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Catalanismo y Tradición catalana

Francisco Canals Vidal. Cristiandad. Barcelona, nº. 362, abril-mayo 1961

Dos posiciones sobre el origen del renacimiento catalán. - La Renaixença prolongación del romanticismo. - En busca de las raíces remotas: La cultura catalana del siglo XVIII y la posición de Ignacio Casanovas. - La tesis de Torras y Bages: La pervivencia de la Edad Media en Cataluña. - Reflexión sobre la encrucijada decisiva: Cataluña y la casa de Borbón. - De los "vigatans" al carlismo catalán. - De la europeización borbónica al movimiento catalanista.

El problema de los origenes de la Renaixensa preocupó a sus hombres más representatívos desde que, superada su etapa inicial puramente literaria, adquirió su dimensión cultural y política. Dado el sentido y las circunstancias históricas del renacimiento catalán, la cuestión pudo plantearse con el intento de mostrar la autenticidad del nuevo despertar de la vida catalana, su continuidad profunda con las corrientes centrales de su tradición histórica.

La actitud de Prat de la Riba responde a esta tendencia: busca en lo más interno y característico de la vida catalana, remontando históricamente "Catalunya endins", el origen de la corriente que al expansionarse constituyó la Renaixensa. Asi quiere hallar su punto de partida, en pleno "invierno" de la vida nacional, en el movimiento de las cIases rurales iniciado a principios del siglo XVIII: "La entrada de la gent pagesa en la vida pública catalana dio principio a la Renaixensa" (1).

(1) Enric Prat de la Riba. La Naeionalitat catalana, cap. l.

Pero esta tendencia [intrinsecista o centrífuga] no fue la única; frente a ella se manifestó la que podríamos llamar extrinsecista o centrípeta, que se opone a cualquier explicación del catalanismo por raíces tradicionales. Así Valentí Almirall buscó la causa de la Renaixensa en la influencia ejercida en Cataluña, a partir de la invasión francesa, por las ideas liberales y revolucionarias. La oposición de estas dos tendencias se ha podido formular en estos términos: ¿La fuerza inicial de nuestro renacimiento proviene de nosotros mismos o del exterior? La trascendencia de esta cuestión supone otro problema que es ideológico: ¿Fue provocado este renacimiento por las ideas liberales llegadas desde Francia a nuestra tierra, o por el contrario lo fue por una concentración enérgica de las fuerzas tradicionales antinnovadoras? (2).

(2) Alexandre Plana. Las ideas políticas d'en Valentí Almirall, Barcelona, 1911.

Refiriéndose a este planteamiento adoptó Rovira i Vigili una actitud decidida y precisa. Sigue a Almirall en su tesis "centrípeta", pero observa que el entronque entre la influencia francesa y el movimiento catalanista no es directo -ya que la versión española del ideal revolucionario y jacobino condujo a la unidad legislativa y a la centralización estatal- sino indirecto, a través del movimiento romántico. En cuanto a la afirmación de Prat de la Riba, que quiere relacionar el catalanismo con la mentalidad de la gent pagesa de los tiempos del reinado de Felipe V, la rechaza Rovira i Virgili, que opone una línea de conexión totalmente diversa: "La trayectoria que sigue la línea indicada por Prat pasa por el movimiento catalán de la guerra contra Francia (1793), después por la guerra de la Independencia y va a parar a las guerras carlistas. Los herederos de 1640 y de 1714 son en realidad los carlistas de la montaña catalana" (3).

(3) A. Rovira i Virgili. Historia dels moviments naeionalistes. Societat Catalana de Edicions, Serie 3.", pág. 191. Barcelona, 1914.

Siguiendo las sugerencias que aquí se nos ofrecen nos encontramos situados en una perspectiva desde la que aparecen nuevos aspectos del problema. Su consideración nos podrá llevar al descubrimiento de corrientes más profundas, de misteriosas conexiones de sentído y de vivencia que contienen el verdadero argumento del proceso dramático de la vida catalana en los siglos modernos.

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Es indudable la continuidad entre la Renaixensa y el romanticismo catalán. En realidad por aquélla tuvo el romanticismo en Cataluña la vigencia y plenitud que no alcanzó generalmente en España (4).

(4) Allison Peers. Historia del romanticismo español, vol. II. "El fracaso del Romanticismo".

Por esto mismo, y si tenemos en cuenta además la pronta iniciación entre nosotros de un movimiento en el que Cataluña se anticipó y dijo en España la primera palabra (5), podría parecer problemática la conexión entre el romanticismo y el impacto producido en Cataluña por las ideas venidas aqui desde la Francia revolucionaria.

(5) Marcelino Menéndez Pelayo. El Dr. D. Manuel Mitá y Fontanals. Estudios y Discursos de Crítica Histórica y Literaria. Obras comp Vol. V, pág. 163, Santader, 1952.

El romanticismo catalán se centró en la corriente tradicional e histórica, medievalista y cristiana, y precisamente por esto volvió su atención a la antigua literatura de una lengua decaída de su cultivo literario desde los tiempos medievales. Los "Jocs Florals" y la obra de sus iniciadores o precursores "Lo Gayter del Llobregat" y en general los que fueron llamados "los trobadors nous" ¿no son expresión auténtica de un resurgir enraizado en tradiciones seculares?

Pero el romanticismo catalán ofrece también otros aspectos que no deben ser olvidados. Hay que recordar que en su doble y sucesiva aparición -la del trienio constitucional de 1820-23, representada sobre todo por El Europeo, y la de los años de la guerra civil, expresada principalmente en El Vapor (6)

(6) Véase Rubió y Lluch, "Discurso pronunciado en la Real Academia de Buenas Letras", el 25 de febrero de 1922. Cf. también el citado en la nota siguiente.

pertenece en substancia a la cultura "liberal", a la España nueva, con un matiz europeizante en que consiste precisamente su carácter de anticipación y primera palabra respecto al resto de España. Esta palabra "de sentido hondamente catalán", al decir de Menéndez y Pelayo, no sólo se pronuncia en castellano sino que surge de una escuela en la que culmina la casteIlanizacián literaria de Cataluña.

"Nació entonces en nuestro suelo -nota de Rubió y Lluch- por vez primera desde los días de Boscán, una escuela literaria castellana, que presentó un carácter inconfundible, que la diferenciaba totalmente de las demás regiones españolas. Mas de esta escuela que parecía iba a ser la negación de nuestra propia personalidad, y que iba a realizar la obra de asimilación literaria, que tres siglos no habían podido conseguir, surgió cabalmente nuestro actual Renacimiento, que en rigor no fue más que su continuación lógica" (7).

(7) Antonio Rubió y Lluch. El Dr. D. Manuel Milá y Fontanals. Discurso pronunciado en la Universidad de Barcelona, el 29 de junio de 1919.

El autor de la que llamamos "Oda a la Patria" fue también el fundador de la Biblioteca de Autores Espaíioles. [El creador de esta BAE fue Manuel Rivadeneira, que puso como director de la misma a Aribau, autor de la Oda a la Pàtria, 1833] Lo más prestigioso en la obra de Milá y Fontanals es su investigación sobre la poesía heroico-popular castellana. Toda la generación romántica catalano-balear no sólo fue bilingüe o se expresó exclusivamente en castellano, sino que cuenta entre sus representantes con grandes cultivadores "clasicistas" de la literatura castellana. Tal es el carácter de la Renaixensa durante varias décadas; hasta el punto que un exclusivismo lingüístico obligaría lógicamente a excluir de la línea catalanista a todos los iniciadores. Una palabra de sentido hondamente catalán pronunciada por una escuela que constituía la más intensa asimilación a la cultura castellana, aunque a la vez se diferenciaba en ella con muy definida personalidad. Una cultura "europeísta" y progresiva, elaborada por una juventud que había sentido vivamente los ideales del liberalismo, y que se expresa en un romanticismo de sentido casi exclusivamente restaurador, "escocés" en lo literario y en lo filosófico, tradicionalista también en filosofía y moderado -los románticos catalanes son sin excepción isabelinos- en política. Un movimiento literario medievalista realizado por hombres de formación y de temple "clásico". Tales son los sutiles y casi misteriosos matices que podemos percibir en la mentalidad cle aquella generación.

"Todo esto - escribió Maragall- produce aquí el florecer de una ciencia robusta y tímida a la vez, y de un arte y una poesía románticos juiciosos -entenimentats- tan característicos de nuestra juventud de los años 1840, que da a toda aquella cultura un aire serio y provinciano, un matiz discreto, pero un poco triste; porque la tierra, la verdadera vida de la tierra, no se ha despertado todavía, y así aquella cultura no encuentra su expresión propia y viva" (8).

(8) Joan Maragall. D. Joan Mañé i Flaquer, Barcelona, 1912.

Esta misma ausencia de plena raigambre popular y tradicional parece haber sido advertida por Menéndez y Pelayo al referirse al patriarca del renacimiento catalán Rubió y Ors. Hablando de sus poesías dice:

"Debe advertirse que en ellas se revela a cada paso la intención de hacer poesía catalana ... pero tiene más bien el color general de la poesía romántica francesa y española en que su autor se educó. Víctor Hugo y Zorrilla fueron sus principales maestros... ; conviene fijarnos en un hecho muy curioso y significativo: esta colección de poesías catalanas no presenta imitaciones de ningún poeta catalán, a lo menos de los que han escrito en su lengua nativa. La lengua que en ella se habla sin ser totalmente el catalán de Barcelona, es en suma, un catalán no difícilmcnte comprensible para todo castellano, aún de los que jamás han puesto su planta en el Principado".

Es tal la complejidad del problema que, después de afirmar nuevamente que "de la antigua literatura catalana, poco o nada ha pasado a la moderna, exceptuando algunos temas de la poesía popular, de que se ha usado y abusaclo bastante", viene a atribuir precisamente a esto su vitalidad al decir en seguida que: "La poesía del renacimiento catalán... es poesía enteramente moderna, y a esto elebe su vitalidad y su fuerza" (9).

(9) Menéndez y Pelayo. D. Joaquín Rubió y Ors. Lo Gayter clel Llobregat (889). lbid., Vol. II, pág. 118-2

Pero el propio Menémlez Pelayo varió al parecer sn punto ele vista al escribir posteriormente, siguiendo a Mariano Aguiló:

"La poesía popular salvó a la literatura catalana... y en efecto, sin esta benéfica levadura que hizo a tiempo fermentar la masa, la renaciente poesía se hubiera extraviado por los fáciles senderos de la imitación de los románticos franceses y castellanos, y hubiera sucumbido al poco tiempo amanerada y falta de jugo" (10).

(10) Menéndez y Pelayo, El Dr. D. Manuel Milá y Fontanals. Semblanza. Leída en Barcelona, en 1908.

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Los complejos caracteres del momento cultural romántico en Cataluña no podrian ser explicados por una hipótesis exclusivamente extrincesista. La problemática coherencia de sus rasgos aparentemente opuestos se pone de manifiesto si se remonta la consideración a momentos anteriores de la vida y de la cultura de Cataluña. Torras y Bages, enfrentándose con el desarraigo modernizante de algunos sectores del catalanismo, señalaba el peligro de construir ficticiamente "una Catalunya de paper". Había que buscar las raíces remotas, las corrientes capaces de fecundar auténticamente el resurgir contemporáneo de la conciencia de Cataluña. Con un empeño análogo, aunque con diversa orientación, el P. Ignacio Casanovas consagró también gran parte de su tarea de historiaelor a la im'estigación de aquellas raíces.

La obra del P. Ignacio Casanovas señala un giro decisivo en la interpretación del renacimiento catalán. Era punto de vista tradicional entre los hombres del catalanismo la consideración del siglo XVIII como siglo de muerte cultural para Cataluña, producido por la acompasada uniformidad oficial, impuesta por el Decreto de Nueva Planta y la fundación ele la Universidad de Cervera, subsiguiente a la supresión de los antiguos Estudios Generales catalanes. Reaccionando contra esta concepción que califica de rápida y simplista, Ignacio Casanovas reivindica el carácter espiritualmente catalán de Cervera:

"Aquella Universidad misteriosa, fulgurante y huidiza como la estrella que guió a los Reyes hacia la cuna del Redentor, es la que nos ha de llevar a nosotros hasta la cuna de la nueva cultura catalana. El siglo ele muerte para nosotros es el siglo XVII, el siglo XVIII es de verdadera resurrección, y ha llevado tras de sí por la fuerza de las cosas todo lo que ahora tenemos" (11).

(11) Ignasi Camnovas, S. I. Joseph Finestres. Barcelona, 1931, págs. 5-6.

Para el insigne apologista e historiador buscar en la Edad Media la cultura madre ele la Renaixensa implica un salto misterioso que podría ser imaginado por un poeta, pero que no podría dar razón de las causas efectivas del resurgir de la cultura catalana (12).

(12) Ignasi Casanovas, S I. La cultura catalana en el segle XVIII. Discurs de l'Academia de Bones Lletres. Barcelona, 1932

Remontanclo hacia arriba en nuestro árbol de familia en busca de los padres de quienes lo fueron de nuestro renacimiento hay que hallar el tronco y la raíz de la moderna cultura catalana en el siglo XVIII. La generación de Balmes, Aribau, Roca y Cornet, Milá y Fontanals, Rubió y Ors, Martí d'Aixelá, Javier de Llorens, Bofarull y otros, que son los verdaderos iniciadores de la Renaixensa. es hija de la de Ramón Llátzer de Dou, el último Canciller de Cervera, Vega y Sentmenat, Capmany... y por medio de éstos hereda la cultura personificada en la gran figura de Finestres. El sentido humanista y crítico, el espíritu jurídico, la mentalidad antiquonova típica de la escuela filosófica cervariense (13),

(13) Miguel Batllori, S. I. Baltasar Masdeu y el neoescolasticismo italiano. Pág. 39-47. Barcelona, 1954.

la renovación científica concretada en las instituciones creadas por la Junta de Comercio Barcelonesa, son los rasgos fundamentales de esta cultura catalana del siglo XVIII, cuya herencia se centra en Barcelona después de trasladarse aquí la única Universidad de Cataluña.

Estos rasgos burgueses de una cultura que constituyó el mayor esfuerzo por integrarse en la ilustración europea producido en el seno de una Universidad tradicional y eclesiástica definen una escuela -que fue la más ilustrada entre las tradicionales, y que fue también la más ortodoxa de las que se esforzaron por pertenecer a la corriente del siglo- y se prolongan a lo largo de una larga evolución, pero con entronque indudable, en la cultura de la generación romántica catalana, la de mayor espíritu tradicional y sentido restaurador católico en la España nueva que trabajosamente se iba a formar en el reinado de Isabel II. La tesis del P. Casanovas expresada sobre todo en sus estudios sobre Finestres y Jaime Balmes, parece pues sólidamente probada en este punto. Podría, sin embargo, dejarnos perplejos en otra dimensión fundamental del problema. La afirmación de este arraigo en la cultura del siglo XVIII, en una resurrección cultural de signo humanista y "europeo", parece llevarnos de nuevo a una posición extrinsecista; sobre todo si consideramos que la cultura catalana de aquel siglo muestra una innegable connaturalidad con los nuevos valores sociales y políticos implantados en España por el advenimiento de la dinastía de los Borbones. Refiriéndose a los cervarienses de la última época, la del canciller Ramón Llátzer de Dou, tiene que reconocer el P. Casanovas que "aquellos hombres, que amaban de corazón a Cataluña, tenían una gran reverencia por Felipe V y por todas sus disposiciones; todas las intromisiones regalistas de Carlos III, si no las defendían, las toleraban" (14).

(14) Ignasi Casanovas, S. I. Balmes. La seva vida, el seu temps, les seves obras. Vol. II, p. 18.

y de un modo general advirtió Miguel de los Santos Oliver que los espíritus selectos de la Cataluña de aquel siglo "escriben como verdaderos botiflers, y la opinión ilustrada se muestra abiertamente filipista. Nada más lejos del odio expresado setenta años después en los cenáculos literarios que lo que sentían o decían los abuelos intelectuales de los modernos floralistas. Finestres exulta al recordarlo (al rey fundador de la Universidad cervariense); el Dr. Dou proclama a Felipe de Anjou el Solón de Cataluña por razón precisamente de su Decreto de Nueva Planta" (15).

(15) Miguel dels Sants Oliver, Catalunya en temps de la revolució francesa. Anuari de l'lnstitut d'Estudis Catalans, 1911.

Era general entre la burguesía ilustrada de aquellos tiempos la opinión de Capmany que calificaba a la España anterior al advenimiento de la dinastía borbónica de cuerpo cadavérico, sin espíritu ni fuerzas para resistir su propia debilidad. La burguesía del siglo XVIII había cumplido entretanto también la evolución lingüística castellanizante, y es sintomático que el monarca cuya política favoreció más conscientemente el desarrollo industrial y mercantil de Cataluña. Carlos III, fuese también el que implantó legalmente aquí el monopolio del castellano en la enseñanza. Hablando de aquel momento de la evolución histórica de Cataluña se ha dicho que "en el aspecto del idioma ... una especie ele culto viviente existía hacia la lengua vencedora, hombres como Capmany figuran entre los puristas de la lengua castellana, y este tipo de catalán preocupado por el casticismo y la ufanía del idioma vecino, que tendrá representantes conspicuos entre los románticos y los primeros renacientes -Aribau, Cabanyes, Milá y Fontanals- llega hasta los comienzos del siglo xx" (16).

(6) Fen-an Soldevila. Histór:n de CatnlunyeL. Vol. 111, pág. 18.

Estos hechos son tanto más dignos de ser notados cuanto que no debe olvidarse la pervivencia del catalán hablado y escrito en la sociedad rural catalana hasta bien entrado el siglo XIX. La asimilación lingüística no llegó hasta allí sino con posterioridad a la nueva estructuración liberal, y como efecto de la destrucción de las antiguas instituciones eclesiásticas, la presencia en el país de los ejércitos liberales y la centralización docente. El resurgir literario de signo romántico se produce en las capas sociales castellanizadas de tiempo atrás, que comienzan de nuevo a cultivar la la lengua catalana, mientras todavía ésta conservaba su vigencia en otros estratos sociales. Tal vez tenga que ver este hecho y todo lo que él supone, con la secular y misteriosa vinculación que desde Lo Gayter del Llobregat hasta Juan Maragall relaciona extrañamente el movimiento literario catalanista a una institución aristocrático-burguesa y borbónica como el Diario de Barcelona.

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El concepto que de la "lradició catalana" se había formado Torras y Bages contrasta con el que acabamos de exponer. Para el gran Obispo de Vich es un hecho evidente el tenaz aferrarse de Cataluña al espíritu de la Edad Media; a esto se debe el amor a la verdadera libertad, a la tradición y al modo de ser de la patria. El oriente y el ocaso de la cultura catalana en su gran época coinciden con e! predominio de la visión del mundo expresada en la síntesis doctrinal del Doctor Angélico; e! tomismo es el sistema intelectual característico de nuestra mentalidad; de aquí que Torras y Bages apreciase menos y considerase artificiales y extrínsecas a nuestro modo de ser las aportaciones culturales del humanismo renacentista. Por esto valora la cultura catalana del siglo XVIII, concretada en Cervera, de un modo muy distinto del que había de adoptar después el P. Casanovas. "La nueva Universidad fue eminentemente clásica; el ágora de Atenas y el forum de Roma, Homero y Píndaro, Virgilio y Plauto debían hacer aparecer infantiles y débiles nuestras instituciones políticas y nuestra literatura de la Edad Media. Tomó pronto alas, sin embargo, la Universidad de Cervera; nuestra ciencia regional, encogida en el siglo anterior, se incorporó a la ciencia general y entró en comercio con la ilustración forastera, se introdujo en el concierto de las naciones civilizadas, según la gastada frase, pero se olvidó de sí misma; lo que es sin duda la causa de que el modernista Gil de Zárate, en su obra De la Instrucción Pública en España, diga de ella que salió algún tanto del carril en que se hallaban atascadas las Universidades españolas".

Refiriéndose a Jaime Balmes nos da también Torras y Rages un sutil juicio perfectamente expresivo de aquel concepto: "Balmes... nació de la conjunción de dos razas adversas v heredó las cualidades eminentes de ambas. La iluso tración' cerverina. clásica refinada. pero artificial. eco del Renacimiento; el tomismo clarísimo. penetrante y seguro. aunque adormecido por el estancamiento de su tradición. eco fiel del excelentísimo criterio de los tiempos medievales" (17).

(17) Torras y Bages. La tradició catalana. Vol. JI, cap. 8.

Esta actitud de Torras y Bages. que le lleva a negar autenticidad catalana a las corrientes antitradicionales y modernizantes de la Renaixensa, y a combatir de modo especial el hegelianismo de los teorizantes federales. no resulta por lo mismo contradictoria con la tesis de los más radicales "extrinsecistas". Nos referimos evidentemente no a la respectiva valoración de las corrientes, sino al modo de establecer sus conexiones y de señalar su curso concreto a través de la historia catalana. La insistencia medievalista del autor de la Tradició Catalana le lleva a afirmaciones de apariencia tan unilateral como la que señala a la "Orden dominicana", como "la verdadera educadora de nuestra nación". Podrán tal vez ser consideradas como parciales, pero sugieren un enfoque desde la cual algunos acontecimientos de decisiva y tremenda significación, y a los que no se presta por lo general la atención debida, se muestran en todo su crucial dramatismo, con todo e! peso de la vigencia secular de un espíritu y un ambiente social inconfundibles.

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En los primeros años del reinado de Felipe V se despertó en el Principado de Cataluña y en los demás países de la Corona de Aragón una reacción popular frente a la nueva dinastía, causa de la prolongada guerra a cuyo término las leyes de Nueva Planta suprimieron su autonomía legislativa. En el comienzo de aquella guerra y entre los móviles que pusieron en tensión a los ciudadanos de Barcelona y especialmente a los estudiantes del Estudi General, uno de los más conscientes y decisivos fue el empeño de la Universidad y la Ciudad por defender un estatuto jurídico cuya vigencia permitía mantener, excluyendo la multiplicidad de las Cátedras según las distintas escuelas, el predominio tradicional de la "opinión tomista", seguida según los testimonios contemporáneos por "la mayoría de los catalanes".

En este mismo número habrá podido encontrar el lector la exposición de la serie de hechos que produjeron el resuelto enfrentarse, a partir de 1701, de los Estudios catalanes a la política de la nueva dinastia. Tomemos pie del sentido de tales hechos para proseguir el hilo de nuestras sugerencias tendentes a esclarecer aquel argumetno secular del proceso de la vida catalana.

Quienes se movieron por un impulso de tan concreto carácter tradicional -inconfundiblemente enlazado con una visión del mundo y un sistema de valores muy arraigados en "las Españas" en las últimas décadas de la dinastía austríaca- pueden ser justamente considerados como los antepasados espirituales, y fueron en muchos casos los progenitores familiares, de los catalanes entusiastas de "la guerra gran" de 1793, de los combatientes del Bruc, de los carlistas de la Plana de Vich y de la montaña catalana. La tenaz memoria hogareña de las dinastías campesinas no sólo en Cataluña sino en el hermano reino de Mallorca -el hecho nos consta por testimonio vivo de un heredero excelso de tal patrimonio de emociones y actitudes- tenía conciencia de esta vinculación. Los "vigatans", después de luchar de nuevo contra "el francés". se alzaron otra vez por los fueros de su patria bajo la bandera de la Religión y del Rey frente al advenimiento del liberalismo., apoyado de nuevo por los herederos de los "botiflers", de los "ilustrados" y "fernandinos": los isabelinos, que habían de continuarse en el conservadurismo dinástico y en los centro-derechismos artificiales.

Tales acontecimientos políticos no son algo periférico sino expresión colectiva de sentimientos arraigados en la vida de todos los días, herencia conservada en la intimidad familiar en sucesivas generaciones. Nos parece percibir rasgos fisionómicos reveladores de una misma mentalidad y ambiente -un aire de familia, expresivo de un modo de ser cristiano conservado muy especialmente en la pagesia cristiana, en las casas pairals y en la menestralia tradicional de las antiguas ciudades- perviviendo a través de los siglos modernos, a partir de la grandiosa edad medieval de San Ramón de Penyafort y San Pedro Nolasco, San Vicente Ferrer y Ramón LIull, en las figuras de la Beata de Mallorca y el Santo de Vich: Catalina Tomás y San Miguel de los Santos; en San José de Calasanz, que inspiró a su Orden el amor a la doctrina del Angélico tradicional en nuestras universidades; en el grandioso mallorquín de adopción que fue San Alonso Rodríguez; en San Pedro Claver y Fray Junípero Serra; en San José Oriol y en el oratorio barcelonés de San Felipe Neri al que tan vinculado estuvo; en los dominicos catalanes que, como el cardenal Boxadors, formado en el convento barcelonés de Santa Catalína, influyeron decisivamente en la pervivencia del tomismo en el siglo XVIII; en los frailes catalanes, mallorquines y valencianos que frente al liberalismo representaron entre nosotros lo que el "Filósofo rancio" en otras tierras; en Santa Joaquina de Vedruna; en el Padre Claret y el Dr. Caixal; en el autor de El Liberalismo es pecado; en Mossén Domingo y Sol; en Fray José de LIavaneras, el Cardenal Vives y Tutó, uno de los hombres clave del pontificado de Pío X ... Y por lo que respecta a su expresión literaria, hay que asignar, finalmente, a esta corriente popular, que en los años de las guerras antirrevolucionarias había producido una poesía catalana religiosa y patriótica, y que había mantenido la lengua con todo el contenido y riqueza de su variedad comarcal, la grandiosa y extraordinaria figura de la literatura moderna, por la que "a la hormiga le nacieron alas de águila", Mossén Cinto, aquel pagés de la Plana de Vich "que con la fuerza e intuición de su genio había de elevar nuestra lengua a la categoría de lengua literaria" (18).

(18) Ferran Soldevila, ibíd., pág. 135.

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Si la savia procedente de esta raíz vitalizó cuanto de auténtico y medular puede hallarse en el resurgir de la conciencia catalana, habrá que reconocer también que sutiles confusiones e inversiones de perspectiva, facilitadas por el sentimiento romántico, fueron causa de un rotundo cambio de frente. El resentimiento tópico ante lo borbónico y lo estatal pudo así impulsar, oculta bajo la cortina de humo de aquellas confusiones, la real entrega a corrientes opuestas a la verdaelera tradición catalana. El progresivo aburguesamiento y el uniformismo barcelonés de las últimas décadas del catalanismo, vino a injertar a la descendencia de los antiguos "'vigatans" en un tronco que por la Renaixensa y el Romanticismo, recibía precisamente, transformado por la cultura burguesa del siglo XVIlII, el contenido del artificial humanismo "botifler". Las conexiones sugeridas podrían explicar la intermitente entrega del catalanismo conservador a la política dinástica; y a la vez la paradójica ausencia de catalanidad esencial en los sectores más intransigentes del catalanismo, para cuyos dirigentes también la entrega a un izquierdismo jacobino y estatal constituía una tendencia profunda. Esta se hace más comprensible si se tiene en cuenta la repugnancia con que vinieron a considerar como "españolización" inauténtica y descatalanizadora el espíritu que desde el alzamiento de 1641 -pasando por la guerra de Sucesión, la lucha contrarrevolucionaria y antinapoleónica. y cillco guerras ciyiles antiliberales: la del trienio constitucional, la de los "agraviats", la de los Siete años, la de los "matiners", y la "segunda guerra" carlista - ha enfrentado permanentemente a la Cataluña tradicional con el moderno estado "racionalista".. de importación francesa y "europea", en sus fases sucesivas de absolutismo, ilustración, unitarismo liberal, socialismo...

Francisco Canals Vidal