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La Resurrección culmina nuestra salvación cimentada en la muerte redentora de Jesucristo

"Por la muerte redentora de Jesucristo ha llegado su Resurrección, que es el principio de nuestra salvación en la reinstauración de todas las cosas en el orden divino".
(Francisco Canals Vidal,
Actualidad de la reparación • Cristiandad de Barcelona, núm. 728, enero 1992. Conferencia de Canals el 31.05.1991 en el Monasterio de las Salesas de Barcelona).

[Dado que es mucha verdad e irrevocable que Jesús, el Verbo hecho carne, nos redimió con su muerte entre sufrimientos atroces, quitando así el obstáculo de nuestros pecados para que recibamos su amor con amor, quiere además Dios Padre celestial, por medio igualmente de su muy amado Hijo, Jesús, darnos efectivamente su amor, darnos nuestro máximo bien que es su reino en nosotros en plenitud efectiva, y no sólo en la dimensión personal del reinado de Jesucristo, Nuestro Señor, en los corazones de todos, que es la dimensión primordial, por cierto, sino también en su dimensión social, en todos los aspectos de la vida, en todas las naciones, cimentadas ambas dimensiones en Dios, para vivir ya plenamente según Dios y ya no malvivir según uno mismo, como si Dios no existiera; no, nunca más malvivir según el hombre, que es, por cierto, lo que quiere Satanás, como enseña san Agustín (Civ. Dei, XIV, 3-4), explicando lo que dice Dios por medio de san Pablo (Gal 5,16-25; Gal 6,7-8; 8,5-14; Rom 8). La dimensión personal del reinado de Jesús, el Verbo hecho carne, ya la realiza Él en plenitud en algunas personas, elevadas o no a los altares para ejemplo e intercesión, concediéndoles ya, mediante el envío del Espíritu Santo, la humildad y el amor necesario para aceptar su amor y su reinado. Mientras que la universalización efectiva del reino de Dios en plenitud en todos los corazones y en todas las naciones la realizará Jesús, el Verbo hecho carne, a partir de su Parusía, su segunda venida en gloria y majestad a la vista de todos, con la que al evidenciar su existencia, eliminará el poder anticristiano que,
cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera, y como si nosotros los hombres fuésemos el ser supremo, todos en un todo, pero cada uno un infinitésimo del supuesto colectivo mundial monolítico, en nombre del cual, ese poder anticristiano nos ningunea crecientemente del todo; al mismo tiempo que, también a partir de
su Parusía, realizará Jesucristo, Nuestro Señor, una extraordinaria efusión de gracia que, eliminado el poder anticristiano, propiciará la recristianización general, con el triunfo, en primer lugar, de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, por medio de la cual se generalizará ya el reinado efectivo en plenitud de Jesucristo Nuestro Señor.
Y su Resurrección, no sólo fue el desenlace reparador inmediato de su glorificación a la que estaba ordenada su muerte en la cruz, sino el comienzo de nuestra glorificación, que culminará con "la resurrección de los muertos", participación nuestra "en la gloria de Su Resurrección"; generalizada esta participación tras el final de los tiempos, es decir, tras el final de la última edad de la historia humana en la tierra, cuando todas las almas que hayan ido al cielo tendrán también allí sus cuerpos glorificados, como algunas ya tienen, empezando por Jesucristo, Nuestro Señor.

Y también la Resurrección de Jesús inicia la culminación de nuestra redención, porque Él tiene así ya su cuerpo glorioso con el que realizará su segunda venida en gloria y majestad, para liberarnos y reinar en el reino de Dios, que establecerá, en favor nuestro, el mismo Jesucristo, Nuestro Señor, en plenitud efectiva en todas las almas y en todas las naciones, en la etapa final de la historia humana en la tierra, que iniciará Él con su Parusía, y "cuyo reino no tendrá fin", sino que continuará en el cielo. La admirable Ascensión del Resucitado culmina nuestra redención, porque es ya el antecedente inmediato de su Parusía liberadora, que puede ocurrir en cualquier momento posterior a dicha Ascensión.

Como enseña santo Tomás de Aquino, Jesús nos redime, pues, mediante su muerte y también mediante su Resurrección y su Ascensión, las cuales por consiguiente, lejos de ser la antítesis de la muerte de Jesús, son su consecuencia y su finalidad, glorificadoras en justicia para Jesús, liberadoras y también glorificadoras por misericordia para nosotros los hombres, varones y mujeres, y portadoras de la victoria final para Él y por consiguiente para nosotros.

Así pues nuestra salvación la realiza Dios Padre, mediante la Resurrección y la Ascensión y mediante la pasión y muerte del Hijo en la naturaleza humana que asumió al hacerse hombre en su Encarnación, por obra y gracia del Espíritu Santo, en el seno de la siempre virgen María. La realiza con la muerte del Hijo, que nos libera del pecado, y con Su Resurrección gloriosa y Su admirable Ascensión, que son el principio de la reinstauración en Dios de todas las cosas de nuestra vida personal y social].

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"Señor..., te pedimos que los hombres del mundo entero lleguen a ser hijos de Abrahán y miembros del nuevo Israel. Por Jesucristo nuestro Señor". (Oración anterior a la cuarta lectura de la misa de la Vigilia Pascual, 8 de abril de 2023)

[Esta oración litúrgica de la Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica, formula, no en vano, la esperanza firme y segura de la propia Iglesia. Concuerda con las múltiples profecías de la Sagrada Escritura y con la esperanza de la Iglesia, proclamada en el Concilio Vaticano II, de la conversión de Israel al Mesías, a Jesús, el Verbo hecho carne, y de la unidad católica mundial]

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La dimensión personal del reino de Dios es la dimensión primordial y la dimensión social es su culminación y su redundante caldo de cultivo.

El reino de Dios va de dentro a fuera. De nuestro más profundo interior, la séptima morada de nuestro castillo interior, donde está Dios "por esencia, presencia y potencia", a nuestra aceptación, con Su gracia, de que Él reine del todo en nosotros; nuestra aceptación, con Su gracia, de ser víctimas del reino de Dios y ser víctimas del amor de Dios

"En este día de gracia, pido a Jesús que fortalezca vuestra fe y se convierta en el Soberano de vuestras vidas"
(Mensaje anual de la Virgen de la paz de Medjugorje del 25.12.2022)

La devoción al Sagrado Corazón y su crisis

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¿La resurrección de Jesús es lo más importante?
La Resurrección de Jesús, el Verbo hecho carne, es el principio de la plenitud consumada del Reino de Dios en nuestra alma, en las de todos los demás y en todas las naciones
Si se subraya que Jesús resucitó, se está testimoniando que primero murió. No se puede obviar la muerte de Jesús, el Verbo hecho carne. Hay que agradecérselo en todo momento, pidiéndole su reino.
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Hace años que algunos, demasiados, quieren borrar la muerte de Cristo. Si estos hablan de la Resurrección es para cancelar y borrar la muerte redentora de Jesús por nosotros. Cuando en realidad Jesús resucitado se presenta con sus heridas. El ángel le llama el Resucitado. Jesús Resucitado muestra las heridas de su crucifixión y de su Pasión. Al apóstol santo Tomás le dice: "trae tus dedos, mételos en los agujeros de mis manos. Trae tu mano, métela en mi costado". La Resurreción no cancela ni borra la Pasión y muerte de Jesús. El sacrificio de Jesús, el Verbo hecho carne, es definitivo. Se reproduce cada día en las misas de todo el mundo del uno al otro confín. Jesús resucitó por nosotros, para nosotros, para hacernos un favor más. Resucitó con las heridas mortales mediante las que nos salvó. Ambas cosas son imborrables: su muerte en sacrificio y nuestra redención. Como es imborrable que el Verbo se hizo carne, se hizo hombre, para siempre, no sólo hasta que nos redimió muriendo en la cruz. Y como Resucitado, sigue siendo hombre, tiene corazón de hombre, tiene necesidad de que le amemos, nos suplica que le amemos, nos lo implora reiteradamente. No para que le demos cosas, sino para que lo recibamos todo de Él. En dos niveles. El inicial de nuestra redención del pecado y el final de convertirnos en hijos de Dios, recibiendo en plenitud el reino de Dios, su reinado efectivo en nosotros, que es nuestro máximo bien. Y esto lo desea y lo necesita y lo requiere y lo pide y lo suplica y lo implora con tanta ansia, con tanta sed de almas que se dejó matar entre suplicios atroces por nosotros, para reinar en el alma de cada uno de nosotros, y de ahí en las de todos y de ahí en todas las naciones. La plena efectividad del reino de Dios en su dimensión social y en su dimensión personal, que es la primordial, por cierto. Jesús es Dios y lo tiene todo. Nos dio un alma dotada de libertad y la respeta. Podría forzarnos y obligarnos, pero Él no obra así. Quiere que libre y voluntariamente le queramos a Él, y no principalmente a sus dones. Lo quiere con ansia, eso sí. Para liberarnos con su reinado de las ataduras del pecado, de las malas tendencias que nos dejó el pecado original a obrar y vivir según nossotros mismos y no según Dios, a liberarnos de nuestro yo y darnos la plenitud del reino de Dios en muestras almas.

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Aportaciones urgentes a la teología de la historia

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