la realidad creada". (Benedicto XVI , Catequesis pontificia del miércoles 7.09.2005).

Dice a toda, sí a toda.

El papa Benedicto XVI volvió a defender la síntesis de la religión y de la vida (15.09.2005) recordando lo proclamado por el Concilio Vaticano II:

"La separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo" (Gaudium et spes, 43).

Y expresó así la síntesis futura de fe y vida a través de la esperanza:

"La fe cristiana es esperanza. Abre el camino hacia el futuro... La fe no debe quedarse en teoría: debe convertirse en vida"
(Benedicto XVI, 29.06.2009).

Una mirada contemplativa hacia la Realeza de Cristo
Dom Gérard Calvet
, Demain la Chrétienté, La Cristiandad mañana, Capítulo VII. Traducción de Schola Veritatis. 25.11.2017, InfoCatólica
http://infocatolica.com/blog/schola.php/1711250339-la-mirada-contemplativa-hacia#more34854

Jesús busca primeramente reinar en el secreto del alma. El kyrios Pantócrator -oh milagro incomprensible- cuya mano sostiene el universo, se acerca a su creatura y le murmura: “Hijo mío, dame tu corazón”. Perdonarán a un monje recordar incansablemente la búsqueda presente del reino de los cielos. La realeza del Señor Jesús es cosa dulce e interior, se dirige primero del alma al alma para introducirnos en la intimidad de las personas divinas. Cristo todopoderoso ejerce la realeza mendigando amorSi tú conocieras el don de Dios y quien es el que te habla, dice a la samaritana.

El signo de su realeza es el corazón con una cruz superpuesta. La devoción a Cristo Rey y la devoción al Sagrado Corazón son una misma cosa. Esta devoción nos quiere humildes, amantes y contemplativos, deseosos de ofrecer un corazón totalmente sometido al yugo suave del cual habla el Evangelio, para ser conducidos en la intimidad del Padre por la semejanza del Hijo.

Si es verdad que la realeza de Jesús nos invita primero a una aventura interior donde se hace oír la llamada del silencio y del amor, ¿se sigue acaso que haya que sustraer a la autoridad real del Hijo de Dios el ámbito del arte, de la cultura, el inmenso despliegue de la vida social, la administración, las leyes, los decretos de los Parlamentos? No podemos admitir esto sin pecar gravemente contra Dios y contra los hombres. Contra Dios primero, que merece infinitamente, por su propia excelencia, que todo le sea sometido y consagrado, y que sean reconocidos públicamente sus derechos soberanos sobre la vida de las sociedades. Luego contra los hombres. ¿Qué piden los cristianos a quienes los gobiernan sino que cada parte de su vida moral, de su vida cívica, esté explícitamente referida a la realeza de Aquél que ordena su destino? Los discípulos de Jesús, ¿harán menos bien en este ámbito que los antiguos paganos, para quienes la vida de la ciudad toda entera reposaba sobre la religión?
(Dom Gérard Calvet, Demain la Chrétienté, La Cristiandad mañana, Capítulo VII. Traducción de Schola Veritatis
http://infocatolica.com/blog/schola.php/1711250339-la-mirada-contemplativa-hacia#more34854 )


La Iglesia aporta la esperanza

La Iglesia aporta la esperanza cierta e imborrable de que con toda seguridad se llegará en el mundo a un modo de vida humano en plenitud de justicia y de paz como resultado de llegar a

"conformar —en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor— la historia humana con el orden divino";

se llegará a la paz que es

"resultado de un orden diseñado y querido por el amor de Dios",

como proclamó Benedicto XVI en su mensaje para la jornada por la paz de 2006, precisando que

"es un don celestial y una gracia divina".

El Concilio Vaticano II afirmó la esperanza cierta y segura de la confesionalidad plena, universal y consecuente, es decir, de palabra y de obra:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura catolicidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, La extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:

«Volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo».
(So 3,9).

Esta catolicidad de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, que es lo que define a los Estados confesionales.

El Concilio Vaticano II enseña que forma parte de la misión de la Iglesia "declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana" (Dignitatis humanae, 14).

De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad.

La catolicidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia en el futuro, obedeciéndole a Dios. Y a la Iglesia y al Papa cuando enseñan empleando la autoridad infalible que Dios les ha dado en materias de fe y de moral. Y estando la normativa ética de la política entre en las materias sobre las que el Papa tiene autoridad infalible, cuando la ejerce, porque es infalible en materia de fe y moral cuando habla ex cátedra, lo mismo que lo es la Iglesia Católica.

Cristo constituyó a los Apóstoles y a sus sucesores «intérpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural»
(San Pablo VI, enc. Humanæ vitae 25-VII-1968, 4).

El papa Benedicto XVI reafirmó esta confesionalidad consecuente y universal futura el 4.01.2006:

"La historia se dirige hacia una humanidad unida en Cristo. (...) Existe el progreso en la historia, una evolución en la historia; progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y nos acerca a la humanidad unida".

«Que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios», porque todas ellas están llamadas «a la salvación operada por Dios a través de su Hijo encarnado»

Esta confesionalidad consecuente de todos los pueblos y de su organización política autonómica, nacional y mundial excluye taxativamente cualquier tipo de confusión entre la esfera religiosa y la esfera política.

Esta confesionalidad excluye también taxativamente la intolerancia religiosa. Todo lo contrario: por ser una virtud la tolerancia, aunque es posible practicarla con las fuerzas humanas, que lo sea de hecho siempre y generalizadamente por todos los pueblos y sus autoridades sólo es posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, es lo que define a los estados confesionales.

De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad.

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Significado de la fiesta solemne de Cristo Rey

Pío XI el papa que instituyó esta fiesta de Cristo Rey en la Encíclica Quas Primas de 1925 explica su significado en la Encíclica Miserentissimus Redemptor de 1928:

«Al hacer esto no sólo poníamos en evidencia la suprema soberanía que a Cristo compete sobre todo el Universo... sino que adelantábamos ya el gozo de aquel día dichosísimo en que todo el orbe, de corazón y de voluntad, se sujetará al dominio suavísimo de Cristo Rey».

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"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de Cristo"
(Benedicto XVI, 15.05.2006, Carta sobre el culto al Corazón de Jesús, repitiendo las palabras de san Juan Pablo II de 5.10.1986, Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843)

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«La autoridad de la Iglesia en el orden mundial no es de ningún modo algo que conviniese únicamente a la "hipótesis" medieval, sino principio y "tesis" inmutable del orden cristiano en el mundo»
(Canals, Política española: pasado y futuro, pág. 207).

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Estudiar Historia es para no olvidar las carencias y avances del pasado, ni creernos que el reino de la felicidad sobre la tierra en el futuro lo hará llegar el hombre con sus solas fuerzas.

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Las naciones están llamadas a la santidad y esto se realizará en la Cristiandad futura

«Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes»

La promesa de Jesús, el Verbo hecho carne, al beato Bernardo de Hoyos el jueves, 14 de mayo de 1733, fiesta solemne de la Ascensión del Señor

"Después de comulgar, tuve la misma visión referida del Corazón, aunque con las circunstancias de verle rodeado de la corona de espinas y una cruz en la extremidad de arriba, ni más ni menos que la pinta el P. Gallifet; también vi la herida por la cual parece se asomaban los espíritus más puros de aquella sangre, que redimió el mundo. Convidaba el divino amor Jesús a mi corazón se metiera en el suyo por aquella herida, que aquél sería mi Palacio, mi Castillo, y Muro en todo lance. Y como el mío aceptase, le dijo el Señor: ¿No ves que está rodeado de espinas y te punzarán?, que fue irritar más el amor, que introduciéndose a lo más íntimo, experimentó eran rosas las espinas. Reparé que además de la herida grande, había otras tres menores en el Corazón de Jesús, y preguntándome si sabía quién se las había hecho, me trajo a la memoria aquel favor con que nuestro amor le hirió con tres saetas. Recogida todo el alma en este Camarín Celestial, decía: «Haec requies mea in saeculum saeculi, hic habitabo quoniam elegi eam». Dióseme a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino que por mí las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos, y pidiendo esta fiesta en especialidad para España, en quien ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: «Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes». 

(Autógrafo del P. Juan de Loyola, S. I., L. III, cap. I, p. 116. Véase el autógrafo y la fotografía en Razón y Fe, t. 102, p. 23).

El beato Bernardo de Hoyos consignó por escrito enseguida con la máxima fidelidad el gran mensaje en un manuscrito desaparecido, como todos sus escritos. Pero su director el P. Juan de Loyola, S. I., lo copió fielmente en el manuscrito Autógrafo de su vida. Fallecido Bernardo de Hoyos el 29 de noviembre de 1735, dicho P. Juan de Loyola, S. I. publicó la vida de Bernardo para referir los principios en España de la devoción al Sagrado Corazón en la primera edición del Tesoro Escondido, publicada en 1736 y en todas las siguientes.

El P. Uriarte, S. I. publicó su Vida del P. Hoyos  «arreglada y aumentada de como la escribió y dejó inédita el P. Juan de Loyola». El texto de la promesa del Reinaré en el autógrafo está en la 2ª ed., páginas 250-251.

(Véase el artículo de José Mª. Sáenz de Tejada, S. I., «Reinaré en España y con más veneración que en otras partes», Revista Cristiandad de Barcelona, nº 29, páginas 249-251, 1 de junio de 1945)

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