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Corpus Christi

San Ireneo de Lyon: “Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar”.

Benedicto XVI: la Eucaristía “es el corazón de la Iglesia y de la vida cristiana”, el mayor don del Corazón de Cristo.

“Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se nos da la prenda de la gloria futura”.

El Concilio Vaticano II proclamó que la Eucaristía es la “fuente y culmen de toda la vida cristiana”.

La Eucaristía es una «locura de amor» de Jesús, el Verbo hecho carne, en la que Él da cumplimiento a su palabra:

«Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo» (Mt 28,20).

«Éste es mi cuerpo, que se entrega por vosotros: haced esto en memoria mía» (Lc 22,19).

«Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él» (Jn 6,55-56).

Benedicto XVI, en un Discurso pronunciado en San Juan de Letrán (15-VI-2010), refiriéndose a la conversión–transformación obrada en la Eucaristía, dijo lo siguiente:

«Para explicar esta transformación, la teología ha acuñado la palabra “transubstanciación”, palabra que resonó por primera vez en esta basílica, durante el IV Concilio Lateranense [1215], del que se celebrará el octavo centenario dentro de cinco años. En esa ocasión, se introdujeron en la profesión de fe las siguientes palabras: “su cuerpo y sangre están contenidos verdaderamente en el sacramento del altar, bajo las especies del pan y del vino, pues el pan está transubstanciado en el cuerpo, y la sangre en el vino por el poder de Dios» (Denz, 802).

Es la misma doctrina de la transubstanciación eucarística que declara en forma dogmática el Concilio de Trento (1551).

La misma que Pablo VI confiesa en la primera parte de la encíclica Mysterium fidei (3-IX-1965):

La transubstanciación eucarística «es una realidad que con razón denominamos “ontológica”. Porque bajo dichas especies ya no existe lo que había antes, sino una cosa completamente diversa. Y esto no únicamente por el juicio de fe de la Iglesia, sino por la realidad objetiva, puesto que, convertida la substancia o naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino las solas especies. Bajo ellas, Cristo, todo entero, está presente en su realidad física, aun corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar».

Es la misma fe que Pablo VI, confiesa solemnemente en el Credo del Pueblo de Dios (30.06.1968).

CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO:

Canon 897. El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así pues los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan.

898 Tributen los fieles la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuentemente y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración; los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación.

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944 § 1.    Como testimonio público de veneración a la santísima Eucaristía, donde pueda hacerse a juicio del Obispo diocesano, téngase una procesión por las calles, sobre todo en la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo.
 § 2.    Corresponde al Obispo diocesano dar normas sobre las procesiones, mediante las cuales se provea a la participación en ellas y a su decoro.

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899 § 1.    La celebración eucarística es una acción del mismo Cristo y de la Iglesia, en la cual Cristo Nuestro Señor, substancialmente presente bajo las especies del pan y del vino, por el ministerio del sacerdote, se ofrece a sí mismo a Dios Padre, y se da como alimento espiritual a los fieles unidos a su oblación.

 § 2.    En la Asamblea eucarística, presidida por el Obispo, o por un presbítero bajo su autoridad, que actúan personificando a Cristo, el pueblo de Dios se reúne en unidad, y todos los fieles que asisten, tanto clérigos como laicos, concurren tomando parte activa, cada uno según su modo propio, de acuerdo con la diversidad de órdenes y de funciones litúrgicas.

 § 3.    Ha de disponerse la celebración eucarística de manera que todos los que participen en ella perciban frutos abundantes, para cuya obtención Cristo Nuestro Señor instituyó el Sacrificio eucarístico.