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El "regionalismo" de Torras y Bages

[Parte final de Neoescolástica y 98: Otra lectura de la crisis de fin de siglo, de Eudaldo Forment, Anuario Filosófico, 1998 (31), 109-146]

La escolástica española de finales del siglo XIX, bajo el impulso de la encíclica de León XIII, volvió a dar figuras notables. Destacan los dominicos: Ceferino González (1835-1895) Norberto del Prado (1852-1918), Francisco Marín Sola (1873-1932); los catedráticos de metafísica de la Universidad de Madrid, Juan Manuel Ortí y Lara (1826-1904) y Antonio Hernández y Fajarnés (1851-1909); el político Alejandro Pidal y Mon (1846-1913), discípulo del P. Ceferino González; y los obispos, José Miralles Sbert (1860-1920), de Mallorca, y José Torras y Bages, de Vich (1846-1916).

De entre todos ellos, este último fue el que más se ocupó de temas propios de la generación 98, aunque desde otro enfoque, el de la tradición tomista catalana de Boxadors. Torras y Bages, había estudiado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona &ndashteniendo como profesores a Manuel Milá y Fontanals, Antonio Bergnes de las Casas y Xavier Llorens y Barba y en la Facultad de Derecho de la misma, obteniendo el doctorado, y después, teología en el Seminario de Vic, en el que se seguía a Santo Tomás. Al cabo de unos meses de la perdida definitiva de las colonias españolas, fue consagrado obispo en Montserrat.

Siete años antes había publicado su obra más conocida, La tradició catalana1.

1. J. Torras i Bages, La Tradició catalana. Estudi del valor ètic i racional del regionalisme català, en Obres Completes, vol. I-VIII: Ibèrica, Barcelona, 1913-1915; vol. IX y X: Foment de Pietat Catalana, Barcelona, 1925 y 1927 (cit. Obres); vol. IV, 1913.

Por este trabajo, por sus estudios de estética2

2. C. Cardó, Doctrina estètica del Dr. Torras i Bages, Catalana, Barcelona, 1919.

"Torras fue aceptado, en los primeros quince años de este siglo y desde los círculos más adecuados, como una de sus máximas autoridades intelectuales4.

4. N. Bilbeny, Filosofia contemporània a Catalunya, Edhasa, Barcelona, 1985, 34.

El tomismo es esencial en todo su pensamiento. Por una parte, porque: Torras y Bages ve en el tomismo genuino la auténtica tradición del pueblo catalán, la filosofía que se identifica mejor con el carácter del pueblo, que respeta mejor las cosas de nuestra tierra, y que jamás había desaparecido del todo --pese al eclecticismo ilustrado de la Universidad de Cervera---, sino que pervivía en la escuela dominicana, tan arraigada en Cataluña, con figuras prominentes como la del Cardenal Juan Tomás de Boxadors. Por otra parte, la doctrina de Santo Tomás: Le da un esquema de pensamiento aglutinador, un punto de referencia básico para todas las cuestiones implicadas en la vida social5.

5. O. Colomer i Carles, El pensament de Torras i Bages, Claret, Barcelona, 1991, 134.

Gran parte de los hombres del 98, frente a la llamada crisis de &ldquofin de siglo&rdquo, reaccionaron refugiándose en el esteticismo. &ldquoEn esa actitud estética y ensoñadora era inevitable que ocupase lugar esencial la reelaboración de mitos, actividad que centró la creación literaria de la mayoría de los miembros del 98&rdquo. Uno de ellos es el &ldquomito de Castilla&rdquo, tanto de su paisaje como de su historia. &ldquoEl mito de &lsquoCastilla&rsquo está estrechamente unido al de &lsquoDon Quijote&rsquo y al de la &lsquoEspaña ideal&rsquo, prácticamente compartidos por todo el grupo&rdquo6.

6. J.L. Abellán, Historia crítica del pensamiento español, vol. 5/2, La crisis contemporánea (1875-1936), Espasa-Calpe, Madrid, 1989, pág. 175.

Ante la crisis, Torras y Bages se centró en Cataluña, relacionándola con el ideal de &ldquopatria&rdquo, aunque sin olvidar a España. Ofreció, por tanto, una nueva visión y solución de la misma.

Según el tomista catalán, la patria es una institución natural. &ldquoLa Patria no es una institución del derecho humano y positivo, sino del divino y natural. La formaron los decretos del Eterno; no se fraguó en las oficinas administrativas del Estado, sino en la oficina de gobernación del omnipotente; y no sirviendo de modelo la idea de un hombre político, sino la idea de Aquel a quien políticos, guerreros y sabios, el bien y el mal, sirven sin pensárselo, de instrumentos de su voluntad&rdquo7.

7. J. Torras i Bages, &ldquoEn Rocaberti i en Bossuet&rdquo, en Opùscols apologètics i Filosòfics, 2ª part, en Obres, vol. VI, 279-335, 283-284.

Su finalidad está también dirigida a lo natural. La patria sirve para ordenar las inclinaciones sociales del hombre, ya que todo lo natural en el ser humano necesita de la regulación racional, para no desviarse de su fin. &ldquoTodos los apetitos naturales del hombre, ciegos y apasionados, están regidos por instituciones naturales, que los enderezan, y protegen su providencial fecundidad. Los apetitos y sentimientos del hombre, como las plantas de la tierra, necesitan cultivo, sin él se hacen bordes, es decir, estériles y maléficos. Por eso la civilización es la primera necesidad de los hombres, como la agricultura es la primera necesidad de la tierra&rdquo8.

8. J. Torras i Bages, &ldquoConsideraciones sociològiques sobre el regionalisme&rdquo, en Opúscols Apologètics i filosòfics, 2ª part, Obres, vol. VI, 337- 394, 342.

Es necesaria, por tanto, porque permite la satisfacción racional de las tendencias humanas, que pueden desenfrenarse.

En el hombre se encuentra la inclinación natural de atracción hacia el lugar de nacimiento, que siente como ennoblecido por los padres y antepasados propios. &ldquoLos hombres no se enamoran de ideas abstractas y, para poner amor a la patria, han de encontrar identificados sus sentimientos, intereses, y costumbres con los lugares en que nacen y viven&rdquo9.

9. J. Torras i Bages, Obres, vol. VI, 348.


Se sienten así muy unidos a ella. &ldquoEsta identificación entre el hombre y la patria es el principio y causa de la fortaleza y constancia del amor que a ésta última se le tiene, constituyéndole casi un instinto que naturalmente encontramos en nosotros, parte espiritual y parte material, que se nutre de los sentimientos, de las ideas, de las costumbres, de la vista de las montañas, costas, villas, etc., de la región que nos ha engendrado y en la que hemos vivido&rdquo10.


10. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 63.


Además: &ldquoEste sentimiento instintivo es un principio civilizador. Liga a la tierra la tribu vagante; hace florecer el espíritu de familia; crea una tradición, verdadera voz docente de la experiencia de las generaciones pasadas; los frutos de aquella tierra han alimentado su vida corporal y su religión perfecciona su espíritu, por lo cual, identificado así con la patria, el amor hacia ella es para el hombre como un instinto de conservación; la solidaridad e identificación es tan absoluta que es algo naturalísimo que el hombre muera por la patria&rdquo11.


11.J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 63-64.


La tesis de Torras y Bages es que: &ldquoEl verdadero, natural y constante amor de patria nace en la región; fuera de ella podrá producirse un sentimiento parecido a aquella afección, una aproximación, pero no ella misma con toda su substancia, integridad y hermosura&rdquo12.


12. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 62.


La encuentra confirmada en el siguiente texto de Santo Tomás: &ldquoQueremos más a los que nos une el origen, o un trato habitual, o algo semejante, que a los que nos une solamente la sociedad de la naturaleza humana&rdquo13.

13. Sto. Tomás de Aquino, Contra Gentes, I, c. 91.

La importancia de este amor es superior al de la humanidad en general, porque: &ldquoEl sentimiento de patria que se cría en la región tiene un verdadero parecido con el amor filial; es la patria verdaderamente nuestra madre, la causa de lo que somos; en su virtud estaba contenida nuestra virtud como el efecto en la causa; somos lo que somos porque ella es lo que es; somos, en realidad, el fruto de ella, y como el fruto designa la bondad del árbol, así los naturales de la región manifiestan la virtud que ella posee&rdquo14.

  1. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 63.


Hay dos sentimientos parecidos al amor patriótico. &ldquoEl sentimiento humano, fundado en la unidad de naturaleza entre los hombres y que nos liga a todos los unos con los otros, y el sentimiento nacional, nacido de la unidad de leyes o instituciones fundamentales entre diferentes pueblos que forman una nación&rdquo.


Los dos son necesarios, pero requieren el más básico de amor a la región. &ldquoAmbos nobílisimos, debemos cultivarlos con amor; pero las relaciones humanas, para ser perfectas, necesitan además este sentimiento de patria, esencialmente regionalista, que fija la cierta vaguedad del sentimiento humano y da fuerza al sentimiento nacional&rdquo.

Según Torras y Bages el sentimiento patriótico, que es en su esencia regionalista, es más fácil de mantener y desarrollar. &ldquoEl sentimiento de patria, por lo mismo que proviene más inmediatamente de la naturaleza, que tiene todavía mucho de instintivo, que se conserva y se fortalece con la práctica de la vida, que no necesita raciocinios para ser comprendido, debe ser más cultivado en una época democrática, en la que el pueblo quiere guiarse más por sí mismo, y en que, por lo tanto, la influencia de los grandes principios es más débil&rdquo15.

15. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 64.

Indica que en su época, como en otras de crisis parecidas: &ldquodecaídos los grandes estados unitarios, reaparece el amor regional&rdquo. Añade: &ldquoTodo el mundo se vuelve a casa; feliz resolución, que salvó al hijo pródigo y a muchos otros; la universalidad del amor no impide para nada el amor a nuestro rincón; éste es el permanente, indestructible, dulcísimo y superior a toda variación, puesto que nace de la misma naturaleza. El desprecio de lo propio es siempre mala señal, no hay que fiarse nunca de los partidos que todo lo quieren ir a buscar fuera de casa; el amor bien ordenado comienza por sí mismo, y por esto nosotros no podemos menos de saludar con amor la tendencia a estudiar y a restablecer nuestras cosas, la afición a la literatura, al derecho, a la industria o a la lengua del país&rdquo16.

16. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 65.

Si la patria es esencialmente la región, se pregunta por ello: &ldquo¿De qué se nutrirá el sentimiento de patria en el catalán si le quitan todas estas cosas? ¿Del concepto: patria española? En primer lugar, la inmensa mayoría de ciudadanos ignora la significación de tal concepto; es cierto que venturosamente hemos visto en algunas ocasiones todos los pueblos de España sacrificarse y trabajar por la patria común, pero esto pasa solamente en circunstancias extraordinarias y por lo mismo raras, y además exige en las personas que dentro de las sociedades ocupan los primeros lugares, unidad en el pensamiento y que el pueblo les respete&rdquo17.

17. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 65-66.

Parece, por tanto, que, para las regiones españolas, la &ldquopatria común&rdquo no sea algo esencial. Precisa seguidamente que: &ldquoHoy, desgraciadamente, no se encuentran estas dos circunstancias. La unidad de pensamiento ha desaparecido, y puede que hasta el pensamiento; el vientre oscurece la cabeza; no son los hombres capaces de una patria ideal, no comprenden la misión providencial de una nación, y, por lo tanto, el sentimiento nacional ha menguado terriblemente; y si la jerarquía social ha perdido tal sentimiento, no lo podrá tener el pueblo, que lo posee de rebote, hasta cuando se trata de una nación gloriosa. Además, el pueblo hoy no tiene verdadero respeto ni amor a la jerarquía, y, por consiguiente, no podría recibir de ella este sentimiento político hasta en el caso de existir&rdquo18.


18. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 66.


Sobre la caracterización de este regionalismo de Torras y Bages y sus relaciones con España, Vallet de Goytisolo ha hecho notar que: &ldquose observan unas sombras&rdquo, que concreta en tres importantes observaciones. Primera: &ldquoEn el ámbito del sentimiento, éste es centrado en la &lsquopatria catalana&rsquo y queda muy desvaído al referirse a la &lsquopatria española&rsquo&ldquo. Segunda: &ldquoEn su perspectiva pesimista respecto de España, que a veces parece identificarla y confundirla con el Estado centralista generado por la revolución liberal, en contraste con su visión optimista de una Cataluña tradicional y realista&rdquo. Tercera: &ldquoEn su concepción social orgánica, que aparece vigorosa en la familia, el municipio y la región; pero que pierde fuerza a partir de ella hasta casi diluirse&rdquo19.


  1. J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones sobre Cataluña. Religación, interacción y dialéctica en su historia y en su derecho, Fundación Caixa Barcelona, Barcelona, 1989, 225 (cit. Reflexiones).

Comenta a continuación el eminente jurista catalán:

&ldquoEs muy fácil inducir de esto que una mayor acentuación de esas perspectivas en el catalanismo subsiguiente, originara una fisura entre lo acentuado y lo no destacado, que llegaría incluso a crear una dialéctica entre lo sentimentalmente exaltado y lo olvidado o, por lo menos, omitido&rdquo.


No obstante, en el Prólogo a la 2ª edición de la obra, advirtió el mismo Torras y Bages:


&ldquoEs ciertamente este libro un breviario del culto a la patria-tierra, pero de ningún modo se opone, por el contrario, al culto de España, conjunto de pueblos unidos por la Providencia&rdquo20.


20. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 11.


Vallet de Goytisolo comenta:


&ldquoAdvertencia que, tal vez, resultaba necesaria porque la perspectiva de estos dos últimos sentimientos no aparece bastante patente en el libro; y que fue inútil, tal vez, por no fijarse en ella sus lectores o por no darle el debido relieve&rdquo.

Declara seguidamente que, en cualquier caso:


&ldquoNo creemos que en su obra, por lo demás espléndida y encomiable, resulte suficientemente resaltado ese sentimiento que mostraron patentemente Jaume el Conqueridor, Pedro el Grande &ndashen palabras que recordaría Ramón Muntaner&ndash la propia Busca y los heroicos defensores de Barcelona del 11 de septiembre de 1713&rdquo21.


21. J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones, 226.

Prueba el autor que &ldquoCataluña se sentía nación integrada en la comunidad más amplia de España&rdquo, aunque hay que tener en cuenta que: &ldquoentonces el concepto de nación no correspondía al moderno de la época de las nacionalidades y los nacionalismos de inmediato origen jacobino”

Reflexiones, 80.

La &ldquoacepción de comunidad humana, unida por una misión histórica común de reconquista y restauración, la vemos expresada por Jaime I, en su Crónica [&hellip]. Y españoles se proclamaron los catalanes, tanto por boca de sus condes-reyes, como de sus más preclaros cronistas y de las representaciones populares [&hellip]. Pero posiblemente, el sentimiento de la comunidad hispánica donde con mayor realidad es reflejado es en la vivencia de consuetudo Hispaniae, more hispanico, costumbre de España, como se observaba en la primera historiografía de la tierra catalana, Chronicon Rivipullense, así como en la de otras partes de la España cristiana, hasta fecha avanzada” Reflexiones, 83-84.


España y las regiones.


Quizá esta posición de Torras y Bages sea justificable [????], porque, como indica el mismo Vallet:


Contrapone la región, como unidad natural, y el Estado, como ente político [&hellip] confundía la nación española con el Estado y con la superestructura liberal y parlamentaria22.

22. J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones, 227-228.


Considera el tomista catalán que: "De entre todas las épocas de la historia humana la que más puede ser denominada época regionalista por excelencia es la Edad Media. Fue un tiempo de una gran variedad y de una admirable unidad: unidad en lo substancial y variedad en lo accidental, la autoridad fue ungida y declarada especie de sacerdocio, las libertades populares que cada tierra criaba eran también cosa sagrada y bajada de Dios, por lo cual la antinomia moderna entre autoridad y libertad que tiene al mundo en conflicto permanente, no existía; el impulso agitador de las conmociones sociales y revoluciones políticas estaba en gran manera contenido, siendo garantía de este bien el regionalismo formado bajo la influencia cristiana"23.

23. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 61.


Por el contrario, el Renacimiento, que fue &ldquoUna era nueva, y siendo el capital intelectual substancialmente el mismo, hace su curso desviándose del camino llano y popular, y aparece una nueva forma más correcta, más señora, más exquisita, pero que elevando el pasto intelectual, lo hace menos asequible a la generalidad de los hombres. ¡Cómo gira el mundo en cien años¡ ¡Cuán fácilmente cambia el espíritu humano de gustos, de costumbres y de sistemas!&rdquo24.

24. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 388.


Al revés de la Edad Media, no tuvo ni el origen ni el carácter popular. &ldquoEl Renacimiento fue una revolución aristocrática hecha en detrimento de los pueblos, y entre todos estos el catalán, que, por una admirable precocidad, había llegado a un extraordinario desarrollo del espíritu, fue la víctima más sacrificada&rdquo25.

25. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 399.


Lo que queda claramente patentizado en el arte. &ldquoEl Renacimiento [&hellip] dio el golpe de muerte a la literatura catalana; ésta estaba informada por el espíritu popular, y la nueva moda buscaba una literatura oficial y cortesana, tenía un gusto aristocrático, despreciaba tanto a la filosofía como el arte literario, y el arquitectónico, y hasta el gobierno político, de la Edad Media&rdquo26.

26. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 306-307.


En toda Europa, afirma Torras y Bages: &ldquoEl Renacimiento ha hundido a la Edad Media [&hellip]. El Renacimiento fue, como toda revolución, una forma a priori, un rompimiento de la tradición, un acto de la soberbia humana, que trata con desprecio la sabiduría de los antepasados y sólo tiene fe en la propia, violenta y despótica&rdquo27.

27. J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 388-389.

Como consecuencia, tal como escribe en un texto de 1893: &ldquoAl salir de la Edad Media, Europa aborreció la naturaleza, el organismo social que espontáneamente por espacio de doce siglos en su seno había fraguado, los pueblos quedaron deslumbrados por el resplandor de los antiguos Estados que el Renacimiento les ponía delante de los ojos con sus pompas clásicas, se enamoraron de aquella forma más pulida, de un convencionalismo que no se fundaba en la natural libertad de los hombres, y las clases dirigentes, clérigos y laicos, empujaron la nave de la civilización por una vía que forzosamente les había de llevar al escollo gravísimo en que hoy se encuentra&rdquo28.

28. J. Torras i Bages, &ldquoConsideraciones sociològiques sobre el regionalisme&rdquo, Opúscols Apologètics i filosòfics, 2ª part, en Obres, vol. VI, 337-394, 342.


La actitud tan contraria de Torras y Bages a este período completamente opuesto al espíritu de la cultura medieval, se explica, porque, en definitiva, considera que: &ldquoEl Renacimiento mató el espíritu popular, informó la monarquía absoluta y llevó finalmente a la revolución. Renacimiento, monarquía absoluta, revolución, son tres grados, tres situaciones distintas, de un mismo espíritu, ésto es, el exterminio de la libre vida popular y la edificación sin ningún fundamento en la naturaleza, de una vida pública convencional y despótica&rdquo29.

29. J. Torras i Bages, en Obres, vol. VI, 342-343.

De ahí que: &ldquoEl defecto radical de los sistemas políticos y sociales modernos es el gran desconocimiento de la naturaleza humana&rdquo30.

30. J. Torras i Bages, en Obres, vol. VI, 344.

El regionalismo, como también explica en La tradició catalana, empezó a desaparecer en el Renacimiento. &ldquoLos estados antiguos eran una verdadera federación de regiones; el rey de España, por ejemplo, era el rey de Castilla, de Aragón, el Conde de Barcelona, el Señor de Vizcaya, etc.; pero una vez destruida aquella manera de ser, naturalmente llevada con la sucesión de los siglos, surgen los modernos estados uniformistas, el reino de España o la república francesa, unos e indivisibles, siendo la nación más que un cuerpo debidamente organizado con vida propia en cada miembro, un órgano, mejor dicho, una máquina que sin acción propia es dirigida por el capricho de los que ejercen el gobierno&rdquo31.

  1. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 96.


En la Edad Media, en cambio: &ldquoLa vida regional era entonces completa; nunca como en aquel tiempo se puede hablar del gobierno del país por el país, según la frase que después se ha aplicado con más retórica que verdad; y si bien es cierto que con el progreso del tiempo, que con el crecimiento social, debía modificarse la antigua manera de ser, no obstante, es evidente que en la substancia podía y debía continuar, y de hecho continua en algunos puntos armonizando con las nuevas circunstancias&rdquo32.

32. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 91.

El tradicionalismo de Torras y Bages no implica inmovilismo. Explícitamente declara: &ldquoTradición y estancamiento son dos términos antitéticos hasta en su significación gramatical, porque el nombre tradición, y por consiguiente el concepto que expresa, incluye la idea de movimiento, de curso, de transmisión, opuesto, como se ve, a la significación de quietud del segundo término, por lo que en el caudal de la tradición trabajan todas las generaciones, hasta todos los hombres, modificándose continuamente y siendo siempre el mismo. No es la tradición una cosa arcaica, una reliquia del tiempo de la antigüedad, sino que tiene perpetuamente una hermosura perfecta; los años le pasan sobre ella y ella nunca se pasa, porque vive perennemente en la plenitud de la vida&rdquo.

Confiesa seguidamente que: &ldquoPor eso consideramos inexacto simbolizar la tradición, como han hecho algunos artistas, con una mujer vieja, porque es hermosísima, de resplandeciente energía, fecunda, puesto que es madre de todos los pueblos de la tierra, dando el ser a las nuevas generaciones, que van viniendo, hasta a aquella de que de ella hacen burla. Y cría hijos hermosos, inteligentes y fuertes, de manera que las tribus salvajes, los pueblos nómadas, que no disfrutan de urbanidad de vida, son tales porque no han sido engendrados en el vientre, ni criados a los pechos de la fértil y benefactora tradición. Los hijos se parecen a las madres, por lo cual los grandes pueblos son los que tienen grandes tradiciones, y pueblo que no posee tradición, será siempre de escasísima potencia&rdquo33.

33. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 134.


Torras y Bages contrapone totalmente el regionalismo, que nace y se desarrolla en la Edad Media, y el Renacimiento, con sus posteriores consecuencias del absolutismo y la revolución. &ldquoEl Regionalismo y el Renacimiento son antitéticos&rdquo. El regionalismo no es artificial, en cuanto fruto de las ideas abstractas e independientes de la realidad, concebidas por algunos pensadores, sino que: &ldquoEs el sistema natural, el desarrollo de la primitiva célula social que es la familia, una forma que no sale de ningún molde humano, sino que las condiciones del país, las circunstancias de los tiempos, la influencia de las doctrinas y las libres acciones humanas, todo bajo el influjo de la Providencia, han determinado&rdquo34.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 389


El sistema regionalista tiene como célula básica la familia. &ldquoLa forma regional [&hellip] es una extensión de la familia, se basa en ella; cada región es una federación de familias unidas entre sí con estrechísimos lazos naturales, viniendo quizá todas de un mismo origen&rdquo35.


  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 94.


De manera que: &ldquoEs la familia la substancia y la base de la organización social. La decadencia social supone la decadencia en la familia; y cuando ésta es vigorosa, moral, unida e inteligente, la sociedad no puede dejar de poseer estas excelentes cualidades&rdquo36.

36. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 67.

La segunda pieza del sistema es el municipio, &ldquosillar fundamental de toda organización regional&rdquo37.

37. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 129.

Se concibe como: &ldquouna extensión de la familia&rdquo. Por ello: &ldquoNo pueden faltarle ninguna de aquellas facultades que son inherentes a ésta; siendo una verdadera amputación arrancarle cualquiera de ellas&rdquo38.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 129-130.

Precisa que: &ldquoEn la jurisdicción familiar podemos considerarle principalmente el derecho de poseer hacienda o bienes propios, la facultad de educar a los hijos y de administrar toda la casa con el culto doméstico al Señor&rdquo.


No es una mera entidad administrativa, porque:

&ldquoEl concepto de municipio importa la idea de una cierta vida propia; nunca la confusión con el estado, ni la absorción o asimilación en éste&rdquo39.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 130.


La revolución, que impregnaba ya al Renacimiento, por consiguiente:


&ldquoNo es una institución indígena, nacida espontáneamente en el seno de la sociedad humana en estas o en aquellas circunstancias históricas, en esta o en aquella región; no es fruto de una generación ni raza; no es la encarnación de una civilización determinada&rdquo.


La revolución es, para Torras y Bages:


&ldquoUna pura y estéril negación, es un disolvente poderosísimo; no es el sentimiento de amor que fecunda y engendra, es la torpísima pasión del odio que mata&rdquo.


De ahí que, en sentido estricto:


&ldquoLa revolución ni es francesa, ni alemana, ni española, no es ni tan sólo humana, no es la planta o el retoño que nace en una tierra conveniente y crece hasta convertirse en árbol frondoso, no la parió la tierra; como el relámpago se forma en la tenebrosa región de las nubes con los fluidos malignos que se desprenden de la fermentación de la carne y de la soberbia humana; vino, pues, de las alturas, no nació del pueblo&rdquo40.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 93.


El pueblo la sufre como una enfermedad. Su aparición fue posible por la debilidad del cuerpo social.


&ldquoUna de las más poderosas causas generativas de la Revolución, ya que ésta, en su concepto [&hellip] no fue la concepción grandiosa de la que nos hablan algunos historiadores, sino ni más ni menos que una miserable disolución social. Fue la muerte espontánea de una sociedad, de un orden civil que había expelido el espíritu de vida, y la destrucción subsiguiente que atemorizó a Europa entera, la caída de tantas antiguas y venerables instituciones, no fue debida a ninguna vigorosa fuerza, sino sencillamente a la descomposición del cuerpo que al más pequeño impulso de las bajas pasiones no tenía resistencia que oponer. Murió, pues, desastrosamente el cuerpo, porque antes habían ya muerto los miembros, las diferentes regiones de la nación quedaron sin vida&rdquo41.

41. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 91-92.


Este origen histórico, confirma su oposición esencial al regionalismo.

&ldquoLa Revolución, pues, vino a consecuencia de la aniquilación de la antigua sociedad regionalmente organizada, y, por lo tanto, en virtud de este pecado en que fue concebida y que forma parte de su naturaleza, es necesariamente antirregionalista&rdquo42.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 92.


Tal visión histórica plantea, por consiguiente, la siguiente pregunta:

&ldquo¿Cómo las nobles y vivas razas salidas de la raíz romana, se han dejado engañar por un sistema tan poco apropiado a sus facultades fecundas, su actividad e iniciativa irrestañables, su luminosa inteligencia y una espontaneidad de vida nunca por otros pueblos superada?&rdquo.


La respuesta de Torras y Bages es que:

&ldquoLa misma viveza imaginativa les hizo perder el amor a la tradición, que contenía una semilla de libertad y autonomía admirables. Inglaterra, con el sentido práctico que la distingue, conserva aquel viejo organismo que nunca se hace caduco. Cierto es que nuestra Cataluña se defendió hasta la muerte, pero en general los pueblos latinos, después de haberse deslumbrado con los resplandores del Renacimiento tomaron gusto por las grandezas, se les despertó el instinto de la novedad&rdquo43.

[¿En qué quedamos?: Canals dice, siguiendo a Torras, según la nota 73, que Cataluña ha vivido de espaldas a la Europa de la modernidad y del Renacimiento y que hasta Vicens Vives reconoce &ldquoque Cataluña no ha vivido, en los siglos de la Edad Moderna, inmersa en la &lsquomodernidad europea&rsquo, sino ausente de ella y vuelta de espaldas al Renacimiento, al racionalismo y a la &lsquofilosofía&rsquo que preparó el mundo de la Revolución francesa&rdquo, La tradición, 9],

  1. J. Torras i Bages, &ldquoConsideraciones sociològiques sobre el regionalisme&rdquo, Opúscols Apologètics i filosòfics, 2ª part, en Obres, vol. VI, 337-394, 347.

Torras y Bages considera que algo parecido ha ocurrido después con las nuevas ideas revolucionarias. &ldquoNuestra raza, de inteligencia privilegiadísima, que tuvo bastante penetración racional para no dejarse engañar por el error en forma religiosa y metafísica, en la invasión protestante; en el orden político y práctico, tal vez, debido, en parte, a su temperamento generoso y poco analítico, se encuentra dominada por el mismo error, que va minando de una manera visible su antigua y fuertísima constitución&rdquo. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 101.


Hace notar que, por ello:

&ldquoPara los ingleses Old England (la vieja Inglaterra) es el símbolo de la libertad patria y del amor nacional&rdquo.

Por el contrario:

&ldquoLos modernos franceses de la Francia antigua han hecho el símbolo de la esclavitud y de lo vil&rdquo.

Lo que es explicable, porque:

&ldquoEl espíritu del Renacimiento, la Revolución, considera bárbaras las instituciones de la Edad Media, rompe con ellas, no quiso escuchar la tradición, y trató a los pueblos que, siguiendo las leyes naturales de la sociedad, se habían ido organizando por espacio de siglos, como si fuesen turbas salidas de los bosques, como si no tuviesen instituciones, creencias, aficiones y hábitos respetables&rdquo44.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 348.


El estado moderno ha surgido:

&ldquoNo del casto matrimonio de la recta razón de las necesidades y condiciones de la tierra y el estado moral del pueblo que la habita, sino del lujorioso concubinato del principio revolucionario con la desenfrenada ambición de apoderarse absolutamente del gobierno del país&rdquo.


También en España, los hombres de las Cortes de Cádiz:

&ldquoSe enamoraron de la superficialísima idea de la uniformidad, como a tantos a los que hoy en día más les place la vista de una ciudad toda medida y nivelada que la de una ciudad monumental, y decretaron solemnemente que unos mismos códigos tuviesen que regir para toda la monarquía&rdquo.


No es nada extraño, porque:

&ldquoLa revolución es la negación del derecho histórico, es decir, del verdadero derecho humano, y como las legislaciones forales, o el derecho de las diferentes regiones, es esencialmente histórico, como que la región en sí misma supone necesariamente la historia, de aquí viene la verdadera antítesis entre Revolución y regionalismo&rdquo45.

45. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 98.

Como consecuencia, sostiene Torras y Bages, que al finalizar el siglo: &ldquoTenemos dentro de España las grandes regiones formadas por los que fueron en el pasado gloriosas naciones con vida propia, con lengua peculiar algunas de ellas, todas con historia, tradiciones y leyes en conformidad con su temperamento, parecía natural que se conservasen entidades tan notorias y con tanta razón de ser; sin embargo, convenía destruir todo lo antiguo, y Galicia, Cataluña, Aragón, etc., dejaron de existir legalmente. La división de España en cuarenta y nueve provincias fue como una sentencia de muerte civil para estos reinos sacrificados no a la unidad nacional, que ya de siglos existía, sino al rencor sectario contra lo antiguo, a la soberbia de una trivial y falsísima ciencia que quería hacer la nación a medida de su gusto46.


  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 97.


Sus reproches al estado español de la época no lo es únicamente por su uniformismo y centralismo, sino también por su carácter político oligárquico. &ldquoLa tiranía ama la concentración del poder, pues así le es más fácil aprovecharlo en beneficio suyo y como la tiranía liberal, según ha demostrando la experiencia, será sin duda una de las más tremendas que han afligido a la humanidad, con una constancia no interrumpida, desde que se entronizó en la sociedad moderna, ha ido matando la vida de las regiones, ha destruido las entidades naturales, que como miembros bien ordenados, formaban el cuerpo de la nación, produciendo estos estados uniformistas y pudiendo decir con mucha más razón que el célebre rey de Francia, a los que hoy en día llegan a apoderarse del gobierno, aquella frase tan repetida: el estado soy yo&rdquo47.


  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 94.


Se lamenta, por ello, de que: &ldquoToda la acción pública de los ciudadanos españoles consiste en batirse para poder pillar la manzana suculenta del árbol del poder, plantado en la capital de la monarquía. En esta situación los estímulos son fuertes, pero la vida social es débil; y, como en ciertas enfermedades corporales, la fortaleza del estímulo está en proporción con la debilidad del cuerpo&rdquo48.


  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 24.


Se explica así su imagen negativa del estado español, que parece hacer extensiva a la nación.


5. La preocupación por Cataluña.

Un segundo motivo, que permite comprender la visión de Torres y Bages, que parece algo pobre, de la patria común de las regiones de España, también está indicado por Vallet de Goytisolo, al escribir: &ldquoEn tanto que contemplaba la región despojada de todo cuanto no era su estructura puramente social, soslaya su natural integración en una sociedad política soberana en tanto dotada de la suprema auctoritas&rdquo49.

49. J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones, 228.

No se ocupaba casi de España y, sobre todo: &ldquocentraba su tentativa en conseguir para Cataluña una organización regionalista, en el específico sentido que él daba a esta palabra&rdquo.

En La tradició catalana, Torras y Bages: &ldquoAnaliza, muestra, pondera y defiende la estructura humana orgánica, desde la familia, el municipio, hasta alcanzar la vida regional. Pero le queda en un horizonte lejano la existencia o reconstrucción de un vinculum unitatis más amplio que, sin mengua del vínculo catalán, agrupe los distintos pueblos de España. Incluso parece que no lo siente, al menos no lo busca. ¡Las demás regiones que se lo procuren a sí mismas!50.

  1. J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones, 227.


En el Prólogo de la obra indica Torras i Bages que:

&ldquoEn el tiempo moderno, Cataluña ha crecido muy considerablemente y tiene un lugar preeminente entre los pueblos ibéricos; los antiguos gérmenes escondidos en la tierra, dentro del humus catalán que está constituido por nuestra tradición, el amor y la constancia del trabajo, la modestia de la vida, el espíritu práctico y sensato, poco dado a fantasías [¿en qué quedamos?], el respeto a la jerarquía familiar y otras virtudes fecundadas por las condiciones potentes y expansivas de la vida moderna, han determinado y producido una faz espléndida de la vida catalana&rdquo51.


  1. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 10.


Más adelante precisa Torras y Bages que:

&ldquoLa fidelidad a la tradición y la potencia de asimilación son evidentes en nuestra gente, y a estas cualidades debe Cataluña el ser la más avanzada de las regiones españolas, la que más se acerca a las naciones de Europa que van delante en el buen camino&rdquo52.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 170.

Cuenta que: &ldquoUna anciana mayorazga de nuestra tierra, ya difunta, a la que conocimos y estimamos mucho, formuló la regla de gobierno para el linaje diciendo: comprar siempre y nunca vender. Así se hizo el linaje de la patria catalana, así se construyó la maravillosa fabrica de la civilización romana; así han procedido todos los grandes pueblos” Obres, vol. IV, 171.

[Pero Canals dice según la nota 73 que Cataluña ha vivido de espaldas a la Europa de la modernidad y del Renacimiento y que hasta Vicens Vives reconoce &ldquoque Cataluña no ha vivido, en los siglos de la Edad Moderna, inmersa en la &lsquomodernidad europea&rsquo, sino ausente de ella y vuelta de espaldas al Renacimiento, al racionalismo y a la &lsquofilosofía&rsquo que preparó el mundo de la Revolución francesa&rdquo, La tradición, 9]

Seguidamente, advierte en el Prólogo:

&ldquoPero toda exuberancia externa es peligrosa. En la literatura, en el arte, hasta en la política, las épocas de exuberancia tienen generalmente hablando, próxima la época del exceso, del desequilibrio, de la corrupción y de la muerte. A proporción del cuerpo ha de crecer el alma, si no ésta queda ahogada por el exceso corporal&rdquo.

Cataluña no solo necesita mantener su espíritu sino tenerlo adecuado o proprocionado a su vida social.

&ldquoA todo cuerpo, cuando pierde el espíritu le sobreviene la descomposición; un cuerpo muy desarrollado y de grandes proporciones necesita un espíritu potente, si no, convertido en masa inerte, sin energía propia, acaba necesariamente y se deshace en la corrupción. Así pasa en el cuerpo social, y la terminación de la vida de un pobre viene cuando este ha perdido su espíritu vivificante y característico&rdquo53.

53. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 10.

No es posible tener vida social únicamente con lo material. Declara Torras y Bages más adelante.

&ldquoNo piense nadie que los intereses materiales, como comúnmente dicen, puedan resucitar la región. Ordenados y dirigidos, constituirán un vínculo social; pero por sí mismos, abandonados al estímulo y al apetito, son el más fuerte desarticulador del cuerpo político, ya Santo Tomás decía que las luchas, no sólo entre los hombres, sino entre las bestias, provenían de cibis et venereis y vemos en nuestros días las concupiscencias ser las que encienden la dinamita que amenaza trastocar el orden social&rdquo.


Con la sencillez que le caracteriza confiesa que:


&ldquoNunca hemos creído que el vino, las patatas o el carbón tengan que ser el lazo de unión entre los habitantes de una región; el dinero nunca ha sido ni será principio ordenador; al revés, es muy desordenador y quiere mucha cordura; necesita de él la región o la comarca, sin él no puede pasar la sociedad; pero, es un principio superior al dinero lo que ha de unir a los hombres entre sí, haciendo circular la vida por las venas del cuerpo social y dando incremento a sus miembros&rdquo54.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 118.


La vida social igual que la del hombre se explica por el alma.


&ldquoEs cierto que en la historia humana encontramos luchas gloriosas ocasionales para la defensa de intereses materiales, y que es probable que se vean de nuevas en el porvenir; pero estas luchas de interés material (y el interés material es respetable, porque en parte los hombres son materiales) se elevaban a una categoría humana, y se enlazaban con la defensa de la patria y de la familia, que aunque sean entidades de orden moral, no obstante, tienen necesidad de una base material para vivir. El espíritu todo lo eleva y dignifica&rdquo55.

  1. J. Torras i Bages, &ldquoLa victoria del Bruch&rdquo, Pastorals, 2ª part., en Obres, vol. II, 351-366, 357-

Existen otras fuerzas distintas de lo económico, también humanas, que si son eficientes para la vida social, como son el arte, el derecho y la filosofía. Respecto a esta ultima afirma:

&ldquoLa filosofía es una gran cosa; pueblo que piensa, no está muerto; un entendimiento que trabaja, quiere decir un alma viva que, rectamente iluminada, puede conducir el cuerpo por el verdadero camino&rdquo.

Sin embargo, no son suficientes, porque:


&ldquoNo son por sí mismas causa de vida [&hellip] los organismos los crea la naturaleza, los hombres solo pueden cuidar de no poner obstáculos a sus funciones y ayudar a la felicidad de la operación; pero darles vida es imposible&rdquo56.

  1. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 118.

Además, considera que:

&ldquoLa filosofía, en Cataluña, como en Roma, no ha tenido originalidad. No ama el espíritu de nuestra gente aquella especie de gimnasia mental sin otro objeto que una atrevida ostentación de fuerzas para hacer admirar al prójimo, si sacamos la grandiosa excepción de Llull y de los lulianos, los demás que han cultivado dicho ramo de la sabiduría humana han seguido la corriente de la perennis philosophia que sale de las abundantes fuentes de la inmortal Grecia&rdquo, Obres, 156-157.

Es necesaria el alma o espíritu que los sostiene y que ninguno de ellos puede infundir.

La historia confirma esta tesis filosófica aplicada a la sociedad.

&ldquoSi Egipto y Roma y otras sociedades y naciones nobilísimas vivieron largos siglos, si podemos en ellas contemplar generaciones ilustradas y sólidas; si la disciplina de las facultades humanas llega a una cierta perfección, consolidándose las instituciones sociales, se debe al organismo interno de aquellas sociedades, que les preservaba de esta continua mudanza y falta de fijeza de los pueblos modernos&rdquo57.

57. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 60.

También el mismo mundo moderno, con su problema de la autoridad y libertad, corrobora esta doctrina social hilemórfica.

&ldquoEl despotismo y la anarquía prosperan con preferencia en las grandes unidades; y en épocas de debilidad, como la nuestra, en que falta un vigorosos elemento que informe la sociedad, tiene más facilidad de vivir una comunidad reducida, que no las extensísimas que aman los uniformistas. Un gran cuerpo para vivir y trabajar pide un gran espíritu, y éste hoy en día ¿dónde se encuentra?&rdquo58.

58. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 61.

El alma de Cataluña es el cristianismo. De ahí que:

&ldquoCataluña e Iglesia son dos cosas en el pasado de nuestra tierra que es imposible separarlas; son dos ingredientes que ligaron tan bien hasta formar la patria; y si alguien quisiera renegar de la Iglesia no dude que al mismo tiempo tendría que renegar de la patria&rdquo59.

59. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 15.

Al buscar la &ldquoforma substancial&rdquo, el unum necessarium:

&ldquoNos encontramos con una Cataluña espiritualista y cristiana; matarle el espíritu es matarla a sí misma; reforzar su espíritu es aumentar su potencia, hacer su acción más viva y fecunda. Cataluña la hizo Dios, no la han hecho los hombres, los hombres solo pueden desaparecerhacerla; si el espíritu de la patria vive, tendremos patria; si muere, morirá ella misma&rdquo60.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 25.

Como ha escrito José Luis Abellán:

&ldquoSe ha criticado la famosa fórmula de Torras i Bages cuando dice &lsquoCataluña será cristiana o no será&rsquo, como si fuera una alternativa política o sociológica cuando en realidad está expresando una cuestión fáctica: la tradición catalana tiene un inexorable fondo cristiano y, si no se reconoce, Cataluña dejará de ser&rdquo. J.L. Abellán, vol. 5/1, 529.


Ello explica que Cataluña sea tan profundamente cristiana.

&ldquoQuizá no hay otra nación tan entera y sólidamente cristiana como fue Cataluña [¡olé!]. La infusión de la gracia divina se hizo en una raza fuerte, sensata y activa, por lo cual el elemento humano, fecundado por aquel elemento divino, produjo una virtud y energía que se desarrolló en una organización resistente y armónica [&hellip]. La actividad debe ser educada, y la de nuestra raza fue gobernada y dirigida, fue fomentada y educada, desde que se puede decir pueblo catalán, por la Iglesia, que engendró en los sombríos valles del Pirineo&rdquo.

Lo que, como enseña Santo Tomás, es propio de la religión cristiana.

&ldquoEl objeto del cristianismo es limpiar de vicios la naturaleza humana y fortalecerla y fecundarla para el bien, iluminando su entendimiento con una claridad divina; de manera que cuando un pueblo es influido por él, el carácter de los hombres y de los usos e instituciones son de una admirable naturalidad. Por eso la organización social de Cataluña es la recta interpretación de la naturaleza, dadas las condiciones peculiares en que vivimos&rdquo61.

61. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 28.

Considera que pertenecen esencialmente a ella:

el carácter patriarcal de la familia, las relaciones de igualdad entre el hombre y la mujer en la misma, la organización de la propiedad individual y la valoración del trabajo personal&rdquo. Este santo principio del cristianismo de ennoblecimiento del hombre por su trabajo, lo ha profesado Cataluña hasta en la época en que la preocupación, nacida del tiempo, no tenía por nobles más que a los que seguían la profesión de las armas o de ellos descendían. Los mercaderes y artesanos catalanes, en la vida social y política, representaban un papel importante y no escondían la cara delante de la más poderosa autoridad de la aristocracia; y esta no desdeñaba de alternar con aquellos honrados ciudadanos [¿en serio?]&rdquo62.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 29.


Como buen tomista, Torras y Bages afirma:

&ldquoEs el cristianismo una religión armonizadora por esencia; el Hijo de Dios vino al mundo para unir lo desunido; el carácter distintivo de las obras divinas dicen los Doctores que es la suavidad; por lo cual, el régimen que le es predilecto es aquel en que, sin desfallecer, en unión de todo el cuerpo, vivan los miembros y crezcan libremente unidos entre sí, no por vínculos mortificadores y opresivos, sino por la unánime conspiración a un mismo fin y por la circulación en todo el cuerpo de sentimientos de justicia y caridad&rdquo63.

63. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 110-111.

Con ello, no hace más que utilizar el principio capital, directivo de la síntesis filosófico-teológica de Santo Tomás, la tesis de que:


&ldquoLa gracia no anula la naturaleza, sino que la perfecciona&rdquo64.

64. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 1, a. 8, ad 2.


Enseña también el Aquinate que el don de la gracia divina no sólo no es opuesto a la naturaleza con sus bienes propios y sus imperfecciones, sino que las exige como sujeto al que perfeccionar.


&ldquoLa gracia presupone la naturaleza, al modo como una perfección presupone lo que es perfectible&rdquo65.

65. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 2, a. 2, ad 1.


Al sanar y al perfeccionar la naturaleza, la gracia no la destruye, antes bien la supone. Dirá, por ello, Torras y Bages:


&ldquoTodo lo antinatural es antirreligioso: ningún artificio liga de verdad con la ley de la gracia; la religión sirve para abonar la sociedad, y como los abonos de la tierra en el cultivo agrícola, se convierte en una misma cosa con ella&rdquo66.

66. J. Torras i Bages, &ldquoConsideraciones sociològiques sobre el regionalisme&rdquo, Opúscols Apologètics i filosòfics, 2ª part, en Obres, vol. VI, 337-394, 355.


La regeneración.


En el primer capítulo de La tradició catalana, dedicado a este espíritu de la región, se dice que:

&ldquoEn tres casos diferentes te puedes, pues, encontrar al considerar el espíritu de una nación: Primero, que el espíritu se haya perdido, y entonces está también perdido el pueblo. Déjalo estar, es como un fuego una vez apagado, que aunque soples no se volverá a encender. Segundo, que haya discordia en el pensar, entonces el espíritu nacional está enfermo; no se cuenta con una acción social robusta. Si por consecuencia de circunstancias especiales el pueblo es rico, las riquezas le servirán para corromperse más pronto [&hellip]. El tercer caso que puede encontrarse, al estudiar el espíritu de un pueblo, es la unanimidad en los ciudadanos, que siendo cor unum et anima una, y entonces la vida social es perfecta, el pueblo robusto, capaz de grandes acciones y de larga vida&rdquo67.

67. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 24-25.

El espíritu de la región catalana se encuentra en el segundo caso. No está sano y necesita pasar al tercer caso. Hace notar Torras y Bages que:


&ldquoEl oriente y el ocaso de nuestra nación en su ser propio e independiente, coinciden exactamente con el oriente y el ocaso de la gran filosofía escolástica; de ahí que pueda decirse que fue una nación que lleva el espíritu de aquella maravillosa filosofía, y por lo mismo hemos afirmado que la orden de Frailes Predicadores, especie de sacerdocio no sólo de la Iglesia católica, sino también de aquella escuela filosófica, fue la verdadera educadora de nuestra gente. No es, pues, extraño que en aquella interesantísima época de la civilización europea, que se desarrolló con los fecundantes rayos de la síntesis científica que personificaba Santo Tomás de Aquino, Cataluña tuviera excepcional importancia dentro del cuadro de la civilización general&rdquo68.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 276-277.


La doctrina tomista


&ldquollevada a Cataluña e identificada con esta tierra por los Frailes Predicadores&rdquo69 constituyó su espíritu.

[dice Canals que es una afirmación unilateral]

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 277.

&ldquoLa tendencia práctica, la aptitud para los negocios de la vida humana revestirán aquel espíritu; y de Cataluña saldrán, no el filósofo ni el poeta de la época, pero sí el civilizador y organizador de pueblos: Jaime el Conquistador y el vulgarizador de la ciencia de la vida, San Vicente Ferrer&rdquo.

&ldquoLa tierra catalana, de espíritu libre y ordenado, había de encontrarse, al hacer la crisis para entrar en la edad viril, con la orden de Frailes Predicadores agarrada irresistiblemente a la verdad, pero de una libertad de espíritu como nunca la inteligencia racional puede concebirla de mayor&rdquo70.

70. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 163.


El espíritu de Cataluña no es sólo cristiano sino también, más concretamente, tomista. Por una parte, porque: &ldquoEs indudable que en la doctrina tomista se encuentra la substancia del régimen regionalista, en cuanto es la armonía entre la unidad y la multiplicidad: la unidad, porque quiere el Santo Doctor un poder jerárquico que presida, y la multiplicidad, porque desea diferentes principantes secundum virtutem, los cuales sean escogidos del pueblo&rdquo71.

71. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 110.

El texto al que pertenece la cita dice lo siguiente:

&ldquoLa mejor constitución en una ciudad o nación es aquella que uno es el depositario del poder y tiene la presidencia sobre todos, de tal suerte que algunos participen de ese poder y, sin embargo, ese poder sea de todos, en cuanto que todos pueden ser elegidos y todos toman parte en la elección&rdquo.

Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 105, a. 1, in c.

Por otra parte, en lo hondo de Cataluña se encuentra el tomismo, porque:

&ldquoLos Frailes Predicadores quedan tan identificados con la corriente civilizadora de aquella época en Cataluña, que creemos que se puede decir que así como el historiador Gibbon asegura que Inglaterra fue obra de los monjes, como el panal lo es de las abejas, igualmente se puede asegurar que los frailes fueron los que dieron forma al espíritu catalán. Expresión sintomática de lo que acabamos de decir, es que tal vez la mayor parte las constituciones y otros derechos de Cataluña se formaron en Cortes reunidas en los conventos de Predicadores y Menores, como una planta que para nacer busca la tierra que más le gusta&rdquo72.

72. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 163-164.


El auge de Cataluña termina con la Edad Media. No se incorporó al mundo del Renacimiento73.

  1. F. Canals, La tradición.

Nota el autor [Canals] que:

&ldquoVicens i Vives, al presentar el catalanismo noucentista como &lsquoel reencuentro con Europa después de cuatro siglos de ausencia&rsquo se sitúa en un juicio diametralmente opuesto al del venerable obispo (Torras y Bages). Pero, parte obviamente del reconocimiento de que Cataluña no ha vivido, en los siglos de la Edad Moderna, inmersa en la &lsquomodernidad europea&rsquo, sino ausente de ella y vuelta de espaldas al Renacimiento, al racionalismo y a la &lsquofilosofía&rsquo que preparó el mundo de la Revolución francesa&rdquo, La tradición, 9.


[Pero en la nota 52 pone Mons. Torras como indicador de que Cataluña es la más avanzada de las regiones españolas, que es la que más se acerca a las naciones de Europa].


[Y en la nota 43 dice Mons Torras que también la tan inteligente raza catalana ha caído en el mismo error que los demás pueblos latinos y se ha deslumbrado con el Renacimiento: &ldquoNuestra raza, de inteligencia privilegiadísima se encuentra dominada por el mismo error, que va minando de una manera visible su antigua y fuertísima constitución&rdquo. El error de los pueblos latinos, que &ldquodespués de haberse deslumbrado con los resplandores del Renacimiento, tomaron gusto por las grandezas, se les despertó el instinto de la novedad. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 101]

Precisamente en este momento, se procura:

&ldquoConvertir en jurídicos los lazos morales que la naturaleza y la historia habían establecido entre los diferentes pueblos españoles, sin que esto significara para nada el ahogamiento relativo del pensamiento catalán, venido después sin duda en parte porque a la hora de hacerse la unión el espíritu catalán había ya hecho el florecimiento, que tuvo que quedar recluido dentro de más estrechos términos por falta de empuje, encontrándose de frente con el pueblo castellano, que, viniendo más retrasado, entonces estaba haciendo el alza; y sobre todo por la absorbente importancia que el trono dio a Castilla, y a las condiciones particulares de aquella gente, que por la ufanía de su carácter congeniaba mejor con la tendencia preponderante del siglo, soñador de grandezas, que con la gente catalana amiga de las prácticas libertades de la tierra, trabajadora y reflexiva&rdquo74.

  1. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 306.

&ldquoEl catalán de sí no es hinchado; al revés, hecho a la catalana quiere decir hombre natural, que habla tal como piensa y es enemigo de bombo y campanillas. Viviendo el hombre entre los suyos y teniendo que tratar con gente de diversa condición, que tienen a menudo intereses opuestos y carácter distinto, se tiene que revestir de paciencia y tiene que ser benigno con todos para guardar así la concordia necesaria&rdquo, Obres, vol. IV, 121.


[Pero recuérdese otra vez que a Mons. Torras se le olvida lo que dice en la cita de la nota 43 de que también la tan inteligente raza catalana tomó gusto por las grandezas por haber caído en el mismo error que los demás pueblos latinos y haberse deslumbrado con el Renacimiento: &ldquoNuestra raza, de inteligencia privilegiadísima se encuentra dominada por el mismo error, que va minando de una manera visible su antigua y fuertísima constitución&rdquo. El error de los pueblos latinos, que &ldquodespués de haberse deslumbrado con los resplandores del Renacimiento, tomaron gusto por las grandezas, se les despertó el instinto de la novedad. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 101].


Advierte, sin embargo, que:

&ldquoLas grandes unidades políticas han tenido su razón de ser como instrumentos de la Providencia de Dios en la civilización y cristianización del mundo, mas una vez que el gran Padre de familias de la especie humana ha roto las barreras que separaban hombres de hombres, pueblos de pueblos, el sentimiento humano sobrenaturalizado por la caridad cristiana, tiene que ser la potencia civilizadora y la que puede llevar la Verdad hasta los últimos fines de la tierra&rdquo75.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 64.


Torras y Bages cree que es posible una regeneración de Cataluña.

&ldquoEs evidente la necesidad de la reconstrucción, un órgano que no funciona se atrofia, y la región hace años que por diversas causas tiene como suspendido su movimiento vital, y si bien es cierto que las raíces son muy vivas, el árbol en buena parte se ha secado y necesita de una mano benefactora&rdquo76.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 117.


En esta misión deberá tener un papel decisivo el cristianismo.

&ldquoEn una época de civilización avanzada es imposible el regionalismo sin una influencia fortísima cristiana, sin la influencia del Espíritu divino, la carne arrastra al hombre a las grandes y uniformes unidades; así nos lo dice la historia, así nos lo demuestra la recta razón; vendrá, es cierto, a no tardar demasiado la disolución, porque la carne es corruptible, pero, el renacimiento regionalista tienen que ser ayudado por el espíritu cristiano77.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 122.


Argumenta, por una parte, que:

&ldquoCicerón había escrito aquellas palabras: Omnia religione moventur. Viniendo al caso particular del regionalismo, la razón y la experiencia nos demostrarán que la Religión tiene que ser la restauradora, y que sin ella es imposible hacer cosa de duración y sólida&rdquo.


Por otra, aporta esta razón bíblica:

&ldquoUn hombre muy hecho a manejar pueblos, filósofo, poeta y legislador, pero al mismo tiempo inspirado de Dios, el Rey David, enseñado por la inspiración y la experiencia, escribió estas palabras: Nisi Dominus aedificaverit domum, in vanum laboraverunt qui aedificant eam. Por lo cual, acatando la razón contenida en este verso del Salmo, como una verdad revelada y de experiencia, alabando como se merecen las citadas ciencias y sus distinguidos cultivadores, reconociendo que su trabajo y acción es necesaria para la reconstrucción regional, esperamos el sol vivificante de la nación catalana oriens ex alto&rdquo78.

  1. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 119.


Concluye, por tanto, utilizando el mismo símil anterior: &ldquoCuando un árbol se seca, no esperéis que las ramas saquen nuevos brotes, la raíz es la que guarda la vida; así, cuando el edificio político pierde la virtud, debemos buscarla en las raíces permanentes de la vida civil entre los hombres: la región y la religión&rdquo79.

79. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 61.

Posición que es también perfectamente explicable desde el tomismo. Tal como se afirma en otro principio tomista derivado de los dos anteriores citados: la gracia restaura a la naturaleza en su misma línea.


En su situación actual, afirma Santo Tomás, el hombre:


&ldquoNecesita del auxilio de la gracia, que cure su naturaleza&rdquo80.

80. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 109, a. 3, in c


No sólo se necesita de la gracia para que la naturaleza quede elevada en el orden sobrenatural, sino también lograr su perfección en cuanto naturaleza.


Vallet de Goytisolo ha notado que:

&ldquoEsta concepción del regionalismo tiene extrema similitud con el concepto que de federalismo, mucho después, ya en la década de mil novecientos cuarenta, expondría el entonces Rector de la Universidad de Zürich, Emil Brunner&rdquo81.

  1. J.B. Vallet de Goytisolo, &ldquoTorras y Bages y &lsquoLa tradiciò catalana&rsquo&rdquo, Cristiandad, (32, 565), 50-58 y (32, 566), 82-92, 22.

E. Brunner, La justicia, trad. cast. de L. Recasens, Universidad Nacional Autónoma, México, 1961.

Aunque no coincide con ninguna de las ideas federalistas, que no se basan en el pensamiento filosófico político de Santo Tomás.

El propio Torras y Bages indica el origen común de los federalismos no cristianos:

&ldquoEl panteísmo, hasta ahora de moda, engendra una teoría política a imagen y semejanza de su teoría religiosa. El Estado de los hegelianos es como el Dios de los hegelianos, un todo monstruoso; todo en la creación es Dios, todo en el orden público es Estado. Este, dicen ellos en substancia, se encuentra todo en todo el conjunto y todo en cada una de sus partes. Dios, por consiguiente, en su sistema, aniquila a la criatura; el Estado aniquila la región&rdquo.

En cambio, el regionalismo respeta el pensamiento cristiano.


&ldquoEl Dios de los cristianos quiso que todas sus criaturas viviesen vida propia e individual; el régimen armónico, naturalmente derivado de las doctrinas de nuestra celestial creencia, es que los miembros del cuerpo político no tienen la vida por merced o concesión del príncipe, sino por virtud propia natural o personal, debiendo, empero, todos cooperar a la vida armónica del conjunto en virtud de los deberes que impone a los cristianos la jerárquica obediencia&rdquo82.

82. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 111.

Lo que hay que tener muy en cuenta:

&ldquoSi queremos guardar y restaurar el viejo y robusto espíritu de la tierra y no construir una Cataluña de papel&rdquo, Obres, vol. IV, 476.

Mucho menos implica el separatismo. En un escrito inédito de Torras y Bages se lee:

&ldquoAmamos el regionalismo, que es lo contrario del separatismo, la condición necesaria de las uniones permanentes y felices, la representación de la equidad fraternal entre los hombres&rdquo83.

83. J. Torras i Bages, &ldquoConsideracions socials i politiques sobre el regionalisme&rdquo, en Obres, vol. IX, 432-441, 437.

Ni el regionalismo parece que lleve a la exclusión de la nación española, ya que escribe en el mismo lugar:

&ldquoNuestra España es una legión de pueblos; juntos hacen un todo. La Providencia nunca yerra; ni cuando les pone en un territorio y los une. La variedad y el contraste no los puso Dios para la discordia, sino para la armonía. El odio requema y destruye, el amor engendra y edifica&rdquo84.

84. J. Torras i Bages, en Obres, vol. IX, 439.

Declara también que:

&ldquoEl cristianismo es expansivo y progresivo por naturaleza [&hellip] por esto nuestro regionalismo no es encogido, y es cosmopolita&rdquo.

Por la misma razón:

&ldquoNo es una curiosidad arqueológica o una exquisitez artística [&hellip] por esto no nos apoyamos en el Código Civil o en las Partidas o en la Novísima, ni siquiera en las Constituciones de Cataluña, sino en el derecho natural. Y al hablar así no tememos ser revolucionarios, no venimos de Rousseau, sino de Jesucristo, puesto que hasta la suma ley, la gracia, conforma con la naturaleza y obra diferentemente en cada individuo&rdquo, Obres, vol. IX, 37.

Ante las dos posturas, la de la generación del 98 y la del regionalismo de Torras y Bages, desde el tomismo, se podría notar que es preciso evitar tanto una cierta reducción de lo hispánico a Castilla, como también la de aminorar la importancia de España, para destacar más la región catalana. La posición tomista es sostener que España tiene muchas maneras de ser, precisamente en cada una de sus regiones, y todas ellas expresan lo hispánico sin menguarlo ni aumentarlo. El ser de España es uno y múltiple a la vez, en cuanto que esta realizado en talantes distintos, que comportan matices diferentes, pero con idéntico valor esencial.

Si se aplica la doctrina agustiniana de las tres dimensiones del bien &ndashmodo, especie y orden&ndash, asumida por Santo Tomás, podría decirse que las regiones españolas son el modo o concreción individual de un bien, España, que tiene una sola especie o determinación esencial y un orden o finalidad singular. De ahí que ser catalán es una manera de ser español, y ser castellano, o de cualquier otra región, es un modo diferente de realizar una única España, cuya riqueza es tal, que ha podido manifestarse en formas diversas complementarias.


Eudaldo Forment

Facultad de Filosofía

Universidad de Barcelona

Baldiri i Reixac s.n.

08028 Barcelona España

forment@trivium.gh.ub.es

1 J. Torras i Bages, La Tradició catalana. Estudi del valor ètic i racional del regionalisme català, en Obres Completes, vol. I-VIII: Ibèrica, Barcelona, 1913-1915; vol. IX y X: Foment de Pietat Catalana, Barcelona, 1925 y 1927 (cit. Obres); vol. IV, 1913.

2 C. Cardó, Doctrina estètica del Dr. Torras i Bages, Catalana, Barcelona, 1919.

3 J. Torras i Bages, Pastorals, vol. I-III, en Obres, 1913.

4 N. Bilbeny, Filosofia contemporània a Catalunya, Edhasa, Barcelona, 1985, 34.

5 O. Colomer i Carles, El pensament de Torras i Bages, Claret, Barcelona, 1991, 134.

6 J.L. Abellán, Historia crítica del pensamiento español, vol. 5/2, La crisis contemporánea (1875-1936), Espasa-Calpe, Madrid, 1989, pág. 175.

7 J. Torras i Bages, &ldquoEn Rocaberti i en Bossuet&rdquo, en Opùscols apologètics i Filosòfics, 2ª part, en Obres, vol. VI, 279-335, 283-284.

8 J. Torras i Bages, &ldquoConsideraciones sociològiques sobre el regionalisme&rdquo, en Opúscols Apologètics i filosòfics, 2ª part, Obres, vol. VI, 337- 394, 342.

9 J. Torras i Bages, Obres, vol. VI, 348.

10 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 63.

11 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 63-64.

12 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 62.

13 Sto. Tomás de Aquino, Contra Gentes, I, c. 91.

14 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 63.

15 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 64.

16 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 65.

17 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 65-66.

18 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 66.

19 J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones sobre Cataluña. Religación, interacción y dialéctica en su historia y en su derecho, Fundación Caixa Barcelona, Barcelona, 1989, 225 (cit. Reflexiones). Comenta a continuación el eminente jurista catalán que: &ldquoEs muy fácil inducir de esto que una mayor acentuación de esas perspectivas en el catalanismo subsiguiente, originara una fisura entre lo acentuado y lo no destacado, que llegaría incluso a crear una dialéctica entre lo sentimentalmente exaltado y lo olvidado o, por lo menos, omitido&rdquo.

20 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 11.

21 J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones, 226. Prueba el autor que &ldquoCataluña se sentía nación integrada en la comunidad más amplia de España&rdquo, aunque hay que tener en cuenta que: &ldquoentonces el concepto de nación no correspondía al moderno de la época de las nacionalidades y los nacionalismos de inmediato origen jacobino” Reflexiones, 80. La &ldquoacepción de comunidad humana, unida por una misión histórica común de reconquista y restauración, la vemos expresada por Jaime I, en su Crónica [&hellip]. Y españoles se proclamaron los catalanes, tanto por boca de sus condes-reyes, como de sus más preclaros cronistas y de las representaciones populares [&hellip]. Pero posiblemente, el sentimiento de la comunidad hispánica donde con mayor realidad es reflejado es en la vivencia de consuetudo Hispaniae, more hispanico, costumbre de España, como se observaba en la primera historiografía de la tierra catalana, Chronicon Rivipullense, así como en la de otras partes de la España cristiana, hasta fecha avanzada” Reflexiones, 83-84.

22 J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones, 227-228.

23 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 61.

24 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 388.

25 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 399.

26 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 306-307.

27 J. Torras i Bages, Obres, vol. IV, 388-389.

28 J. Torras i Bages, &ldquoConsideraciones sociològiques sobre el regionalisme&rdquo, Opúscols Apologètics i filosòfics, 2ª part, en Obres, vol. VI, 337-394, 342.

29 J. Torras i Bages, en Obres, vol. VI, 342-343.

30 J. Torras i Bages, en Obres, vol. VI, 344.

31 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 96.

32 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 91.

33 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 134.

34 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 389.

35 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 94.

36 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 67.

37 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 129.

38 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 129-130. Precisa que: &ldquoEn la jurisdicción familiar podemos considerarle principalmente el derecho de poseer hacienda o bienes propios, la facultad de educar a los hijos y de administrar toda la casa con el culto doméstico al Señor&rdquo.

39 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 130.

40 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 93.

41 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 91-92.

42 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 92.

43 J. Torras i Bages, &ldquoConsideraciones sociològiques sobre el regionalisme&rdquo, Opúscols Apologètics i filosòfics, 2ª part, en Obres, vol. VI, 337-394, 347. Torras y Bages considera que algo parecido ha ocurrido después con las nuevas ideas revolucionarias. &ldquoNuestra raza, de inteligencia privilegiadísima, que tuvo bastante penetración racional para no dejarse engañar por el error en forma religiosa y metafísica, en la invasión protestante; en el orden político y práctico, tal vez, debido, en parte, a su temperamento generoso y poco analítico, se encuentra dominada por el mismo error, que va minando de una manera visible su antigua y fuertísima constitución&rdquo. J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 101.

44 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 348.

45 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 98.

46 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 97.

47 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 94.

48 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 24.

49 J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones, 228.

50 J.B. Vallet de Goytisolo, Reflexiones, 227.

51 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 10.

52 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 170. Cuenta que: &ldquoUna anciana mayorazga de nuestra tierra, ya difunta, a la que conocimos y estimamos mucho, formuló la regla de gobierno para el linaje diciendo: comprar siempre y nunca vender. Así se hizo el linaje de la patria catalana, así se construyó la maravillosa fabrica de la civilización romana; así han procedido todos los grandes pueblos” Obres, vol. IV, 171.

53 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 10.

54 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 118.

55 J. Torras i Bages, &ldquoLa victoria del Bruch&rdquo, Pastorals, 2ª part., en Obres, vol. II, 351-366, 357-358.

56 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 118. Además, considera que: &ldquoLa filosofía, en Cataluña, como en Roma, no ha tenido originalidad. No ama el espíritu de nuestra gente aquella especie de gimnasia mental sin otro objeto que una atrevida ostentación de fuerzas para hacer admirar al prójimo, si sacamos la grandiosa excepción de Llull y de los lulianos, los demás que han cultivado dicho ramo de la sabiduría humana han seguido la corriente de la perennis philosophia que sale de las abundantes fuentes de la inmortal Grecia&rdquo, Obres, 156-157.

57 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 60.

58 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 61.

59 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 15.

60 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 25. Como ha escrito José Luis Abellán: &ldquoSe ha criticado la famosa fórmula de Torras i Bages cuando dice &lsquoCataluña será cristiana o no será&rsquo, como si fuera una alternativa política o sociológica cuando en realidad está expresando una cuestión fáctica: la tradición catalana tiene un inexorable fondo cristiano y, si no se reconoce, Cataluña dejará de ser&rdquo. J.L. Abellán, vol. 5/1, 529.

61 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 28.

62 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 29.

63 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 110-111.

64 Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 1, a. 8, ad 2.

65 Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 2, a. 2, ad 1.

66 J. Torras i Bages, &ldquoConsideraciones sociològiques sobre el regionalisme&rdquo, Opúscols Apologètics i filosòfics, 2ª part, en Obres, vol. VI, 337-394, 355.

67 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 24-25.

68 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 276-277.

69 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 277. &ldquoLa tendencia práctica, la aptitud para los negocios de la vida humana revestirán aquel espíritu; y de Cataluña saldrán, no el filósofo ni el poeta de la época, pero sí el civilizador y organizador de pueblos: Jaime el Conquistador y el vulgarizador de la ciencia de la vida, San Vicente Ferrer&rdquo.

70 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 163.

71 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 110. El texto al que pertenece la cita dice lo siguiente: &ldquoLa mejor constitución en una ciudad o nación es aquella que uno es el depositario del poder y tiene la presidencia sobre todos, de tal suerte que algunos participen de ese poder y, sin embargo, ese poder sea de todos, en cuanto que todos pueden ser elegidos y todos toman parte en la elección&rdquo. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 105, a. 1, in c.

72 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 163-164.

73 F. Canals, La tradición. Nota el autor que: &ldquoVicens i Vives, al presentar el catalanismo noucentista como &lsquoel reencuentro con Europa después de cuatro siglos de ausencia&rsquo se sitúa en un juicio diametralmente opuesto al del venerable obispo (Torras y Bages). Pero, parte obviamente del reconocimiento de que Cataluña no ha vivido, en los siglos de la Edad Moderna, inmersa en la &lsquomodernidad europea&rsquo, sino ausente de ella y vuelta de espaldas al Renacimiento, al racionalismo y a la &lsquofilosofía&rsquo que preparó el mundo de la Revolución francesa&rdquo, La tradición, 9.

74 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 306. &ldquoEl catalán de sí no es hinchado; al revés, hecho a la catalana quiere decir hombre natural, que habla tal como piensa y es enemigo de bombo y campanillas. Viviendo el hombre entre los suyos y teniendo que tratar con gente de diversa condición, que tienen a menudo intereses opuestos y carácter distinto, se tiene que revestir de paciencia y tiene que ser benigno con todos para guardar así la concordia necesaria&rdquo, Obres, vol. IV, 121.

75 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 64.

76 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 117.

77 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 122.

78 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 119.

79 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IV, 61.

80 Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 109, a. 3, in c.

81 J.B. Vallet de Goytisolo, &ldquoTorras y Bages y &lsquoLa tradiciò catalana&rsquo&rdquo, Cristiandad, (32, 565), 50-58 y (32, 566), 82-92, 22. E. Brunner, La justicia, trad. cast. de L. Recasens, Universidad Nacional Autónoma, México, 1961.

82 J. Torras i Bages, La Tradició catalana, en Obres, vol. IV, 111. Lo que hay que tener muy en cuenta: &ldquoSi queremos guardar y restaurar el viejo y robusto espíritu de la tierra y no construir una Cataluña de papel&rdquo, Obres, vol. IV, 476.

83 J. Torras i Bages, &ldquoConsideracions socials i politiques sobre el regionalisme&rdquo, en Obres, vol. IX, 432-441, 437.

84 J. Torras i Bages, en Obres, vol. IX, 439. Declara también que: &ldquoEl cristianismo es expansivo y progresivo por naturaleza [&hellip] por esto nuestro regionalismo no es encogido, y es cosmopolita&rdquo. Por la misma razón: &ldquoNo es una curiosidad arqueológica o una exquisitez artística [&hellip] por esto no nos apoyamos en el Código Civil o en las Partidas o en la Novísima, ni siquiera en las Constituciones de Cataluña, sino en el derecho natural. Y al hablar así no tememos ser revolucionarios, no venimos de Rousseau, sino de Jesucristo, puesto que hasta la suma ley, la gracia, conforma con la naturaleza y obra diferentemente en cada individuo&rdquo, Obres, vol. IX, 37.