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Es voluntad de Dios que el amor sea efectivo y afectivo
12 04 2018
Me parece que en el Evangelio se ve que, cuando dice que Jesús amaba a alguien, significa que lo miraba afectuosamente; como cuando dice que Jesús amó al joven rico, al referirle éste que había cumplido todos los mandamientos desde pequeño. O cuando dice que san Juan era el discípulo amado.
A lo mejor, el amor es algo tan fácil como mirar con amor, además de querer hacer el bien a la persona amada y aspirar a ser el bien de la persona amada y expresarle que ella es nuestro bien.
Fácil de decir. Quizá fácil de hacer si se ama y se consigue así superar los problemas para amar. O no esperar a superarlos y, con torpeza, mirar y actuar con amor. Con torpeza que se convierte para la persona amada en algo encantador y aceptable como tal. Aunque sea humillante, para el que así ama, no saber comportarse con amabilidad, pero ser amable con sinceridad de todas maneras, sin importarle exhibir su torpeza con humildaad. Una vez más se ve que la humildad es buena para todo.
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Nevando y helando en Pamplona, hoy primer viernes de amor y reparación al Sagrado Corazón de Jesús. Estamos consagrados a Él. Nos hemos consagrado. ¿Qué significa eso?
Si pensamos que nos falta algo y lo buscamos o que estaríamos mejor en otra parte, o con otras personas, podemos recordar nuestras experiencias de haber conseguido otras veces lo que queríamos y enseguida pensar que aquello no nos llenaba. Y recordar entonces esto que nos fue dicho en forma de oración, porque es mejor hablar con Dios que hablar de Dios:
"Me hiciste, Señor, para Ti; y mi corazón anda inquieto hasta que descanse en Ti".
También tenemos la guía de nuestra doctora, santa Teresa del Niño Jesús, que sufría mucho centrada en sí misma, hasta que, todavía en ssu infancia, como refiere:
"Me olvidé de mí misma, me centré en hacer felices a los demás, y desde entonces fui feliz".
Fue feliz, aunque no dejó de sufrir, sino que se aumentaron inmensamente sus padecimientos y llegaron a otras dimensiones físicas, psicológicas, morales y espirituales [y encima era hipersensible]; y todavía hizo lo que hacen los santos, que es, además de aceptar los sufrimientos y añadir mortificaciones, desear y pedir más sufrimientos. Su método era, aprovechar y ofrecerle a Jesús, cantando con alegría, como pétalos de flores deshojadas, todos los "pequeños" sufrimientos que le sobrevenían, mientras deseaba y pedía los más atroces. Ella misma dice muchas veces que era amor con locura. Y es que el amor tiene que ser obviamente verdadero, es decir, amor con locura, como el que nos tiene Jesús.
La lista de nuestras tareas es fácil de decir. ¿Nos la hemos aprendido? Es la misma para todos los seres personales del cielo y del universo.
Es totalmente necesario e ineludible para todos los seres personales hacer la voluntad de Dios; primero, porque no podemos cometer la enormidad de desobedecerle a Dios en lo más mínimo; segundo, porque ese es nuestro bien máximo y total. Jesús, el Verbo hecho carne, nos lo enseñó a pedir, cuando bajó del cielo asumiendo una naturaleza humana para padecer y morir atrozmente obedeciendo la voluntad de Dios Padre, y así podernos conseguir que aceptemos hacer la voluntad de Dios.
Pero Él asumió una naturaleza humana para siempre. Y padece hoy en su Corazón humano, en su alma humana, enormenmente porque no consigue de nosotros ni siquiera un pequeño retorno de amor. Y aquí hay un misterio muy grande, porque quien padece es la persona, como cuando nosotros nos clavamos un clavo en el pie, padece nuestra persona, no decimos que sufre nuestro pie. Este misterio forma parte del misterio que llaman de "la humildad de Dios", que Dios, no es que se uniese a un hombre, sino que Dios se hizo hombre, con todas sus consecuencias, buscando todas sus consecuencias. A santa Margarita María se le presentó para decirle que estaría dispuesto a padecer aún más que lo que padeció, si fuese posible, con tal de recibir de nosotros en retorno algo de amor. Y Él sufre atrozmente porque no alcanzamos nuestro bien que es hacer su voluntad. Por eso quiere reinar. Porque ese es nuestro bien. Él no necesita súbditos ni prosélitos para ser feliz. Ya lo tiene todo por ser Dios. Él nos demostró de sobra lo que es capaz de hacer y padecer para que nosotros tengamos nuestro bien que es que Dios reine en nuestra alma, y en las de todos, y en todas las naciones y en toda la sociedad humana.
Nuestra tarea es centramos en hacer la voluntad de Dios y en aceptarla para empezar, convertimos, centramos en amar a Dios y al prójimo, dejar de pensar en nuestros problemas, dejarlos en Sus manos a cada instante, y dedicar todos los momentos a amarle a Jesús, el Verbo hecho carne, obedeciendo lo que manda y en hacer felices a los demás, porque eso es lo que Él manda. ¿Y cómo conseguimos hacerlo?
Nuestra doctora nos dijo aquello del ascensor. ¡El ascensor son los brazos de Jesús! Él nos sube y nos lleva, como hace un padre con su bebé, que lo sube hasta su altura para comerle a besos. Y también nos dijo nuestra doctora que el gran Águila, llevaría a las alturas al pajarillo tan pequeñito que no puede ni volar, que era ella. Y eso lo decía cuando sus sufrimientos ya eran los de la noche oscura del alma, en la que todo le decía que que no había Dios ni nada, más que infierno. Pero Jesús, el Verbo hecho carne, nos da al Espíritu Santo de parte del Padre.
Quizá a todos, en mayor o menor medida, se nos aplica aquello que la Virgen le dijo santa Bernardita:
"No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro"
Claro que en el primer nivel tenemos el cumplimiento de nuestras obligaciones evitando los pecados. Después, las renuncias, en la Comunidad Cenacolo hay ayuda mutua para eso. No poner nuestras ilusiones en tener o hacer esto o lo otro. Nada más que Dios nos puede llenar.
Después, comprender que, aparte de sufrimientos que Dios nos envía para avisarnos y corregirnos o darnos la ocasión de reparar y desagraviar por nuestros pecados, está la poda que aparece en Jn 15, 1-2. No lo entendían en la época de Jesús, por eso Él lo enseña. Ni siquiera Job lo entendía. Pero hay que saberlo, entenderlo y aceptarlo.