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La Santa Sede advierte el jueves 21 de julio de 2022 que el ‘Camino Sinodal’en Alemania no tiene el poder de obligar a los obispos y a los fieles a adoptar nuevas formas de gobierno y nuevos enfoques de la doctrina y la moral, lo que podría suponer “una amenaza a la unidad de la Iglesia”.

https://www.aciprensa.com/noticias/el-vaticano-advierte-que-camino-sinodal-en-alemania-podria-amenazar-la-unidad-de-la-iglesia-68633

A continuación, el comunicado completo publicado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

“Para proteger la libertad del Pueblo de Dios y el ejercicio del ministerio episcopal, parece necesario dejar claro que el ‘Camino Sinodal’ en Alemania no tiene el poder de obligar a los obispos y a los fieles a adoptar nuevas formas de gobierno y nuevos enfoques de la doctrina y la moral.  

No sería lícito iniciar nuevas estructuras o doctrinas oficiales en las diócesis, antes de un entendimiento acordado a nivel de la Iglesia universal, lo que representaría una herida a la comunión eclesial y una amenaza a la unidad de la Iglesia

Como recordaba el Santo Padre en su carta al Pueblo de Dios en su camino a Alemania: ‘La Iglesia universal vive en y de las Iglesias particulares, así como las Iglesias particulares viven y florecen en y de la Iglesia universal, y si se separan de todo el cuerpo eclesial, se debilitan, se pudren y mueren. De ahí la necesidad de mantener siempre viva y eficaz la comunión con todo el cuerpo de la Iglesia’.

Se espera, por tanto, que las propuestas del Camino de las Iglesias particulares en Alemania se fundan en el camino sinodal que sigue la Iglesia universal, para un enriquecimiento mutuo y un testimonio de esa unidad con la que el cuerpo de la Iglesia manifiesta su fidelidad a Cristo Señor”.

[Declaración de la Secretaría de Estado]

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30 de julio de 2022 / 5:51 a. m.

El Papa Francisco respondió a una pregunta sobre la reciente declaración del Vaticano sobre el polémico Camino Sinodal alemán y señaló que “dije todo lo que tenía que decir sobre el camino sinodal” en su carta a la Iglesia en Alemania de 2019.

En la rueda de prensa que ofreció en el vuelo de retorno de Canadá a Roma este 30 de julio de 2022, el Santo Padre respondió a la pregunta de una periodista de la agencia católica alemana, quien cuestionó sobre la ausencia de firma en la declaración del Vaticano del pasado 21 de julio.

“En primer lugar, esa declaración fue hecha por la Secretaría de Estado. Fue un error no decir abajo. Creo que decía: comunicado de la Secretaría de Estado, pero no estoy seguro. Fue un error no firmarlo como un comunicado de la Secretaría de Estado. Pero es un error de oficio, no de mala voluntad”, explicó el Papa Francisco.

El Santo Padre dijo luego que “sobre el Camino Sinodal yo escribí una carta, la hice solo. Un mes con oración, reflexión, consultas... y dije todo lo que tenía que decir sobre el camino sinodal. Más que eso no diré”.

“Ese es el magisterio papal sobre el Camino Sinodal, esa carta que escribí hace dos años. Me salté la Curia, porque no hice consultas, nada”, continuó.

El Papa Francisco dijo luego que su carta de 2019 la escribió “como un camino personal, también como pastor de una Iglesia que busca un camino, como hermano, como padre, como creyente. Y este es mi mensaje. Sé que no es fácil, pero todo está en esa carta. Gracias”.

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El Camino Sinodal es un controvertido proceso de varios años que comenzó en diciembre de 2019 y en el que participan obispos y laicos de Alemania para tratar temas como el ejercicio del “poder”, la moral sexual, el sacerdocio y el papel de las mujeres en la Iglesia, temas sobre el que han expresado, públicamente y en diversas ocasiones, posturas contrarias a la doctrina católica.

Los participantes en este “Camino Sinodal” han votado a favor de proyectos de documentos que piden la ordenación sacerdotal de las mujeres, la bendición de personas del mismo sexo y cambios en la enseñanza de la Iglesia sobre los actos homosexuales, lo que ha provocado acusaciones de herejía y temores de cisma.

El Papa Francisco escribió una extensa carta a los católicos de Alemania en 2019, en la que habló acerca de lo que llamó la “erosión” y el “declive de la fe” en el país, y pidió a los fieles que se conviertan, recen y ayunen, además de proclamar el Evangelio.

Además, el pasado 14 de junio, el Santo Padre recordó que durante una conversación con el Presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, le dijo que el país ya tenía “una muy buena Iglesia evangélica” y que “no necesitamos dos”.

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https://www.aciprensa.com/noticias/papa-francisco-envia-esta-importante-carta-a-la-iglesia-y-pueblo-de-dios-en-alemania-81035

Por  Mercedes De La Torre

29 de junio de 2019 / 4:30 a. m.

El Papa Francisco escribió una importante carta dirigida “al pueblo de Dios que peregrina en Alemania” fechada hoy 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo.

En la extensa misiva dividida en 13 puntos, el Santo Padre confirma su cercanía y asegura que quiere “compartir su preocupacio´n con respecto al futuro de la Iglesia en Alemania”, alerta sobre el “decaimiento de la fe” y anima a no asumir la situacio´n actual con “pasividad o resignacio´n”., También exhorta a intensificar “la oración, la penitencia y la adoración”.

Además, el Santo Padre destaca la necesidad de “recuperar el primado de la evangelizacio´n para mirar el futuro con confianza y esperanza porque, evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a si´ misma”.

“Supone una invitacio´n a tomar contacto con aquello que en nosotros y en nuestras comunidades esta´ necrosado y necesita ser evangelizado y visitado por el Sen~or. Y esto requiere coraje porque lo que necesitamos es mucho ma´s que un cambio estructural, organizativo o funcional”, afirma el Papa.

Por ello, el Pontífice señala que esta “transformacio´n verdadera responde y reclama tambie´n exigencias que nacen de nuestro ser creyentes y de la propia dina´mica evangelizadora de la Iglesia, reclama la conversio´n pastoral”.

“Sin esta dimensio´n teologal, en las diversas innovaciones y propuestas que se realicen, repetiremos aquello mismo que hoy esta´ impidiendo, a la comunidad eclesial, anunciar el amor misericordioso del Sen~or”, advierte.

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Texto completo de la carta del 29 de junio de 2019 del Papa Francisco a la Iglesia en Alemania:

Al Pueblo de Dios que peregrina en Alemania

Queridos hermanos y hermanas,

La meditación de las lecturas del libro de los Hechos de los Apóstoles que se nos propusieron en el tiempo pascual me movió a escribirles esta carta. Alli 'encontramos a la primera comunidad apostólica impregnada de esa vida nueva que el Espíritu les regaló transformando cada circunstancia en una buena ocasión para el anuncio.

Ellos lo habían perdido todo y en la mañana del primer día de la semana, entre la desolación y la amargura, escucharon de la boca de una mujer que el Señor estaba vivo. Nada ni nadie podía detener la irrupción pascual en sus vidas y ellos no podían callar lo que sus ojos habían contemplado y sus manos tocado (Cfr. 1 Jn. 1, 1).

En este clima y con la convicción de que el Señor «siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad» quiero acercarme y compartir vuestra preocupación con respecto al futuro de la Iglesia en Alemania.

Somos conscientes que no vivimos sólo un tiempo de cambios sino un cambio de tiempo que despierta nuevas y viejas preguntas con las cuales es justo y necesario confrontarse. Situaciones e interrogantes que pude conversar con vuestros pastores en la pasada visita Ad limina y que seguramente siguen resonando en el seno de vuestras comunidades.

Como en esa ocasión quisiera brindarles mi apoyo, estar más cerca de Ustedes para caminar a su lado y fomentar la búsqueda para responder con parresia a la situación presente.

1. Con gratitud miro esa red capilar de comunidades, parroquias, capillas, colegios, hospitales, estructuras sociales que han tejido a lo largo de la historia y son testimonio de la fe viva que los ha sostenido, nutrido y vivificado durante varias generaciones. Una fe que pasó por momentos de sufrimiento, confrontación y tribulación, pero también de constancia y vitalidad que se demuestra también hoy rica de frutos en tantos testimonios de vida y obras de caridad.

Las comunidades católicas alemanas, en su diversidad y pluralidad, son reconocidas en el mundo entero por su sentido de corresponsabilidad y de una generosidad que ha sabido tender su mano y acompañar la puesta en marcha de procesos de evangelización en regiones bastante sumergidas y carentes de posibilidades.

Tal generosidad no sólo se manifestó en la historia reciente como ayuda económico-material sino también compartiendo, a lo largo de los años, numerosos carismas y personas: sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que han cumplido fiel e incansablemente su servicio y misión en situaciones a menudo difíciles.

Han regalado a la Iglesia Universal grandes santos y santas, teólogos y teólogas, así como pastores y laicos que ayudaron a que el encuentro entre el Evangelio y las culturas pudiera alcanzar nuevas síntesis capaces de despertar lo mejor de ambos y ser ofrecidas a las nuevas generaciones con el mismo ardor de los inicios. Lo cual permitió un notable esfuerzo por individuar respuestas pastorales a la altura de los desafíos que se les presentaban.

Es de señalar el camino ecuménico que realizan y del cual pudimos ver los frutos durante la conmemoración del 500 aniversario de la Reforma, un camino que permite incentivar las instancias de oración, de intercambio cultural y ejercicio de la caridad capaz de superar los prejuicios y heridas del pasado permitiendo celebrar y testimoniar mejor la alegría del Evangelio.

2. Hoy, sin embargo, coincido con Ustedes en lo doloroso que es constatar la creciente erosión y decaimiento de la fe con todo lo que ello conlleva no sólo a nivel espiritual sino social y cultural. Situación que se visibiliza y constata, como ya lo supo señalar Benedicto XVI, no sólo «en el Este, donde, como sabemos, la mayoría de la población está sin bautizar y no tiene contacto alguno con la Iglesia y, a menudo, no conoce en absoluto a Cristo» sino también en la así llamada «región de tradición católica [dónde se da] una caída muy fuerte de la participación en la Misa dominical, como de la vida sacramental».

Un deterioro, ciertamente multifacético y de no fácil y rápida solución, que pide un abordaje serio y consciente que nos estimule a volvernos, en el umbral de la historia presente, como aquel mendicante para escuchar las palabras del apóstol: «no tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina» (Hch. 3, 6).

3. Para enfrentar esta situación, vuestros pastores han sugerido un camino sinodal. Qué significa en concreto y cómo se desarrollará es algo que seguramente se está todavía considerando. De mi parte expresé mis reflexiones sobre la sinodalidad de la Iglesia en ocasión de la celebración de los cincuenta años del Sínodo de obispos.

En sustancia se trata de un synodos bajo la guía del Espíritu Santo, es decir, caminar juntos y con toda la Iglesia bajo su luz, guía e irrupción para aprender a escuchar y discernir el horizonte siempre nuevo que nos quiere regalar. Porque la sinodalidad supone y requiere la irrupción del Espíritu Santo.

En la reciente asamblea plenaria de los Obispos italianos tuve la oportunidad de reiterar esta realidad central para la vida de la Iglesia aportando la doble perspectiva que la misma opera: «sinodalidad desde abajo hacia arriba, o sea el deber de cuidar la existencia y el buen funcionamiento de la Diócesis: los consejos, las parroquias, la participación de los laicos... (cfr CIC 469-494), comenzando por la diócesis, pues no se puede hacer un gran sínodo sin ir a la base...; y después la sinodalidad desde arriba hacia abajo» que permite vivir de manera específica y singular la dimensión Colegial del ministerio episcopal y del ser eclesial.

Sólo así podemos alcanzar y tomar decisiones en cuestiones esenciales para la fe y la vida de la Iglesia. Lo cual será efectivamente posible si nos animamos a caminar juntos con paciencia, unción y con la humilde y sana convicción de que nunca podremos responder contemporáneamente a todas las preguntas y problemas.

La Iglesia es y será siempre peregrina en la historia, portadora de un tesoro en vasijas de barro (cfr. 2 Cor. 4, 7). Esto nos recuerda que nunca será perfecta en este mundo y que su vitalidad y hermosura radica en el tesoro del que es constitutivamente portadora.

Los interrogantes presentes, así como las respuestas que demos exigen, para que pueda gestarse una sana actualización, «una larga fermentación de la vida y la colaboración de todo un pueblo por años». Esto estimula generar y poner en marcha procesos que nos construyan como Pueblo de Dios más que la búsqueda de resultados inmediatos que generen consecuencias rápidas y mediáticas pero efímeras por falta de maduración o porque no responden a la vocación a la que estamos llamados.

4. En este sentido, envueltos en serios e inevitables análisis, se puede caer en sutiles tentaciones a las que considero necesario prestarles especial atención y cuidado, ya que, lejos de ayudarnos a caminar juntos, nos mantendrán aferrados e instalados en recurrentes esquemas y mecanismos que acaben desnaturalizando o limitando nuestra misión; y además con el agravante de que, si no somos conscientes de los mismos, podremos terminar girando en torno a un complicado juego de argumentaciones, disquisiciones y resoluciones que no hacen más que alejarnos del contacto real y cotidiano del pueblo fiel y del Señor.

5. Asumir y sufrir la situación actual no implica pasividad o resignación y menos negligencia, por el contrario supone una invitación a tomar contacto con aquello que en nosotros y en nuestras comunidades está necrosado y necesita ser evangelizado y visitado por el Señor. Y esto requiere coraje porque lo que necesitamos es mucho más que un cambio estructural, organizativo o funcional.

Recuerdo que en el encuentro que mantuve con vuestros pastores en el 2015 les decía que una de las primeras y grandes tentaciones a nivel eclesial era creer que las soluciones a los problemas presentes y futuros vendrían exclusivamente de reformas puramente estructurales, orgánicas o burocráticas pero que, al final del día, no tocarían en nada los núcleos vitales que reclaman atención.

«Se trata de un nuevo pelagianismo, que nos conduce a poner la confianza en las estructuras administrativas y las organizaciones perfectas. Una excesiva centralización que, en vez de ayudarnos, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera (Evangelii Gaudium, 32)».

Lo que está en la base de esta tentación es pensar que, frente a tantos problemas y carencias, la mejor respuesta sería reorganizar las cosas, hacer cambios y especialmente “remiendos” que permitan poner en orden y en sintonía la vida de la Iglesia adaptándola a la lógica presente o la de un grupo particular. Por este camino pareciera que todo se soluciona y las cosas volverán a su cauce si la vida eclesial entrase en un “determinado” nuevo o antiguo orden que ponga fin a las tensiones propias de nuestro ser humanos y de las que el Evangelio quiere provocar.

Por ese camino la vida eclesial podría eliminar tensiones, estar “en orden y en sintonía” pero sólo provocaría, con el tiempo, adormecer y domesticar el corazón de nuestro pueblo y disminuir y hasta acallar la fuerza vital y evangélica que el Espíritu quiere regalar: «esto sería el pecado más grande de mundanidad y de espíritu mundano anti-evangélico».

Se tendría un buen cuerpo eclesial bien organizado y hasta “modernizado” pero sin alma y novedad evangélica; viviríamos un cristianismo “gaseoso” sin mordedura evangélica. «Hoy estamos llamados a gestionar el desequilibrio. Nosotros no podemos hacer algo bueno, evangélico si le tenemos miedo al desequilibrio». No podemos olvidar que hay tensiones y desequilibrios que tienen sabor a Evangelio y que son imprescindibles mantener porque son anuncio de vida nueva.

6. Por eso me parece importante no perder de vista lo que «la Iglesia enseñó reiteradas veces: no somos justificados por nuestras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la iniciativa». Sin esta dimensión teologal, en las diversas innovaciones y propuestas que se realicen, repetiremos aquello mismo que hoy está impidiendo, a la comunidad eclesial, anunciar el amor misericordioso del Señor.

La manera que se tenga para asumir la situación actual será determinante de los frutos que posteriormente se desarrollarán. Por eso apelo a que se haga en clave teologal para que el Evangelio de la Gracia con la irrupción del Espíritu Santo sea la luz y guía para enfrentar estos desafíos. Cada vez que la comunidad eclesial intentó salir sola de sus problemas confiando y focalizándose exclusivamente en sus fuerzas o en sus métodos, su inteligencia, su voluntad o prestigio, terminó por aumentar y perpetuar los males que intentaba resolver.

El perdón y la salvación no es algo que tenemos que comprar «o que tengamos que adquirir con nuestras obras o esfuerzos. El Señor nos perdona y nos libera gratis. Su entrega en la Cruz es algo tan grande que nosotros no podemos ni debemos pagarlo, sólo tenemos que recibirlo con inmensa gratitud y con la alegría de ser tan amados antes aún de que pudiéramos imaginarlo».

El escenario presente no tiene el derecho de hacernos perder de vista que nuestra misión no se sostiene sobre previsiones, ca´lculos o encuestas ambientales alentadoras o desalentadoras ni a nivel eclesial ni a nivel poli´tico como econo´mico o social. Tampoco sobre los resultados exitosos de nuestros planes pastorales. Todas estas cosas son importantes valorarlas, escucharlas, reflexionarlas y estar atentos, pero en si´ no agotan nuestro ser creyente.

Nuestra misio´n y razo´n de ser radica en que «Dios amo´ tanto al mundo que entrego´ a su Hijo u´nico para que todo el cree en e´l no muera, sino que tenga Vida eterna» (Jn. 3, 16). «Sin vida nueva y aute´ntico espi´ritu evange´lico, sin “fidelidad de la Iglesia a la propia vocacio´n”, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo».

Por eso, la transformacio´n a operarse no puede responder exclusivamente como reaccio´n a datos o exigencias externas, como podri´an ser el fuerte descenso de los nacimientos y el envejecimiento de las comunidades que no permiten visibilizar un recambio generacional. Causas objetivas y va´lidas pero que vistas aisladamente fuera del misterio eclesial favoreceri´an y estimulari´an una actitud reaccionaria (tanto positiva como negativa) ante los problemas.

La transformacio´n verdadera responde y reclama tambie´n exigencias que nacen de nuestro ser creyentes y de la propia dina´mica evangelizadora de la Iglesia, reclama la conversio´n pastoral. Se nos pide una actitud que buscando vivir y transparentar el evangelio rompa con «el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad».

La conversio´n pastoral nos recuerda que la evangelizacio´n debe ser nuestro criterio-gui´a por excelencia sobre el cual discernir todos los movimientos que estamos llamados a dar como comunidad eclesial; la evangelizacio´n constituye la misio´n esencial de la Iglesia.

7. Es necesario, por tanto, como bien lo sen~alaron vuestros pastores, recuperar el primado de la evangelizacio´n para mirar el futuro con confianza y esperanza porque, «evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a si´ misma. Comunidad creyente, comunidad de esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor».

La evangelizacio´n, asi´ vivida, no es una ta´ctica de reposicionamiento eclesial en el mundo de hoy o un acto de conquista, dominio o expansio´n territorial; tampoco un “retoque” que la adapte al espi´ritu del tiempo pero que le haga perder su originalidad y profeci´a; como tampoco es la bu´squeda para recuperar ha´bitos o pra´cticas que daban sentido en otro contexto cultural. No.

La evangelizacio´n es un camino discipular de respuesta y conversio´n en el amor a Aquel que nos amo´ primero (Cfr. 1 Jn. 4, 19); un camino que posibilite una fe vivida, experimentada, celebrada y testimoniada con alegri´a. La evangelizacio´n nos lleva a recuperar la alegri´a del Evangelio, la alegri´a de ser cristianos.

Es cierto, hay momentos duros, tiempos de cruz, pero nada puede destruir la alegri´a sobrenatural, que se adapta, se transforma y siempre permanece, al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, ma´s alla´ de todo.

La evangelizacio´n genera seguridad interior, una serenidad esperanzadora que brinda su satisfaccio´n espiritual incomprensible para los para´metros humanos. El mal humor, la apati´a, la amargura, el derrotismo, asi´ como la tristeza no son buenos signos ni consejeros; es ma´s, hay veces que «la tristeza tiene que ver con la ingratitud, con estar encerrado en si´ mismo y uno se vuelve incapaz de reconocer los regalos de Dios».

8. De ahi´ que nuestra preocupacio´n principal debe rondar en como compartir esta alegri´a abrie´ndonos y saliendo a encontrar a nuestros hermanos principalmente aquellos que esta´n tirados en el umbral de nuestros templos, en las calles, en ca´rceles y hospitales, plazas y ciudades.

El Sen~or fue claro: «busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo dema´s se les dara´ por an~adidura» (Mt 6, 33). Salir a ungir con el espi´ritu de Cristo todas las realidades terrenas, en sus mu´ltiples encrucijadas principalmente alli´ «donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesu´s los nu´cleos ma´s profundos del alma de las ciudades». Ayudar a que la Pasio´n de Cristo toque real y concretamente las mu´ltiples pasiones y situaciones donde su Rostro sigue sufriendo a causa del pecado y la inequidad.

Pasio´n que pueda desenmascarar las viejas y nuevas esclavitudes que hieren al hombre y mujer especialmente hoy que vemos rebrotar discursos xeno´fobos y promueven una cultura basada en la indiferencia, el encierro, asi´ como en el individualismo y la expulsio´n. Y, a su vez, sea la Pasio´n del Sen~or la que despierte en nuestras comunidades y, especialmente en los ma´s jo´venes, la pasio´n por su Reino.

Esto nos pide «desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misio´n es una pasio´n por Jesu´s pero, al mismo tiempo, una pasio´n por su pueblo».

Deberi´amos, por tanto, preguntarnos que´ cosa el Espi´ritu dice hoy a la Iglesia (Ap. 2, 7), reconocer los signos de los tiempos, lo cual no es sino´nimo de adaptarse simplemente al espi´ritu del tiempo sin ma´s (Rm. 12, 2). Todas estas dina´micas de escucha, reflexio´n y discernimiento tienen como objetivo volver a la Iglesia cada di´a ma´s fiel, disponible, a´gil y transparente para anunciar la alegri´a del Evangelio, base sobre la cual pueden ir encontrando luz y respuesta todas las cuestiones. Los desafi´os esta´n para ser superados. Debemos ser realistas pero sin perder la alegri´a, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!».

9. El Concilio Vaticano II marco´ un importante paso en la toma de conciencia que la Iglesia tiene tanto de si´ misma como de su misio´n en el mundo contempora´neo. Este camino iniciado hace ma´s de cincuenta an~os nos sigue estimulando en su recepcio´n y desarrollo y todavi´a no llego´ a su fin, sobre todo, en relacio´n a la sinodalidad llamada a operarse en los distintos niveles de la vida eclesial (parroquia, dio´cesis, en el orden nacional, en la Iglesia universal, como en las diversas congregaciones y comunidades).

Este proceso, especialmente en estos tiempos de fuerte tendencia a la fragmentacio´n y polarizacio´n, reclama desarrollar y velar para que el ‘Sensus Ecclesiae’ tambie´n viva en cada decisio´n que tomemos y nutra todos los niveles. Se trata de vivir y de sentir con la Iglesia y en la Iglesia, lo cual, en no pocas situaciones, tambie´n nos llevara´ a sufrir en la Iglesia y con la Iglesia.

La Iglesia Universal vive en y de las Iglesias particulares, asi´ como las Iglesias particulares viven y florecen en y de la Iglesia Universal, y si se encuentran separadas del entero cuerpo eclesial, se debilitan, marchitan y mueren. De ahi´ la necesidad de mantener siempre viva y efectiva la comunio´n con todo el cuerpo de la Iglesia, que nos ayuda a superar la ansiedad que nos encierra en nosotros mismos y en nuestras particularidades a fin de poder mirar a los ojos, escuchar o renunciar a las urgencias para acompan~ar al que se quedo´ al costado del camino.

A veces esta actitud puede manifestarse en el mi´nimo gesto, como el del padre del hijo pro´digo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad. Esto no es sino´nimo de no caminar, avanzar, cambiar e inclusive no debatir y discrepar, sino es simplemente la consecuencia de sabernos constitutivamente parte de un cuerpo ma´s grande que nos reclama, espera y necesita y que tambie´n nosotros reclamamos, esperamos y necesitamos. Es el gusto de sentirnos parte del santo y paciente Pueblo fiel de Dios.

Los desafi´os que tenemos entre manos, las diferentes cuestiones e interrogantes a enfrentar no pueden ser ignoradas o disimuladas: han de ser asumidas pero cuidando de no quedar atrapados en ellas, perdiendo perspectiva, limitando el horizonte y fragmentando la realidad. «Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad».

En este sentido el ‘Sensus Ecclesiae’ nos regala ese horizonte amplio de posibilidad desde donde buscar responder a las cuestiones que urgen y adema´s nos recuerda la belleza del rostro pluriforme de la Iglesia. Rostro pluriforme no so´lo desde una perspectiva espacial en sus pueblos, razas, culturas, sino tambie´n desde su realidad temporal que nos permite sumergirnos en las fuentes de la ma´s viva y plena Tradicio´n la cual tiene la misio´n de mantener vivo el fuego ma´s que conservar las cenizas y permite a todas las generaciones volver a encender, con la asistencia del Espi´ritu Santo, el primer amor.

El ‘Sensus Ecclesiae’ nos libera de particularismos y tendencias ideolo´gicas para hacernos gustar de esa certeza del Concilio Vaticano II, cuando afirmaba que la Uncio´n del Santo (1 Jn. 2, 20 y 27) pertenece a la totalidad de los fieles. La comunio´n con el santo Pueblo fiel de Dios, portador de la Uncio´n, mantiene viva la esperanza y la certeza de saber que el Sen~or camina a nuestro a lado y es E´l quie´n sostiene nuestros pasos.

Un sano caminar juntos debe traslucir esta conviccio´n buscando los mecanismos para que todas las voces, especialmente la de los ma´s sencillos y humildes, tengan espacio y visibilidad. La Uncio´n del Santo que ha sido derramada a todo el cuerpo eclesial «reparte gracias especiales entre los fieles de cualquier estado o condicio´n y distribuye sus dones a cada uno segu´n quiere (1 Cor 12, 11).

Con esos dones hace que este´n preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir ma´s y ma´s la Iglesia, segu´n aquellas palabras: A cada uno se le da la manifestacio´n del Espi´ritu para el bien comu´n (1 Cor. 12, 7)». Esto nos ayuda a estar atentos a esa antigua y siempre nueva tentacio´n de los promotores del gnosticismo que, queriendo hacerse un nombre proprio y expandir su doctrina y fama, buscaban decir algo siempre nuevo y distinto de lo que la Palabra de Dios les regalaba.

Es lo que san Juan describe con el te´rmino proagon, el que se adelanta, el avanzado (2 Jn v. 9) y que pretende ir ma´s alla´ del nosotros eclesial que preserva de los excesos que atentan a la comunidad.

10. Por tanto, velen y este´n atentos ante toda tentacio´n que lleve a reducir el Pueblo de Dios a un grupo ilustrado que no permita ver, saborear y agradecer esa santidad desparramada y que vive «en el pueblo de Dios paciente: en los padres que cri´an con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo... En esta constancia para seguir adelante di´a a di´a, veo la santidad de la Iglesia militante.

Muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios». Esa es la santidad que protege y reguardo´ siempre a la Iglesia de toda reduccio´n ideolo´gica cientificista y manipuladora. Santidad que evoca, recuerda e invita a desarrollar ese estilo mariano en la actividad misionera de la Iglesia capaz de articular la justicia con la misericordia, la contemplacio´n con la accio´n, la ternura con la conviccio´n.

«Porque cada vez que miramos a Mari´a volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del carin~o. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los de´biles sino de los fuertes que no necesitan maltratar a otros para sentirse importante».

En mi tierra natal, existe un sugerente y potente dicho que puede iluminar: «los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera; tengan unio´n verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera». Hermanos y hermanas cuide´monos unos a otros y estemos atentos a la tentacio´n del padre de la mentira y la divisio´n, al maestro de la separacio´n que, impulsando buscar un aparente bien o respuesta a una situacio´n determinada, termina fragmentando de hecho el cuerpo del santo Pueblo fiel de Dios.

Como cuerpo aposto´lico caminemos y caminemos juntos, escucha´ndonos bajo la gui´a del Espi´ritu Santo, aunque no pensemos igual, desde la sapiente conviccio´n que «la Iglesia, con el correr de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina hasta que en ella se consumen las palabras de Dios».

11. La perspectiva sinodal no cancela los antagonismos o perplejidades, ni los conflictos quedan supeditados a resoluciones sincretistas de “buen consenso” o resultantes de la elaboracio´n de censos o encuestas sobre tal o cual tema. Eso seri´a muy reductor.  

La sinodalidad, con el trasfondo y centralidad de la evangelizacio´n y del ‘Sensus Ecclesiae’ como elementos determinantes de nuestro ADN eclesial, reclama asumir conscientemente un modo de ser Iglesia donde «el todo es ma´s que la parte, y tambie´n es ma´s que la mera suma de ellas... Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiara´ a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos... Se trabaja en lo pequen~o, en lo cercano, pero con una perspectiva ma´s amplia».

12. Esto requiere en todo el Pueblo de Dios, y especialmente en sus pastores, un estado de vigilia y conversio´n que permitan mantener vivas y operantes estas realidades. Vigilia y conversio´n son dones que so´lo el Señor nos puede regalar. A nosotros nos basta pedir su gracia por medio de la oracio´n y el ayuno.

Siempre me impresiono´ co´mo durante la vida, especialmente en los momentos de las grandes decisiones, el Sen~or fue particularmente tentado. La oracio´n y el ayuno tuvieron un lugar especial como determinante de todo su accionar posterior (Cfr. Mt. 4, 1-11).

La sinodalidad tampoco puede escapar a esta lo´gica, y tiene que ir siempre acompan~ada de la gracia de la conversio´n para que nuestro accionar personal y comunitario pueda representar y asemejarse cada vez ma´s al de la ke´nosis de Cristo (cfr. Fil 2, 1- 11). Hablar, actuar y responder como Cuerpo de Cristo significa tambie´n hablar y actuar a la manera de Cristo con sus mismos sentimientos, trato y prioridad.

Por tanto, la gracia de la conversio´n, siguiendo el ejemplo del Maestro que «se anonado´ a si´ mismo, tomando la condicio´n de servidor» (Fil. 2, 7), nos libra de falsos y este´riles protagonismos, nos desinstala de la tentacio´n de permanecer en posiciones protegidas y acomodadas y nos invita a ir a las periferias para encontrarnos y escuchar mejor al Sen~or.

Esta actitud de ke´nosis nos permite tambie´n experimentar la fuerza creativa y siempre rica de la esperanza que nace de la pobreza evange´lica a la que estamos llamados, la cual nos hace libres para evangelizar y testimoniar. Asi´ permitimos al Espi´ritu refrescar y renovar nuestra vida libra´ndola de esclavitudes, inercias y conveniencias circunstanciales que impiden caminar y especialmente adorar.

Porque al adorar, el hombre cumple su deber supremo y es capaz de vislumbrar la claridad venidera, esa que nos ayuda a saborear la nueva creacio´n.

Sin esta dimensio´n corremos el riesgo de partir desde nosotros mismos o del afa´n de autojustificacio´n y autopreservacio´n que nos llevara´ a realizar cambios y arreglos pero a mitad de camino, los cuales, lejos de solucionar los problemas, terminara´n enreda´ndonos en un espiral sin fondo que mata y asfixia el anuncio ma´s hermoso, liberador y promitente que tenemos y que da sentido a nuestra existencia: Jesucristo es el Sen~or.

Necesitamos oracio´n, penitencia y adoracio´n que nos pongan en situacio´n de decir como el publicano: «¡Dios mi´o, ten piedad de mi´, que soy un pecador!» (Lc. 18, 13); no como actitud mojigata, pueril o pusila´nime sino con la valenti´a para abrir la puerta y ver lo que normalmente queda velado por la superficialidad, la cultura del bienestar y la apariencia.

En el fondo, estas actitudes, verdaderas medicinas espirituales (la oracio´n, la penitencia y la adoracio´n) permitira´n volver a experimentar que ser cristiano es saberse bienaventurado y, por tanto, portador de bienaventuranza para los dema´s; ser cristiano es pertenecer a la Iglesia de las bienaventuranzas para los bienaventurados de hoy: los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los odiados, excluidos e insultados (cfr. Lc. 6, 20-23).

No nos olvidemos que «en las bienaventuranzas el Sen~or nos indica el camino. Camina´ndolas podemos arribar a la felicidad ma´s aute´nticamente humana y divina. Las bienaventuranzas, son el espejo en donde mirarnos, lo que nos permite saber si estamos caminando sobre un sendero justo: es un espejo que no miente».

13. Queridos hermanos y hermanas, se´ de vuestra constancia y de lo que han sufrido y sufren sin desfallecer por el nombre del Sen~or; se´ tambie´n de vuestro deseo y ganas de reavivar eclesialmente el primer amor (cfr. Ap. 2, 1-5) con la fuerza del Espi´ritu, que no rompe la can~a quebrada ni apaga la mecha que arde de´bilmente (Cfr. Is. 42,3), para que nutra, vivifique y haga florecer lo mejor de vuestro pueblo.

Quiero caminar y caminar a vuestro lado con la certeza de que, si el Sen~or nos considero´ dignos de vivir esta hora, no lo hizo para avergonzarnos o paralizarnos frente a los desafi´os sino para dejar que su Palabra vuelva, una vez ma´s, a provocar y hacer arder el corazo´n como lo hizo con vuestros padres, para que vuestros hijos e hijas tengan visiones y vuestros ancianos vuelvan a tener suen~os profe´ticos (Cfr. Joel 3, 1).

Su amor «nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegri´a. No huyamos de la Resurreccio´n de Jesu´s, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda ma´s que su vida que nos lanza hacia adelante!».

Y, por favor, les pido que recen por mi´.

Vaticano, 29 de junio de 2019.

FRANCISCO

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El Cardenal Marc Ouellet, prefecto del Dicasterio de los Obispos, advierte de que la propuesta del Camino Sinodal de la Iglesia en Alemania hiere a la Iglesia, causa escándalo y siembra duda y confusión.

Por Walter Sánchez Silva

25 de noviembre de 2022 / 6:30 p. m.

El Cardenal Marc Ouellet, prefecto del Dicasterio de los Obispos, advirtió que la propuesta del Camino Sinodal de la Iglesia en Alemania hiere a la Iglesia, causa escándalo y siembra duda y confusión.

Con una ponencia titulada “Volver al espíritu de los Hechos de los Apóstoles”, el Cardenal se dirigió a los obispos de Alemania el 18 de noviembre, en el marco de su visita ad limina en el Vaticano.

En el texto publicado el 24 de noviembre en el diario del Vaticano, el Cardenal Ouellet afirmó que las propuestas del polémico Camino Sinodal “suscitan graves dificultades desde el punto de vista antropológico, pastoral y eclesiológico”.

Tras señalar que más de uno ha advertido sobre un “cisma latente” en el Camino Sinodal, el Purpurado alertó que estas parecen surgidas “de la fortísima presión cultural y mediática”.

El Camino Sinodal es un controvertido proceso de varios años que comenzó en diciembre de 2019.

En él participan obispos y laicos para tratar temas como el ejercicio del “poder”, la moral sexual, el sacerdocio y el papel de las mujeres en la Iglesia, temas sobre el que han expresado, públicamente y varias veces, posturas contrarias a la doctrina católica.

Estas posturas han suscitado diversas acusaciones de herejía y temores de cisma.

El Cardenal dijo a los obispos de Alemania que “sorprende que la agenda de un grupo limitado de teólogos de hace algunas décadas, sea ahora la propuesta mayoritaria del episcopado alemán”.

Este grupo, lamentó el Purpurado, promueve la “abolición del celibato, ordenación de viri probati (N.d.R: varones justos casados) acceso de la mujer al ministerio ordenado, revaloración moral de la homosexualidad, limitación estructural y funcional del poder jerárquico, consideración de la sexualidad inspirada en la teoría del género, cambios importantes propuestos en el Catecismo de la Iglesia Católica, etc.”.

El Cardenal Ouellet dijo que “al valorar el conjunto de las propuestas, tenemos la impresión de encontrarnos no solo ante una interpretación más amplia de la disciplina o la moral católica, sino ante un cambio fundamental que suscita serias preocupaciones”.

Duda, confusión y escándalo

El Purpurado refirió asimismo que las propuestas del Camino Sinodal, que también incluyen la bendición de parejas gay pese a la prohibición explícita del Vaticano, “hieren la comunión eclesial porque siembra duda y confusión en el pueblo de Dios”.

“Recibimos todos los días testimonios espontáneos que lamentan el escándalo  causado a los pequeños por esta propuesta inesperada en ruptura con la Tradición católica”, lamentó el prefecto del Dicasterio de los Obispos.

Tras recordar que todo obispo debe estar cum et sub Petro, es decir con el Papa y bajo su autoridad, el Cardenal lamentó que los obispos germanos no hayan aceptado la carta del Papa Francisco de 2019 como una “guía para el método sinodal” sino solo como una “referencia espiritual”, por lo que “ahora se ven las consecuencias”.

El 29 de junio de 2019 el Papa Francisco envió una carta a la Iglesia Católica en Alemania, en la que asegura que comparte su preocupación respecto al futuro, alerta sobre el “decaimiento de la fe” y anima a no asumir la situación actual con “pasividad o resignación”, y también exhorta a intensificar “la oración, la penitencia y la adoración”.

En su ponencia, el Cardenal dijo también a los obispos alemanes que “sorprende la actitud asumida ante la decisión definitiva de San Juan Pablo II sobre la imposibilidad para la Iglesia Católica de proceder con la ordenación sacerdotal de mujeres”, establecida en 1994 en la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis.

En ese texto, el Papa Santo declaró que “la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.

Moratoria del Camino Sinodal

El Cardenal dijo a los obispos alemanes en el Vaticano que debido a las tensiones y las circunstancias actuales, “nos parece necesaria una moratoria sobre las propuestas presentadas y una revisión sustancial a continuación, a la luz de los resultados del Sínodo romano” sobre la Sinodalidad, cuya fase final se realizará en 2023 y 2024 en Roma.

“El motivo fundamental de esta moratoria es la preocupación por la unidad de la Iglesia, sostenida en la unidad de los obispos en comunión con Pedro”, resaltó el prefecto del Dicasterio de los Obispos.

“Apoyar esta propuesta controvertida de un episcopado en dificultad generaría más dudas y confusión en el pueblo de Dios”, aseguró.

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