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Evangelio según san Marcos CEE 1 al 4

Evangelio según san Marcos CEE 5 al 8

Evangelio según san Marcos CEE 13 al 16

Evangelio según san Marcos CEE del 5 al 8

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/nuevo-testamento-mateo/

 

9

1 Y añadió: «En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».

2 Seis días más tarde Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, sube aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos.

3 Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

4 Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

5 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

6 No sabía qué decir, pues estaban asustados.

7 Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadle».

8 De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

9 Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

10 Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.

11 Le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».

12 Les contestó él: «Elías vendrá primero y lo renovará todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado?

13 Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito acerca de él».

14 Cuando volvieron a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos.

15 Al ver a Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo.

16 Él les preguntó: «¿De qué discutís?».

17 Uno de la gente le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar;

18 y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces».

19 Él, tomando la palabra, les dice: «¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo».

20 Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.

21 Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?». Contestó él: «Desde pequeño.

22 Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos».

23 Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe».

24 Entonces el padre del muchacho se puso a gritar: «Creo, pero ayuda mi falta de fe».

25 Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él».

26 Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto.

27 Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano y el niño se puso en pie.

28 Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?».

29 Él les respondió: «Esta especie solo puede salir con oración».

30 Se fueron de allí y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase,

31 porque iba instruyendo a sus discípulosLes decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».

32 . Pero no entendían lo que decíay les daba miedo preguntarle.

33 Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?».

34 Ellos callaban, , pues por el camino habían discutido quién era el más importante.

35 Se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

36 Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:

37 «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».

39 Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí.

40 El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

41 Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa.

42 El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.

43 Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la gehenna, al fuego que no se apaga.

44 45 Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la gehenna.

46 47 Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la gehenna,

48 donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

49 Todos serán salados a fuego.

50 Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».

10

1 Y desde allí se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino y según su costumbre les enseñaba.

2 Acercándose unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?».

3 Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?».

4 Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».

5 Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto.

6 Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer.

7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer

8 y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne.

9 Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

10 En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.

11 Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera.

12 Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

13 Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.

14 Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios.

15 En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él».

16 Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

17 Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

18 Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.

19 Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

20 Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

21 Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».

22 A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.

23 Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».

24 Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!

25 Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».

26 Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?».

27 Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

28 Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

29 Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio,

30 que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna.

31 Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

32 Estaban subiendo por el camino hacia Jerusalén y Jesús iba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que lo seguían tenían miedo. Él tomó aparte otra vez a los Doce y empezó a decirles lo que le iba a suceder:

33 «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles,

34 se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará».

 35 Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir».

36 Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?».

37 Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda».

38 Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?».

39 Contestaron: «Podemos». Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar,

40 pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado».

41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.

42 Jesús, llamándolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.

43 No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor;

44 y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.

45 Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

46 Y llegan a Jericó. Y al salir él con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna.

47 Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».

48 Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí».

49 Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama».

50 Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

51 Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó: «Rabbuní, que recobre la vista».

52 Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

11

1 Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, mandó a dos de sus discípulos,

2 diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo.

3 Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”».

4 Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una puerta; y lo soltaron.

5 Algunos de los presentes les preguntaron: «¿Qué hacéis desatando el pollino?».

6 Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.

7 Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó.

8 Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo.

9 Los que iban delante y detrás, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

10 ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!».

11 Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, salió hacia Betania con los Doce.

12 Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre.

13 Vio de lejos una higuera con hojas, y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos.

14 Entonces le dijo: «Nunca jamás coma nadie frutos de ti». Los discípulos lo oyeron.

15 Llegaron a Jerusalén y, entrando en el templo, se puso a echar a los que vendían y compraban en el templo, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas.

16 Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo.

17 Y los instruía diciendo: «¿No está escrito: “Mi casa será casa de oración para todos los pueblos”? Vosotros en cambio la habéis convertido en cueva de bandidos».

18 Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo admiraba su enseñanza, buscaban una manera de acabar con él.

19 Cuando atardeció, salieron de la ciudad.

20 A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz.

21 Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado».

22 Jesús contestó: «Tened fe en Dios.

23 En verdad os digo que si uno dice a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree en que sucederá lo que dice, lo obtendrá.

24 Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis.

25 Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas».

26 [«Mas si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos perdonará vuestras ofensas»]

27 Volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos,

28 y le decían: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad para hacer esto?».

29 Jesús les replicó: «Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto.

30 El bautismo de Juan ¿era del cielo o de los hombres? Contestadme».

31 Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es del cielo, dirá: “¿Y por qué no le habéis creído?”.

32 ¿Pero cómo vamos a decir que es de los hombres?». (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta).

33 Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

12

1 Se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.

2 A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña.

3 Ellos lo agarraron, lo azotaron y lo despidieron con las manos vacías.

4 Les envió de nuevo otro criado; a este lo descalabraron e insultaron.

5 Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, a los que azotaron o los mataron.

6 Le quedaba uno, su hijo amado. Y lo envió el último, pensando: “Respetarán a mi hijo”.

7 Pero los labradores se dijeron: “Este es el heredero. Venga, lo matamos y será nuestra la herencia”.

8 Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.

9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros.

10 ¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

11 Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?».

12 Intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente y, dejándolo allí, se marcharon.

13 Le envían algunos de los fariseos y de los herodianos, para cazarlo con una pregunta.

14 Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?».

15 Adivinando su hipocresía, les replicó: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea».

16 Se lo trajeron. Y él les preguntó: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?». Le contestaron: «Del César».

17 Jesús les replicó: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Y se quedaron admirados.

18 Se le acercan unos saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, y le preguntan:

19 «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, que se case con la viuda y dé descendencia a su hermano”.

20 Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos;

21 el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero;

22 y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.

23 Cuando llegue la resurrección y resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella».

24 Jesús les respondió: «¿No estáis equivocados, por no entender la Escritura ni el poder de Dios?

25 Pues cuando resuciten, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, serán como ángeles del cielo.

26 Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”?

27 No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».

28 Un escriba que oyó la discusión, viendo lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

29 Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor:

30 amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.

31 El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».

32 El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él;

33 y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

34 Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

35 Mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: «¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David?

36 El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice: “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies”.

37 Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?». Una muchedumbre numerosa le escuchaba a gusto.

38 Y él, instruyéndolos, les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas,

39 buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes;

40 y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».

41 Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho;

42 se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante.

43 Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie.

44 Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».