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Evangelio según san Marcos CEE 5 al 8
Evangelio según san Marcos CEE 9 al 12
Evangelio según san Marcos CEE 13 al 16
Evangelio según san Marcos CEE del 1 al 4
Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/nuevo-testamento-mateo/
1
1 Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
2 Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino;
3 voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos»;
4 se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.
5 Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.
6 Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
7 Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias.
8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
9 Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma.
11 Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
12 A continuación, el Espíritu lo empujó al desierto.
13 Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían.
14 Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios;
15 decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
16 Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
17 Jesús les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
18 Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
19 Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes.
20 A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.
21 Y entran en Cafarnaún y, al sábado siguiente, entra en la sinagoga a enseñar;
22 estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.
23 Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
24 «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
25 Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!».
26 El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él.
27 Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
28 Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
29 Y enseguida, al salir ellos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés.
30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella.
31 Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
32 Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados.
33 La población entera se agolpaba a la puerta.
34 Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
35 Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar.
36 Simón y sus compañeros fueron en su busca y,
37 al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca».
38 Él les responde: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
39 Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
40 Se le acerca un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme».
41 Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio».
42 La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
43 Él lo despidió, encargándole severamente:
44 «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
45 Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
2
1 Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
2 Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
3 Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro
4 y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.
5 Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».
6 Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
7 «¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».
8 Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso?
9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate, coge la camilla y echa a andar?
10 Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados dice al paralítico:
11 Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa».
12 Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual».
13 Salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
14 Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice: «Sígueme». Se levantó y lo siguió.
15 Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían.
16 Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?».
17 Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
18 Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
19 Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.
20 Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.
21 Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto lo nuevo de lo viejo y deja un roto peor.
22 Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».
23 Sucedió que un sábado atravesaba él un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.
24 Los fariseos le preguntan: «Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
25 Él les responde: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre,
26 cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?».
27 Y les decía: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado;
28 así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».
3
1 Entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.
2 Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
3 Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio».
4 Y a ellos les pregunta: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?». Ellos callaban.
5 Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». La extendió y su mano quedó restablecida.
6 En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.
7 Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
8 Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.
9 Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
10 Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
11 Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios».
12 Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
13 Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.
14 E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar,
15 y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios:
16 Simón, a quien puso el nombre de Pedro,
17 Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno,
18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná
19 y Judas Iscariote, el que lo entregó.
20 Llega a casa y de nuevo se junta tanta gente que no los dejaban ni comer.
21 Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.
22 Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
23 Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás?
24 Un reino dividido internamente no puede subsistir;
25 una familia dividida no puede subsistir.
26 Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido.
27 Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
28 En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan;
29 pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
30 Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
31 Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
32 La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
33 Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos.
35 El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
4
1 Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar.
2 Les enseñaba muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos:
3 «Escuchad: salió el sembrador a sembrar;
4 al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron.
5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida;
6 pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó.
7 Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano.
8 El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
9 Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
10 Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
11 Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas,
12 para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados».
13 Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás?
14 El sembrador siembra la palabra.
15 Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
16 Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría,
17 pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben.
18 Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra,
19 pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril.
20 Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
21 Les decía: «¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero?
22 No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga a la luz.
23 El que tenga oídos para oír, que oiga».
24 Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces.
25 Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».
26 Y decía: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra.
27 Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
28 La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano.
29 Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
30 Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?
31 Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña,
32 pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
33 Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender.
34 Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
35 Aquel día, al atardecer, les dice Jesús: «Vamos a la otra orilla».
36 Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban.
37 Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua.
38 Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
39 Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!». El viento cesó y vino una gran calma.
40 Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
41 Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».