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Jesús padece hoy
Jesús, el Verbo hecho carne, padeció por cada uno de nosotros atroces sufrimientos físicos, morales y espirituales, los padeció en su naturaleza humana, pero quien padece es la persona, y en este caso la persona es divina, es el Hijo, el Verbo de Dios. "Uno de la Trinidad padeció"; es doctrina de la Iglesia (DS 401, Dz 201). Abismo insondable. Inalcanzable para nosotros. Tanto mejor, porque así podemos hacer un acto de fe pura, que Dios nos concede; y esto, además de que nos es muy meritorio, es un dato mucho más seguro que los que podemos constatar con los sentidos y la mente. Es un dato totalmente seguro. Es lo satisfactorio. Nada más que Dios nos puede saciar, ni quitarnos la insatisfacción. En cambio esto sí que es una medida buena, apretada, remecida, rebosante (Lc 6,38). Infinitamente rebosante sobre nuestra capacidad de comprensión. Como lo es que Jesús, el Verbo hecho carne padezca hoy atrozmente porque no le damos un retorno de amor, aceptando el don de su reinado, que es nuestro bien y que tanto le costó hacérnoslo accesible. Y aún más inalcanzable para nosotros comprender que, siendo lo que somos, le podemos consolar a Jesús, el Verbo hecho carne, pero Él lo dice y hay que creerle; nos lo pide y suplica y le debemos consolación, expiación y reparación, consagrándonos a Él, aceptando agradecidos y con ansia el reino de Dios en nuestra alma ya, y, cuando Dios sabe, en todas las almas y en todas las naciones, puesto que la reparación es la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne.