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«El problema esencial de nuestra fe es quién es nuestro Salvador. La fe cristiana consiste en profesar que Jesús es el Ungido, el Cristo, el Salvador, porque es el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre enviada al mundo para salvarnos. La predicación de Cristo Salvador es, por tanto, la predicación de que Jesús es el Hijo de Dios».
(Francisco Canals Vidal, Los siete primeros concilios. La formulación de la ortodoxia católica, Barcelona. Editorial Scire, 2003, p. 26.)

«Es preciso reconocer que sólo de Dios puede venir nuestra divinización, pues el hombre no puede autodivinizarse y el hombre en pecado no tiene fuerzas para autorredimirse, y si somos verdaderamente hijos de Dios por la gracia de adopción, es porque Dios ha enviado a su Hijo para que tengamos vida» (ib., 26-27)

La primera herejía sobre el misterio Trinitario es el "error judío" sobre Jesús:

«es el del judío que admite que Jesús de Nazaret es el Mesías esperado, separándose en esto de la práctica totalidad del pueblo, pero que ve esto a su manera, influido también por la secta de los fariseos»
(Francisco Canals Vidal, Los siete primeros concilios. La formulación de la ortodoxia católica, Barcelona. Editorial Scire, 2003, p. 27).

 

«los judíos esperaban una liberación nacional de Israel frente a los poderes gentiles, un libertador modelo y ejemplo de justicia ante Dios, un Cristo libertador de las opresiones humanas, maestro y ejemplo de justicia, pero no Aquel que nos salva los pecados. Por esto, entendían que el Mesías era un hombre no Dios hecho hombre»
(Francisco Canals Vidal, Los siete primeros concilios. La formulación de la ortodoxia católica, Barcelona. Editorial Scire, 2003, pp. 27-28).

 

«el que no siente necesidad de ser salvado de sus pecados, no espera que el Salvador sea verdaderamente el Emmanuel, Dios con nosotros. Espera que sea un hombre que merezca ser llamado hijo de Dios, porque sea el judío más excelso de todos los tiempos, el mejor cumplidor de la Ley, el que es más justo según aquella justicia que proviene del esfuerzo humano, aquél a quien Dios tiene que adoptar como hijo suyo, y que puede llamar a Dios Padre suyo, porque se lo ha ganado».
(Francisco Canals Vidal, Los siete primeros concilios. La formulación de la ortodoxia católica, Barcelona. Editorial Scire, 2003, pp. 27-28).

«opinando que Jesucristo es puro hombre y que procede originariamente de María Virgen y que por el mérito de su santa vida alcanzó más que nadie el honor de la divinidad, lo creyeron hijo de Dios por el espíritu de adopción, igual que los demás hombres, y engendrado por Él mediante la gracia; y que es llamado Dios en la Escritura por cierta semejanza con Dios, pero no por su naturaleza, sino por una participación de la bondad divina».

Dicen de Jesús: «en recompensa de su obediencia y de los sufrimientos se le hizo merced de un honor divino y fue ensalzado sobre todas las cosas»; y «parece ser que fue hecho Dios en el tiempo, y no nacido antes de todo tiempo».

«Los que sostuvieron primeramente esta opinión fueron algunos herejes antiguos, Cerinto», hereje del siglo I, jefe de una secta judeocristiana... los ebionitas, otra secta judeocristiana; «renovándola después Pablo de Samosata», patriarca de Antioquia, del siglo III; afirmándola por último Fotino» obispo romano del siglo IV

No sólo con el Antiguo Testamento (Pr 8,24), sino también con el Nuevo se refuta la herejía, porque:

«Lo mismo resulta según las palabras de Juan Evangelista, porque al anteponer: «Al principio era el Verbo» (Jn 1, 1), con cuyo nombre se entiende el Hijo, como se demostró (IV, c. 3), para que nadie lo interpretara según la predestinación, añadió: «todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada» (v. 3); lo cual no sería verdad si no hubiera existido antes que el mundo».

«Asimismo dice el Hijo de Dios: «Nadie ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el hijo del hombre, que está en el cielo» (Jn 3, 13).

«Porque descendí del cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de aquel que me envió» (Jn 6, 38).

Jesús no fue hecho hijo adoptivo de Dios por sus méritos:

«Por el contrario, San Pablo declara que, siendo Dios, se hizo hombre: «El cual existiendo en forma de Dios, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando forma de siervo, hecho a la semejanza de hombre, y hallado en la condición de hombre» (Fil 2, 6). Luego, dicha opinión no concuerda con al sentencia del Apóstol».

nota Santo Tomás:

«en la Sagrada escritura se atribuyen algunas obras tan propiamente a Dios, que no pueden convenir a nadie más, como la santificación de las almas y la remisión de los pecados; así se dice: «yo, Yahvé que os santifico» (Lev 20, 8), «Yo soy quien por mi mismo borro tus pecados» (Is 43, 25). Ambos textos los aplica la Sagrada Escritura a Cristo. Pues dice San Pablo: «el que santifica y los que son santificados, todos viene de uno solo» (de Dios Padre y de Cristo respectivamente) (Hb 2, 11)».
(Cf. Santo Tomás de Aquino, Comentario a la epístola de San Pablo a los hebreos, II, lec. 3).

Al comentar este versículo, decía San Juan Enrique Newman:

«Del mismo modo en que Él es por naturaleza Hijo de Dios, nosotros somos Hijos de Dios por la gracia, y es Él quien nos ha hecho de ese modo. Nos lo dice el texto sagrado: Él es el "Santificador", nosotros los "santificados"... Más aún: Él y nosotros, continúa la Escritura, "somos un todo". Dios santifica a los ángeles, pero en ese caso Creador y criatura no son un todo. Sin embargo, el Hijo de Dios y nosotros somos de una misma naturaleza, pues Él se ha convertido en "el primogénito de toda criatura" se ha encarnado en nuestra naturaleza, y en ella y por ella nos santifica... Es hermano nuestro en virtud de su Encarnación... Habiendo santificado nuestra naturaleza en sí mismo, la comparte con nosotros».
(John Henry Newman, Sermones parroquiales, Madrid, Ediciones Encuentro, 2007-2005, 8 vv., v. 5, 7. «El misterio de la divinización», pp. 105-115, p. 105).

Añade Newman:

«
(John Henry Newman, Sermones parroquiales, Madrid, Ediciones Encuentro, 2007-2005, 8 vv., v. 5, 7. «El misterio de la divinización», p. 105).

Así lo indica San Pablo, en el mismo versículo comentado, al escribir:

«No se avergüenza de llamarnos hermanos» (Hb 2, 11.).

«Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta [de la ciudad] »(Hb 13, 12)».

«El mismo Señor declaró de si mismo: ·el Hijo del Hombre tiene poder sobre la tierra para perdonar pecados" (Mt 9, 6); y lo confirmó con un milagro, como consta en San Mateo... «Esto mismo anunció el ángel sobre Él: «Él salvará el pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). Luego, Cristo, que santifica y perdona los pecados, no es llamado Dios por la misma razón por la que se llaman dioses los que son santificados y reciben el perdón de sus pecados: El es Dios porque tiene poder y naturaleza divinos... Según la Escritura, Cristo es llamado Hijo de Dios, y Dios no por la gracia de adopción, como puro hombre, sino por la naturaleza de su divinidad»».
(Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, IV, c. 4).

«Los fariseos se escandalizaban hipócritamente porque Jesús perdonaba los pecados: ¿Cómo es que éste habla así? ¡Esto es una blasfemia¡ «¿Quién puede perdonar los pecados fuera de Dios?» (Mc 2, 7) ... A los judíos les parecía que si Dios les había dado la Ley, ellos debían cumplirla; y si la cumplían, ya no necesitaban nada más... Su relación con Dios de una manera jurídica, contractualista: si yo cumplo el pacto, Dios tiene que cumplir el suyo. Dios me ha dado la Ley, y yo la cumplo; luego Dios, en justicia, me tiene que premiar ... como si para guardar la Ley no fuera necesaria la gracia de Dios, y después de infringida la Ley por el pecado no hiciese falta una misericordia de Dios totalmente gratuita, tan gratuita como la donación de la gracia primera a Adán,Jesucristo fuese Dios mismo que ha descendido hasta nosotros, que ha venido para salvarnos... el hombre no puede pasar del pecado a la justicia sino en virtud de la promesa, por la misericordia prometida por Dios, y en virtud de la muerte redentora de Cristo ... A José se le reveló la divinidad del Hijo que nacería de María al decirle que salvaría al pueblo de sus pecados, porque sólo Dios perdona los pecados … Y a José le dice el ángel que él le pondrá el nombre de Jesús, que quiere decir "Yahvé salva", porque Él salvará a su pueblo de los pecados de ellos».
(Francisco Canals Vidal, Los siete primeros concilios. La formulación de la ortodoxia católica, Barcelona. Editorial Scire, 2003, p. 28).

««

Cf. Santo Tomás de Aquino, Comentario a la epístola de San Pablo a los hebreos, II, lec. 3.

John Henry Newman, Sermones parroquiales, op. cit., p. 105.

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"Es fundamental que la Iglesia, pueblo de Dios, en sentido cristológico y no en sentido sociológico, esté verdaderamente insertada en Cristo" (Benedicto XVI, Audiencia General, 30.01.2008).

 

San Agustín

Benedicto XVI, Audiencia General, 30.01.2008

Carta apostólica Augustinum Hipponensem de san Juan Pablo II de 1986, en el decimosexto centenario de su conversión de san Agustín (14 de septiembre de 1986)

dos fórmulas célebres de fe y razón (cf. Sermones, 43, 9)

Fe y razón son "las dos fuerzas que nos llevan a conocer" (Contra academicos, III, 20, 43)

 "Vuelve a ti mismo. La verdad habita en lo más íntimo del hombre. Y si encuentras que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo. Pero, al hacerlo, recuerda que trasciendes un alma que razona. Así pues, dirígete adonde se enciende la luz misma de la razón" (San Agustín, De vera religione, 39, 72)

"Porque tú estabas más dentro de mí que lo más íntimo de mí, y más alto que lo supremo de mi ser", "interior intimo meo et superior summo meo" (San Agustín, Confesiones, III, 6, 11)

"Tú estabas, ciertamente, delante de mí, mas yo me había alejado también de mí, y no acertaba a hallarme, ¡cuánto menos a ti!" (San Agustín, Confesiones, V, 2, 2)

El hombre es "un gran enigma", "magna quaestio" (San Agustín, Confesiones, IV, 4, 9) y "un gran abismo", "grande profundum" (San Agustín, Confesiones, 14, 22) que sólo Jesucristo ilumina y colma.

"Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti" (San Agustín, Confesiones,I, 1, 1).

El ser humano es sociable por naturaleza pero antisocial por vicio (San Agustín, De civitate Dei, XII, 27),
y quien lo salva es Cristo, único mediador entre Dios y la humanidad, y "camino universal de la libertad y de la salvación" (citado por San Juan Pablo II Augustinum Hipponensem, 21)

Fuera de este camino, que nunca le ha faltado al género humano "nadie ha sido liberado nunca, nadie es liberado y nadie será liberado" (San Agustín, De civitate Dei, X, 32, 2).

"Nos hemos convertido en Cristo. En efecto, si él es la cabeza, nosotros somos sus miembros; el hombre total es él y nosotros" (San Agustín, In Iohannis evangelium tractatus, 21, 8).

"Tarde te amé, hermosura tan antigua, y tan nueva, tarde te amé. Y he aquí que tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y fuera te buscaba yo, y me arrojaba sobre esas hermosuras que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me mantenían lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Llamaste y gritaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti; te gusté y tengo hambre y sed de ti; me tocaste y me abrasé en tu paz".
(San Agustín, Confesiones, X, 27, 38).

 

Los tiempos

Le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»
El les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra».
Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.
(Hch 1,6-9)

«De aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre... No se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre... Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor».
(Mt 24,36-42)

«De aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre».
(Mc 13,32)

20 Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió:
«El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».
22 Dijo a sus discípulos:
«Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.
23 Y os dirán: "Vedlo aquí, vedlo allá". No vayáis, ni corráis detrás.
24 Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día.
25 Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.

26 «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre.
27 Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos.
28 Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían;
29 pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos.
30 Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.

31 «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás.
32 Acordaos de la mujer de Lot.
33 Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.
34 Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada».
36 Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?» El les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres».
(Lc 17,20-36)

«En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros».
(Jn 14,2-3. Bibl CEE 2011)

Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús. Os decimos eso como Palabra del Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor.
(I Tes 4,13-17. Bibl Jerusalén)

No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno.
(I Tes 5,19-21)

Es propio de la justicia de Dios el pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles.
(II Tes 1,6-7)

Se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida.
(II Tes 2,8)

Te recomiendo en la presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo,
Manifestación
que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores.
(I Tim 6,13-15)

Revelación de Jesucristo; se la concedió Dios para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto; y envió a su Ángel para dársela a conocer a su siervo Juan.
(Ap 1,1)


«Considerando todo esto, hay una buena razón para temer que esta perversión de las almas pueda ser una prueba y, tal vez, una anticipación de los males que han sido previstos para el final de los tiempos; y que "el Hijo de la Perdición" de que habla el Apóstol (2Tes 2,?3) tal vez está en este mundo. Con suma audacia y furor se persigue en todas partes la religión, se ponen en duda los dogmas de la fe, se intenta obstinadamente suprimir y borrar cualquier relación entre el hombre y Dios! Mientras tanto, con una actitud que según el Apóstol es propia del Anticristo, el hombre, con inaudita temeridad, ocupa el lugar de Dios, elevándose por encima de todo lo que lleva el nombre de Dios, de modo tal que aunque no pueda extinguir totalmente en sí mismo la noción de Dios, rechaza sin embargo su majestad y, como si tal cosa, hace de este universo un templo en el que él pueda ser adorado por los demás: “hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios” (2Tes 2,?4)».
(San Pío X, E Supremi apostolatus, 1903).

«La cola del demonio está llevando a cabo la desintegración del mundo católico. La oscuridad de Satanás ha entrado en el mundo católico, difundiéndose hasta llegar incluso a sus niveles más altos. La apostasía, la pérdida de la fe, se están difundiendo en el mundo y en los niveles más altos de la Iglesia».
(San Pablo VI, Discurso en el sesenta aniversario de las apariciones de Fátima, 13 de octubre de 1977).

«Esto es lo que con sumo dolor estamos presenciando: por primera vez en la historia asistimos a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino (cf. 2Tes 2,4). Porque el comunismo es por su misma naturaleza totalmente antirreligioso y considera la religión como el «opio del pueblo», ya que los principios religiosos, que hablan de la vida ultraterrena, desvían al proletariado del esfuerzo por realizar aquel paraíso comunista que debe alcanzarse en la tierra».
(Pío XI
Divini Redemptoris de 19-III-1937, 22).

Benedicto XVI testimonia en 2020 el avance del poder del Anticristo

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Jesús se hizo ver en la Ascensión como prueba de Su presencia real en el pan consagrado

«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros».
Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?»
Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza?
¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...»
(Jn 6,51-53;59-62)

«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen».
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
(Jn 6,61-65. Bibl CEE 2011)

«Entonces verán venir al Hijo del Hombre en una nube con gran poder y gloria».
(Lc 21,27)

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Con el Concilio Vaticano II (1962-1965) se ponen las bases y se inicia la renovación de la escatología y con el Catecismo de 1992 ha sido sobrepasado el umbral de esta nueva escatología

el Cardenal Karol Wojtyla pudo decir hace algunos años [1976]: «estamos en los umbrales de una nueva escatología»

Canals:  La doctrina escatológica del Vaticano II en el Catecismo de la Iglesia católicaCRISTIANDAD, Barcelona, Año L, nn. 743-745, abril-junio 1993


Tengo por evidente que la renovación de la escatología iniciada por el Concilio Vaticano II, decisivamente impulsada por el nuevo Catecismo, nos lleva a una comprensión esperanzada del «acabamiento» del Reino, ya presente en la Iglesia, con el advenimiento del Rey a la tierra con gran poder y gloria.

Si el entonces Arzobispo de Cracovia, el Cardenal Karol Wojtyla pudo decir hace algunos años [1976]: «estamos en los umbrales de una nueva escatología», parece que ahora tendríamos que reconocer que ya ha sido sobrepasado este umbral con los textos del nuevo Catecismo [1992].

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Lo que el viento se llevará

«Una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Se hicieron pedazos a la vez el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro, triturados como tamo de una era en verano; el viento los arrebató y desaparecieron sin dejar rastro. Y la piedra que había deshecho la estatua creció hasta hacerse una montaña enorme que ocupaba toda la tierra.
El Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido, ni su dominio pasará a otro pueblo, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, y él durará por siempre».
(Daniel 2,34-35; 2,44. Versión CEE 2016).

¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos.., mas se complace en la ley de Yahvé... Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto... ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento (Salmo 1).

No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-. tu redentor es el Santo de Israel.
Mira, te convierto en trillo nuevo, aguzado, de doble filo: trillarás los montes hasta molerlos; reducirás a paja las colinas; los aventarás, y el viento se los llevará, el vendaval los dispersará.
Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel. (Isaías 41, 14-16)

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«Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: "Serán todos enseñados por Dios [Is 54,13; Jer 31:33-34]". Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a Mí».
(Jn 6,44-45. Bibl Jerusalén)

Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh
(Is 54:13. Bibl Jerusalén)

Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré... todos ellos me conocerán del más chico al más grande --oráculo de Yahveh.
(Jer 31:33-34. Bibl Jerusalén)

Esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande --oráculo de Yahveh-- cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.
(Jer 31:33-34. Bibl Jerusalén)

«Nadie puede venir a mí si no lo trajere el Padre, que me envió; y yo le resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: "Y serán todos enseñados por Dios" [Is 54,13; Jer 31:33-34]. Todo el que oye al Padre y recibe sus enseñanzas, viene a Mí».
(Jn 6,44-45. Bober)

Is 54:13

Jer 31:33-34

 

«Nadie puede venir a mí si no le atrae el Padre que me ha enviado, y yo le resucitaré en el \'faltimo d\'eda. Est\'e1 escrito en los Profetas: "Y ser\'e1n todos ense\'f1ados por Dios" [Is 54,13]. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido, viene a Mí».
(Jn 6,44-45. Bibl Navarra)

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Relativismo y democracia

"Muchos opinan que el relativismo constituye un principio básico de la democracia, porque sería parte de ella el que todo se pueda someter a discusión. En verdad, sin embargo, la democracia vive sobre la base de que existen verdades y valores sagrados que son respetados por todos. De otro modo se hunde en la anarquía y se neutraliza a sí misma.
Alexis de Tocqueville señalaba ya, hace aproximadamente 150 años, que la democracia sólo puede subsistir si antes ella va precedida por un determinado «ethos». Los mecanismos democráticos funcionan sólo si éste es, por así decir, obvio e indiscutible y sólo así se convierten tales mecanismos en instrumentos de justicia. El principio de mayoría sólo es tolerable si esa mayoría tampoco está facultada para hacer todo a su arbitrio, pues tanto mayoría como minoría deben unirse en el común respeto a una justicia que obliga a ambas. Hay, en consecuencia, elementos fundamentales previos a la existencia del Estado que no están sujetos al juego de mayoría y minoría y que deben ser inviolables para todos.
La cuestión es: ¿quién define tales «valores fundamentales»? ¿Y quién los protege? Este problema, tal como Tocqueville lo señalara, no se planteó en la primera democracia americana como problema constitucional, porque existía un cierto consenso cristiano básico —protestante— absolutamente indiscutido y que se consideraba obvio. Este principio se nutría de la convicción común de los ciudadanos, convicción que estaba fuera de toda polémica. ¿Pero qué pasa si ya no existen tales convicciones? ¿Es que es posible declarar, por decisión de la mayoría, que algo que hasta ayer se consideraba injusto ahora es de derecho y viceversa? Orígenes expresó al respecto en el siglo tercero: Si en el país de los escitas se convirtiere la injusticia en ley, entonces los cristianos que allí viven deben actuar contra la ley. Resulta fácil traducir esto al siglo XX: Cuando durante el gobierno del nacional-socialismo se declaró que la injusticia era ley, en tanto durara tal estado de cosas un cristiano estaba obligado a actuar contra la ley. «Se debe obedecer a Dios antes que a los hombres». ¿Pero cómo incorporar este factor al concepto de democracia?
En todo caso, está claro que una constitución democrática debe cautelar, en calidad de fundamento, los valores provenientes de la fe cristiana declarándolos inviolables, precisamente en nombre de la libertad. Una tal custodia del derecho sólo subsistirá, por cierto, si está guardada por la convicción de gran número de ciudadanos. Ésta es la razón por la cual es de suprema importancia para la preparación y conservación de la democracia preservar y profundizar aquellas convicciones morales fundamentales, sin las cuales ella no podrá subsistir. Estamos ante una enorme labor educadora a la cual deben abocarse los cristianos de hoy".
(Declaraciones del entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Joseph Ratzinger, posteriormente papa Benedicto XVI, al director de Humanitas, Jaime Antúnez Aldunate, reeditadas en el libro Crónica de las Ideas: En busca del rumbo perdido. Madrid. Ediciones Encuentro. 2001).

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Esta época es el Sábado Santo de la historia • Joseph Ratzinger

El Jueves Santo, Jesús entra en la noche para superarla e inaugurar el nuevo día de Dios en la historia de la humanidad • Benedicto XVI

Lo que hace totalitarios a los regímenes democráticos, según san Juan Pablo II .

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"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, podrá levantarse la civilización del Amor, el Reino del Corazón de Cristo"
(San Juan Pablo II, 5.10.1986. Carta al General de la Compañía de Jesús. Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843)

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de Cristo"
(Benedicto XVI, 15.05.2006, Carta sobre el culto al Corazón de Jesús, repitiendo las palabras de san Juan Pablo II de 5.10.1986, Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843).

"La civilización del amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana"
(San Juan Pablo II, 3.11.1991. Homilía en la Parroquia de San Romualdo de Roma. L'Oss. 21.11.91).

 

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CEC 669 "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

CEC 670 El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).

 

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Oración colecta de la misa del 27 de abril de 2020:

"Te pedimos, Dios todopoderoso, que despojados del hombre viejo con sus inclinaciones, vivamos en la obediencia de Aquel a quien nos has incorporado por los sacramentos pascuales".

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Las heridas que dejó el pecado original en nuestra naturaleza humana, según santo Tomás, siguiendo a san Beda

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El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria
(Lc 24,25-26)

Habiendo llamado a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. (Hch 5, 40-41).